martes, 3 de octubre de 2017

San Francisco de Asís - Estigmatizado - Fundador de la Orden de los Franciscanos - Fiesta Octubre 4



Nació en Asís (Italia) en el año 1182 y murió el 3 de octubre de 1226 a la edad de 44 años. Después de una juventud frívola se convirtió, renunció a los bienes paternos y se entregó de lleno a Dios. Abrazó la pobreza y vivió una vida evangélica, predicando a todos el amor de Dios. Santo italiano que fue diácono, fundador de la Orden Franciscana y de una segunda orden conocida como Hermanas Clarisas, ambas surgidas bajo la autoridad de la Iglesia Católica en la Edad Media. Dio a sus seguidores unas sabias normas, que luego fueron aprobadas por la Santa Sede. Su vida religiosa fue austera y simple, por lo que animaba a sus seguidores a hacerlo de igual manera. Es el primer caso conocido en la historia de Estigmatizaciones visibles y externas.

La expulsión de los
demonios de Arezzo



Francisco, hombre evangélico, pacífico y pacificador, al comienzo de todas sus predicaciones saludaba al pueblo anunciándole la paz con estas palabras:
"El Señor os de la paz"
Tal saludo lo aprendió por revelación divina, como él mismo lo confesó más tarde en su Testamento. De ahí que, según la palabra profética de Isaías y movido en su persona del espíritu de los profetas, anunciaba la paz, predicaba la salvación y con saludables exhortaciones, reconciliaba en una paz verdadera a quienes, siendo contrarios a Cristo, habían vivido antes lejos de la salvación.

Y así sucedió que en cierta ocasión llegó Francisco a Arezzo, cuando toda la ciudad se hallaba agitada por unas luchas internas tan espantosas, que amenazaban hundirla en una próxima ruina. Alojado en el suburbio, vio sobre la ciudad unos demonios que daban brincos de alegría y azuzaban los ánimos perturbados de los ciudadanos para lanzarse a matar unos a otros. Con el fin de ahuyentar aquellas insidiosas potestades aéreas, envió delante de sí, como mensajero, al hermano Silvestre, varón de colombina simplicidad, diciéndole:
"Marcha a las puertas de la ciudad y, de parte de Dios omnipotente, manda a los demonios, por santa obediencia, que salgan inmediatamente de allí"
Se apresuró el hermano Silvestre a cumplir las órdenes del Padre y, prorrumpiendo en alabanzas ante la presencia del Señor, llegó a la puerta de la ciudad y se puso a gritar con voz potente:
"De parte de Dios omnipotente y por mandato de su siervo Francisco, marchaos lejos de aquí, demonios todos"
Al punto quedó apaciguada la ciudad, y sus habitantes, en medio de una gran serenidad, volvieron a respetarse mutuamente en sus derechos cívicos. Expulsada, pues, la furiosa soberbia de los demonios, que tenían como asediada la ciudad, por intervención de la sabiduría de un pobre, es decir, de la humildad de Francisco, tornó la paz y se salvó la ciudad.

La predicación a las aves


Asaltó a Francisco una angustiosa duda, que le atormentaba en gran manera y muchos días, sobre si debía entregarse del todo al ejercicio de la oración o, más bien, ir a predicar por el mundo. Veía las muchas ventajas de la oración, para la que creía haber recibido una mayor gracia que para la palabra. Pero veía también que el Hijo unigénito de Dios descendió del seno del Padre para amaestrar al mundo con su ejemplo, y predicar el mensaje de salvación a los hombres. Y, por más que durante muchos días anduvo dando vueltas al asunto con sus hermanos, Francisco no acertaba a ver con toda claridad cuál de las dos alternativas debería elegir como más acepta a Cristo.

