domingo, 13 de agosto de 2017

¡ATENCIÓN! Faltar a Misa un domingo es pecado mortal (y casi nadie lo recuerda)


Es una terrible realidad que abarca a las conciencias de una arrolladora mayoría.

Por: Padre Santiago González | Fuente: adelantelafe.com / steresita.com 


La frase que titula este artículo puede sonar a “sorpresa” para muchos bautizados ya que, en realidad, en muy pocos púlpitos y catequesis se recuerda. Pero es verdad que se comete un pecado mortal (no venial) si se falta a Misa un domingo o día de precepto siempre que no haya enfermedad, imposibilidad física real o cuidado de un enfermo, tal como enseña en catecismo en su punto 2181. Pero ha de recordarse también, en estos tiempos de confusión y relativismo, que este punto de nuestro catecismo está avalado en la ley de la Iglesia Católica cuyo mandato primero dice:

“Oír Misa entera todos los domingos y fiestas de guardar”

Que a su vez se avala por la misma ley Divina ya que el tercer mandato de dicha ley es:



“Santificarás las fiestas”

Y, aún más, este precepto eclesial se justifica sobre todo en el primer mandamiento de la ley de Dios:


“Amarás a Dios sobre todas las cosas”

Ya que quien sea capaz de faltar a Misa por no restar un poco de tiempo a su ocio o, sencillamente, por no contrariar a otras personas, demuestra con creces que está a años luz de amar a Dios sobre todas las cosas.

Pero en este artículo yo deseo tocar una cuestión muy concreta: el masivo abandono de la Misa dominical se debe, sobre todo, a que desde un principio (catequesis de primera comunión), la inmensa mayoría de los niños/as NO saben que faltar a Misa en domingo es pecado mortal. De hecho la terrible realidad es más amplia: la mayoría de los niños no saben ni siquiera que es pecado. Luego cuando son adolescentes, y van a recibir la confirmación, la inmensa mayoría tras recibirla no vienen a Misa el domingo siguiente porque siguen sin saber que faltar a Misa es pecado mortal. Y hay efectos todavía peores: ya es muy extendida la costumbre sacrílega de faltar a Misa los domingos y luego, cuando hay ocasión extraordinaria de ir a Misa (en funeral, boda, primera comunión…) se asiste y se comulga sin haberse confesado, y sin propósito alguno de volver a la práctica dominical regular. Esto es así: un hecho indiscutible y a la vez tremendo.

Y la causa, vuelvo a repetirlo, es que no se predica de forma concreta este aspecto. Si: la doctrina está ahí, escrita, en el catecismo (punto 2181), pero, ¿de que sirve que la doctrina no se toque si casi nadie la conoce porque casi nadie en la Iglesia la predica o enseña?; y, lo que es aún peor: en realidad en muchas comunidades SI se predica sobre esto pero para decir lo contrario: que faltar a Misa en domingo NO es pecado mortal. Esta barbaridad se enseña en no pocos colegios “religiosos”, parroquias, facultades de teología y lugares similares de “formación”. Y, mientras tanto, generaciones y más generaciones de bautizados crecen en la ignorancia y la indiferencia. Si algún lector cree que exagero, ¿porqué no preguntan?... si, pregunten a niños de su barrio, de su colegio, de su parroquia... niños que ya han hecho la primera comunión y que, una vez celebrada la fiesta, sus padres ya no los traen más a Misa los domingos. Es una terrible realidad que abarca a las conciencias de una arrolladora mayoría.

Y, ante esto, los sacerdotes y catequistas que tocamos las conciencias de los fieles para recordarles que es pecado mortal faltar a Misa, ciertamente, nos sentimos muy poco apoyados por nuestros superiores. Pienso que ¡cuanto bien harían cartas pastorales CLARAS en este punto por parte de los Obispos, y hasta por parte del Papa!... nos servirían para no parecer “guerreros del antifaz” que luchamos contra todos los elementos contrarios (tanto externos como internos de la Iglesia). Desde estas líneas, si algún Obispo me leyera, hago un ruego muy especial en esta dirección: una carta, sólo una carta firmada por un Prelado donde se recuerde a los fieles que es pecado mortal faltar a Misa un domingo o día de precepto. Dicho con claridad, concreción y sin ambigüedades. Todos estamos acostumbrados, si, a mensajes del tipo:

  • El domingo es el día del Señor
  • La familia unida en oración en domingos
  • La necesidad de orar en tiempo de descanso
  • El bien grande que recibimos al ir a Misa, etc.

