jueves, 2 de noviembre de 2017

Impresionante revelación: San Malaquías y sus profecías - Fiesta 3 de noviembre



San Malaquías y sus profecías

Etim.: "Malaquías" significa "ángel del Señor"
Fiesta: 3 de noviembre

Nació en Armagh, Irlanda, en 1094 en la familia O'Morgair, según San Bernardo de la nobleza. Fue bautizado con el nombre de Maelmhaedhoc (latinizado como Malaquías). Fue educado por Imhar O'Hagan y después por el Abbad Armagh. Fue ordenado sacerdote por St. Cellach (Celsus) en 1119. 

Después de su ordenación continuó sus estudios de liturgia y teología en Lismore, San Malchus. En 1123 fue elegido abad de Bangor y un año más tarde fue consagrado obispo de Connor. En 1132, fue elevado a la primacía de Armagh. San Bernardo nos dice que San Malaquías poseía un gran celo por la religión.

Al morir San Celsus, San Malaquías fue nombrado Arzobispo de Armagh en 1132, aunque por su gran humildad le costó aceptarlo. Las intrigas no le permitieron asumir su cargo por dos años. En tres años restauró la disciplina eclesiástica en Armagh.

En 1139 viajó a Roma y en el camino visitó a San Bernardo en Clairvaux. En Roma fue nombrado legado de Irlanda. Regresando vía Clairvaux obtuvo cinco monjes para fundar en Irlanda y fue así que surgió la gran abadía de Mellifont en 1142. 

En un segundo viaje a Roma, San Malaquías enfermó llegando a Clairvaux y murió en los brazos de San Bernardo el 2 de noviembre. 

Se le atribuyen muchos milagros pero por lo que más se le recuerda es por su don de profecía. Entre estas la más famosa es la referente a los papas (ver abajo). Sin embargo no hay certeza de que ésta sea auténtica. 

Fue canonizado por el Papa Clemente III, el 6 de julio de 1199. Su fiesta se celebra el 3 de noviembre.

Profecías de San Malaquías

Sobre su propia muerte

Según nos relata San Bernardo, San Malaquías anunció el día exacto de su muerte (2 de noviembre) estando con él en la abadía de Clairvaux.

Sobre Irlanda

Anuncia que Irlanda, su patria, será oprimida y perseguida por Inglaterra, trayéndole calamidades por 7 siglos, pero que preservaría la fidelidad a Dios y a Su Iglesia en medio de todas sus pruebas. Al final de ese período sería liberada y sus opresores serían entonces castigados. Irlanda católica será instrumental en el regreso de Inglaterra a la fe. Se dice que esta profecía fue copiada por Dom Mabillon de un antiguo manuscrito de Clairvaux y transmitida por él al mártir sucesor de Oliver Plunkett.

Sobre los Papas

La más famosa de las profecías atribuidas a San Malaquías es sobre los Papas. Está compuesta de "lemas" para cada uno de 112 Papas, desde Celestino II, elegido en 1130, hasta el fin del mundo. 

Estos "lemas" descriptivos de los Papas pueden referirse a un símbolo de su país de origen, a su nombre, su escudo de armas, a su talento o cualquier otra cosa referente al Papa. Por ejemplo, el lema de Urbano VIII es Lilium et Rosa; El era de Florencia, Italia, en cuyo escudo aparece la fleur-de-lis. 

¿Son auténticas?

Se ha debatido mucho si San Malaquías es el verdadero autor. En contra se argumenta que el manuscrito original no se ha encontrado. Estuvieron perdidas hasta el siglo XVI en que se publicaron con el libro "Lignum Vitae" del historiador benedictino Arnold Wion. Si San Malaquías es el autor, las profecías estuvieron desaparecidas por 400 años. También es extraño el silencio sobre estas profecías por parte de San Bernardo amigo de San Malaquías, quién escribió su biografía y nos relata sobre otros escritos del santo. Muchas hipótesis han querido explicar las profecías y su origen. 

En el siglo XVII, el Padre Menestrier, jesuita, presentó la hipótesis de que la profecía son un plagio para influenciar las elecciones de Gregorio XIV en el cónclave del 1590. El lema que le corresponde a este Papa en la profecía es "antiquitate urbis", que hace alusión a su ciudad natal y sede episcopal, Orvieto (Latín: Urbs vetus). Pero el Padre Menestrier no ofrece pruebas para sus acusaciones.

Por otra parte, uno de los mas respetados historiadores del mismo siglo XVI, Onofrio Panvinio, corregidor y revisor de la Biblioteca Vaticana en 1556, parece aceptar completamente la autenticidad de la profecía de Malaquías.

Según la hipótesis del Abad Cucherat (1871), San Malaquías escribió la profecía en Roma, entre los años 1139 y 1140 cuando visitaba al Papa Inocencio II para reportarle los asuntos de su diócesis. Entonces entregó su manuscrito al Papa para consolarlo en sus tribulaciones. El Papa guardó el manuscrito en los archivos romanos donde quedó olvidado hasta su descubrimiento en el 1590 (Cucherat, "Proph. de la succession des papes", ch. xv).

Los últimos Papas

#101: "Crux de Cruce" (Cruz de Cruz). Pío IX (1846-1878)
#102: "Lumen in caelo" (Luz en el cielo). León XIII (1878-1903).
#103: "Ignis ardens" (Fuego Ardiente). Pío X (1903-1914).
#104: "Religio Depopulata" (Religión devastada). Benedicto XV (1914-1922).
#105: “Fides intrepida” (La Fe Intrépida). Pío XI (1922 –1939).

#106: “Pastor angelicus” (Pastor angélico). Pío XII (1939-1958). Reconocido como un gran intelectual y defensor de la paz.

#107: “Pastor y nauta” (Pastor y navegante). Juan XXIII (1958-1963).

Juan XXIII fue Cardenal de Venecia, ciudad de navegantes. Condujo la Iglesia al Con. Vat. II.

#108: “Flos florum” (Flor de las flores). Pablo VI (1963-1978). 
Su escudo contiene la flor de lis (la flor de las flores). 

#109: “De medietate Lunae” (De la Media Luna). Juan Pablo I (1978-1978). 
Su nombre era “Albino Luciani” (luz blanca). Nació en la diócesis de Belluno (del latín bella luna). Fue elegido el 26 de agosto de 1978. La noche del 25 al 26 la luna estaba en “media luna”. Murió tras un eclipse de la luna. También su nacimiento, su ordenación sacerdotal y episcopal ocurrieron en noches de media luna.

#110: “De labore solis” (De la fatiga o trabajo del sol). Juan Pablo II (1978-2005). Ha sido capaz de un trabajo extraordinario y extenso. En los días de su nacimiento y muerte hubo eclipses solares.

#111: “Gloria Olivae” (La gloria del olivo). Benedicto XVI (2005). Toma su nombre por San Benito y Benedicto XV. Los Benedictinos tuvieron una rama llamada los "olivetans". Benedicto XV se destacó por sus esfuerzos por la paz durante la Primera Guerra Mundial.

Queda uno solo en la lista:


#112: “Petrus Romanus” (Pedro Romano). Quién será el último Papa ya que en su reinado ocurrirá el fin: 

"En la persecución final de la Santa Iglesia Romana reinará Petrus Romanus (Pedro el Romano), quien alimentará a su grey en medio de muchas tribulaciones. Después de esto la ciudad de las siete colinas será destruida y el temido juez juzgará a su pueblo. El Fin".

Algunas observaciones:

Algunos observan que, aunque la profecía dice que Petrus Romanus es el último Papa, no especifica si hay o no Papas entre él y su predecesor (Gloria olivoe). En ese caso San Malaquías habría hecho la lista de los próximos 111 Papas y entonces saltado al último. Esto es especulación.

La relación entre los Papas y sus lemas, en algunos casos es sorprendente, en otros sólo encaja con explicaciones bastante elaboradas. También hay lemas que son lo suficiente amplios como para poder ajustarse a muchos Papas. Por ejemplo, todos los Papas del siglo XX han tenido una "fe intrépida" y han sino "Pastores angélicos".

Es importante tener en cuenta que estas profecías no son parte del magisterio de la Iglesia ni son necesarias para la salvación. La validez de su contenido no está garantizada por la Iglesia.

Recordemos que una profecía vale tanto y cuanto nos ayude o anime a vivir la fe ya revelada. Estas profecías podrán tener su interés pero ayudan poco para lograr esa meta. Por algo la Iglesia oficialmente les ha dado tan poca importancia.

