sábado, 15 de abril de 2017

Santa Bernardita Soubirous - Vidente de Lourdes - Fiesta 16 de Abril




Martirologio Romano

En Nevers, en Francia, Santa María Bernarda Soubirous, virgen, la cual, nacida en Lourdes de una familia muy pobre, siendo aún niña asistió a las apariciones de la Inmaculada Santísima Virgen María, y después abrazó la vida religiosa y llevó una vida escondida y humilde.

El 11 de febrero, fiesta de la Santísima Virgen de Lourdes, nos recuerda las apariciones de la Virgen a una niña de 14 años que no sabía leer ni escribir, pero que rezaba todos los días el Rosario.

Bernardita Soubirous nació en Lourdes (Francia) en 1844. Hija de padres supremamente pobres. En el bautismo le pusieron por nombre María Bernarda (nombre que ella empleará después cuando sea religiosa), pero todos la llamaban Bernardita. Era la mayor de varios hermanos. Sus padres vivían en un sótano húmedo y miserable, y el papá tenía por oficio botar la basura del hospital. La niña tuvo siempre muy débil salud a causa de la falta de alimentación suficiente, y del estado lamentablemente pobre de la habitación donde moraba.

En los primeros años sufrió la enfermedad de cólera que la dejó sumamente debilitada. A causa también del clima terriblemente frío en invierno, en aquella región, Bernardita adquirió desde los 10 años la enfermedad del asma, que al comprimir los bronquios produce continuos ahogos y falta de respiración. Esta enfermedad la acompañará y la atormentará toda su vida. Al final de su existencia sufrirá también de tuberculosis. En ella se cumplieron aquellas palabras de Jesús:
"Mi Padre, el árbol que más quiere, más lo poda (con sufrimientos) para que produzca más frutos" (Jn. 15)
En Bernardita se cumplió aquello que dijo San Pablo:
"Dios escoge a lo que no vale a los ojos del mundo, para confundir las vanidades del mundo"

Bernardita a los 14 años no sabía leer ni escribir, ni había hecho la Primera Comunión porque no había logrado aprenderse el catecismo. Pero tenía unas grandes cualidades: rezaba mucho a la Virgen y jamás decía una mentira.

Desde el 11 de febrero de 1859 hasta el 16 de julio del mismo año, la Santísima Virgen se le aparece 18 veces a Bernardita. Nuestra Señora le dijo:
"No te voy a hacer feliz en esta vida, pero sí en la otra"
Y así sucedió. La vida de la jovencita, después de las apariciones estuvo llena de enfermedades, penalidades y humillaciones, pero con todo esto fue adquiriendo un grado de santidad tan grande que se ganó enorme premio para el cielo. Las gentes le llevaban dinero, después de que supieron que la Virgen Santísima se le había aparecido, pero ella jamás quiso recibir nada. Nuestra Señora le había contado tres secretos, que ella jamás quiso contar a nadie. Probablemente uno de estos secretos era que no debería recibir dineros ni regalos de nadie y el otro, que no hiciera nunca nada que atrajera hacia ella las miradas. Por eso se conservó siempre muy pobre y apartada de toda exhibición. Ella no era hermosa, pero después de las apariciones, sus ojos tenían un brillo que admiraba a todos.

Le costaba mucho salir a recibir visitas porque todos le preguntaban siempre lo mismo y hasta algunos declaraban que no creían en lo que ella había visto. Cuando la mamá la llamaba a atender alguna visita, ella se estremecía y a veces se echaba a llorar.


"Vaya", le decía la señora.
"¡Tenga valor!"
Y la jovencita se secaba las lágrimas y salía a atender a los visitantes demostrando alegría y mucha paciencia, como si aquello no le costara ningún sacrificio. Para burlarse de ella porque la Virgen le había dicho que masticara unas hierbas amargas, como sacrificio, el señor alcalde le dijo:
"¿Es que la confundieron con una ternera?"
Y la niña le respondió:
"Señor alcalde, a usted sí le sirven lechugas en el almuerzo? Claro que sí. ¿Y es que lo confunden con un ternero?"
Todos rieron y se dieron cuenta de que era humilde pero no era tonta.

Bernardita pidió ser admitida en la Comunidad de Hijas de la Caridad de Nevers. Demoraron en admitirla porque su salud era muy débil. Pero al fin la admitieron. A los cuatro meses de estar en la comunidad estuvo a punto de morir por un ataque de asma, y le recibieron sus votos religiosos, pero enseguida curó. En la comunidad hizo de enfermera y de sacristana, y después por nueve años estuvo sufriendo una muy dolorosa enfermedad, siempre entre la vida y la muerte. Cuando le llegaban los más terribles ataques exclamaba:
"Lo que le pido a Nuestro Señor no es que me conceda la salud, sino que me conceda valor y fortaleza para soportar con paciencia mi enfermedad. Para cumplir lo que recomendó la Santísima Virgen, ofrezco mis sufrimientos como penitencia por la conversión de los pecadores"


Uno de los medios que Dios tiene para que las personas santas lleguen a un altísimo grado de perfección, consiste en permitir que les llegue la incomprensión, y muchas veces de parte de personas que están en altos puestos y que al hacerles la persecución piensan que con ésto están haciendo una obra buena. Bernardita tuvo por superiora durante los primeros años de religiosa a una mujer que le tenía una antipatía total, y casi todo lo que ella hacía lo juzgaba negativamente. Así, por ejemplo, a causa de un fuerte y continuo dolor que la joven sufría en una rodilla, tenía que cojear un poco. Pues bien, la superiora decía que Bernardita cojeaba para que la gente al ver las religiosas pudiera distinguir desde lejos cuál era la que había visto a la Virgen. Y así en un sinnúmero de detalles desagradables la hacía sufrir. Y ella jamás se quejaba ni se disgustaba por todo esto. Recordaba muy bien la noticia que le había dado la Madre de Dios:
"No te haré feliz en esta vida, pero sí en la otra"
A pesar de haber sido dócil instrumento para extender la devoción a la Inmaculada, Bernardita no se contaminó con la gloria humana. El día que el obispo de Lourdes, ante 50.000 peregrinos, colocó la estatua de la Virgen sobre la roca de Massabielle, Bernardita tuvo que permanecer en su celda, víctima de un ataque de asma. Y cuando el dolor físico se hacía más insoportable, suspiraba:
"No, no busco alivio, sino sólo la fuerza y la paciencia"
Su breve existencia transcurrió en la humilde aceptación del sufrimiento físico como generosa respuesta a la invitación de la Inmaculada para pagar con la penitencia el rescate de tantas almas que viven prisioneras del mal.


Mientras junto a la gruta de las apariciones se estaba construyendo un grande santuario para acoger a los numerosos peregrinos y enfermos en busca de alivio, Bernardita pareció desaparecer en la sombra. Pasó seis años en el Instituto de Lourdes, de las Hermanas de la Caridad de Nevers, y en el que después fue admitida como novicia.

Duró 15 años de religiosa. Los primeros seis años estuvo trabajando, pero fue tratada con mucha indiferencia por las superioras. Después los otros nueve años padeció noche y día de dos terribles enfermedades: el asma y la tuberculosis. Cuando llegaba el invierno, con un frío de varios grados bajo cero, se ahogaba continuamente y su vida era un continuo sufrir. Deseaba mucho volver a Lourdes, pero desde el día en que fue a visitar la Gruta por última vez para irse de religiosa, jamás volvió por allí. Ella repetía:
"Ah quién pudiera ir hasta allá, sin ser vista. Cuando se ha visto una vez a la Santísima Virgen, se estaría dispuesto a cualquier sacrificio con tal de volverla a ver. Tan bella es"
A quien la animaba le contestaba con la radiante sonrisa de los momentos de felicidad cuando estaba a la presencia de la blanca Señora de Lourdes:


"María es tan bella que quienes la ven querrían morir para volver a verla"
Al llegar a la Comunidad reunieron a las religiosas y le pidieron que les contara cómo habían sido las apariciones de la Virgen. Luego le prohibieron volver a hablar de esto, y en los 15 años de religiosa ya no se le permitió tratar este tema. Son sacrificios que a los santos les preparan altísimo puesto en el cielo. Cuando ya le faltaba poco para morir, llegó un obispo a visitarla y le dijo que iba camino de Roma, que le escribiera una carta al Santo Padre para que le enviara una bendición, y que él la llevaría personalmente. Bernardita, con mano temblorosa, escribe:
"Santo Padre, qué atrevimiento, que yo una pobre hermanita le escriba al Sumo Pontífice. Pero el Sr. Obispo me ha mandado que lo haga. Le pido una bendición especial para esta pobre enferma"
A vuelta del viaje el Sr. Obispo le trajo una bendición especialísima del Papa y un crucifijo de plata que le enviaba de regalo el Santo Padre. El 16 de abril de 1879, exclamó emocionada:
"Yo vi la Virgen. Sí, la vi, la vi ¡qué hermosa era!"
Y después de unos momentos de silencio exclamó emocionada:
"Ruega Señora por esta pobre pecadora"


Y apretando el crucifijo sobre su corazón se quedó muerta. Bernardita, la humilde pastorcita que pudo contemplar con sus propios ojos a la Virgen Inmaculada, murió el 16 de abril de 1879. Tenía apenas 35 años. A los funerales de Bernardita asistió una muchedumbre inmensa. Y ella empezó a conseguir milagros de Dios, en favor de los que le pedían su ayuda. Fue beatificada el año 1935. Y el 8 de diciembre de 1933, el Santo Padre Pío XI la declaró Santa.

Nota: La Iglesia católica la festeja el 16 de abril, día de su fallecimiento, pero en Francia se la festeja el 18 de febrero.

Fuente - Texto tomado de EWTN:
http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Bernardita_Soubirous.htm

Fuente - Texto tomado de ES.CATHOLIC.NET:
http://es.catholic.net/santoral/articulo.php?id=36845

Novena a la Divina Misericordia - Día Tercero - Abril 16 de 2017


Por las almas devotas y fieles

(Diario, N° 1214)


Jesús misericordioso, que desde el tesoro de tu misericordia les concedas a todos tus gracias en gran abundancia, acógenos en la morada de tu compasivísimo Corazón y nunca nos dejes escapar de Él. Te lo suplicamos por el inconcebible amor tuyo con que tu Corazón arde por el Padre celestial.

Padre Eterno, mira con misericordia a las almas fieles como herencia de tu Hijo y por su dolorosa pasión, concédeles tu bendición y rodéalas con tu protección constante, para que no pierdan el amor y el tesoro de la santa fe, sino que con toda la legión de los ángeles y los santos, glorifiquen tu infinita misericordia por los siglos de los siglos. Amén.

Invocación para todos
los días de la Novena

Oh Sangre y Agua que brotaste del Corazón de Jesús como manantial de misericordia para nosotros, en ti confío.

Coronilla de la Divina Misericordia

Video tomado de Youtube: http://youtu.be/4vTMS0uvDWc

Texto tomado del Libro: Novena del Señor de la Divina Misericordia - Caballeros de la Virgen

Semana Santa: Domingo de Resurrección o de Pascua - Abril 16 de 2017


Celebramos hoy la Resurrección del Señor. La fiesta de la Pascua es la más importante de todo el año litúrgico. Es una fiesta de luz; el Señor resucitado nos ilumina, pone en nuestros corazones una inmensa alegría, una inmensa esperanza, y nos llena también de amor.

El Evangelio nos refiere los acontecimientos de la mañana del Domingo de Pascua. El día siguiente al sábado, María de Magdala se dirige al sepulcro por la mañana temprano, cuando todavía era de noche. El sábado no se puede mover nadie, según un precepto muy rígido de la ley judía. Pero el día termina con la noche; por consiguiente, cuando todavía estaba oscuro, María se pone en movimiento para ir al sepulcro. María está llena de amor, pero también llena de dolor. Cuando llega a la tumba, se lleva una sorpresa: se da cuenta de que la losa ha sido quitada del sepulcro.


Todo el fragmento pretende hacernos comprender que la resurrección es un acontecimiento inesperado para los discípulos. Ellos pensaban que todo había terminado con la muerte de Jesús, no habían comprendido las predicciones de Jesús sobre la resurrección. Debemos reconocer, efectivamente, que estas predicciones, tal como aparecen en el Evangelio, no eran demasiado claras. Jesús hablaba de "volver a levantarse", que no ha de interpretarse necesariamente como "resucitar", hablaba de "despertarse", pero los discípulos no comprendían a qué se referían estas palabras. Por eso, carecían por completo de preparación para el acontecimiento de la resurrección del Señor.


María de Magdala no concluye de la visión de la losa quitada que el Señor ha resucitado, sino que "se han llevado del sepulcro al Señor". La resurrección es, para ella, una cosa extraña e impensable. Jesús ha muerto; no podía salir de la tumba por sí solo; por eso se lo han llevado, y "no sabemos dónde lo han puesto". Se trata de una violación del sepulcro. Ésa es la conclusión a la que llega María de Magdala.

María corre a contar lo sucedido a dos discípulos, que se dirigen enseguida al sepulcro, a fin de comprobar el relato de la mujer. Estos dos discípulos son Simón Pedro y el discípulo al que Jesús amaba. El evangelista advierte que el otro discípulo, aunque corre más rápido que Pedro y llega antes (probablemente porque era más joven), está lleno de respeto por Pedro, le considera verdaderamente el jefe de los apóstoles; por eso no entra de inmediato en el sepulcro, sino que deja entrar primero a Pedro.
"Llega, pues, Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro. Observa los lienzos en el suelo y el sudario que le había envuelto la cabeza no en el suelo con los lienzos, sino enrollado en lugar aparte"
Lo que ve Pedro atestigua un hecho verdaderamente extraño. ¿Qué significa? Si unos malhechores se hubieran llevado el cuerpo de Jesús, se lo hubieran llevado a buen seguro con las vendas y con el sudario, no habrían dejado las vendas en el suelo y plegado el sudario en un lugar aparte. Cuando entra en el sepulcro el otro discípulo, ve también las vendas y el sudario, pero tiene como una iluminación y comprende:
"No han robado el cuerpo de Jesús; Jesús ha recobrado la vida: una vida de una modalidad distinta a la terrena; una vida en la que las vendas y el sudario ya no tienen ninguna utilidad. El otro discípulo: vio y creyó"
El evangelista observa a continuación:
"Hasta entonces no habían entendido las Escrituras, que había de resucitar de la muerte"
Juan quiere hacernos comprender que el acontecimiento de la resurrección de Jesús no lo reconocieron los discípulos a partir de la Escritura, sino que, al contrario, fue éste el que iluminó lo que decía la Escritura. Sólo después de este acontecimiento comprendieron los discípulos lo que quería decir la Escritura y lo que querían decir las predicciones de Jesús. Antes no sabían interpretarlas. La resurrección de Jesús fue el acontecimiento que iluminó la mente y el corazón de los discípulos.


Jesús resucitado es fuente de luz, de una luz muy reconfortante y positiva. La resurrección de Jesús revela el sentido de su Pasión. Ésta, sin la resurrección, aparecería como un acontecimiento dramático, negativo, como una tremenda derrota, un final sin esperanza. La resurrección de Jesús muestra, en cambio, todo el valor de la Pasión, demuestra que ésta no ha sido una derrota, sino una victoria, la victoria del amor. El buen pastor ha dado su vida por las ovejas (cf. Jn 10,11). Como dice Jesús:
"Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por los amigos" (Jn 15,13)
Jesús vivió su Pasión con amor; por eso obtuvo la resurrección. Obtuvo una vida nueva, que no es la terrena. Obtuvo una vida misteriosa, una vida eterna, llena de belleza y de poder. Acojamos, por tanto, este mensaje de la resurrección de Jesús. Hemos de saber que no podremos reconocerla a no ser por medio de la fe. Hablando humanamente, es un acontecimiento inexplicable. Sin embargo, la fe nos hace conscientes de la intervención divina y nos hace acoger esta luz poderosa, que ilumina no sólo el misterio de Jesús, sino también toda nuestra existencia.



El Domingo de Resurrección o de Pascua es la fiesta más importante para todos los católicos, ya que con la Resurrección de Jesús es cuando adquiere sentido toda nuestra religión. Cristo triunfó sobre la muerte y con ésto nos abrió las puertas del Cielo. En la Misa dominical recordamos de una manera especial esta gran alegría. Se enciende el Cirio Pascual que representa la luz de Cristo resucitado y que permanecerá prendido hasta el día de la Ascensión, cuando Jesús sube al Cielo.



La Resurrección de Jesús es un hecho histórico, cuyas pruebas entre otras, son el sepulcro vacío y las numerosas apariciones de Jesucristo a sus apóstoles. Cuando celebramos la Resurrección de Cristo, estamos celebrando también nuestra propia liberación. Celebramos la derrota del pecado y de la muerte.

En la Resurrección encontramos la clave de la esperanza cristiana: 

"Si Jesús está vivo y está junto a nosotros, ¿qué podemos temer?, ¿qué nos puede preocupar?
Cualquier sufrimiento adquiere sentido con la Resurrección, pues podemos estar seguros de que, después de una corta vida en la tierra, si hemos sido fieles, llegaremos a una vida nueva y eterna, en la que gozaremos de Dios para siempre.




San Pablo nos dice:
"Si Cristo no hubiera resucitado,
vana sería nuestra fe"
(I Corintios 15, 14)

Si Jesús no hubiera resucitado, sus palabras hubieran quedado en el aire, sus promesas hubieran quedado sin cumplirse y dudaríamos que fuera realmente Dios. Pero, como Jesús SÍ RESUCITÓ, entonces sabemos que VENCIÓ A LA MUERTE Y AL PECADO; sabemos que JESÚS ES DIOS, sabemos que nosotros resucitaremos también, sabemos que GANÓ PARA NOSOTROS LA VIDA ETERNA, y de esta manera, TODA NUESTRA VIDA ADQUIERE SENTIDO.

La Resurrección es fuente
de profunda alegría

A partir de ella, los cristianos no podemos vivir más con caras tristes. Debemos tener cara de resucitados, demostrar al mundo nuestra alegría porque Jesús ha vencido a la muerte.

La Resurrección es una
luz para los hombres

Y cada cristiano debe irradiar esa misma luz a todos los hombres, haciéndolos partícipes de la alegría de la Resurrección por medio de sus palabras, su testimonio y su trabajo apostólico. Debemos estar verdaderamente alegres por la Resurrección de Jesucristo Nuestro Señor. En este tiempo de Pascua que comienza, debemos aprovechar todas las gracias que Dios nos da para crecer en nuestra fe y ser mejores cristianos. Vivamos con profundidad este tiempo.

Con el Domingo de Resurrección comienza un Tiempo Pascual, en el que recordamos el tiempo que Jesús permaneció con los apóstoles antes de subir a los cielos, durante la fiesta de la Ascensión.




¿Cómo se celebra
el Domingo de Pascua?

Se celebra con una Misa solemne en la cual se enciende el Cirio Pascual, que simboliza a Cristo resucitado, luz de todas las gentes. En este Domingo de Pascua gritamos con todas nuestras fuerzas y desde lo más profundo de nuestro corazón:
"¡Cristo ha resucitado de entre los muertos dándonos a todos la vida!"

Este es el Domingo que le da sentido a todos los domingos en el que, con la ayuda del Espíritu Santo, queremos hacer una proclamación de júbilo y de victoria que sea capaz de asumir nuestros dolores y los transforme en esperanza, que nos convenza de una vez por todas que la muerte no es la última palabra en nuestra existencia. A la luz de esta certeza hoy brota lo mejor de nosotros mismos e irradia con todo su esplendor nuestra fe como discípulos de Jesús.

Efectivamente, somos cristianos porque creemos que Jesús ha resucitado de la muerte, está vivo, está en medio de nosotros, está presente en nuestro caminar histórico, es manantial de vida nueva y primicia de nuestra participación en la naturaleza divina, de nuestro fundirnos como una pequeña gota de agua en el inmenso mar del Corazón de Dios. Y nos levantamos con una nueva mirada sobre el mundo, porque la Resurrección de Jesús tiene un significado y una fuerza que vale para toda la humanidad, para el cosmos entero y, de manera particular, para los dolorosos acontecimientos que afligen a la humanidad.



La Buena Nueva de la Resurrección de Jesús es palabra poderosa que impulsa nuestra vida. Por eso en este Tiempo de Pascua que estamos comenzando tenemos que abrirle un surco en nuestro corazón a la Palabra, para que la fuerza de vida que ella contiene sea savia que corra por todas las dimensiones de nuestra existencia y se transforme en frutos de vida nueva. Es así como la Buena Noticia que Cristo ha resucitado cala hondo: se entreteje con nuestras dudas, con nuestro ensimismamiento en la tristeza, delatando nuestra pobre visión de la vida y mostrándonos el gran horizonte de Dios, desde donde podemos comprender el sentido y el valor de todas las cosas. Cristo resucitado se hunde en nuestro corazón y desata una gran batalla interior entre la vida y la muerte, entre la esperanza y la desesperación, entre la resignación y la consolación.



Fuente - Texto tomado de OBLATOS.COM:

Fuente - Texto tomado de REFLEXIONESCATOLICAS.COM: