martes, 28 de marzo de 2017

Ante las tentaciones: ¿Por qué somos tentados?



¿Por qué somos tentados? Porque somos libres, porque se abren ante nosotros mil posibilidades.

La tentación nos resulta algo familiar. Tenemos tentaciones en casa o en el trabajo, durante el día o en medio de la noche, en verano o en invierno, a solas o con otros. 

Cada tentación nos ofrece algo que se presenta como agradable, ventajoso, más o menos fácil. Se trata de saltarse una norma para ser más eficaces, o de apartarse del deber para disfrutar un rato placentero, o de pisotear a un rival para empezar la conquista de un anhelado puesto de trabajo. 

Ante la promesa de un resultado ventajoso, el corazón cae fácilmente en el diálogo con la tentación. Surgen las preguntas y los razonamientos. ¿De verdad es algo tan malo? ¿No seré un poco escrupuloso? Total, no hago mucho daño a otros. Además, hoy en día todos lo hacen. Por una vez no pasa nada... 

Tras la caída, la tentación nos muestra su mentira. Porque no es hermoso lograr un triunfo a costa de la herida que hemos causado en un familiar cercano. Ni siente uno alegría verdadera si, después de haber visto una película divertida, recuerda que ha dejado de lado la petición de ayuda de un enfermo. 

Otras veces no somos capaces de reconocer el veneno escondido en cada tentación, ni siquiera tras la caída. Porque en el fondo de nuestras almas hay un deseo extraño de independencia, de rebeldía, de vivir al margen de Dios. 


En unas líneas de su libro "Jesús de Nazaret", Benedicto XVI explicaba otras dimensiones propias de la tentación que facilitan el engaño: 

Es propio de la tentación adoptar una apariencia moral: no nos invita directamente a hacer el mal, eso sería muy burdo. Finge mostrarnos lo mejor: abandonar por fin lo ilusorio y emplear eficazmente nuestras fuerzas en mejorar el mundo. Además, se presenta con la pretensión del verdadero realismo. Lo real es lo que se constata: poder y pan. Ante ello, las cosas de Dios aparecen irreales, un mundo secundario que realmente no se necesita. 

Luego el Papa Ratzinger señalaba ese núcleo profundo que se esconde en cada tentación: 

La cuestión es Dios: ¿es verdad o no que Él es el real, la realidad misma? ¿Es Él mismo el Bueno, o debemos inventar nosotros mismos lo que es bueno? La cuestión de Dios es el interrogante fundamental que nos pone ante la encrucijada de la existencia humana. ¿Qué debe hacer el Salvador del mundo o qué no debe hacer?: ésta es la cuestión de fondo en las tentaciones de Jesús. 

Sí: detrás de cada tentación se esconde la pregunta sobre Dios. ¿Cómo lo veo? ¿Cómo pienso mi vida ante Él? Algunos no pueden responder, simplemente porque han excluido a Dios del horizonte humano. Otros no quieren responder, porque prefieren lanzarse al activismo sin tener que confrontarse con Alguien a quien rendir cuentas. 

Pero en el fondo, ni la negación de Dios ni el activismo salvaje resuelven el problema de las tentaciones. ¿Por qué somos tentados? Porque somos libres, porque se abren ante nosotros mil posibilidades, porque hay en cada corazón un desorden que intenta arrastrarnos hacia el mal, la injusticia, el egoísmo. 

Las tentaciones no son, ciertamente, la última palabra de la historia humana. Más allá de ellas, una voz respetuosa y cercana nos invita a aceptar el Amor de Dios y a vivir según el hermoso ideal del cristianismo.


Desde que Cristo vino al mundo, es posible no sólo levantarse tras una caída, sino también decir un "no" claro y firme ante cada tentación. Un "no" que es, en el fondo, un gran "sí": un "sí" al amor a Dios y a los hermanos.

Fuente - Texto tomado de ES.CATHOLIC.NET:
http://es.catholic.net/meditaciondehoy/ 

Asombroso testimonio: sacerdote condenado al Infierno - Madre Angélica entrevistó al Padre Steven Scheier



Madre Angélica entrevista a un sacerdote que fue condenado al infierno. Este es el estremecedor testimonio del Padre Steven Scheier, quien tras un accidente de auto, pierde la vida pero la misericordia infinita de Jesucristo le permite estar de vuelta, sabiendo él mismo que no había sido fiel a su vocación recibe, gracias a la intercesión de Nuestra Madre y de las oraciones de los fieles de distintas denominaciones cristianas la gracia de regresar. Steven Scheier era un sacerdote que no vivía según la vocación a la que había sido llamado, un accidente de auto termina con su existencia, al menos temporalmente, en ella se da cuenta que su vida sacerdotal la había vivido hipócritamente, y que se presentaba frente a Jesús con las manos vacías y manchadas, su parroquia ora por él, incluso feligreses de distintas denominaciones cristianas, y la intercesión de Nuestra Madre es decisiva para el nuevo rumbo de la vida del Padre Scheier. (1997-04-15 - EWTN).

El P. Steven Scheier sabe de primera mano lo difícil que es hacer una buena confesión. En su caso, lo que le reveló la gravedad del estado de su alma y la importancia de una verdadera contrición al confesarse fue una experiencia cercana a la muerte tras un accidente de coche en 1985, en la que sufrió una fractura del cuello y un corte cerebral.

Le daban una probabilidad de recuperación de 15% pero se recuperó por completo. Meses después, leyó la parábola del árbol que no daba fruto e iba a ser cortado pero por las súplicas de un hortelano se le concedió otra oportunidad. Recordó entonces una conversación que le había cambiado la vida en la que creyó oír la voz del Señor Jesucristo y a Su Santísima Madre.

Al ser juzgado y oír sus pecados no confesados, sólo pudo asentir a cada uno sin encontrar ninguna excusa porque estaba ante la Verdad. Al oír la sentencia de infierno, pensó que sí, que sabía que se lo merecía, que era la única conclusión lógica. En ese momento oyó una voz femenina que pedía a Su Hijo por su vida y su alma. El Señor respondió que había sido un sacerdote por sí mismo en vez de para Él. Ella insistió, diciendo que si le daban gracia y ayuda especiales quizás mejoraría y si no, que se hiciera Su Voluntad. El Señor dijo:
“Madre, es tuyo”
Links para ver videos con la entrevista:
Fuente - Texto tomado de GLORIA.TV:
http://gloria.tv/?media=57767

Fuente - Texto tomado de INFOCATOLICA.COM:
http://infocatolica.com/blog/sarmientos.php/0909260333-sacerdote-que-se-oyo-condenad

Oración de la Santa Cruz: "Con este Signo vencerás" - dijo una voz celestial



Dios Todopoderoso que habéis sufrido la muerte en el árbol particular por todos mis pecados, ven conmigo Santa Cruz y Jesucristo, tened piedad de nosotros.

Santa Cruz de Jesucristo, aparta de mí toda arma cortante.

Santa Cruz de Jesucristo, vierte sobre mí todo bien.

Santa Cruz de Jesucristo, aparta de mí todo mal.

Santa Cruz de Jesucristo, procuradme salud.

Santa Cruz de Jesucristo, aparta de mí todo atentado de muerte.

Santa Cruz de Jesucristo, guardadme de accidentes corporales y temporales y que yo adore la Santa Cruz de Jesucristo para siempre.

Jesucristo de Nazareth Crucificado, tened piedad de mí por todos los siglos de los siglos.

Haced que el invencible espíritu maligno se aparte de mí.



Esta plegaria fue hallada en 1505 en el sepulcro de Nuestro Señor Jesucristo y enviada a San Miguel en Francia.

Aquel que lea esta plegaria, que la oiga leer, que la publique o que la lleve encima, no morirá en pecado mortal, no se ahogará ni se quemará, ni ningún vecino le hará daño, ni tampoco caerá nunca en poder de sus enemigos y no será vencido en las batallas.

Una mujer que vaya de parto y oiga leer esta plegaria o la lleve encima librará felizmente al recién nacido.

Poniendo esta plegaria en el costado derecho quedará preservado de un gran número de accidentes.

Todo el que lleve esta plegaria encima será guardado de epilepsia y cuando en la calle vea a una persona atacada de dicha enfermedad, se pone esta plegaria en su costado derecho y quedará instantáneamente sano levantándose con alegría.


Aquel que ha escrito esta plegaria para él o para otros, lo bendecirá el Señor y el que burle o haga sarcasmo, hará penitencia, deberá hacerla.

Siempre que esta plegaria esté depositada o colocada en una casa, será libre de truenos y rayos. Y aquel que diariamente la lea será avisado por tres días y promovido por medio de un signo divino en la hora de la muerte que será la del reposo eterno.

Eladio Jaramillo, Obispo