Pues se hace URGENTE leer,
firmado por un Obispo:
“Faltar a Misa es Pecado Mortal”
Y punto.

Fuente - Texto tomado de ES.CATHOLIC.NET:
http://es.catholic.net/op/articulos/62804/faltar-a-misa-un-domingo-es-pecado-mortal-y-casi-nadie-lo-recuerda

San Maximiliano María Kolbe - Presbítero y Mártir - Fiesta Agosto 14



Nacimiento: 8 de enero de 1894 (Zdunska Wola – Reino de Polonia – Reino sometido al Imperio Ruso).

Fallecimiento: 14 de agosto de 1941 (Auschwitz – campo de concentración de la Alemania Nazi).

Beatificación: 17 de octubre de 1971 (por el Santo Padre Pablo VI).

Canonización: 10 de octubre de 1982 (por el Santo Padre Juan Pablo II).


Maximiliano significa: "El más importante de la familia". Es éste uno de los mártires modernos. Murió en la Segunda Guerra Mundial. Había sido llevado por los nazis al terrorífico campo de concentración de Auschwitz.



Su familia, polaca, era inmensamente devota de la Santísima Virgen y cada año llevaba a los hijos en peregrinación al santuario nacional de la Virgen de Chestokowa. El hijo heredó de sus padres un gran cariño por la Madre de Dios. Cuando era pequeño tuvo un sueño en el cual la Virgen María le ofrecía dos coronas, si era fiel a la devoción mariana. Una corona blanca y otra roja. La blanca era la virtud de la pureza. Y la roja, el martirio. Tuvo la dicha de recibir ambas coronas.


Un domingo en un sermón oyó decir al predicador que los Padres Franciscanos iban a abrir un seminario. Le agradó la noticia y con su hermano se dirigió hacia allá. En 1910 fue aceptado como Franciscano, y en 1915 obtuvo en la Universidad de Roma el doctorado en filosofía y en 1919 el doctorado en teología. En 1918 fue ordenado sacerdote.



Maximiliano gastó su vida en tratar de hacer amar y venerar a la Santísima Virgen. En 1927 fundó en Polonia la Ciudad de la Inmaculada, una gran organización, que tuvo mucho éxito y una admirable expansión. Luego funda en Japón otra institución semejante, con éxito admirable. El Padre Maximiliano fundó dos periódicos. Uno titulado "El Caballero de la Inmaculada", y otro "El Pequeño Diario". Organizó una imprenta en la ciudad de la Inmaculada en Polonia, y después se trasladó al Japón y allá fundó una revista católica, que pronto llegó a tener 15.000 ejemplares. Un verdadero milagro en ese país donde los católicos casi no existían.

Los nazis durante la guerra, al invadir Polonia, bombardearon la ciudad de la Inmaculada y se llevaron prisionero al Padre Maximiliano, con todos los que colaboraban. Él ya había fundado una radiodifusora y estaba dirigiendo la revista "El Caballero de la Inmaculada", con gran éxito y notable difusión. Todo se lo destruyó la guerra, pero su martirio le consiguió un puesto glorioso en el cielo. En este gran santo sí se cumple lo que dijo Jesús:
"Si el grano de trigo cae en tierra y muere, produce mucho fruto. Nadie tiene mayor amor que el que ofrece la vida por sus amigos"
Hecho Heroico


A fines de julio de 1941 se fugó un preso del campo de concentración de Auschwitz, y -según una norma intimidatoria de los nazis- por cada hombre fugado deberían morir diez. La primera elección recayó sobre el sargento polaco Franciszek Gajowniczek (de 40 años), quien en medio del silencio empezó a llorar:
"Dios mío, yo tengo esposa e hijos. ¿Quién los va a cuidar?"
Entonces Maximiliano Kolbe se ofreció para sustituir a ese hombre, diciendo:
"Yo me ofrezco para sustituir a este hombre, soy sacerdote católico y polaco, y no estoy casado"
A la Virgen dirige su oración:
"Reina mía, Señora mía, has mantenido tu palabra. ¡Es para ésto que yo he nacido!"
"El sacrificio del P. Kolbe, mientras provocó la consternación entre las autoridades del campo, provocó la admiración y el respeto de los presos" (Sobolewski)
"En el campo casi no se notaban manifestaciones de amor al prójimo. Un preso rehusaba a otro un mendrugo de pan. En cambio, él había dado su vida por un desconocido" (Dr. Stemler)
El sol se estaba hundiendo en el horizonte detrás de las tétricas alambradas. El cielo estaba tomando los colores rojos de los mártires.
"Fue una magnífica puesta del sol, una puesta nunca vista"
Relatan los pocos supervivientes de esa tarde de fines de julio de 1941. Entre el odio brilló más fuerte el amor que la Virgen nos concede.
"No hay amor más grande que dar la vida por un amigo" (San Jn. 15:13)
Los diez condenados al hambre y la sed bajan al sótano de la muerte del que sólo salen cadáveres directamente al crematorio. Bruno Borgowiec, un polaco encargado de retirar los cadáveres, dio su testimonio:

"Después de haber ordenado a los pobres presos que se desnudaran completamente, los empujaron en una celda. En otras celdas vecinas ya se hallaban otros veinte de anteriores procesos. Cerrando la puerta, los guardias sarcásticamente decían: 'Ahí se van a secar como cáscaras'. Desde ese día los infelices no tuvieron ni alimentos ni bebidas. Diariamente, los guardias inspeccionaban y ordenaban retirar los cadáveres de las celdas. Durante estas visitas estuve siempre presente, porque debía escribir los nombres-números de los muertos, o traducir del polaco al alemán las conversaciones y los pedidos de los presos.

Desde las celdas donde estaban los infelices, se oían diariamente las oraciones recitadas en voz alta, el Rosario y los cantos religiosos, a los que se asociaban los presos de las otras celdas. En los momentos de ausencia de los guardias yo bajaba al sótano para conversar y consolar a los compañeros. Las fervorosas oraciones y cantos a la Virgen se difundían por todo el sótano. Me parecía estar en una iglesia. Comenzaba el P. Maximiliano y todos los otros respondían. A veces estaban tan sumergidos en las oraciones, que no se daban cuenta de la llegada de los guardias para la acostumbrada visita. Sólo a los gritos de éstos, las voces se apagaban. Celebró, mientras pudo, todos los días la Santa Misa, distribuyendo la Comunión a otros prisioneros: el pan dado a los prisioneros era ácimo y podía ser utilizado para la Eucaristía; guardianes que simpatizaban con él le hacían llegar el vino.

Al abrir las celdas, los pobres infelices, llorando a lágrima viva, imploraban un trozo de pan y agua, pero les era negado. Si alguno de entre los más fuertes se acercaba a la puerta, enseguida recibía de los guardias patadas al vientre, tanto que cayendo atrás sobre el cemento, moría en el acto o era fusilado.

Del martirio que han debido padecer los pobres condenados a una muerte tan atroz, da testimonio el hecho de que los cubos estaban siempre vacíos y secos. De lo cual hay que concluir que los desgraciados, a causa de la sed, tomaban la propia orina. El P. Maximiliano se comportaba heroicamente. Nada pedía y de nada se quejaba. Daba ánimo a los demás. Persuadía a los presos a esperar de que el fugitivo sería hallado y ellos serían liberados. Por su debilidad recitaba las oraciones en voz baja. Durante toda visita, cuando ya casi todos estaban echados sobre el pavimento, se veía al P. Maximiliano de pie o de rodillas en el centro, mirando con ojos serenos a los llegados. Los guardias conocían su sacrificio, sabían también que todos los que estaban con él morían inocentemente. Por esto, manifestando respeto por el P. Kolbe, decían entre sí:
'Este sacerdote es todo un caballero. ¡Hasta ahora no hemos visto nada semejante!'
Así pasaron dos semanas, mientras tanto los presos morían uno tras otro. Al término de la tercera semana, sólo quedaban cuatro, el P. Kolbe entre ellos. A las autoridades les pareció que las cosas se alargaban demasiado. La celda era necesaria para otras víctimas. Por ésto, un día, el 14 de agosto, condujeron al director de la sala de enfermos, el criminal Boch, el cual propino a cada uno una inyección endovenosa de ácido fénico. El P. Kolbe, con la plegaria en los labios, él mismo ofreció el brazo al verdugo. Partidos los guardias con el verdugo, volví a la celda donde encontré al P. Kolbe sentado" -narra Borgowiec-, "recostado en la pared, con los ojos abiertos y concentrados en un punto y la cabeza reclinada hacia la izquierda (era su posición habitual). Su cuerpo limpio y luminoso. Su rostro lucía sereno y bello, radiante, mientras los demás muertos estaban tendidos sobre el pavimento, sucios y con los signos de la agonía en el rostro.

En el campo por meses se recordó el heroico acto del sacerdote. Durante cada ejecución se recordaba el nombre de Maximiliano Kolbe. La impresión del hecho se me grabó eternamente en la memoria".



La Inmaculada se lo llevó la víspera de su gran fiesta: La Asunción. Moría un santo sacerdote en Auschwitz, mártir por Dios, de la Virgen y por un padre de familia. El padre Kolbe venció al mal con el poder del amor. Murió tranquilo, rezando hasta el último momento. Según el certificado de defunción del campo, P. Maximiliano María Kolbe falleció a las 12:50 del 14 de agosto de 1941. Tenía 47 años.

El día siguiente, 15 de agosto, el cadáver del P. Kolbe fue llevado al horno crematorio. Cinco meses antes en la misma mañana del arresto, el P. Maximiliano María Kolbe así escribía en su agenda personal (02-17-1941):
"Concédeme alabarte, Virgen Santa, concédeme alabarte con mi sacrificio. Concédeme por Ti, solo por Ti, vivir, trabajar, sufrir, gastarme, morir..."

Cumplió su deseo máximo: La Inmaculada, que había sido todo el poema de su vida, la luz de su inteligencia y de su genio, el latido de su corazón, la llama de su apostolado, el éxtasis de su plegaria, su inspiradora y guía, su fortaleza y su sonrisa, la Reina de sus 'ciudades' y la Dama de sus caballeros, en breve la vida de su vida; Ella quiso, arrebatárselo en luz de gloria entre los ángeles que festejaban su supremo triunfo.

San Maximiliano se encontró en medio de un gran choque espiritual en la batalla que se libra en el mundo, entre la Inmaculada Virgen María y Satanás. Él supo dar la talla y vencer con las armas del amor. Como respuesta a la brutalidad del trato de los guardias de la prisión, San Maximiliano era siempre obediente, manso y lleno de perdón. Aconsejaba a todos sus compañeros de prisión a confiar en la Inmaculada:
"¡Perdonen! Amen a sus enemigos y oren por los que os persiguen"
Es una batalla que ahora, con su ejemplo e intercesión debemos nosotros luchar.

En agosto de 1945, en el final de la Segunda Guerra Mundial, la ciudad de Nagasaki, donde Kolbe tenía una de sus imprentas, fue destruida por la bomba atómica. Todos los trabajadores fallecieron más tarde, pero la imprenta quedó incólume y no le sucedió nada malo.

El Papa Pablo VI lo declaró beato en 1971; a la fiesta asistió Franciszek Gajowniczek (de 70 años), el hombre por el cual Kolbe había ofrendado su propia vida treinta años atrás. Once años después, el Papa Juan Pablo II canonizó a éste ante una multitud de polacos, el 10 de octubre de 1982.
Quiera Dios que también nosotros seamos capaces de sacrificarnos como Cristo y Maximiliano, por el bien de los demás.
Fuente - Texto tomado de EWTN.COM:
http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Maximiliano_Kolbe.htm


Fuente - Texto tomado de WIKIPEDIA:
http://es.wikipedia.org/wiki/San_Maximiliano_Kolbe

Fuente - Texto tomado de CORAZONES.ORG:
http://www.corazones.org/santos/maximiliano2.htm

Novena por la Asunción de la Virgen María - Día Noveno - Agosto 14 de 2017



Noveno día

En el nombre del Padre,
del Hijo,
y del Espíritu Santo
Amén

“María, creyó en la Palabra del Señor y en su cumplimiento”.

Versículo introductorio

V. Dichosa, tu, María porque has creído.

R. Porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.

Lectura

Lc 1, 46-55 - Alegría del alma en el Señor.

Comentario

"Dichosa tú por haber creído" (Lc 1,45). Vinculando esta expresión de Isabel dirigida a María con la de Jesús dirigida a Tomás «dichosos los que crean» (Jn 20,29), vemos cómo esta bienaventuranza, que interesa a toda la humanidad, designa el culmen de la libertad humana: es dichoso y feliz y realiza el designio de Dios quien alcanza la plenitud de su vocación. La libertad humana está hecha para la fe, en la que obtiene su perfección y su culminación.

El hombre se salva, no simplemente obedeciendo a una ley exterior, sino amando, entregándose y creyendo en Dios. María, dichosa por haber creído, es figura antropológica de la vocación humana a la felicidad.

Peticiones


a) Señor, por intercesión de la Virgen María, Virgen oyente, orante y oferente, te pedimos que también nosotros escuchemos y oremos tu Palabra divina y haz que nuestra ofrenda de cada día te sea agradable y sea dedicación a los que sufren para que permanezcamos fieles al evangelio y al espíritu de nuestra Santa Madre Fundadora.

Ave María… y Gloria al Padre

b) Señor, por intercesión de la Virgen María, que permaneció firme y fuerte junto a la cruz de su hijo, te pedimos para que sepamos estar junto a los enfermos y seamos portadores de evangelio, consuelo y paz.

Ave María… y Gloria al Padre

c) Señor, por intercesión de la Virgen María, que fue elevada al cielo y glorificada sobre los coros de los ángeles y santos, te pedimos que Ella mire con materno amor a todos y dirija nuestros pasos y nos impulse a encarnar el espíritu y carisma que vivió Santa María para que, recorriendo el camino de la caridad perfecta, lleguemos un día a la gloria del cielo.

Ave María… y Gloria al Padre

Oración final

Oh Señor, os pedimos que nos proteja a todos nosotros la oración de la Madre de Dios, la cual, aunque sabemos que salió de este mundo muriendo como los demás, resucitada a nueva vida, ha sido llevada al Cielo y coronada por Reina de todo lo creado. Os suplicamos también que, ya que no podemos agradaros con nuestras solas obras, nos salvemos por la intercesión de la misma Virgen María. Amén.

¿Con qué frecuencia me debo confesar? Padre Fortea responde


REDACCIÓN CENTRAL, 04 de agosto de 2016 / 11:25 am (ACI).

El famoso sacerdote y teólogo español José Antonio Fortea reflexionó en un artículo sobre la confesión, y la frecuencia con la que un cristiano debería recurrir al sacramento de la reconciliación.

En su texto, publicado en su blog con el título de “La frecuencia de la confesión”, el P. Fortea recordó que “en la época de San Agustín, por ejemplo, la confesión era algo que se hacía cada mucho tiempo, sin que se pueda precisar con seguridad cada cuanto tiempo”.

“Pero cuando un cristiano recibía el perdón de parte de un presbítero en nombre de Dios, recibía esa absolución con gran arrepentimiento, con gran consciencia de estar recibiendo un misterio muy sagrado”, señaló.

En esas ocasiones “uno se preparaba mucho y después cumplía una penitencia que no era pequeña”.

El sacerdote español señaló que “la frecuencia ideal si uno no tiene sobre su conciencia pecados graves” y “para una persona que lucha por la santidad y tiene un horario regular de oración mental, la frecuencia ideal sería una vez a la semana”.

“Pero hay que evitar que esta práctica se convierta en algo rutinario que no se valora”, advirtió.

El P. Fortea indicó además que “si alguien no tiene pecados graves y considera que prefiere hacer una confesión al mes, para hacerla con mayor preparación y mayor arrepentimiento, tampoco hay nada reprobable en ello”.

“En cualquier caso, todos los cristianos como mínimo conviene que se confiesen una vez al año”. Pero, precisó, “estoy hablando de la frecuencia más pequeña posible”.

“Lo normal para cristianos que viven en gracia de Dios será confesarse varias veces al año”.

En caso de un pecado grave, indicó, “entonces uno debe confesarse cuanto antes. Lo mejor es ese mismo día o al día siguiente”.

“Hay que evitar que los pecados echen raíces. Hay que evitar que el alma se acostumbre a vivir en pecado ni un solo día”, dijo.

El presbítero español se refirió también a los casos en los que “los pecados graves ocurren con demasiada frecuencia”. Para estas situaciones “es preferible que la confesión no se repita más de una vez a la semana, sin comulgar mientras tanto”.

“De lo contrario, el penitente puede acostumbrarse a recibir un misterio tan sagrado cada dos o tres días. Lo cual es una frecuencia que indica que uno no tiene un propósito de enmienda fuerte sino débil”.

El P. Fortea señaló que “podemos pedir perdón a Dios cada día por nuestras faltas. Pero la confesión es un misterio muy grandioso para repetirlo continuamente”.

“Como excepción uno sí que puede confesarse varias veces a la semana. Pero como norma, para toda la vida, no conviene”, advirtió, pues “significaría devaluar el sacramento”.

“Si una persona sólo resiste un par de días antes de pecar gravemente, tiene que hacer más oración y más penitencia antes de acercarse a este misterio sacramental”, concluyó.

Favor leer:
Examen de Conciencia para conseguir el perdón de Dios y no ser condenados

Fuente - Texto tomado de ACIPRENSA.COM: