martes, 15 de agosto de 2017

San Esteban - Rey de Hungría - Convirtió al catolicismo al reino de Hungría - Fiesta Agosto 16



Martirologio Romano

San Esteban, rey de Hungría, que, regenerado por el bautismo y habiendo recibido la corona real de manos del papa Silvestre II, veló por la propagación de la fe de Cristo entre los húngaros y puso en orden la Iglesia en su reino, dotándola de bienes y monasterios. Justo y pacífico en el gobierno de sus súbditos, murió en Alba Real (Székesfehérvár), en Hungría, el día de la Asunción, entrando su alma en el cielo (1038).

Fecha de canonización: En el año 1083 por el Papa Gregorio VII.

Breve Biografía

Este santo tiene el honor de haber convertido al catolicismo al reino de Hungría.

Fue bautizado por San Adalberto y tuvo la suerte de casarse con Gisela, la hermana de San Enrique de Alemania, la cual influyó mucho en su vida. Valiente guerrero y muy buen organizador, logró derrotar en fuertes batallas a todos los que se querían oponer a que él gobernara la nación, como le correspondía, pues era el hijo del mandatario anterior.

Cuando ya hubo derrotado a todos aquellos que se habían opuesto a él cuando quiso propagar la religión católica por todo el país y acabar la idolatría y las falsas religiones, y había organizado la nación en varios obispados, envió al obispo principal, San Astrik, a Roma a obtener del Papa Silvestre II la aprobación para los obispados y que le concediera el título de rey. El sumo Pontífice se alegró mucho ante tantas buenas noticias y le envío una corona de oro, nombrándolo rey de Hungría. Y así en el año 1000 fue coronado solemnemente por el enviado del Papa como primer rey de aquel país.

El cariño del rey Esteban por la religión católica era inmenso; a los obispos y sacerdotes los trataba con extremo respeto y hacía que sus súbditos lo imitaran en demostrarles gran veneración. Su devoción por la Virgen Santísima era extraordinaria.



Levantaba templos en su honor y la invocaba en todos sus momentos difíciles. Fundaba conventos y los dotaba de todo lo necesario. Ordenó que cada 10 pueblos debían construir un templo, y a cada Iglesia se encargaba de dotarla de ornamentos, libros, cálices y demás objetos necesarios para mantener el personal de religiosos allá. Lo mismo hizo en Roma.

La cantidad de limosnas que este santo rey repartía era tan extraordinaria, que la gente exclamaba:


"¡Ahora sí se van a acabar los pobres!"

El personalmente atendía con gran bondad a todas las gentes que llegaban a hablarle o a pedirle favores, pero prefería siempre a los más pobres, diciendo:


"Ellos representan mejor a Jesucristo, a quien yo quiero atender de manera especial"


Para conocer mejor la terrible situación de los más necesitados, se disfrazaba de sencillo albañil y salía de noche por las calles a repartir ayudas. Y una noche al encontrarse con un enorme grupo de menesterosos empezó a repartirles las monedas que llevaba. Estos, incapaces de aguardar a que les llegara a cada quien un turno para recibir, se le lanzaron encima, quitándole todo y lo molieron a palos. Cuando se hubieron alejado, el santo se arrodilló y dio gracias a Dios por haberle permitido ofrecer aquel sacrificio. Cuando narró esto en el palacio, sus empleados celebraron aquella aventura, pero le aconsejaron que debía andar con más prudencia para evitar peligros. El les dijo:


"Una cosa sí me he propuesto: no negar jamás una ayuda o un favor. Si en mí existe la capacidad de hacerlo"

A su hijo lo educó con todo esmero y para él dejó escritos unos bellos consejos, recomendándole huir de toda impureza y del orgullo. Ser paciente, muy generoso con los pobres y en extremo respetuoso con la santa Iglesia Católica.

La gente al ver su modo tan admirable de practicar la religión exclamaba:


"El rey Esteban convierte más personas con buenos ejemplos, que con sus leyes o palabras"

Dios, para poderlo hacer llegar a mayor santidad, permitió que en sus últimos años Esteban tuviera que sufrir muchos padecimientos. Y uno de ellos fue que su hijo en quien él tenía puestas todas sus esperanzas y al cual había formado muy bien, muriera en una cacería, quedando el santo rey sin sucesor. El exclamó al saber tan infausta noticia:


"El Señor me lo dio, el Señor me los quitó. Bendito sea Dios"

Pero esto fue para su corazón una pena inmensa.

Los últimos años de su vida tuvo que padecer muy dolorosas enfermedades que lo fueron purificando y santificando cada vez más.

El 15 de agosto del año 1038, día de la Asunción, fiesta muy querida por él, expiró santamente. Desde entonces la nación Húngara siempre ha sido muy católica. A los 45 años de muerto, el Sumo Pontífice permitió que lo invocaran como santo y en su sepulcro se obraron admirables milagros.


Mano derecha
rey San Esteban de Hungría


"San Esteban llevaba una bolsa de tela ricamente decorada con oro que colgaba de su cintura, y estaba llena de denarios, y cuando veía a pobres y a mendigos, de inmediato iba hacia ellos y con su propia mano se ocupaba de ellos ayudándolos. Es por esto que su mano derecha caritativa, se ha preservado en su realidad corpórea hasta nuestros días" escribió Márk Kálti.

Que nuestro Dios Todopoderoso nos envíe en todo el mundo muchos gobernantes que sepan ser tan buenos católicos y tan generosos con los necesitados como lo fue el santo rey Esteban.

Fuente - Texto tomado de ES.CATHOLIC.NET:

San Roque - Enfermero Año 1378 - Fiesta Agosto 16


Roque significa "Fuerte como Roca"
Este santo se ha hecho famoso en el mundo por los grandes favores que consigue a favor de pobres y enfermos. Su popularidad ha sido verdaderamente extraordinaria, cuando a pueblos o regiones han llegado pestes o epidemias, porque consigue librar de la enfermedad y del contagio a muchísimos de los que se encomiendan a él. Quizás él pueda librarnos de epidemias peligrosas.

San Roque nació en Montpellier (Francia, aproximadamente en 1295), de una familia sumamente rica. A sus 20 años quedó huérfano de padre y madre. Encontrándose dueño de una fortuna considerable, se acordó del consejo de Jesucristo:
"Si quieres ser perfecto, da tus bienes a los pobres y sígueme"

Y he aquí que al momento lo puso en práctica. Como no tenía hermanos, cedió una parte de la herencia a un tío paterno, juntamente con todos los derechos que le pudiesen pertenecer desde entonces en adelante. Y hecho ésto, vendió secretamente el resto de su hacienda y distribuyó su precio entre los necesitados. Descargado totalmente de los bienes de la tierra, se vistió de peregrino y emprendió viaje hacia Roma.

Pidiendo limosna y sintiéndose feliz cuando se la negaban groseramente o cuando le asaltaban los perros de los cortijos, llegó a Aquapendente, ciudad italiana donde la peste estaba haciendo grandes estragos. Deseando prestar ayuda al prójimo, se presentó en el hospital, pidiendo que le admitiesen como enfermero. El administrador no quería acceder a ésto, pues le inspiraba lástima verle, tan joven y delicado, exponiéndose a la muerte. Pero tanto y tanto insistió Roque en su petición y en decir que tenía segura confianza en Dios, que, al fin, fue aceptado.

Roque se dedicó entonces a atender a los más abandonados. Y comenzando su tarea, visitó uno por uno todos los lechos, haciendo la señal de la Cruz sobre la frente de cada uno de los apestados. Todos ellos se sintieron curados al instante. A muchísimos ayudó al bien morir, y él mismo les hacía la sepultura, porque nadie se atrevía a acercárseles por temor al contagio. Con todos practicaba la más exquisita caridad. La gente decía al verlo:
"Ahí va el santo"
¡Ya podéis figuraros el pasmo de todo el hospital ante semejante maravilla! Inmediatamente salió Roque a la ciudad y curó, de la misma manera, a todos los enfermos que había en las casas. Comenzó a correr la voz de que era un Ángel enviado del Cielo, para librarlos de la epidemia. Querían hacerle una gran demostración de homenaje. Pero él, para evitar toda suerte de honor, huyó escondidamente.

En Plasencia tuvo un sueño en el que oyó la Voz de Dios que le decía:
"Siervo fiel, ya que has tenido bastante ánimo para dedicarte al cuidado de los enfermos por Mi Amor, tenlo para sufrir la prueba que te voy a enviar"
Al despertar se sintió atacado de una fiebre abrasadora y de unos dolores acerbadísimos. Su cuerpo se llenó de manchas negras y de úlceras. Levantó el corazón al Cielo, no para quejarse, sino para dar gracias a Dios bondadoso, pues le daba una ocasión de sufrir por amor suyo. Lo colocaron en el hospital entre los demás enfermos víctimas de la epidemia. Sus dolores se agravaron más todavía, de manera que no podía evitar dar grandes gritos. Cuando se dio cuenta que molestaba a los demás enfermos, se levantó de la cama y se dispuso a salir fuera de la ciudad hacia alguna cueva o refugio, en que no molestase a nadie. Burlando la vigilancia del hospital, aunque con mucha dificultad para caminar, llegó a un bosque vecino en donde encontró una pequeña cabaña abandonada, que le sirvió de asilo. Sintiéndose devorado por la sed, alzó los ojos al Señor, diciendo:
"¡Oh Dios de misericordia!, os doy gracias porque me permitís sufrir por Vos; pero, ¡oh Señor!, no me abandonéis en mi tribulación"
Al instante vio salir de una roca inmediata una fuente de agua cristalina y abundante. Apagando su sed con aquella agua milagrosa y lavándose frecuentemente en ella, se fue curando poco a poco. No lejos de la cabaña había unos grandes cortijos. El señor de uno de ellos, llamado Gotardo, se dio cuenta que uno de sus perros arrebataba cada día de la mesa un panecillo y lo llevaba más allá de los campos. Lo siguió y vio con sorpresa cómo el animal ponía el pan en las manos de Roque. El señor pensó:
"Éste debe ser un Santo, pues Dios le sustenta de una manera tan maravillosa"
Se acercó y le preguntó quién era. Roque le respondió:
"Apartaos de mí, que puedo contagiaros de peste"
Pero Gotardo, reflexionando, se convenció de que se hallaba delante de un gran siervo de Dios. Entonces se llevó a Roque a su casa y lo curó de sus llagas y enfermedades. Y comenzó a hablar con él sin temor, y enseguida se hicieron grandes amigos, de tal manera que quiso imitarlo en su vida de pobreza y penitencia -como lo hizo efectivamente-. Renunció Gotardo a toda su hacienda y determinó vivir en una cueva del bosque, completamente olvidado del mundo y entregado a la contemplación de las verdades divinas. Roque lo ejercitó en alguna prueba durísima, como la de hacerle salir a mendigar por aquellos cortijos conocidos, cuyos moradores le tomaron por loco y lo llenaron de mofas e improperios. Al mismo tiempo lo fue instruyendo en el camino de la perfección y no lo dejó hasta que le vio entrenado en su nueva y santa vida. Mientras tanto, Roque había oído la Voz de Dios que le ordenó:
"Roque, fiel siervo mío; ya que estás curado de tu mal, vuelve a tu patria, y allí harás obras de penitencia; y prepárate para merecer un lugar entre los bienaventurados del Paraíso"
En efecto, se sintió completamente curado y decidió obedecer el mandato del Cielo. La ciudad de Montpellier estaba en guerra, y el Santo estaba muy cambiado, nadie lo reconoció y él no quiso decir quién era. Se presentó como un pobre peregrino; nadie le creyó, los militares lo confundieron con un espía. Le apresaron y después de hacerlo ir de tribunal en tribunal, lo metieron en un calabozo infecto y oscurísimo en donde vivió cinco años, ejercitándose en el ayuno y la oración, en la que pasaba todo el día y la mayor parte de la noche. Y así estuvo cinco años en la prisión, consolando a los demás prisioneros y ofreciendo sus penas y humillaciones por la salvación de las almas.



Finalmente, una luz misteriosa iluminó el calabozo, y Roque oyó que Jesucristo le decía:
"Ha llegado tu hora, y quiero llevarte a mi gloria. Si tienes alguna gracia que pedirme, hazlo ahora mismo"
El santo prisionero le pidió nuevamente el perdón de sus culpas y que fuesen preservados o libres de la peste aquellos que acudiesen a su intercesión. Poco después murió dulcemente un 15 de agosto, del año 1378, fiesta de la Asunción de la Virgen Santísima.



Del calabozo salían unos rayos de luz brillantísima. El cuerpo del Santo resplandecía y a su lado se encontró una tablilla con esta inscripción:
"Todos los que imploraren la intercesión de Roque, se verán libres del terrible azote de la peste"
La nueva de estas maravillas se extendió rápidamente por la ciudad. La gente quería ver al Santo. Al prepararlo para echarlo al ataúd, descubrieron en su pecho una señal de la cruz, que su padre le había trazado de pequeñito y se dieron cuenta de que era hijo del que había sido gobernador de la ciudad. Su tío reconoció el cadáver, y dispuso que se le hiciesen exequias triunfales, en las que tomó parte todo el pueblo.

El cuerpo fue sepultado primeramente en la iglesia principal, y más tarde en una capilla edificada expresamente en honor de San Roque. Desde entonces empezó a conseguir de Dios admirables milagros y no ha dejado de conseguirlos por montones en tantos siglos. Hoy es una iglesia magnífica, donde acuden devotas muchedumbres para pedir su protección contra las enfermedades contagiosas.

Lo pintan con su bastón y sombrero de peregrino, señalando con la mano una de sus llagas y con su perro al lado, ofreciéndole el pan.

Fuente - Texto tomado de EWTN: