sábado, 3 de junio de 2017

Solemnidad - Fiesta de Pentecostés - Junio 4 de 2017


En el calendario del Año Litúrgico, después de la fiesta de la Ascensión, a los 50 días de la Resurrección de Jesús, celebramos la fiesta de Pentecostés (4 de junio de 2017).

Origen de la Fiesta

Los judíos celebraban una fiesta para dar gracias por las cosechas, 50 días después de la Pascua. De ahí viene el nombre de Pentecostés. Luego, el sentido de la celebración cambió por el dar gracias por la Ley entregada a Moisés. En esta fiesta recordaban el día en que Moisés subió al monte Sinaí y recibió las tablas de la Ley, y le enseñó al pueblo de Israel lo que Dios quería de ellos. Celebraban así, la alianza del Antiguo Testamento que el pueblo estableció con Dios: ellos se comprometieron a vivir según sus mandamientos y Dios se comprometió a estar con ellos siempre. La gente venía de muchos lugares al Templo de Jerusalén, a celebrar la fiesta de Pentecostés. En el marco de esta fiesta judía, es donde surge nuestra fiesta cristiana de Pentecostés.

La Promesa del Espíritu Santo

Durante la Última Cena, Jesús les promete a sus apóstoles:
"Mi Padre os dará otro Abogado, que estará con vosotros para siempre: el Espíritu de Verdad" (San Juan 14, 16-17)
Más adelante les dice:
"Les he dicho estas cosas mientras Estoy con ustedes: pero el Abogado, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en Mi Nombre, Ése les enseñará todo y traerá a la memoria todo lo que Yo les he dicho" (San Juan 14, 25-26).

Al terminar la Cena, les vuelve a hacer la misma Promesa:
"Les conviene que Yo me vaya, pues al irme vendrá el Abogado..., muchas cosas tengo todavía que decirles, pero no se las diré ahora. Cuando venga Aquél, el Espíritu de Verdad, os guiará hasta la Verdad completa..., y os comunicará las cosas que están por venir" (San Juan 16, 7-14).
Explicación de la Fiesta

Después de la Ascensión de Jesús, se encontraban reunidos los apóstoles con la Madre de Jesús. Era el día de la fiesta de Pentecostés. Tenían miedo de salir a predicar. Repentinamente, se escuchó un fuerte viento y pequeñas lenguas de fuego se posaron sobre cada uno de ellos. Quedaron llenos del Espíritu Santo y empezaron a hablar en lenguas desconocidas.


En esos días, había muchos extranjeros y visitantes en Jerusalén, que venían de todas partes del mundo a celebrar la fiesta de Pentecostés judía. Cada uno oía hablar a los apóstoles en su propio idioma y entendían a la perfección lo que ellos hablaban. Todos ellos, desde ese día, ya no tuvieron miedo y salieron a predicar a todo el mundo las enseñanzas de Jesús. El Espíritu Santo les dio fuerzas para la gran misión que tenían que cumplir:
"Llevar la Palabra de Jesús a todas las naciones, y bautizar a todos los hombres en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo"
Es este día cuando comenzó a existir la Iglesia como tal.

¿Quién es el Espíritu Santo?



El Espíritu Santo es Dios, es la Tercera Persona de la Santísima Trinidad. La Iglesia nos enseña que el Espíritu Santo es el amor que existe entre el Padre y el Hijo. Este amor es tan grande y tan perfecto que forma una Tercera Persona. El Espíritu Santo llena nuestras almas en el Bautismo y después, de manera perfecta, en la Confirmación. Con el amor divino de Dios dentro de nosotros, somos capaces de amar a Dios y al prójimo. El Espíritu Santo nos ayuda a cumplir nuestro compromiso de vida con Jesús.

Símbolos

Al Espíritu Santo se le representa de diferentes formas:
  • Agua: El simbolismo del agua es significativo de la acción del Espíritu Santo en el Bautismo, ya que el agua se convierte en el signo sacramental del nuevo nacimiento.
  • Unción: Simboliza la fuerza. La unción con el óleo es sinónimo del Espíritu Santo. En el sacramento de la Confirmación se unge al confirmado para prepararlo a ser testigo de Cristo.
  • Fuego: Simboliza la energía transformadora de los actos del Espíritu.
  • Nube y Luz: Símbolos inseparables en las manifestaciones del Espíritu Santo. Así desciende sobre la Virgen María para 'cubrirla con su sombra'. En el Monte Tabor, en la Transfiguración, el día de la Ascensión, aparece una sombra y una nube.
  • Sello: Es un símbolo cercano al de la unción. Indica el carácter indeleble de la unción del Espíritu en los sacramentos y hablan de la consagración del cristiano.
  • La Mano: Mediante la imposición de manos, los apóstoles y ahora los obispos, transmiten el 'don del Espíritu'.
  • La Paloma: En el Bautismo de Jesús, el Espíritu Santo aparece en forma de paloma y se posa sobre Él.

Nombres del Espíritu Santo

El Espíritu Santo ha recibido varios nombres a lo largo del Nuevo Testamento: 

  • El Espíritu de Verdad
  • El Abogado
  • El Paráclito
  • El Consolador
  • El Santificador

Misión del Espíritu Santo
  • El Espíritu Santo es santificador: Para que el Espíritu Santo logre cumplir con su función, necesitamos entregarnos totalmente a Él y dejarnos conducir dócilmente por sus inspiraciones para que pueda perfeccionarnos y crecer todos los días en la santidad.
  • El Espíritu Santo mora en nosotros: En San Juan 14, 16, encontramos la siguiente frase:
"Yo rogaré al Padre y les dará otro Abogado que estará con ustedes para siempre"

También, en I Corintios 3, 16 dice:
"¿No saben que son templo de Dios y que el Espíritu Santo habita en ustedes?"
Es por esta razón que debemos respetar nuestro cuerpo y nuestra alma. Está en nosotros para obrar porque es "Dador de Vida" y es el "Amor". Esta aceptación está condicionada a nuestra aceptación y libre colaboración. Si nos entregamos a su acción amorosa y santificadora, hará maravillas en nosotros.
  • El Espíritu Santo ora en nosotros: Necesitamos de un gran silencio interior y de una profunda pobreza espiritual para pedir que ore en nosotros el Espíritu Santo. Dejar que Dios ore en nosotros siendo dóciles al Espíritu. Dios interviene para bien de los que le aman.
  • El Espíritu Santo nos lleva a la Verdad plena: Nos fortalece para que podamos ser testigos del Señor, nos muestra la maravillosa riqueza del mensaje cristiano, nos llena de amor, de paz, de gozo, de fe y de creciente esperanza.
El Espíritu Santo y la Iglesia



Desde la fundación de la Iglesia el día de Pentecostés, el Espíritu Santo es quien la construye, anima y santifica, le da vida y unidad y la enriquece con sus dones.

El Espíritu Santo sigue trabajando en la Iglesia de muchas maneras distintas, inspirando, motivando e impulsando a los cristianos, en forma individual o como Iglesia entera, al proclamar la Buena Nueva de Jesús. Por ejemplo, puede inspirar al Papa a dar un mensaje importante a la humanidad; inspirar al obispo de una diócesis para promover un apostolado, etc.

El Espíritu Santo asiste especialmente al representante de Cristo en la tierra, el Papa, para que guíe rectamente a la Iglesia y cumpla su labor de pastor del rebaño de Jesucristo.

Los 7 Dones del Espíritu Santo
(Ven Espíritu Santo)

Secuencia



Ven, Espíritu divino,
manda tu luz desde el cielo.
Padre amoroso del pobre;
don, en tus dones espléndido;
luz que penetra las almas;
fuente del mayor consuelo.

Ven, dulce huésped del alma,
descanso de nuestro esfuerzo,
tregua en el duro trabajo,
brisa en las horas de fuego,
gozo que enjuga las lágrimas
y reconforta en los duelos.

Entra hasta el fondo del alma,
divina luz, y enriquécenos.
Mira el vacío del hombre,
si Tú le faltas por dentro;
mira el poder del pecado,
cuando no envías Tu aliento.

Riega la tierra en sequía,
sana el corazón enfermo,
lava las manchas, infunde calor
de vida en el hielo,
doma el espíritu indómito,
guía al que tuerce el sendero.

Reparte tus siete dones,
según la fe de tus siervos;
por tu bondad y tu gracia,
dale al esfuerzo su mérito;
salva al que busca salvarse
y danos tu gozo eterno.

Amén.


En Pentecostés (o Domingo de Pentecostés) se celebra el descenso del Espíritu Santo y el inicio de la actividad de la Iglesia, por ello también se le conoce como la celebración del Espíritu Santo.

La Fiesta de Pentecostés, es el segundo domingo más importante del año litúrgico, en donde los cristianos tienen la oportunidad de vivir intensamente la relación existente entre la Resurrección de Cristo, Su Ascensión y la Venida del Espíritu Santo.

Siete semanas son 50 días, de ahí el nombre de "PENTECOSTÉS" que recibió más tarde. La Fiesta de Pentecostés es uno de los Domingos más importantes del año, después de la Pascua.

En el Antiguo Testamento era la fiesta de la cosecha y, posteriormente, los israelitas, la unieron a la Alianza en el Monte Sinaí, 50 días después de la salida de Egipto.

En el calendario cristiano con Pentecostés termina el tiempo pascual de los 50 días. Los 50 días pascuales y las fiestas de la Ascensión y Pentecostés, forman una unidad. No son fiestas aisladas de acontecimientos ocurridos en el tiempo, son parte de un sólo y único misterio.

Aunque durante mucho tiempo, debido a su importancia, esta fiesta fue llamada por el pueblo segunda Pascua, la liturgia actual de la Iglesia, si bien la mantiene como máxima solemnidad después de la festividad de Pascua, no pretende hacer un paralelo entre ambas, muy por el contrario, busca formar una unidad en donde se destaque Pentecostés como la conclusión de la cincuentena pascual. Vale decir como una fiesta de plenitud y no de inicio.

Los Siete Dones del Espíritu Santo

  1. SABIDURÍA: Gusto para lo espiritual, capacidad de juzgar según la medida de Dios. El primero y mayor de los siete dones.
  2. ENTENDIMIENTO: Es una gracia del Espíritu Santo para comprender la Palabra de Dios y profundizar las verdades reveladas.
  3. CONSEJO: Ilumina la conciencia en las opciones que la vida diaria le impone, lo que conviene más al alma.
  4. FORTALEZA: Fuerza sobrenatural que sostiene la virtud moral de la fortaleza. Para obrar valerosamente lo que Dios quiere de nosotros, y sobrellevar las contrariedades de la vida. Para resistir las instigaciones de las pasiones internas y las presiones del ambiente. Supera la timidez y la agresividad.
  5. CIENCIA: Nos da a conocer el verdadero valor de las criaturas en su relación con el Creador.
  6. PIEDAD: Sana nuestro corazón de todo tipo de dureza y lo abre a la ternura para con Dios como Padre y para con los hermanos como hijos del mismo Padre.
  7. TEMOR DE DIOS: Espíritu contrito ante Dios, conscientes de las culpas y del castigo divino, pero dentro de la fe en la misericordia divina. Temor a ofender a Dios, humildemente reconociendo nuestra debilidad. Sobre todo: temor filial, que es el amor de Dios: el alma se preocupa de no disgustar a Dios, amado como Padre, de no ofenderlo en nada, de "permanecer" y de crecer en la caridad.
El Espíritu Santo asiste a la Iglesia



Como lo había prometido Jesús antes de marcharse de nuevo al cielo, desde allá nos envía, junto con su Padre, al Paráclito. Es San Lucas quien nos relata su venida:




"Llegado el día de Pentecostés estaban todos reunidos en un lugar, cuando de repente sobrevino del cielo un ruido como de viento impetuoso, que llenó toda la casa. Y aparecieron unas como lenguas de fuego que se posaron sobre cada uno de ellos. Y todos fueron llenos del Espíritu Santo". (Hechos 2, 1-5).
El Espíritu Santo
  • Iluminó el entendimiento de los Apóstoles en las verdades de la fe, y los transformó de ignorantes, en sabios.
  • Fortificó su voluntad, y de cobardes los transformó en valerosos defensores de la doctrina de Cristo, que todos sellaron con su sangre.
El Espíritu Santo no descendió sólo para los Apóstoles, sino para toda la Iglesia, a la cual enseña, defiende, gobierna y santifica.
  • Enseña: Ilustrándola e impidiéndole que se equivoque (Por eso Cristo lo llamó "Espíritu de Verdad" (Juan 16, 13).
  • La Defiende: Librándola de las asechanzas de sus enemigos.
  • La Gobierna: Inspirándole lo que debe obrar y decir.
  • La Santifica: Con su gracia y sus virtudes.
Es muy significativo que los Apóstoles, en el primer Concilio, en Jerusalén, invocaron la autoridad del Espíritu Santo como fundamento de sus decisiones: "Nos ha parecido al Espíritu Santo y a nosotros". (Hechos 15, 28).

Ejemplos prácticos de esta asistencia del Espíritu Santo
a la Iglesia hay muchos:
  • Ningún Pontífice Romano ha errado en sus decisiones dogmáticas.
  • Siempre se han desencadenado contra ella graves males, pero entonces suscita eminentes varones que los contrarresten.
  • Los perseguidores de la Iglesia nunca han podido hacer daños irreparables, y han tenido un fin desastroso.
  • Nunca han faltado cristianos de eminente santidad.
  • Su acción en la Iglesia es permanente: "Yo rogaré al Padre y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros eternamente" (Juan 14, 16). Tal fue la promesa de Cristo.
7 ventajas preciosas
para el que ha hecho
la promesa de propagar
la Devoción al Espíritu Santo

  1. Se crea un lazo de amor entre nuestra alma y la Tercera Persona de la Santísima Trinidad.
  2. Un aumento notable de todas nuestras devociones, especialmente a la Sagrada Eucaristía, al Corazón de Jesús y a la Santísima Virgen.
  3. Una seguridad de recibir en el alma más inspiraciones del Espíritu Santo y la fuerza para ponerlas en práctica.
  4. Procurar, de una manera excelente, la gloria de Dios, trabajando cada día en hacer conocer y amar al Santificador de las almas.
  5. Trabajar muy especialmente por el advenimiento del Reinado de Dios en el mundo por la acción del Espíritu vivificante.
  6. Ser verdadera y prácticamente Apóstol del Espíritu Santo.
  7. Atraer sobre el alma auxilios espirituales del Espíritu Santo; más íntima unión con Dios por medio del Santificador; mayor progreso en la oración mental; más consuelo, y hasta alegría, en la hora de la muerte después de tan sublime apostolado.
(El invocar a menudo al Espíritu Santo es prenda segura de acierto y ayuda en nuestros problemas y necesidades espirituales y temporales).

PENTECOSTÉS

Catecismo de la Iglesia Católica
Capítulo Tercero
Creo en el Espíritu Santo
La Santa Sede - Vaticano



731 El día de Pentecostés (al término de las siete semanas pascuales), la Pascua de Cristo se consuma con la efusión del Espíritu Santo que se manifiesta, da y comunica como Persona divina: desde su plenitud, Cristo, el Señor (cf. Hch 2, 36), derrama profusamente el Espíritu.

732 En este día se revela plenamente la Santísima Trinidad. Desde ese día el Reino anunciado por Cristo está abierto a todos los que creen en Él: en la humildad de la carne y en la fe, participan ya en la comunión de la Santísima Trinidad. Con su venida, que no cesa, el Espíritu Santo hace entrar al mundo en los "últimos tiempos", el tiempo de la Iglesia, el Reino ya heredado, pero todavía no consumado:

«Hemos visto la verdadera Luz, hemos recibido el Espíritu celestial, hemos encontrado la verdadera fe: adoramos la Trinidad indivisible porque ella nos ha salvado» (Oficio Bizantino de las Horas. Oficio Vespertino del día de Pentecostés, Tropario 4)

El Espíritu Santo
el don de Dios



733 "Dios es Amor" (1 Jn 4, 8. 16) y el Amor que es el primer don, contiene todos los demás. Este amor "Dios lo ha derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado" (Rm 5, 5).

734 Puesto que hemos muerto, o, al menos, hemos sido heridos por el pecado, el primer efecto del don del Amor es la remisión de nuestros pecados. La comunión con el Espíritu Santo (2 Co 13, 13) es la que, en la Iglesia, vuelve a dar a los bautizados la semejanza divina perdida por el pecado.

735 Él nos da entonces las "arras" o las "primicias" de nuestra herencia (cf. Rm 8, 23; 2 Co 1, 21): la vida misma de la Santísima Trinidad que es amar "como él nos ha amado" (cf. 1 Jn 4, 11-12). Este amor (la caridad que se menciona en 1 Co 13) es el principio de la vida nueva en Cristo, hecha posible porque hemos "recibido una fuerza, la del Espíritu Santo" (Hch 1, 8).

736 Gracias a este poder del Espíritu Santo los hijos de Dios pueden dar fruto. Él que nos ha injertado en la Vid verdadera hará que demos "el fruto del Espíritu, que es caridad, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, templanza" (Ga 5, 22-23). "El Espíritu es nuestra Vida": cuanto más renunciamos a nosotros mismos (cf. Mt 16, 24-26), más "obramos también según el Espíritu" (Ga 5, 25):

«Por el Espíritu Santo se nos concede de nuevo la entrada en el paraíso, la posesión del reino de los cielos, la recuperación de la adopción de hijos: se nos da la confianza de invocar a Dios como Padre, la participación de la gracia de Cristo, el podernos llamar hijos de la luz, el compartir la gloria eterna (San Basilio Magno, Liber de Spiritu Sancto, 15, 36: PG 32, 132).

El Espíritu Santo y la Iglesia


737 La misión de Cristo y del Espíritu Santo se realiza en la Iglesia, Cuerpo de Cristo y Templo del Espíritu Santo. Esta misión conjunta asocia desde ahora a los fieles de Cristo en su comunión con el Padre en el Espíritu Santo: El Espíritu Santo prepara a los hombres, los previene por su gracia, para atraerlos hacia Cristo. Les manifiesta al Señor resucitado, les recuerda su palabra y abre su mente para entender su Muerte y su Resurrección. Les hace presente el misterio de Cristo, sobre todo en la Eucaristía para reconciliarlos, para conducirlos a la comunión con Dios, para que den "mucho fruto" (Jn 15, 5. 8. 16).

738 Así, la misión de la Iglesia no se añade a la de Cristo y del Espíritu Santo, sino que es su sacramento: con todo su ser y en todos sus miembros ha sido enviada para anunciar y dar testimonio, para actualizar y extender el Misterio de la Comunión de la Santísima Trinidad:

«Todos nosotros que hemos recibido el mismo y único espíritu, a saber, el Espíritu Santo, nos hemos fundido entre nosotros y con Dios. Ya que por mucho que nosotros seamos numerosos separadamente y que Cristo haga que el Espíritu del Padre y suyo habite en cada uno de nosotros, este Espíritu único e indivisible lleva por sí mismo a la unidad a aquellos que son distintos entre sí [...] y hace que todos aparezcan como una sola cosa en él. Y de la misma manera que el poder de la santa humanidad de Cristo hace que todos aquellos en los que ella se encuentra formen un solo cuerpo, pienso que también de la misma manera el Espíritu de Dios que habita en todos, único e indivisible, los lleva a todos a la unidad espiritual» (San Cirilo de Alejandría, Commentarius in Iohannem, 11, 11: PG 74, 561).

739 Puesto que el Espíritu Santo es la Unción de Cristo, es Cristo, Cabeza del Cuerpo, quien lo distribuye entre sus miembros para alimentarlos, sanarlos, organizarlos en sus funciones mutuas, vivificarlos, enviarlos a dar testimonio, asociarlos a su ofrenda al Padre y a su intercesión por el mundo entero. Por medio de los sacramentos de la Iglesia, Cristo comunica su Espíritu, Santo y Santificador, a los miembros de su Cuerpo.

740 Estas "maravillas de Dios", ofrecidas a los creyentes en los Sacramentos de la Iglesia, producen sus frutos en la vida nueva, en Cristo, según el Espíritu.

741 "El Espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza. Pues nosotros no sabemos pedir como conviene; mas el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables" (Rm 8, 26). El Espíritu Santo, artífice de las obras de Dios, es el Maestro de la oración.


Resumen

742 "La prueba de que sois hijos es que Dios ha enviado a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo que clama: Abbá, Padre" (Ga 4, 6).

743 Desde el comienzo y hasta la consumación de los tiempos, cuando Dios envía a su Hijo, envía siempre a su Espíritu: la misión de ambos es conjunta e inseparable.

744 En la plenitud de los tiempos, el Espíritu Santo realiza en María todas las preparaciones para la venida de Cristo al Pueblo de Dios. Mediante la acción del Espíritu Santo en ella, el Padre da al mundo el Emmanuel, "Dios con nosotros" (Mt 1, 23).

745 El Hijo de Dios es consagrado Cristo (Mesías) mediante la unción del Espíritu Santo en su Encarnación (cf. Sal 2, 6-7).

746 Por su Muerte y su Resurrección, Jesús es constituido Señor y Cristo en la gloria (Hch 2, 36). De su plenitud derrama el Espíritu Santo sobre los Apóstoles y la Iglesia.

747 El Espíritu Santo que Cristo, Cabeza, derrama sobre sus miembros, construye, anima y santifica a la Iglesia. Ella es el sacramento de la comunión de la Santísima Trinidad con los hombres.

Fuente - Texto tomado de ES.CATHOLIC.NET:

Fuente - Texto tomado de ACIPRENSA:

Fuente - Texto tomado de Coleccionable - Magazine El Católico - Evangelización de la Fundación Social Juan Pablo II - Edición N° 114 (Marzo, Abril y Mayo de 2012)

Texto tomado del Catecismo de la Iglesia Católica – Capítulo Tercero – Creo en el Espíritu Santo - La Santa Sede - Vaticano

Lectura del Santo Evangelio Según San Juan 20, 19-23


19. Aquel mismo día primero de la semana, siendo ya muy tarde, y estando cerradas las puertas de la casa, donde se hallaban reunidos los discípulos por miedo de los judíos, vino Jesús, y apareciéndose en medio de ellos, les dijo:
"La paz sea con vosotros"
20. Dicho ésto, mostróles las manos y el costado. Llenáronse de gozo los discípulos con la vista del Señor.



21. El cual les repitió:
"La paz sea con vosotros. Como mi Padre me envió, así os envío también a vosotros"
22. Dichas estas palabras, alentó, o dirigió el aliento, hacia ellos; y les dijo:


"Recibid el Espíritu Santo.
23. Quedan perdonados los pecados a aquellos a quienes los perdonareis; y quedan retenidos a los que se les retuviereis"
Palabra de Dios
Gloria a Ti, Señor Jesús

San Francisco Caracciolo - Fundador - Año 1608 - Fiesta 4 de Junio


Señor: que también nosotros,
después de una vida
dedicada a tu santo servicio,
vayamos un día a acompañarte
en tu Patria feliz del cielo, para siempre.
Amen.

El que quiera ser el primero que se haga el servidor de todos
(Jesucristo)


Este santo nació en los Abruzos (Italia) en 1536 y como era de familia rica había dispuesto dedicarse al comercio y a la política. Le agradaban fuertemente el deporte y las fiestas.

Pero a los 21 años le dio una enfermedad tan terrible a la piel, que parecía lepra, y todos creían que sería incurable. Entonces Francisco le hizo a Dios esta promesa:

"Si me curas de esta enfermedad, dedicaré mi vida al sacerdocio y al apostolado"

Y cuando menos se lo esperaba quedó curado de su enfermedad, de una manera tan admirable que muchos consideraron esta curación como un verdadero milagro. Entonces nuestro joven cumplió su promesa y se dedicó a prepararse al sacerdocio. Se fue a Nápoles, y allá, apenas ordenado de sacerdote se unió a un grupo de apostolado que se dedicaba a atender a los presos de las cárceles. Este trabajo le iba a ser muy útil para cuando más tarde fundara su Comunidad religiosa.

En el año 1588 un gran apóstol llamado Juan Adorno, dispuso fundar una comunidad religiosa que dedicara la mitad del tiempo a la oración y la otra mitad al apostolado y para esto mandó una carta a un tal Ascanio Caracciolo, pidiéndole consejos acerca de este proyecto y proponiéndole que le colaborara. Y sucedió que los que llevaban la carta se equivocaron de destinatario y en vez de entregarla a Ascanio la entrega fue a nuestro santo. 

Y él al leerla encontró que esta comunidad era lo que él había deseado por muchos años y se fue donde Juan Adorno y entre los dos fundaron la nueva congregación.

Juan y Francisco hicieron un Retiro Espiritual de 40 días en un monasterio de camaldulenses, en perfecto silencio y dedicados totalmente a la oración, después de ayunar y rezar y meditar mucho, y de haber pedido insistentemente al Espíritu Santo que los iluminara, redactaron los Reglamentos de la Nueva Congregación.

La nueva comunidad recibió el nombre de "Clérigos regulares" y su reglamento tenía detalles como los siguientes:

1º. Cada día alguno de los religiosos hará ayuno (porque Jesús dijo: "Ciertos espíritus malos no se alejan sino con la oración y el ayuno").

2º. Todo religioso pasará cada día al menos una hora en el templo en oración ante el Santísimo Sacramento.

3º. Los religiosos prometerán no aspirar a cargos importantes ni a altos puestos.

Los dos fundadores se fueron a Roma y el Papa Sixto V aprobó la nueva Congregación, y les fue concedida una casa junto a la famosa Basílica Santa María la Mayor y pronto empezaron a llegarles muchos jóvenes con la aspiración de pertenecer a la comunidad recién fundada. Los fervorosos religiosos se dedicaban a predicar misiones por pueblos y veredas y a hacer apostolados en las cárceles y hospitales. Tenían ciertos sitios apartados y solitarios para retirarse de vez en cuando a dedicarse a la oración y a la meditación.

Al morir su compañero, fue nombrado nuestro santo como superior general de la Congregación, pero él se sentía totalmente indigno y firmaba así sus cartas: "Francisco el pecador".

Aunque había sido nombrado Superior General, sin embargo Francisco seguía haciendo su turno semanal para barrer las habitaciones, tender las camas de los huéspedes, y lavar la loza en la cocina, como todos los demás. Las pocas horas que concedía al sueño las pasaba sobre una mesa, o en las gradas del altar.

Sus amados pobres sabía que siempre tenía algo para regalarles, y muchas veces tuvo que salir por las calles de la ciudad a pedir limosnas para regalarles a los necesitados. En pleno invierno se quitaba su propio abrigo y lo regalaba a los más pobres.

Los pecadores sabían que en el confesionario los estaba esperando todos los días con un corazón inmensamente comprensivo.

Los envidiosos le inventaron horribles calumnias, y él callaba humildemente, dejando a Dios que se encargara de su defensa. Muchos le demostraban desprecio y otros se oponían agriamente a sus labores apostólicas, pero el santo lo soportaba todo con gran mansedumbre y paciencia. Nadie le escuchaba jamás una queja contra los que lo hacían sufrir.

Sus sermones trataban casi siempre acerca de la gran misericordia que Dios tiene para con nosotros los pecadores. Tanto que la gente lo llamaba "El predicador del Amor de Dios". Y no se cansaba de propagar en sus sermones la devoción a la Santísima Virgen.

De vez en cuando con la señal de la cruz devolvía la salud a los enfermos. La gente se arrodillaba al verlo pasar por las calles.
Fundó una gran casa religiosa en Nápoles, que pronto se llenó de nuevos religiosos de su congregación. Fundó también casas en Madrid, Valladolid y Alcalá en España. En 1607 renunció a todos sus cargos y se dedicó a la oración y a la meditación, como preparándose para la muerte. Escogió como habitación un cuartucho debajo de una escalera en la casa religiosa de Nápoles, y allí varias veces lo encontraron en el suelo, con los brazos en cruz, en éxtasis, orando mirando al crucifijo y sin darse cuenta de lo que sucedía a su alrededor.

El Sumo Pontífice le ofreció varias veces nombrarlo obispo, pero el santo que había hecho juramento de no aspirar a altos puestos, no quiso aceptar. Se sentía indigno.

En el año 1608 se fue hacia el santuario de la Santísima Virgen de Loreto y allá le permitieron pasar la noche orando ante la imagen de Nuestra Señora, y en una visión sintió que su antiguo compañero Juan Adorno le decía:

"Pronto nos encontraremos de nuevo en la eternidad"

Al día siguiente amaneció con alta fiebre. Recibió los últimos sacramentos y después de comulgar por viático empezó a decir:

"Vayamos jubilosos, vayamos jubilosos"

Uno de los presentes le preguntó:

"Vayamos jubilosos, ¿a dónde Padre Francisco?"

Y él respondió:

"A la Patria Celestial. Al cielo. Al cielo para siempre"

Y tan pronto terminó de decir estas palabras le fue concedido su deseo y murió en santa paz, pasando a la eternidad a recibir el premio de sus muchas buenas obras. Era el 4 de junio del año 1608. Tenía apenas 44 años. Su cuerpo, después de muerte despedía suaves fragancias que por tres días llenaron aquel recinto.

Fuente - Texto tomado de EWTN.COM:

San Carlos Luanga y los mártires de Uganda - Año 1886 - Fiesta Junio 3


Santos mártires de Uganda:
Os encomendamos a los jóvenes
de nuestro tiempo para que sepan
defender valientemente su pureza
contra todos los corruptores, 
y para que nunca jamás
se dejen robar por nadie su fe católica.

Uganda es un país del África. Los padres blancos del Cardenal Lavigerie empezaron a misionar ese país y pronto hubo muchos negros convertidos al catolicismo y esta religión les transformó muy notablemente su modo de pensar y obrar.

Y sucedió que el jefe de esa nación, llamado Muanga, tenía el vicio de la homosexualidad. Y cuando el jefe del personal de mensajeros del palacio José Makasa, se convirtió al catolicismo le hizo saber al jefe que la Biblia condena y prohibe totalmente la homosexualidad y que la llama una "aberración", o sea algo abominable, que va contra la Ley Divina y que es totalmente impropio de la persona humana. Y que el Libro Sagrado dice que "la homosexualidad es un pecado merecedor de la muerte" (Levítico 18) y "algo que va contra la naturaleza (Rom. 1,26) y que los que lo cometen no poseerán el Reino de Dios (1 Cor. 6,10). Esto indignó tanto al reyezuelo, que ordenó asesinar a José Makasa el 15 de noviembre de 1885, y así este llegó a ser el primero de los 26 mártires de Uganda. (Ahora se llama San José Makasa). Otra de las causas del asesinato de José fue haber reprendido al rey por el asesinato del dos misioneros.

Al saber esta terrible noticia, los demás católicos que trabajaban en el palacio real como mensajeros o empleados, en vez de acobardarse, se animaron más fuertemente a preferir morir antes que ofender a Dios.

La segunda víctima fue un pequeño mensajero llamado Denis. El jefe Muanga quiso irrespetar a un jovencito llamado Muafa, pero este le dijo que su cuerpo era un templo del Espíritu Santo, y que él se haría respetar costara lo que costara. Averiguó el rey quién le había enseñado al niño estas doctrinas y le dijeron que era otro de los mensajeros, Denis, ¡y le dio muerte! Así este jovencito llegó a ser el segundo mártir San Denis. (Antes de darle muerte, el rey le preguntó: "¿eres cristiano?" y el niño respondió: "Sí, soy cristiano y lo seré hasta la muerte").

Mientras tanto allá en un salón del palacio, el nuevo jefe de los mensajeros, Carlos Luanga (que había reemplazado a San José Makasa) reunía a todos los jóvenes y les recordaba lo que enseña San Pablo en la S. Biblia, que "los que cometen el pecado de homosexualidad tendrán un castigo inevitable por su extravío" (Rom. 1,18) y les recordaba que "homosexualidad es la tendencia a cometer acciones impuras con personas del propio sexo", y que eso no es amor de caridad que busca el bien de la otra persona, sino que es un "amor de concupiscencia" por el afecto que se siente hacia personas bien parecidas del propio sexo, y que lo que busca es satisfacer sus propios apetitos e inclinaciones anormales hacia las cualidades físicas del otro. Y les narraba cómo las ciudades de Sodoma y Gomorra fueron destruidas por una lluvia de fuego por cometer ese pecado, y cómo la Biblia anuncia tremendos castigos para los que lo cometen. Carlos terminaba sus charlas recordando aquellas palabras de Jesús: "Al que se declare a mí favor aquí, yo me declararé a su favor en el cielo".

Con estas instrucciones de Carlos Luanga, ya todos los jovencitos mensajeros y empleados del palacio real de Uganda quedaron resueltos a perder su vida antes que renunciar a las creencias católicas o perder la pureza de su alma con un pecado de homosexualidad. Y ahora iba a llegar el desenlace fatal y sangriento.

El reyezuelo tenía como primer ministro al terrible brujo Katikiro, el cual estaba disgustadísimo porque los que se volvían cristianos católicos, ya no se dejaban engañar por sus brujerías. Y entonces se propuso convencer al rey de que debía hacer morir a todos los que se declararon cristianos.

El cruel Muanga reunió a todos sus mensajeros y empleados y les dijo: "De hoy en adelante queda totalmente prohibido ser cristiano, aquí en mi reino. Los que dejen de rezar al Dios de los cristianos, y dejen de practicar esa religión, quedarán libres. Los que quieran seguir siendo cristianos irán a la cárcel y a la muerte".

Y luego les dio una orden mortal:

"Los que quieran seguir siendo cristianos darán un paso hacia adelante".

Inmediatamente Carlos Luanga, jefe de todos los empleados y mensajeros del palacio, dio el paso hacia adelante. Lo siguió el más pequeño de los mensajeros, que se llamaba Kisito. Y enseguida 22 jóvenes más dieron el paso decisivo. Inmediatamente entre golpes y humillaciones fueron llevados todos a prisión.

El Padre misionero no había alcanzado a bautizar a algunos de ellos, y entonces estos jóvenes valientes viendo que su muerte estaba ya muy próxima pidieron a Carlos que los bautizara. Y allí en la oscuridad de la prisión Carlos Luanga bautizó a los que aún no estaban bautizados, y se prepararon todos para su paso a la eternidad feliz, que ya estaba muy cerca.


El reyezuelo los volvió a reunir y les preguntó: "¿Siguen decididos a seguir siendo cristianos?". Y ellos respondieron a coro: "Cristianos hasta la muerte". Entonces por orden del cruel ministro Katikiro fueron llevados prisioneros a 60 kilómetros de distancia por el camino, y allí mismo fueron asesinados por los guardias.

Después de haberlos tenido siete días en prisión en esas lejanías, en medio de los más atroces sufrimientos, mientras reunían la leña para los holocaustos el 3 de junio del año 1886, día de la Ascensión, los envolvieron en esteras de juntos muy secos, y haciendo un inmenso montón de leña seca los colocaron allí y les prendieron fuego. Entre las llamas salían sus voces aclamando a Cristo y cantando a Dios, hasta el último aliento de su vida.

Por el camino se llevaron los verdugos a dos mártires más, ya mayores de edad. El uno por haber convertido y bautizado a unos niños (San Matías Kurumba) y el otro por haber logrado que su esposa se hiciera cristiana (San Andrés Kawa). Ellos se unieron a los otros mártires (de los cuales 17 eran jóvenes mensajeros) y en total murieron en aquel año 26 mártires católicos por defender su fe y su castidad.

El cruel Katikiro fue fusilado y echado a los perros unos años después en una revolución. El reyezuelo Muanga fue derrotado por sus enemigos y desterrado a terminar sus años en una isla solitaria. Y los 26 mártires de Uganda, con Carlos Luanga a la cabeza, fueron declarados santos por el Papa Pablo VI, y ahora en Uganda hay un millón de católicos:

"La sangre de los mártires, produce nuevos cristianos"

Fuente - Texto tomado de EWTN.COM: