lunes, 28 de agosto de 2017

Cadenas de oración en redes sociales: No tan deprisa


Las recetas o fórmulas para conseguir
resultados van en detrimento de la fe

“Os aseguro también que si dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, sea lo que fuere, lo conseguirán de mi Padre que está en los cielos” (Mt 18, 19).

Aquí el Señor Jesucristo nos hace ver la importancia de unirnos en la oración por una intención particular; y Él no pone condiciones a la hora de invitar a sus discípulos a ponerse de acuerdo al orar. Quien quiera unirse a una intención de oración, por ejemplo del Papa, puede hacer la oración que quiera, a la hora y lugar que quiera; así como hacerla solo o acompañado o unido a alguien en la distancia a una hora convenida o no.

Pero hay que saber distinguir la diferencia entre unirse en oración por una intención concreta y real, aunque las personas no se conozcan, y hacer parte de una cadena de oración.

Hoy más que nunca, gracias a Internet, se ha incrementado la difusión de cadenas de oración para lograr unos fines determinados, amenazan con un castigo a quien no las siga o tratan de imponer algo. La Iglesia no acepta que se instrumentalice la oración, quitándole valor e importancia, con fines no santos.

En este sentido las cadenas de oración son censurables, y lo son por dos motivos:

  • En primer lugar, garantizan desgracia a quien no las haga, o las interrumpa temporal o definitivamente, o no las reenvíe. Y sustentan esta amenaza citando, obviamente, falsos ejemplos o testimonios. Quien advierte estas cosas, en nombre de Dios, es un falso profeta y peca gravemente. Nadie puede ponerse a amenazar en nombre de Dios.

  • En segundo lugar, estas cadenas engañan pues obligan a la gente a hacer mal uso de la oración, desvirtuándola o banalizándola. Este es el verdadero objetivo de este tipo de cadenas de oración. Y este objetivo se logra con el supuesto gancho del beneficio personal si se participa; en este sentido las cadenas de oración son superstición.

Vincular desgracia, condena o premio a una cadena de oración no va de acuerdo con las enseñanzas de la Iglesia; además el premio y la condena no están en la participación o no en dichas cadenas. Estas cadenas de oración son una superstición más, pues se le atribuye a la simple materialidad de dichas oraciones una eficacia que no tienen.

Nos lo recuerda el Catecismo:

“Atribuir (a ciertas prácticas) su eficacia a la sola materialidad de las oraciones o de los signos sacramentales, prescindiendo de las disposiciones interiores que exigen, es caer en la superstición” (n. 2111).

Toda superstición es un serio problema al poner la confianza en prácticas ridículas, siendo de consecuencia una ofensa a Dios en cuanto se desconfía de Él. La superstición va contra el primer mandamiento de la ley de Dios y es señal clara de que la verdadera fe es inexistente; donde decae la religión crece la superstición. Así, no solo comete falta quien envía y difunde estas cadenas de oración sino también quien cree en ellas.

De todo lo anterior se desprenden varios errores:

  1. Un primer error es valerse de una supuesta necesidad ajena para beneficio personal.
  2. Otro error de estas cadenas es que son recetas o fórmulas para conseguir resultados en detrimento de la fe. La magia pretende conseguir algo a través de fórmulas que deben realizarse al pie de la letra para obtener el resultado deseado. Y el camino de fe se abandona para entrar en la senda de la magia.
  3. Estas cadenas de oración son un grave error porque “se atribuye una importancia, de algún modo, mágica a ciertas prácticas, por otra parte, legítimas o necesarias” (Catecismo, 2111).
  4. Otro problema es el asunto de la amenaza por la no realización de una práctica intrascendente: es inaceptable. Esto sugiere tener un miedo infundado a Dios por solicitudes hechas por hombres, que pretenden hablar en su nombre.
  5. Un error más de estas cadenas de oración es la difusión de oraciones e imágenes que contienen errores teológicos. Esto es serio, pues las personas que no posean una fe muy sólida y bien fundamentada pueden caer en un error o ahondar en otro, en detrimento de una sana oración y de una correcta relación con Dios.
  6. Un sexto problema de recurrir a estas prácticas y basar la fe en ellas, es el abandono de Dios en detrimento de nuestra salvación. Cuando nos damos cuenta que Dios no responde al agitar nuestra varita mágica, cuando vemos que Dios no cumple lo que le pedimos viene el desencanto y la frustración.
  7. Un séptimo error está en que se quiere “motivar” a los demás a propagar una cadena para conseguir lo anhelado de una manera fácil, rápida y eficaz, aún por encima del cumplimiento de la voluntad de Dios; voluntad que el buen seguidor de Cristo tiene que concretar, aún con esfuerzo, en su diario vivir.
  8. Un último problema, y no menos importante y que no hay que excluir aunque no sea de carácter religioso, es que estas cadenas, cuando son enviadas por e-mail, se usan con frecuencia para buscar información, difundir virus informáticos, etc.

Todo se centra en dos errores: A Dios no se le ponen plazos, ni Él responde a las exigencias que le hacemos; exigencias que le hacemos desconociendo sus planes para con nosotros a través de su divina providencia y sabiduría.

La motivación de la oración a favor de alguien deber ser el amor. Se ora por verdadero amor al hermano o hermana en la fe que sufre. Y se ora sin olvidar que la oración se debe acomodar a la voluntad de Dios. Nunca podemos presionar a Dios para que Él realice lo que deseamos; la oración simplemente es para ponernos en sus manos, para poner en su corazón amoroso nuestra vida y nuestros destinos, “como un niño en brazos de su madre” (Sal 131, 2).

Debemos tener presente que no podemos manipular a Dios. Él no actúa de acuerdo a la voluntad humana. Dios no es un dispensador de milagros y la relación con Él se basa en la confianza. Nosotros debemos estar en comunión con Dios en cualquier circunstancia de la vida. Quien confía en Dios lo reconoce como Padre y sabe que el triunfo está asegurado, pero no al estilo de los hombres según una lógica humana.

El que confía en Dios tiene la certeza en su corazón de que la cruz no es el final del camino. El que confía en Dios sabe que aunque las cosas no marchen bien, Él nunca nos desampara. No se trata de asegurarnos las cosas mediante nuestras acciones, recursos o medios, sino tener la seguridad de sabernos amados por Dios; es importante creer en la paternidad de Dios y en su providencia.

Difundamos el amor de Dios sin condicionamientos como Jesús nos enseñó. La auténtica oración es una solicitud a la omnipotencia de Dios hecha con confianza, pero también con el más absoluto respeto a su voluntad. Por tanto hay que decir:

“No a estas cadenas de oración”. Y que nadie se sienta mal o culpable o en pecado si ignora dichas cadenas.

Sigamos mejor en una vida de discipulado, en obediencia a los mandamientos, en fe, oración y en el amor a Dios y a los demás.

Fuente - Texto tomado de ES.ALETEIA.ORG:

Martirio de San Juan Bautista Año 30 - Fiesta Agosto 29



Lectura del Santo Evangelio
según San Marcos 6, 17-29

Martirio de
San Juan Bautista
Memoria

Herodes, en efecto, había hecho arrestar y encarcelar a Juan a causa de Herodías, la mujer de su hermano Felipe, con la que se había casado. Porque Juan decía a Herodes:
"No te es lícito tener a la mujer de tu hermano"
Herodías odiaba a Juan e intentaba matarlo, pero no podía, porque Herodes lo respetaba, sabiendo que era un hombre justo y santo, y lo protegía. Cuando lo oía quedaba perplejo, pero lo escuchaba con gusto.

Un día se presentó la ocasión favorable. Herodes festejaba su cumpleaños, ofreciendo un banquete a sus dignatarios, a sus oficiales y a los notables de Galilea. La hija de Herodías salió a bailar, y agradó tanto a Herodes y a sus convidados, que el rey dijo a la joven:
"Pïdeme lo que quieras y te lo daré"
Y le aseguró bajo juramento:
"Te daré cualquier cosa que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino"
Ella fue a preguntar a su madre:
"¿Qué debo pedirle?"
"La cabeza de Juan El Bautista"
Respondió ésta. La joven volvió rápidamente adonde estaba el rey y le hizo este pedido:
"Quiero que me traigas ahora mismo, sobre una bandeja, la cabeza de Juan El Bautista"
El rey se entristeció mucho, pero a causa de su juramento, y por los convidados, no quiso contrariarla. En seguida mandó a un guardia que trajera la cabeza de Juan.

El guardia fue a la cárcel y le cortó la cabeza. Después la trajo sobre una bandeja, la entregó a la joven y ésta se la dio a su madre. Cuando los discípulos de Juan lo supieron, fueron a recoger el cadáver y lo sepultaron.

Comentario de Lansperge
Juan Bautista, muere por Cristo

Juan no vivió para él mismo ni murió por él mismo. ¡A cuántos hombres, cargados de pecados, no habrá llevado a la conversión con su vida dura y austera!  ¡Cuántos se habrán visto confortados en sus penas por el ejemplo de su muerte inmerecida! Y a nosotros, ¿de dónde nos viene hoy la ocasión de poder dar gracias a Dios sino por el recuerdo de Juan, asesinado por la justicia, es decir, por Cristo?... Sí, Juan Bautista ha ofrecido generosamente su vida terrenal por amor a Cristo; ha preferido desobedecer las órdenes del tirano a desobedecer las de Dios.

Este ejemplo nos tiene que mostrar que nada ha de ser más importante que la voluntad de Dios. Agradar a los hombres no sirve para mucho; incluso, a menudo perjudica en gran manera... Por tanto, con todos los amigos de Dios, muramos a nuestros pecados y a nuestras preocupaciones, aplastemos nuestro amor propio desviado y procuremos que crezca en nosotros el amor ardiente a Cristo.

Lansperge, el Cartujano (1489-1539) monje, teólogo. Sermón para la fiesta del martirio de S. Juan Bautista. Opera omnia II, pag, 514-515; 518-519.



Señor: Te rogamos
por tantas parejas
que viven sin
casarse y en pecado.
Perdónales y concédeles
la verdadera conversión.
Y te suplicamos
que nunca
dejes de enviarnos
valientes predicadores,
que como Juan Bautista
no dejen a los pecadores
estar tranquilos
en su vida de pecado,
porque los puede llevar
a la perdición,
y que despierten
las conciencias
de sus oyentes,
para que cada uno
prefiera morir
antes que pecar.

Herodes Antipas había cometido un pecado que escandalizaba a los judíos, porque está muy prohibido por la Santa Biblia y por la ley moral. Se había ido a vivir con la esposa de su hermano. Juan Bautista lo denunció públicamente. Se necesitaba mucho valor para hacer una denuncia como ésta, porque esos reyes de oriente eran muy déspotas y mandaban matar sin más ni más, a quien se atrevía a echarles en cara sus errores. Herodes al principio se contentó solamente con poner preso a Juan, porque sentía un gran respeto por él. Pero la adúltera Herodías estaba alerta para mandar matar en la primera ocasión que se le presentara, al que le decía a su concubino que era pecado esa vida que estaban llevando.

Cuando pidieron la cabeza de Juan Bautista, el rey sintió enorme tristeza porque estimaba mucho a Juan y estaba convencido de que era un santo y cada vez que le oía hablar de Dios y del alma se sentía profundamente conmovido. Pero por no quedar mal con sus compinches que le habían oído su tonto juramento (que en verdad no le podía obligar, porque al que jura hacer algo malo, nunca le obliga a cumplir eso que ha jurado), y por no disgustar a esa malvada, mandó matar al santo precursor.

Este es un caso típico de cómo un pecado lleva a cometer otro pecado. Herodes y Herodías empezaron siendo adúlteros y terminaron siendo asesinos. El pecado del adulterio los llevó al crimen, al asesinato de un santo.

Juan murió mártir de su deber, porque él había leído la recomendación que el profeta Isaías hace a los predicadores:
"Cuidado: no vayan a ser perros mudos que no ladran cuando llegan los ladrones a robar"
El Bautista vio que llegaban los enemigos del alma a robarse la salvación de Herodes y de su concubina y habló fuertemente. Ése era su deber. Y tuvo la enorme dicha de morir por proclamar que es necesario cumplir las leyes de Dios y de la moral. Fue un verdadero mártir.

Una antigua tradición cuenta que Herodías años más tarde estaba caminando sobre un río congelado y el hielo se abrió y ella se consumió hasta el cuello y el hielo se cerró y la mató. Puede haber sido así o no. Pero lo que sí es histórico es que Herodes Antipas fue desterrado después a un país lejano, con su concubina. Y que el padre de su primera esposa (a la cual él había alejado para quedarse con Herodías), invadió con sus Nabateos el territorio de Antipas, y le hizo enormes daños.


Es que no hay pecado que se quede
sin su respectivo castigo


De las homilías de San Beda
el Venerable, presbítero

Del Oficio de Lectura, 29 de agosto
(El Martirio de San Juan Bautista)

El santo Precursor del nacimiento, de la predicación y de la muerte del Señor mostró en el momento de la lucha suprema una fortaleza digna de atraer la mirada de Dios, ya que, como dice la Escritura:
La gente pensaba que cumplía una pena, pero él esperaba de lleno la inmortalidad
Con razón celebramos su día natalicio, que él ha solemnizado con su martirio y adornado con el fulgor purpúreo de su sangre; con razón veneramos con gozo espiritual la memoria de aquel que selló con su martirio el testimonio que había dado del Señor.

No debemos poner en duda que San Juan sufrió la cárcel y las cadenas y dio su vida en testimonio de nuestro Redentor, de quien fue precursor, ya que, si bien su perseguidor no lo forzó a que negara a Cristo, sí trató de obligarlo a que callara la verdad; ello es suficiente para afirmar que murió por Cristo.

Cristo, en efecto, dice:
"Yo Soy la Verdad"

 

Por consiguiente, si Juan derramó su sangre por la Verdad, la derramó por Cristo; y él, que precedió a Cristo en su nacimiento, en su predicación y en su bautismo, anunció también con su martirio, anterior al de Cristo, la pasión fuera del Señor.

Este hombre tan eximio terminó, pues, su vida derramando su sangre, después de un largo y penoso cautiverio. Él, que había evangelizado la libertad de una paz que viene de arriba, fue encarcelado por unos hombres malvados; fue encerrado en la oscuridad de un calabozo aquel que vino a dar testimonio de la luz y a quien Cristo, la luz en persona, dio el título de "lámpara que arde y brilla"; fue bautizado en su propia sangre aquel a quien fue dado bautizar al Redentor del mundo, oír la Voz del Padre que resonaba sobre Cristo y ver la gracia del Espíritu Santo que descendía sobre Él. Mas, a él, todos aquellos tormentos temporales no le resultaban penosos, sino más bien leves y agradables, ya que los sufría por causa de la Verdad y sabía que habían de merecerle un premio y un gozo sin fin.

La muerte -que de todas maneras había de acaecerle por ley natural- era para él algo apetecible, teniendo en cuenta que la sufría por la confesión del nombre de Cristo y que con ella alcanzaría la palma de la vida eterna. Bien dice el Apóstol:
"A vosotros se os ha concedido la gracia de estar del lado de Cristo, no sólo creyendo en Él, sino sufriendo por Él"
El mismo Apóstol explica, en otro lugar, por qué sea un don el hecho de sufrir por Cristo:
"Los sufrimientos de ahora no pesan lo que la gloria que un día se nos descubrirá"

Oración


Señor, Dios nuestro,
Tú has querido
que San Juan Bautista
fuese el precursor del nacimiento
y de la muerte de tu Hijo;
concédenos, por su intercesión,
que, así como él murió
mártir de la verdad y la justicia,
luchemos nosotros valerosamente
por la confesión de nuestra fe.
Por Nuestro Señor Jesucristo

Fuente - Texto tomado de CATOLICO.ORG: