viernes, 27 de octubre de 2017

¿Cuál fue el mayor sufrimiento físico de Jesús que no se recuerda?



¿Qué tienen en común el místico medieval, San Bernardo de Claraval y el santo Padre Pío de Pietrelcina?

Bueno, los dos son santos, compartiendo la recompensa eterna que Dios ha preparado para ellos. pero además ambos tenían una devoción sincera a la:


“Llaga del hombro de Jesús”

San Bernardo de Claraval, el místico francés que ayudó a renovar la Orden de los Cistercienses en el siglo XII, de acuerdo con los anales de Claraval, tuvo una conversación con nuestro Señor. El oró, preguntándole a Jesús cuál fue su mayor sufrimiento que no se recuerda; y el Señor le respondió:


“Tenía en mi hombro, mientras soporté Mi Cruz en el Camino de los Dolores, una herida grave que era más dolorosa que las demás, y que no es recordada por los hombres. Honra esta herida con tu devoción, y te daré todo lo que me pidas a través de su virtud y el mérito. Y en lo que se refiere a todos aquellos que veneren esta llaga, les perdonaré todos sus pecados veniales y no recordaré sus pecados mortales.



San Pío de Pietrelcina, capuchino, sacerdote y místico, murió en 1968. El Padre Pío era conocido como confesor y hombre santo que, durante más de 50 años, soportó las Llagas de Cristo (los estigmas) en las manos y los pies.

En un libro publicado en lengua italiana por el convento de San Pio, titulado “Il Papa e Il Frate”, de Stefano Campanella, se publicó que el futuro San Pío, una vez, había tenido una conversación muy interesante con Karol Wojtyla, el futuro Papa San Juan Pablo II.

Según Campanella, el padre Wojtyla le preguntó al Padre Pío cuál de sus heridas era la que le causaba el mayor de los dolores. El padre Wojtyla espera que el Padre Pio dijera que era su herida en el pecho, pero en cambio el Padre Pío contestó:

“Es mi llaga en el hombro, que nadie conoce y nunca se ha curado o tratado”

En 2008, cuarenta años después de la muerte del Padre Pío, Frank Rega escribió:


Hubo un tiempo en que Padra [sic] había confiado al hermano Modestino Fucci, ahora el portero de convento del Padre Pío en San Giovanni Rotondo, Italia, que sus dolores más grandes se produjeron cuando cambió su camiseta. El hermano Modestino, como el padre Wojtyla, pensó que el Padre Pío se refería a los dolores de la herida en el pecho. Luego, el 4 de febrero de 1971, al hermano Modestino se le asignó la tarea de hacer un inventario de todos los elementos en la celda del padre fallecido en el convento, y también de sus pertenencias en los archivos. Ese día se descubrió que una de las camisetas del Padre Pío llevaba un círculo de manchas de sangre en la zona del hombro derecho.

Esa misma noche, el hermano Modestino pidió al Padre Pío en oración que lo ilumine sobre el significado de la camiseta manchada de sangre. Le pidió al Padre que le diera una señal, si realmente llevaba la “Llaga del hombro de Cristo”. Luego se fue a dormir, despertándose a la una de la mañana, con un terrible dolor, insoportable en su hombro, como si hubiera sido cortado con un cuchillo hasta el hueso del hombro. Sintió que moriría de dolor si continuaba, pero duró muy poco tiempo. A continuación, la sala se llenó con el aroma de un perfume celestial de flores (el signo de la presencia espiritual del Padre Pío) y oyó una voz que decía:


“¡Esto es lo que tuve que sufrir!”

San Bernardo de Claraval, después de recibir el mensaje de Cristo en relación con el dolor que experimenta en su hombro, trató de fomentar la devoción a la Llaga del hombro de Cristo, y escribió esta oración:


Oración a la Llaga del hombro de Cristo

Oh amado Jesús, manso Cordero de Dios, a pesar de ser yo una criatura miserable y pecadora, te adoro y venero la llaga causada por el peso de vuestra cruz que abriendo vuestras carnes desnudo los huesos de vuestro hombro sagrado y de la cual vuestra Madre Dolorosa tanto se compadeció. También yo, oh carísimo Jesús, me compadezco de Vos y desde el fondo de mi corazón te glorifico y te agradezco por esta llaga dolorosa de vuestro hombro en la que quisiste cargar vuestra cruz por mi salvación. Ah! por los sufrimientos que padeciste y que aumentaron el enorme peso de vuestra cruz, ruégote con mucha humildad, ten piedad de mí, pobre criatura pecadora, perdonad mis pecados y conducidme al cielo por el camino de la cruz.

Se rezan siete Ave María y se agrega:


Madre santísima imprime en mi corazón las llagas de Jesucristo crucificado…
 (Indulgencia de 300 días).

Oh dulcísimo Jesús, no seas mi juez sino mi salvador… (Indulgencia de 100 días).


Fuente - Texto tomado de REINADELCIELO.ORG:

¿Cómo orar cuando estás decepcionado?


La oración

¿Buscamos certezas? Aquí está la más sólida de todas. Del amor de Dios podemos estar siempre seguros, completamente seguros. 

Por: P. Evaristo Sada LC

Seguramente has tenido la experiencia de una decepción, un fracaso, una traición, de cuando talvés alguien que considerabas un buen amigo o un buen socio te da una puñalada por la espalda, un ser querido que desaparece cuando más lo necesitas y te deja en completa soledad, un tiempo prolongado de inestabilidad en tu casa, de un hermano, un hijo o un amigo que se va, de alguien que no cumplió su palabra y tú sufriste graves consecuencias, un sueño en el que has invertido mucho y se te derrumba... Me refiero a la experiencia de haber puesto tus esperanzas en alguien o en algo y que todo se te venga abajo.


Experimentas una gran decepción. Surgen en la mente todo tipo de preguntas. Te cuestionas si fuiste tú el culpable. Dudas de todo y de todos. Como Jeremías, tu también dices:
Maldito el hombre que confía en el hombre (Jer 17, 5)
Y como el salmista:
Mejor es confiar en Yahvé, que confiar en el hombre. (Salmo 118)


Hay personas que en éstas circunstancias se desmoronan, caen en profunda depresión, otros incluso se suicidan. Son situaciones difíciles, a veces muy difíciles, pero también pueden ser muy provechosas. Yo creo que, por más dolorosas que se presenten, son oportunidades de oro para afianzarse y crecer. Cuando se te desmorona un edificio, es una oportunidad privilegiada para construir, ahora sí, sobre roca firme. He tenido experiencias de éstas en mi vida y he podido acompañar a muchas personas en momentos similares y los he visto madurar y superarse como nunca.


Lo que se echa de menos en estas situaciones es la fidelidad. Viene una gran nostalgia de un amor que sea fiel, que no falle, que no pueda fallar. Algo o alguien que dé garantías de estabilidad. El amor no puede pisar sobre arenas movedizas, necesita tierra firme: FIDELIDAD. Y entonces nos acordamos de Dios.

En el contexto bíblico, la fidelidad es sobre todo un atributo divino: Dios se nos da a conocer como Aquél que es fiel para siempre a la alianza que ha establecido con su pueblo, no obstante la infidelidad de éste. En su fidelidad, Dios garantiza el cumplimiento de su plan de amor, y por esto es también digno de fe y veraz. (Benedicto XVI, 11 de junio de 2012).

No porque Dios sea fiel se acabaron los problemas. Él es fiel, pero sus designios no dejan de ser misteriosos. Por nuestra parte, seguimos siendo libres: otro gran misterio. Nuestra relación con Dios, nuestro fiarnos de Dios, no está completamente resuelto en Él. Somos libres y por ello nuestra relación con Él mantiene un carácter fundamental de pregunta.

Si vivimos estos momentos como personas humildes, profundas y coherentes, en lugar de caer en un hoyo, son oportunidades excelentes para crecer en el conocimiento de Dios y en amistad con Él. En tiempos de "arenas movedizas" creo que hay que buscar espacios de silencio y soledad y hacer oración. Este es el consejo de Santiago:
¿Sufre alguno entre vosotros? Que ore. (Santiago 5, 13)

Oremos a Dios
por todas nuestras intenciones
En la oración experimentamos a Alguien que sí es fiel, la Roca firme en la que podemos confiar. Y no es que haya que ir a la oración como un escape o en busca de un sedante, sino en busca de Alguien, del único que es eternamente fiel. A la oración vamos a pisar Roca firme, vamos a abrazarnos a un Amor seguro, a descansar en un Amigo eterno. Dios es y será fiel a su Alianza.


¿Buscamos certezas? Aquí está la más sólida de todas. Del amor de Dios podemos estar siempre seguros, completamente seguros. Lo sintamos o no lo sintamos. A veces dudamos del amor de Dios porque no nos concede lo que pedimos, pero no es que diga "no" sino "te tengo algo mejor"; otra cosa es que no lo entendamos.


Creo que Cristo tampoco entendió que el Padre guardara silencio en su oración en Getsemaní.


Pero más tarde resucitó.


Fuente - Texto tomado de ES.CATHOLIC.NET:
http://es.catholic.net/op/articulos/12811/cat/568/como-orar-cuando-estas-decepcionado.html