Así, pues, llamó a dos de sus compañeros y los envió al hermano Silvestre y a la santa virgen Clara, encareciéndoles que averiguasen la voluntad del Señor sobre el particular. Tanto el venerable sacerdote como la virgen consagrada a Dios, coincidieron de modo admirable en lo mismo, a saber, que era voluntad divina que el heraldo de Cristo saliese afuera a predicar. Tan pronto como volvieron los hermanos y le comunicaron a Francisco la voluntad del Señor, se levantó en seguida, se ciñó y sin ninguna demora emprendió la marcha.

Acercándose a Bevagna, llegó a un lugar donde se había reunido una gran multitud de aves de toda especie. Al verlas el santo de Dios, corrió presuroso a aquel sitio y saludó a las aves como si estuvieran dotadas de razón. Todas se le quedaron en actitud expectante, con los ojos fijos en él, de modo que las que se habían posado sobre los árboles, inclinando sus cabecitas, lo miraban de un modo insólito al verlo aproximarse hacia ellas. Y, dirigiéndose a las aves, las exhortó encarecidamente a escuchar la palabra de Dios, y les dijo:
"Mis hermanas avecillas, mucho debéis alabar a vuestro Creador, que os ha revestido de plumas y os ha dado alas para volar, os ha otorgado el aire puro y os sustenta y gobierna, sin preocupación alguna de vuestra parte"
Mientras les decía estas cosas y otras parecidas, las avecillas, gesticulando de modo admirable, comenzaron a alargar sus cuellecitos, a extender las alas, a abrir los picos y mirarle fijamente. Entre tanto, el varón de Dios, paseándose en medio de ellas con admirable fervor de espíritu, las tocaba suavemente con la fimbria de su túnica, sin que por ello ninguna se moviera de su lugar, hasta que, hecha la señal de la cruz y concedida su licencia y bendición, remontaron todas a un mismo tiempo el vuelo. Todo esto lo contemplaron los compañeros que estaban esperando en el camino. Vuelto a ellos el varón simple y puro, comenzó a inculparse de negligencia por no haber predicado hasta entonces a las aves.

El milagro de la ovejita

San Buenaventura refiere que, cierto día, estando el Santo en el convento de Nuestra Señora de los Ángeles, una persona tuvo a bien regalarle una ovejita, y la recibió con mucho agradecimiento, porque le complacía ver en ella la imagen de la mansedumbre. Después de recibida, mandó San Francisco a la ovejita que atendiese a las alabanzas que se tributaban a Dios, y no turbase la paz de los religiosos con sus balidos. El animal, como si hubiese entendido al siervo de Dios, observaba con fidelidad su mandato pues tan pronto como oía el canto de las divinas alabanzas en el coro, se aquietaba, y si alguna vez se metía en la capilla, quedábase inmóvil en un rinconcito sin causar la menor molestia.

Pero el prodigio era ver cómo después del rezo divino, si se celebraba el santo Sacrificio de la Misa, al tiempo de elevar el sacerdote la Sagrada Hostia, la ovejita, sin ser enseñada de nadie, se ponía de pie e hincaba las rodillas en señal de reverencia a su Señor.


De la Carta de San Francisco de Asís
dirigida a todos los fieles

La venida al mundo del Verbo del Padre, tan digno, tan santo y tan glorioso fue anunciada por el Padre altísimo, por boca de su santo Arcángel Gabriel, a la santa y gloriosa Virgen María, de cuyo seno recibió una auténtica naturaleza humana, frágil como la nuestra. Él, siendo rico sobre toda ponderación, quiso elegir la pobreza, junto con su santísima madre. Y, al acercarse su pasión, celebró la Pascua con sus discípulos. Luego oró al Padre diciendo:


"Padre mío, si es posible, que pase y se aleje de mí ese cáliz"
Sin embargo, sometió su voluntad a la del Padre. Y la voluntad del Padre fue que su Hijo bendito y glorioso, a quien entregó por nosotros y que nació por nosotros, se ofreciese a sí mismo como sacrificio y víctima en el ara de la Cruz, con su propia sangre, no por sí mismo, por quien han sido hechas todas las cosas, sino por nuestros pecados, dejándonos un ejemplo para que sigamos sus huellas. Y quiere que todos nos salvemos por Él y lo recibamos con puro corazón y cuerpo casto.

¡Qué dichosos y benditos son los que aman al Señor y cumplen lo que dice el mismo Señor en el Evangelio:
¡Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma, y al prójimo como a ti mismo!

Amemos, pues, a Dios y adorémoslo con puro corazón y con mente pura, ya que Él nos hace saber cuál es su mayor deseo, cuando dice:
"Los que quieran dar culto verdadero adorarán al Padre en espíritu y verdad"
Porque todos los que lo adoran deben adorarlo en espíritu y verdad. Y dirijámosle, día y noche, nuestra alabanza y oración, diciendo: Padre nuestro, que estás en los cielos; porque debemos orar siempre sin desanimarnos. 

Procuremos, además, dar frutos de verdadero arrepentimiento. Y amemos al prójimo como a nosotros mismos. Tengamos caridad y humildad y demos limosna, ya que ésta lava las almas de la inmundicia del pecado. En efecto, los hombres pierden todo lo que dejan en este mundo, tan sólo se llevan consigo el premio de su caridad y las limosnas que practicaron, por las cuales recibirán del Señor la recompensa y una digna remuneración.

No debemos ser sabios y prudentes según la carne, sino más bien sencillos, humildes y puros. Nunca debemos desear estar por encima de los demás, sino, al contrario debemos, a ejemplo del Señor, vivir como servidores y sumisos a toda humana criatura, movidos por el amor de Dios. El Espíritu del Señor reposará sobre los que sí obren y perseveren hasta el fin, y los convertirá en el lugar de su estancia y su morada, y serán hijos del Padre celestial, cuyas obras imitan; ellos son los esposos, los hermanos y las madres de Nuestro Señor Jesucristo.

Oración Simple de San Francisco de Asís


Oh, Señor, hazme un instrumento de tu paz.

Donde hay odio, que lleve yo el amor.

Donde haya ofensa, que lleve yo el perdón.

Donde haya discordia, que lleve yo la unión.

Donde haya duda, que lleve yo la fe.

Donde haya error, que lleve yo la verdad.

Donde haya desesperación, que lleve yo la alegría.

Donde haya tinieblas, que lleve yo la luz.


Oh, Maestro, haced que yo no busque
tanto ser consolado, sino consolar;
ser comprendido, sino comprender;
ser amado, como amar.

Porque es:

Dando, que se recibe;
Perdonando, que se es perdonado;
Muriendo, que se resucita a la Vida Eterna.

Amén.


Saludo a la Bienaventurada
Virgen María
San Francisco de Asís

Salve, Señora, Santa Reina,
Santa Madre de Dios,
María, que eres Virgen
hecha iglesia y elegida
por el santísimo Padre del cielo,
a la cual consagró Él
con su santísimo amado Hijo
y el Espíritu Santo Paráclito,
en la cual estuvo y está
toda la plenitud de la gracia
y todo bien.
Salve, palacio suyo;
salve, tabernáculo suyo;
salve, casa suya.
Salve, vestidura suya; 
salve, esclava suya; 
salve, Madre suya 
y todas vosotras,
santas virtudes, 
que sois infundidas
por la gracia e iluminación
del Espíritu Santo en los corazones
de los fieles, para que de infieles
hagáis fieles a Dios.

S. Francisco de Asís


Bendición
de San Francisco de Asís
a Fray Leo

Con ella desaparece
tentación que nos atormenta




Demanda de exorcismos aumenta mientras que la fe cristiana desciende


Los exorcistas citan como causas al vacío espiritual, el fracaso en el sistema de salud mental y el aumento en las actividades paganas y demoníacas.

PHILIP KOSLOSKI - 2 de octubre de 2016

Tras la noticia reciente del fallecimiento del Padre Gabriele Amorth, famoso exorcista italiano, y el también reciente estreno de la nueva miniserie de Fox, El Exorcista, el rito católico del exorcismo está de nuevo bajo el foco de la prensa. A menudo ha sido considerado un servicio de oración presente sólo en las películas, pero el rito del exorcismo es algo que los ciudadanos estadounidenses cada vez solicitan más de los sacerdotes, ante la creencia de que el mal se ha infiltrado en sus vidas y que necesitan ser rescatados.

Según un artículo publicado recientemente en The Telegraph, “el número de sacerdotes exorcistas oficiales [en EE.UU.] ha pasado a ser más de cuatro veces mayor, de 12 a 50” en los últimos 10 años. El padre Gary Thomas y el padre Vincent Lampert, ambos exorcistas en EE.UU., opinan que hay varios factores que han influido en el aumento de peticiones de exorcismos.

El padre Lampert afirmó que muchas personas le contactaron con historias del tipo: “Estábamos jugando con una tabla de ouija y de repente nuestro amigo empezó a hablar en un idioma extraño que no entendíamos. Y empezaron a pasar cosas raras, se movían objetos en la casa”. La mitad de las peticiones de exorcismos vienen de no católicos y, según explica el padre Lampert, “únicamente una de cada 5.000 peticiones es de alguien que sufre una posesión demoníaca completa”. La mayoría de los casos están relacionados con las variadas formas en que un demonio puede hostigar a alguien.



El padre Thomas también recibe abundantes peticiones de exorcismos, aunque su labor de pastor es a tiempo completo.

“Puedo practicar uno o dos exorcismos a la semana por adhesión demoníaca (en oposición a una posesión completa). Hay personas que pueden ser bastante funcionales pero que, una vez entran en un entorno sagrado, como una iglesia, o participan de algunos elementos de la vida parroquial, empiezan a expresar la manifestación o se muestran enfermos o expresan otro tipo de señales de que hay algo que no va bien. Es mi labor y la de mi equipo el discernir qué sucede. ¿Es algo psicológico?”.

El proceso para discernir si es o no un demonio el que aflige a una persona puede ser a veces un camino largo, que en ocasiones se alarga hasta meses de reuniones personales. Un sacerdote nunca está solo en este discernimiento y habitualmente busca la ayuda de profesionales autorizados capaces de descartar o confirmar posibles enfermedades mentales. Lo peliagudo del asunto es que el diablo también puede influir sobre la salud de una persona, haciéndola enfermar sobre todo cuando busca la ayuda de un sacerdote. Sea cual sea el caso, la solución rara vez llega de forma instantánea. Tal y como dice el padre Thomas: “No hago exorcismos por encargo”.

Después de mucha oración y discernimiento, un exorcista determinará el método de actuación que debería aplicarse y aconsejará a la persona afectada que permanezca en constante oración y que recurra a los sacramentos de la Iglesia.

Tanto el padre Thomas como el padre Lampert admitieron que nunca sienten temor cuando practican exorcismos, ya que Dios les llamó a este ministerio y creen firmemente en la gracia del Altísimo. El diablo, aunque pueda parecer fuerte, no puede forzar su entrada en la vida de una persona. Cada uno debe elegir libremente abrir una puerta al mal, así que los exorcistas están seguros de que el diablo no tiene poder alguno sobre ellos. Antes de realizar el rito, los sacerdotes deben confesarse primero y tener un alma limpia con la que combatir las artimañas del diablo. Aunque el poder del exorcismo es parte de la ordenación sacerdotal, la mayoría de las diócesis exigen que un sacerdote sea autorizado por el obispo para emprender este ministerio.

Papas recientes han apoyado este ministerio de la Iglesia y el mismo Papa Francisco no vacila en decir:

“Pero ¡miren que el diablo existe! El diablo existe… ¡también en el siglo XXI! Y no debemos ser ingenuos, ¿eh? Debemos aprender del Evangelio cómo se hace para luchar contra Satán”.



Fuente - Texto tomado de ES.ALETEIA.ORG:
http://es.aleteia.org/2016/10/02/estados-unidos-la-demanda-de-exorcismos-aumenta-mientras-que-la-fe-cristiana-desciende/