lunes, 4 de diciembre de 2017

¿Qué hace nuestro ángel de la guarda después de nuestra muerte?



La misión de los ángeles custodios no termina con la muerte de su protegido: continúa hasta llevarla a la unión con Dios.

Por: P. Henry Vargas Holguín | Fuente: Moral y Luces 

El Catecismo de la Iglesia Católica, haciendo alusión a los santos ángeles, enseña en el numeral 336 que “desde su comienzo hasta la muerte, la vida humana está rodeada de su custodia y de su intercesión”.



De lo anterior se desprende que el hombre goza de la protección y guarda de su ángel custodio aún en el momento de su muerte. La compañía que dan los Ángeles no es solo en esta vida terrestre, sino que su acción se prolonga en la otra vida.

Para entender la relación que une a los ángeles con los hombres al momento de su tránsito a la otra vida es necesario entender que los ángeles han sido “enviados para todos aquellos que han de heredar la salvación” (cfr. Hb- 1,14). Igualmente San Basilio Magno enseña que “nadie podrá negar que cada fiel tiene a su lado un ángel como protector y pastor para conducir su vida” (cfr. Cat. 336).



Es decir, los ángeles custodios tienen como principal misión la salvación del hombre, que el hombre entre a la vida de unión con Dios y en esta misión se encuentra la asistencia que dan a las almas en el momento de presentarse ante Dios.

Los Padres de la Iglesia ponen de presente esta especial misión al decir que los Custodios Angélicos asisten al alma en el momento de la muerte, y la protegen de los ataques últimos de los demonios.


San Luis Gonzaga (1568-1591) enseña que en el momento en que el alma abandona el cuerpo, ésta es acompañada y consolada por su Ángel custodio para que se presente con confianza ante el Tribunal de Dios. El ángel, de acuerdo con este santo, presenta los méritos de Cristo para que en ellos se apoye el alma en el momento de su juicio particular y, una vez pronunciada la sentencia por el Divino Juez, si el alma es enviada al purgatorio, ésta recibe la visita frecuente de su Custodio quien la conforta y consuela llevándole las oraciones que se presentan por ella, y asegurándole una futura liberación.

De esta manera se comprende que la ayuda y misión de los ángeles custodios no termina con la muerte de quien fuera su protegido. Esta misión continúa hasta llevar el alma a la unión con Dios.

Sin embargo, es necesario tener en cuenta que después de la muerte nos espera un juicio particular en el que el alma ante Dios puede elegir entre abrirse al amor de Dios o rechazar definitivamente su amor y su perdón, renunciando así para siempre a la comunión gozosa con él (cfr. Juan Pablo II, Audiencia General del 4 de Agosto de 1999).



Si el alma decide entrar en la comunión con Dios el alma se une a su ángel para alabar por toda la eternidad a Dios Uno y Trino.



Sin embargo, puede ocurrir que el alma se encuentra “en la condición de apertura a Dios, pero de un modo imperfecto, el camino hacia la bienaventuranza plena requiere una purificación, que la fe de la Iglesia ilustra mediante la doctrina del «purgatorio»” (Juan Pablo II, Audiencia General del 4 de Agosto de 1999).



En este evento el ángel al ser santo y puro, al vivir en la presencia de Dios, no necesita y tampoco puede participar de esa purificación del alma de su protegido. Lo que si hace el ángel guardián es interceder por su protegido delante del trono de Dios y buscar ayuda entre los hombres en la tierra para así llevar las oraciones a su protegido y, de esta manera, salir del purgatorio.

Aquellas almas que deciden rechazar definitivamente el amor y el perdón de Dios, renunciando así para siempre a la comunión gozosa con él (Juan Pablo II, Audiencia General, 21 de Julio de 1999), renuncian y también rechazan el gozar la amistad con su ángel custodio. En este terrible evento el ángel alaba la justicia y la santidad divinas.



En cualquiera de los tres posibles escenarios (cielo, purgatorio o infierno) el santo ángel siempre gozará con el juicio de Dios, pues el ángel se une de manera perfecta y total a la voluntad divina.



En estos días, recordemos que nos podemos unir a los ángeles de nuestros seres queridos que han fallecido para que ellos lleven ante Dios nuestras oraciones y plegarias y se manifieste la misericordia de Dios.

Fuente - Texto tomado de ES.CATHOLIC.NET:
http://es.catholic.net/op/articulos/60384/que-hace-nuestro-angel-de-la-guarda-despues-de-nuestra-muerte

Santa Crispina - Mártir Año 304 - Fiesta Diciembre 5



Etimológicamente significa “de pelo rizado”. Viene de la lengua alemana.

Dice el Salmo:
“Dios mío, te doy gracias por tu amor y tu verdad; aumentaste la fuerza de mi alma”
Esta mujer tenía mucho dinero e hijos a quien alimentar y educar. Vivía en Tebaste, África, al final del siglo III y comienzos del IV. La gracia de Dios tocó su corazón. Resplandecía ante todos por su virtud y todos, ya en vida, comenzaron a llamarla la “santa.

Su salud no era muy fuerte que digamos, pero lo compensaba todo con la fortaleza de su alma. Dios aumentaba la fuerza de su alma como dice el Salmo. Los creyentes en Cristo, el Señor, la querían y respetaban con cariño profundo. Era una buena consejera en asuntos cristianos y humanos. Las dos cosas van íntimamente unidas. Las orientaciones que daba, eran acertadas.

Todo era paz y felicidad hasta que estalló la décima persecución de Diocleciano. Este hombre estaba ciego y maniático por acabar con todos los nuevos creyentes. Una de las primeras víctimas (porque era la más conocida) fue santa Crispina.

La llevaron ante la presencia del juez Anulino. Le hizo muchas preguntas. Y más amenazas todavía. Ella no se inmutaba ante nadie. El mismo juez sintió la humillación ante la valentía de esta señora. La atormentó sin cesar hasta dejarla extenuada. Irritado, mandó que la degollaran en Tebaste el 5 de diciembre del año 304.


Acta del Martirio de Santa Crispina

En Theveste, África, hacia fines del 304.

Siendo cónsules Diocleciano por novena vez y Maximiano por octava, el día de las nonas de diciembre (5 de diciembre), en la colonia de Theveste, sentado dentro de su despacho en el tribunal el procónsul Anulino, el secretario de la audiencia dijo:
"Si das sobre ello orden, Crispina, natural de Tagura, por haber despreciado la ley de nuestros señores los emperadores, pasará a ser oída"
El procónsul Anulino dijo:
"Que pase"
Entrado, pues, que hubo Crispina, Anulino dijo:
"¿Conoces, Crispina, el tenor del mandato sagrado?"
CRISPINA: "Ignoro de qué mandato se trate"
ANULINO: "Que tienes que sacrificar a todos los dioses por la salud de los príncipes, conforme a ley dada por nuestros señores Diocleciano y Maximiano, píos augustos, y Constancio y Máximo, nobilísimos césares"
CRISPINA: "Yo no he sacrificado jamás ni sacrifico, sino al solo y verdadero Dios y a nuestro Señor Jesucristo, Hijo suyo, que nació y padeció"
ANULINO: "Corta esa superstición y dobla tu cabeza al culto de los dioses de Roma"
CRISPINA: "Todos los días adoro a mi Dios omnipotente; fuera de Él, a ningún otro Dios conozco"
ANULINO: "Eres mujer dura y desdeñosa; pero pronto vas a sentir, bien contra tu gusto, la fuerza de las leyes"
CRISPINA: "Cuanto pudiere sucederme lo he de sufrir con gusto por mantener la fe que profeso"
ANULINO: "Tan grande es tu vanidad, que ya no quieres abandonar tu superstición y venerar a los dioses"
CRISPINA: "Diariamente venero, pero al Dios vivo y verdadero, que es mi Señor, fuera del cual ningún otro conozco"
ANULINO: "Mi deber es presentarte el sagrado mandato para que lo observes"
CRISPINA: "Un sagrado mandato he de observar, pero es el de mi Señor Jesucristo"

ANULINO: "Voy a dar sentencia de que se te corte la cabeza si no obedeces a los mandatos de los emperadores, nuestros señores, a quienes se te forzará a servir, obligándote a doblar el cuello bajo el yugo de la ley. Toda el África ha sacrificado, como de ello no te cabe a ti misma duda"
CRISPINA: "Jamás se ufanarán ellos de hacerme sacrificar a los demonios; sino que sacrifico al Señor que hizo el cielo y la tierra, el mar y cuanto hay en ellos"
ANULINO: "¿Luego no son para ti aceptados estos dioses, a quienes se te obliga que rindas servicio, a fin de llegar sana y salva a la devoción?"
CRISPINA: "No hay devoción alguna donde interviene fuerza que violenta"
ANULINO: "Mas lo que nosotros buscamos es que tú seas ya voluntariamente devota, y en los sagrados templos, doblada tu cabeza, ofrezcas incienso a los dioses de los romanos"
CRISPINA: "Eso yo no lo he hecho jamás desde que nací, ni sé lo que es, ni pienso hacerlo mientras viviere"
ANULINO: "Pues tienes que hacerlo, si quieres escapar a la severidad de las leyes"
CRISPINA: "No me dan miedo tus palabras; esas leyes nada son. Mas si consintiera en ser sacrílega, el Dios que está en los cielos me perdería, y yo no aparecería en el día venidero"
ANULINO: "Sacrílega no puedes ser cuando, en realidad, vas a obedecer sagradas órdenes"
CRISPINA: "¡Perezcan los dioses que no han hecho el cielo y la tierra! Yo sacrifico al Dios eterno que permanece por los siglos de los siglos, que es Dios verdadero y temible, que hizo el mar, la verde hierba y la tierra seca. Mas los hombres que Él mismo hizo ¿que pueden darme?"

ANULINO: "Practica la religión romana, que observan nuestros señores los césares invictos y nosotros mismos guardamos"
CRISPINA: "Ya te he dicho varias veces que estoy dispuesta a sufrir los tormentos a que quieras someterme, antes que manchar mi alma en esos ídolos, que son pura piedra, obras de mano de hombre"
ANULINO: "Estás blasfemando y no haces lo que conviene a tu salud"
Y añadió Anulino a los oficiales del tribunal:
"Hay que dejar a esta mujer totalmente fea, y así empezad por raerle a navaja la cabeza, para que la fealdad comience por la cara"
CRISPINA: "Que hablen los dioses mismos, y creo. Si yo no buscara mi propia salud, no estaría ahora delante de tu tribunal"
ANULINO: "¿Deseas prolongar tu vida o morir entre tormentos, como tus otras compañeras?"
CRISPINA: "Si quisiera morir y entregar mi alma a la perdición en el fuego eterno, ya hubiera rendido mi voluntad a tus demonios"
ANULINO: "Mandaré que se te corte la cabeza si te niegas a adorar a los dioses venerables"
CRISPINA: "Si tanta dicha lograre, yo daré gracias a mi Dios. Lo que yo deseo es perder mi cabeza por mi Dios, pues a tus vanísimos ídolos, mudos y sordos, yo no sacrifico"
ANULINO: "¿Conque te obstinas de todo punto en ese necio propósito?"
CRISPINA: "Mi Dios, que es y permanece para siempre, Él me mandó nacer, Él me dio la salud por el agua saludable del bautismo, Él está en mí, ayudándome y confortando a su esclava, a fin de que no cometa yo el sacrilegio de adorar a los ídolos"
ANULINO: "¿A qué aguantar por más tiempo a esta impía cristiana?"
Léanse las actas del códice con todo el interrogatorio.

Leídas que fueron, el procónsul Anulino, leyó de la tablilla la sentencia:
"Crispina, que se obstina en una indigna superstición, que no ha querido sacrificar a nuestros dioses, conforme a los celestiales mandatos de la ley de los augustos, he mandado sea pasada a filo de espada"
Crispina respondió:



"Bendigo a Dios que así se ha dignado librarme de tus manos. ¡Gracias a Dios!"
Y, signándose la frente, fue degollada por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, a quien sea honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén.

Fuente - Texto tomado de ES.CATHOLIC.NET:

Fuente - Texto tomado de PRIMEROSCRISTIANOS.COM:
http://www.primeroscristianos.com/index.php?/actas/view/acta_del_martirio_de_santa_crispina/