Fuente - Texto tomado de CORAZONES.ORG:


El siguiente texto fue tomado del sitio web:


Contiene esta extraña descripción:

'La lista termina aquí y el final del escrito de Malaquías termina con una escalofriante frase de un Papa sin número al cual le llama Pedro el Romano. 

“Durante la persecución final de la Santa Iglesia de Roma reinará, Pedro el Romano, quien alimentará a su rebaño entre muchas tribulaciones; tras lo cual, la ciudad de las siete colinas será destruida y el Juez Terrible juzgará al pueblo. Fin.

Pedro el Romano podría ser, según los intérpretes de este escrito, el último Papa antes de la caída de la Iglesia Católica; lo cierto es que la profecía no señala exactamente el fin del mundo o el fin del catolicismo.

Si se empata esta visión de San Malaquías con el escrito del apocalipsis de Nostradamus:

“Al principio habrán enfermedades mortales como advertencia, luego habrán plagas, morirán muchos animales, habrán catástrofes, cambios climáticos, y finalmente empezarán las guerras e invasiones del rey negro”. 



Podríamos fijar que un “Rey Negro” seria quien llevaría a la muerte y destrucción a la humanidad y que si bien se ha pensado en la posible coincidencia del presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, primer presidente de color de la nación más poderosa del mundo, los historiadores indican que aquel rey vendrá de la santa sede y que la imagen de Pedro el Romano sería de un Papa aterrador que engañará y traicionará a su nunciatura, fieles y a toda la Iglesia Católica.


El siguiente texto fue tomado del sitio web de History:


Contiene esta descripción:

San Malaquías fallecía un día como hoy en Clairvaux, Francia, en el año 1148. A él se le atribuye la “Profecía de los Papas”, un escrito que consta de 112 lemas en latín que hacen alusión a la cantidad de Papas que habría, a partir de Celestino II, antes de la destrucción de Roma. En el último lema se menciona el fin de la Iglesia Católica y del mundo.

Según la profecía, el actual Papa Francisco sería el número 112, el último de la Iglesia Católica. En la última parte del texto puede leerse “La desolación del mundo, reinará Pedro el Romano, quien alimentará a las ovejas a través de muchas tribulaciones, después de lo cual se destruirá la ciudad de las siete colinas y el tremendo juez juzgará a su pueblo. Fin. Curiosamente, el nombre del actual Papa es un homenaje a San Francisco de Asís, quien había nacido con el nombre de Giovanni di Pietro di Bernardone. Pietro (Pedro, en italiano) está presente en este último lema apocalíptico de la Profecía de los Papas.

Aparentemente, el manuscrito de la Profecía había sido depositado en los archivos del Vaticano, donde permaneció hasta su redescubrimiento en el año 1590. Sin embargo, muchos afirman que este texto fue elaborado en el siglo XVI por el falsificador italiano Alfonso Ceccarelli como un intento de influenciar, sin éxito, a los cardenales del cónclave de septiembre de 1590, quienes eligieron al Papa Urbano VIII.

NOTA PERSONAL

A manera de reflexión compartí con ustedes los dos últimos textos, que me parecieron interesantes porque nos ayudarán a analizar un poco más la situación actual de la sociedad y de la Santa Iglesia Católica.

San Martín de Porres - Año 1639 - Fiesta Noviembre 3



En Suramérica es muy popular San Martín de Porres y hasta se han filmado hermosas películas acerca de su vida y milagros. Es un santo muy simpático y milagroso.

Nació en Lima (Perú) el 9 de diciembre de 1579, hijo de padre blanco español (Don Juan de Porres), que estuvo breve tiempo en la ciudad de Lima, y de madre negra panameña (Ana Vázquez). Martín nació mulato y lo bautizaron, en la parroquia de San Sebastián, en la misma pila que Rosa de Lima. Por el color de su piel, su padre no lo quiso reconocer y en la partida de bautismo figura como "de padre desconocido". Su infancia no fue demasiado feliz, pues por ser mulato era despreciado en la sociedad.


La madre lo educó como pudo, más bien con estrecheces, porque los importantes trabajos de su padre le impedían atenderlo como debía. De hecho, reconoció a sus hijos sólo tardíamente; los llevó a Guayaquil, dejando a su madre acomodada en Lima, con buena familia, y les puso maestro particular. 

Martín regresó a Lima, cuando a su padre lo nombraron gobernador de Panamá. Son misteriosos los caminos del Señor: no fue sino un santo quien lo confirmó en la fe de sus padres. Fue Santo Toribio Mogrovejo, segundo arzobispo de Lima y actual patrono del Episcopado Latinoamericano, quien hizo descender el Espíritu sobre su moreno corazón, corazón que el Señor fue haciendo manso y humilde como el de su madre.

A los 15 años pidió ser admitido en la comunidad de Padres Dominicos. Como a los mulatos les tenían mucha desconfianza, fue admitido solamente como "donado", o sea un servicial de la comunidad. Así vivió 9 años, practicando los oficios más humildes y siendo el último de todos.



Martín aprendió el oficio de peluquero y barbero y también algo de medicina; comprendía el oficio al disponer de yerbas para hacer emplastos y poder curar dolores y neuralgias; además, era preciso un determinado uso del bisturí para abrir hinchazones y tumores. Martín supo hacerse un experto por pasar como ayudante de un excelente médico español. De ello comenzó a vivir y su trabajo le permitió ayudar de modo eficaz a los pobres que no podían pagarle. Por su barbería pasarán igual labriegos que soldados, irán a buscar alivio tanto caballeros como corregidores.

Entonces sí que empezó a hacer obras de caridad a manos llenas. Los frailes se quejaban de que Fray Martín quería hacer del convento un hospital, porque a todo enfermo que encontraba lo socorría y hasta llevaba a algunos más graves y pestilentes a recostarlos en su propia cama, cuando no tenía más donde se los recibieran. Con la ayuda de varios ricos de la ciudad, fundó el Asilo de Santa Cruz, para reunir a todos los vagos, huérfanos y limosneros y ayudarles a salir de su penosa situación.




El muchacho era inteligente, y fue tal su amor por los hermanos que no tardó en aprender, para poderlos servir mejor. Desde niño sentía predilección por los enfermos y los pobres, en quienes reconocía sin duda el rostro sufriente de su Señor. Pero lo que hace ejemplar a su vida no es sólo la repercusión social de un trabajo humanitario bien hecho. Más es el ejercicio heroico y continuado de la caridad, que dimana del amor a Jesucristo, a Santa María. Como su persona y nombre imponía respeto, tuvo que intervenir en arreglos de matrimonios irregulares, en dirimir contiendas, fallar en pleitos y reconciliar familias. Con clarísimo criterio aconsejó en más de una ocasión al Virrey y al arzobispo en cuestiones delicadas.



Alguna vez, quienes espiaban sus costumbres por considerarlas extrañas, lo pudieron ver en éxtasis, elevado sobre el suelo, durante sus largas oraciones nocturnas ante el Santo Cristo, despreciando la natural necesidad del sueño. Llamaba profundamente la atención, su devoción permanente por la Eucaristía, donde está el verdadero Cristo, sin perdonarse la asistencia diaria a la Misa al rayar el alba. Por el ejercicio de su trabajo y por su sensibilidad hacia la religión tuvo contacto con los monjes del convento dominico del Rosario, donde pidió la admisión como donado, ocupando la ínfima escala entre los frailes. Allí vivían en extrema pobreza, hasta el punto de tener que vender cuadros de algún valor artístico para sobrevivir. Pero a él no le asusta la pobreza, la ama. Pronto la virtud del moreno dejó de ser un secreto. Su servicio como enfermero se extendía desde sus hermanos dominicos hasta las personas más abandonadas que podía encontrar en la calle. Su humildad fue probada en el dolor de la injuria, incluso de parte de algunos religiosos dominicos. Incomprensión y envidias: camino de contradicciones que fue asemejando al mulato a su Reconciliador. En 1603 le fue concedida la profesión religiosa y pronunció los votos de pobreza, obediencia y castidad. A pesar de tener en su celda un armario bien dotado de yerbas, vendas y el instrumental de su trabajo, sólo dispone de tablas y jergón como cama.

Llenó de pobres el convento, la casa de su hermana y el hospital. Todos le buscan porque les cura aplicando los remedios conocidos por su trabajo profesional; en otras ocasiones, se corren las voces de que la oración logró lo improbable y hay enfermos que consiguieron recuperar la salud, sólo con el toque de su mano y de un modo instantáneo. Revolvió la tranquila y ordenada vida de los buenos frailes, porque en alguna ocasión resolvió la necesidad de un pobre enfermo, entrándolo en su misma celda y, al corregirlo alguno de los conventuales por motivos de clausura, se le ocurrió exponer en voz alta su pensamiento anteponiendo a la disciplina los motivos de la caridad, porque:
"La caridad tiene siempre las puertas abiertas, y los enfermos no tienen clausura"
Aquello que más recuerda el pueblo de Lima son sus numerosos milagros. A veces se trataba de curaciones instantáneas, en otras bastaba tan sólo su presencia para que el enfermo desahuciado iniciara un sorprendente y firme proceso de recuperación. Muchos lo vieron entrar y salir de recintos, estando las puertas cerradas. Otros lo vieron en dos lugares distintos a un mismo tiempo. Todos, grandes señores y hombres sencillos, no tardaban en recurrir al socorro del santo mulato:
"Yo te curo, Dios te sana"
Decía Martín con grande conciencia del inmenso amor del Señor, que ha gustado siempre de tocar el corazón de los hombres con manos humanas.


Aunque él trataba de ocultarse, sin embargo, su fama de santo crecía día por día. Lo consultaban hasta altas personalidades. Muchos enfermos lo primero que pedían cuando se sentían graves era:
"Que venga el santo hermano Martín"
Y él nunca negaba un favor a quien podía hacerlo. Pasaba la mitad de la noche rezando. A un crucifijo grande que había en su convento iba y le contaba sus penas y sus problemas, y ante el Santísimo Sacramento y arrodillado ante la imagen de la Virgen María pasaba largo tiempo rezando con fervor. Sin moverse de Lima, fue visto sin embargo en China y en Japón animando a los misioneros que estaban desanimados. Sin que saliera del convento, lo veían llegar junto a la cama de ciertos moribundos a consolarlos.

A los ratones que invadían la sacristía, los invitaba a irse a la huerta y lo seguían en fila muy obedientes. Como otro pobre de Asís, se mostró también amigo de perros cojos abandonados que curaba, de mulos dispuestos para el matadero. Su amor humilde y generoso lo abarcaba todo: su amabilidad con los animales era fruto de su inmenso amor por el Creador de todas las cosas. El pueblo de Lima venera hoy su dulce y sencilla imagen, con su escoba en la mano dando de comer, de un mismo plato, a perro, ratón y gato.



Llegaron los enemigos a su habitación a hacerle daño y él pidió a Dios que lo volviera invisible y los otros no lo vieron.

Cuando oraba con mucha devoción se levantaba por los aires y no veía ni escuchaba a la gente. A veces el mismo virrey que iba a consultarle (siendo Martín tan de pocos estudios), tenía que aguardar un buen rato en la puerta de su habitación, esperando a que terminara su éxtasis. En ocasiones salía del convento a atender a un enfermo grave, y volvía luego a entrar sin tener llave de la puerta y sin que nadie le abriera. Preguntado cómo lo hacía, respondía:
"Yo tengo mis modos de entrar y salir"
El arzobispo se enfermó gravemente y mandó llamar al hermano Martín, para que le consiguiera la curación para sus graves dolores. Él le dijo:
"¿Cómo se le ocurre a su excelencia invitar a un pobre mulato?"
Pero luego le colocó la mano sobre el sitio donde sufría los fuertes dolores, rezó con fe, y el arzobispo se mejoró enseguida. Recogía limosnas en cantidades asombrosas y repartía todo lo que recogía. Miles de menesterosos llegaban a pedirle ayuda.



Tras una vida de honda respuesta a la gracia de Dios, de intensa y perseverante entrega vividas al calor de la caridad y el sacrificio, ya a los 60 años de edad, Fray Martín cayó enfermo y supo de inmediato que había llegado la hora de encontrarse con el Señor. El pueblo se conmovió, y mientras en la calle toda Lima lloraba, el mismo Virrey fue a verlo a su lecho de muerte, para besar la mano de quien decía de sí mismo: "ser un perro mulato", tal era la veneración que todos le tenían.

Poco después, mientras se le rezaba el Credo, besando el crucifijo con profunda alegría, el santo partió. Murió el 3 de noviembre de 1639. Pero esta partida no lo alejó de su pueblo. Toda la ciudad acudió a su entierro y los milagros empezaron a obtenerse a montones por su intercesión. Todo el pueblo, esperanzado le reza a diario, aguardando su tierna intercesión y agradeciendo sus milagros. Fray Martín de Porres, el mulato "santo de la escoba", fue canonizado el 6 de mayo de 1962 por el Papa Juan XXIII.


Los Milagros


Las historias de sus milagros son muchas y sorprendentes, éstas fueron recogidas como testimonios jurados en los Procesos Diocesano (1660-1664) y Apostólico (1679-1686), abiertos para promover su beatificación, también proceden de los mismos religiosos dominicos que convivieron con él.

Se le atribuye el don de la bilocación (sin salir de Lima, fue visto en México, en África, en China y en Japón), animando a los misioneros que se encontraban en dificultad o curando enfermos. Mientras permanecía encerrado en su celda, lo vieron llegar junto a la cama de ciertos moribundos a consolarlos o curarlos. Muchos lo vieron entrar y salir de recintos estando las puertas cerradas. En ocasiones salía del convento a atender a un enfermo grave, y volvía luego a entrar sin tener llave de la puerta y sin que nadie le abriera. Preguntado cómo lo hacía, siempre respondía:
"Yo tengo mis modos de entrar y salir"
Se le reputó control sobre la naturaleza, las plantas germinaban antes de tiempo y toda clase de animales atendían a sus mandatos. Uno de los episodios más conocidos de su vida es que hacía comer del mismo plato a un perro, un ratón y un gato en completa armonía.

Se le atribuyó también el don de la sanación, de los cuales quedan muchos testimonios, siendo las más sorprendentes la curación de enfermos desahuciados.



"Yo te curo, Dios te sana"
(Era la frase que siempre solía decir para evitar muestras de veneración a su persona). Según los testimonios de la época, a veces se trataba de curaciones instantáneas, en otras bastaba tan sólo su presencia para que el enfermo desahuciado iniciara un sorprendente y firme proceso de recuperación. Con unas vendas y vino tibio sanó a un niño que se había partido las dos piernas.

Muchos testimonios afirmaron que cuando oraba con mucha devoción, levitaba y no veía ni escuchaba a la gente. A veces el mismo Virrey que iba a consultarle (aún siendo Martín de pocos estudios), tenía que aguardar un buen rato en la puerta de su habitación, esperando a que terminara su éxtasis.

Otra de las facultades atribuidas fue la videncia. Solía presentarse ante los pobres y enfermos llevándoles determinadas viandas, medicinas u objetos que no habían solicitado pero que eran secretamente deseadas o necesitadas por ellos. Se contó además, que Juana, su hermana, habiendo sustraído a escondidas una suma de dinero a su esposo se encontró con Martín, el cual inmediatamente le llamó la atención por lo que había hecho. Se le atribuyó también facultades para predecir la vida propia y ajena, incluido el momento de la muerte.

De los relatos que se guardan de sus milagros, parece deducirse que Martín de Porres no les daba mayor importancia. A veces, incluso, al imponer silencio acerca de ellos, solía hacerlo con joviales bromas, llenas de donaire y humildad. En la vida de Martín de Porres los milagros parecían obras naturales.

¿Qué nos enseña su vida?


La vida de San Martín nos enseña:
  • A servir a los demás, a los necesitados. San Martín no se cansó de atender a los pobres y enfermos y lo hacía prontamente. Demos un buen servicio a los que nos rodean, en el momento que lo necesitan. Hagamos ese servicio por amor a Dios y viendo a Dios en las demás personas.
  • A ser humildes. San Martín fue una persona que vivió esta virtud. Siempre se preocupó por los demás, antes que por él mismo. Veía las necesidades de los demás y no las propias. Se ponía en el último lugar. A llevar una vida de oración profunda. La oración debe ser el cimiento de nuestra vida. Para poder servir a los demás y ser humildes, necesitamos de la oración. Debemos tener una relación íntima con Dios.
  • A ser sencillos. San Martín vivió la virtud de la sencillez. Vivió la vida de cara a Dios, sin complicaciones. Vivamos la vida con espíritu sencillo.
  • A tratar con amabilidad a los que nos rodean. Los detalles y el trato amable y cariñoso es muy importante en nuestra vida. Los demás se lo merecen por ser hijos amados por Dios.
  • A alcanzar la santidad en nuestras vidas. Por alcanzar esta santidad, luchemos...
  • A llevar una vida de penitencia por amor a Dios. Ofrezcamos sacrificios a Dios.
Fuente - Texto tomado de ES.CATHOLIC.NET:

Fuente tomada de ES.WIKIPEDIA.ORG: