viernes, 17 de febrero de 2017

Santa Bernardita Soubirous - Vidente de Lourdes - Fiesta 18 de Febrero




Martirologio Romano

En Nevers, en Francia, Santa María Bernarda Soubirous, virgen, la cual, nacida en Lourdes de una familia muy pobre, siendo aún niña asistió a las apariciones de la Inmaculada Santísima Virgen María, y después abrazó la vida religiosa y llevó una vida escondida y humilde.

El 11 de febrero, fiesta de la Santísima Virgen de Lourdes, nos recuerda las apariciones de la Virgen a una niña de 14 años que no sabía leer ni escribir, pero que rezaba todos los días el Rosario.

Bernardita Soubirous nació en Lourdes (Francia) en 1844. Hija de padres supremamente pobres. En el bautismo le pusieron por nombre María Bernarda (nombre que ella empleará después cuando sea religiosa), pero todos la llamaban Bernardita. Era la mayor de varios hermanos. Sus padres vivían en un sótano húmedo y miserable, y el papá tenía por oficio botar la basura del hospital. La niña tuvo siempre muy débil salud a causa de la falta de alimentación suficiente, y del estado lamentablemente pobre de la habitación donde moraba.

En los primeros años sufrió la enfermedad de cólera que la dejó sumamente debilitada. A causa también del clima terriblemente frío en invierno, en aquella región, Bernardita adquirió desde los 10 años la enfermedad del asma, que al comprimir los bronquios produce continuos ahogos y falta de respiración. Esta enfermedad la acompañará y la atormentará toda su vida. Al final de su existencia sufrirá también de tuberculosis. En ella se cumplieron aquellas palabras de Jesús:
"Mi Padre, el árbol que más quiere, más lo poda (con sufrimientos) para que produzca más frutos" (Jn. 15)
En Bernardita se cumplió aquello que dijo San Pablo:
"Dios escoge a lo que no vale a los ojos del mundo, para confundir las vanidades del mundo"

Bernardita a los 14 años no sabía leer ni escribir, ni había hecho la Primera Comunión porque no había logrado aprenderse el catecismo. Pero tenía unas grandes cualidades: rezaba mucho a la Virgen y jamás decía una mentira.

Desde el 11 de febrero de 1859 hasta el 16 de julio del mismo año, la Santísima Virgen se le aparece 18 veces a Bernardita. Nuestra Señora le dijo:
"No te voy a hacer feliz en esta vida, pero sí en la otra"
Y así sucedió. La vida de la jovencita, después de las apariciones estuvo llena de enfermedades, penalidades y humillaciones, pero con todo esto fue adquiriendo un grado de santidad tan grande que se ganó enorme premio para el cielo. Las gentes le llevaban dinero, después de que supieron que la Virgen Santísima se le había aparecido, pero ella jamás quiso recibir nada. Nuestra Señora le había contado tres secretos, que ella jamás quiso contar a nadie. Probablemente uno de estos secretos era que no debería recibir dineros ni regalos de nadie y el otro, que no hiciera nunca nada que atrajera hacia ella las miradas. Por eso se conservó siempre muy pobre y apartada de toda exhibición. Ella no era hermosa, pero después de las apariciones, sus ojos tenían un brillo que admiraba a todos.

Le costaba mucho salir a recibir visitas porque todos le preguntaban siempre lo mismo y hasta algunos declaraban que no creían en lo que ella había visto. Cuando la mamá la llamaba a atender alguna visita, ella se estremecía y a veces se echaba a llorar.


"Vaya", le decía la señora.
"¡Tenga valor!"
Y la jovencita se secaba las lágrimas y salía a atender a los visitantes demostrando alegría y mucha paciencia, como si aquello no le costara ningún sacrificio. Para burlarse de ella porque la Virgen le había dicho que masticara unas hierbas amargas, como sacrificio, el señor alcalde le dijo:
"¿Es que la confundieron con una ternera?"
Y la niña le respondió:
"Señor alcalde, a usted sí le sirven lechugas en el almuerzo? Claro que sí. ¿Y es que lo confunden con un ternero?"
Todos rieron y se dieron cuenta de que era humilde pero no era tonta.

Bernardita pidió ser admitida en la Comunidad de Hijas de la Caridad de Nevers. Demoraron en admitirla porque su salud era muy débil. Pero al fin la admitieron. A los cuatro meses de estar en la comunidad estuvo a punto de morir por un ataque de asma, y le recibieron sus votos religiosos, pero enseguida curó. En la comunidad hizo de enfermera y de sacristana, y después por nueve años estuvo sufriendo una muy dolorosa enfermedad, siempre entre la vida y la muerte. Cuando le llegaban los más terribles ataques exclamaba:
"Lo que le pido a Nuestro Señor no es que me conceda la salud, sino que me conceda valor y fortaleza para soportar con paciencia mi enfermedad. Para cumplir lo que recomendó la Santísima Virgen, ofrezco mis sufrimientos como penitencia por la conversión de los pecadores"


Uno de los medios que Dios tiene para que las personas santas lleguen a un altísimo grado de perfección, consiste en permitir que les llegue la incomprensión, y muchas veces de parte de personas que están en altos puestos y que al hacerles la persecución piensan que con ésto están haciendo una obra buena. Bernardita tuvo por superiora durante los primeros años de religiosa a una mujer que le tenía una antipatía total, y casi todo lo que ella hacía lo juzgaba negativamente. Así, por ejemplo, a causa de un fuerte y continuo dolor que la joven sufría en una rodilla, tenía que cojear un poco. Pues bien, la superiora decía que Bernardita cojeaba para que la gente al ver las religiosas pudiera distinguir desde lejos cuál era la que había visto a la Virgen. Y así en un sinnúmero de detalles desagradables la hacía sufrir. Y ella jamás se quejaba ni se disgustaba por todo esto. Recordaba muy bien la noticia que le había dado la Madre de Dios:
"No te haré feliz en esta vida, pero sí en la otra"
A pesar de haber sido dócil instrumento para extender la devoción a la Inmaculada, Bernardita no se contaminó con la gloria humana. El día que el obispo de Lourdes, ante 50.000 peregrinos, colocó la estatua de la Virgen sobre la roca de Massabielle, Bernardita tuvo que permanecer en su celda, víctima de un ataque de asma. Y cuando el dolor físico se hacía más insoportable, suspiraba:
"No, no busco alivio, sino sólo la fuerza y la paciencia"
Su breve existencia transcurrió en la humilde aceptación del sufrimiento físico como generosa respuesta a la invitación de la Inmaculada para pagar con la penitencia el rescate de tantas almas que viven prisioneras del mal.


Mientras junto a la gruta de las apariciones se estaba construyendo un grande santuario para acoger a los numerosos peregrinos y enfermos en busca de alivio, Bernardita pareció desaparecer en la sombra. Pasó seis años en el Instituto de Lourdes, de las Hermanas de la Caridad de Nevers, y en el que después fue admitida como novicia.

Duró 15 años de religiosa. Los primeros seis años estuvo trabajando, pero fue tratada con mucha indiferencia por las superioras. Después los otros nueve años padeció noche y día de dos terribles enfermedades: el asma y la tuberculosis. Cuando llegaba el invierno, con un frío de varios grados bajo cero, se ahogaba continuamente y su vida era un continuo sufrir. Deseaba mucho volver a Lourdes, pero desde el día en que fue a visitar la Gruta por última vez para irse de religiosa, jamás volvió por allí. Ella repetía:
"Ah quién pudiera ir hasta allá, sin ser vista. Cuando se ha visto una vez a la Santísima Virgen, se estaría dispuesto a cualquier sacrificio con tal de volverla a ver. Tan bella es"
A quien la animaba le contestaba con la radiante sonrisa de los momentos de felicidad cuando estaba a la presencia de la blanca Señora de Lourdes:


"María es tan bella que quienes la ven querrían morir para volver a verla"
Al llegar a la Comunidad reunieron a las religiosas y le pidieron que les contara cómo habían sido las apariciones de la Virgen. Luego le prohibieron volver a hablar de esto, y en los 15 años de religiosa ya no se le permitió tratar este tema. Son sacrificios que a los santos les preparan altísimo puesto en el cielo. Cuando ya le faltaba poco para morir, llegó un obispo a visitarla y le dijo que iba camino de Roma, que le escribiera una carta al Santo Padre para que le enviara una bendición, y que él la llevaría personalmente. Bernardita, con mano temblorosa, escribe:
"Santo Padre, qué atrevimiento, que yo una pobre hermanita le escriba al Sumo Pontífice. Pero el Sr. Obispo me ha mandado que lo haga. Le pido una bendición especial para esta pobre enferma"
A vuelta del viaje el Sr. Obispo le trajo una bendición especialísima del Papa y un crucifijo de plata que le enviaba de regalo el Santo Padre. El 16 de abril de 1879, exclamó emocionada:
"Yo vi la Virgen. Sí, la vi, la vi ¡qué hermosa era!"
Y después de unos momentos de silencio exclamó emocionada:
"Ruega Señora por esta pobre pecadora"


Y apretando el crucifijo sobre su corazón se quedó muerta. Bernardita, la humilde pastorcita que pudo contemplar con sus propios ojos a la Virgen Inmaculada, murió el 16 de abril de 1879. Tenía apenas 35 años. A los funerales de Bernardita asistió una muchedumbre inmensa. Y ella empezó a conseguir milagros de Dios, en favor de los que le pedían su ayuda. Fue beatificada el año 1935. Y el 8 de diciembre de 1933, el Santo Padre Pío XI la declaró Santa.

Nota: La Iglesia católica la festeja el 16 de abril, día de su fallecimiento, pero en Francia se la festeja el 18 de febrero.

Fuente - Texto tomado de EWTN:
http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Bernardita_Soubirous.htm

Fuente - Texto tomado de ES.CATHOLIC.NET:
http://es.catholic.net/santoral/articulo.php?id=36845

¡ATENCIÓN! ¿Es usted un «Antimaría»? - ¿Podría surgir una «Antimaría» similar al «Anticristo» que anuncian las Sagradas Escrituras?



ReL - 11 de febrero 2017

Al igual que tanto las Escrituras como los Padres de la Iglesia hablan claramente de la existencia del Anticristo que llegará al final de los tiempos ahora surge también la hipótesis entre los expertos de la posible llegada también de una "Antimaría". Esta tesis es planteada por Carrie Gress en un artículo que recoge Cari Filii News:

Carrie Gress, madre de cuatro hijos a quienes educa en régimen de homeschooling, doctora por la Catholic University of America y profesora de Filosofía en la Pontifex University, abre esta posibilidad. Sus colaboraciones han aparecido en los principales medios católicos de referencia en Estados Unidos (entre ellos Aleteia, New Advent, Zenit, EWTN Radio y The National Catholic Register), y ha escrito obras de apologética, como Conversiones a empujoncitos. Una guía práctica para que tus seres queridos vuelvan a la Iglesia; sobre temática familiar, como El gran cambio de imagen: el poder transformador de la maternidad; y, con George Weigel, uno de los principales biógrafos de San Juan Pablo II, Ciudad de Santos. Una guía del peregrino a la Cracovia de Juan Pablo II.

En mayo de este año, Carrie publicará en Tan Books su primera obra específicamente consagrada a la Virgen: La Opción Mariana: la solución de Dios para una civilización en crisis. Preparando esta obra, explica en un artículo en The National Catholic Register, estudió a fondo la idea, tan presente en los Padres de la Iglesia al explicar la Redención, de María como la Nueva Eva, complemento de Cristo como el Nuevo Adán. “Esto me hizo pensar”, explica: “Si hay un Anticristo, ¿hay quizá un complemento, una Antimaría?”.

"Serían todo lo que María no es"

Gress recuerda que la idea de Anticristo no es sólo la de una persona, sino también la de un movimiento de personas a lo largo de la Historia.

¿Cómo sería entonces esa “Antimaría”, de existir?

“Esas mujeres”, contesta, “no le darían importancia a los niños. Serían obscenas, vulgares e iracundas. Se rebelarían contra la idea de cualquier cosa parecida a una obediencia humilde o al sacrificio por los demás. Serían quisquillosas, frívolas, rencorosas y excesivamente sensuales. También serían egocéntricas, manipuladoras, cotillas, inquietas y ambiciosas. En breve: serían todo lo que María no es”.

Carrie no duda de que estamos asistiendo ya a una época de estas características: “El enfoque sobre la maternidad es uno de los primeros signos de que estamos ante un nuevo movimiento. Las madres (tanto las espirituales como las biológicas) son un icono natural de María: ayudan a los demás a saber cómo es María con su generosidad, su paciencia, su compasión, su paz, su intuición, su capacidad para alimentar las almas. El amor de María (y el amor de las madres) ofrece una de las mejores imágenes de cómo es el amor de Dios: incondicional, sanador y profundamente personal”.

La desaparición en las mujeres reales del ícono de María

Pero este icono de María “ha ido desapareciendo sutilmente en las mujeres reales” durante las últimas décadas: “Primero con la píldora, y luego con la llegada del aborto, la maternidad ha caído en una trituradora. Se ha convertido en algo prescindible, hasta el punto de que la cultura dominante asiste sin pestañear a la adopción de un niño por dos hombres”.

Todas las culturas hasta ahora a lo largo de la Historia, recuerda Gress, consideraron que “una madre es decisiva (incluso en su imperfección) para alcanzar una edad adulta saludable y madurez espiritual”, y “ninguna cultura puede renovarse sin madurez espiritual”. La realidad triste de las personas que han crecido sin madre “no hace sino fortalecer el argumento de que los niños necesitan madres”. Y de hecho coincide esa devaluación actual de la maternidad con un auge sin precedentes de “traumas emocionales y mentales y rupturas”.

Y lo que se consideran “progresos de las mujeres” no parecen haberlas hecho más felices, sostiene, a juzgar por el crecimiento entre ellas de las tasas de divorcio, índices de suicidio, casos de abuso de alcohol y drogas o problemas de ansiedad y depresión.

María, fuente de dignidad e igualdad de la mujer

Si “nuestra cultura tiene una deuda de gratitud con el catolicismo por la noción radical de que las mujeres son iguales a los hombres”, fue gracias a la Virgen María, recuerda Gress. No vino de los griegos, que consideraban a las mujeres como “hombres deformes”; ni del judaísmo, donde nunca hubo un movimiento de reivindicación femenina; ni, obviamente, del islam.

Esto decía William Lecky (1838-1903), un pensador irlandés racionalista y no católico, sobre esta verdad histórica hoy olvidada: “Dejó de ser esclava o juguete de los hombres, dejó de estar asociadas a la idea de degradación y sensualidad. La mujer, en la persona de la Virgen Madre, se elevó a una nueva esfera, y se convirtió en objeto de un tributo reverencial. Nació un nuevo tipo de carácter, se fomentó una nueva forma de admiración. En una era dura, ignorante e inculta, este tipo ideal infundió una idea de mansedumbre y pureza desconocida para las más orgullosas civilizaciones del pasado”.

La idea de igualdad pudo arraigar, añade Carrie, porque “María le dio la vuelta a los pecados de Eva”.

Los errores del “antimarianismo”

¿Qué nos encontramos hoy, cuando la cultura dominante rechaza ese modelo que fue María en tiempos cristianos? Las mujeres quieren igualdad y respeto, pero para conseguirlos “no siguen la gracia de María, sino los vicios de Maquiavelo: la rabia, la intimidación, la irritación, el acoso. Este impulso agresivo hace que haya quien se enorgullezca de considerarse ‘canalla’, o se sienta ‘empoderada’ vistiéndose como una vagina, o crea que un hijo es algo que te destroza la vida”.

“El antimarianismo tiene un auténtico monopolio sobre nuestra cultura”, lamenta Carrie: “Casi no hay alternativas en la plaza pública en las que pueda contemplarse una joven. Les quedan pocos modelos. Los titulares de los periódicos y las estrellas de Hollywood le dictan a millones de mujeres y chicas cómo pensar”.

Por supuesto que lo mismo sucede con los hombres, a quienes, como sostiene el obispo auxiliar de Los Ángeles, Robert Barron, “se les está robando una adecuada comprensión del eros, ese tipo de amor animado por la belleza y la bondad, eliminado y sustituido por una forma burda de eroticismo”.

“Cuando un hombre ama a una mujer”, decía el arzobispo Fulton J. Sheen (1895-1979), “cuanto más noble es la mujer, más noble es el amor; cuanto más exige la mujer, más respetable debe ser el hombre. Por eso la mujer es la medida del nivel de nuestra civilización”.

Volver a la fuente


“El diablo sabe”, añade Carrie, “que todos los signos distintivos de la ‘antimaría’ (rabia, indignación, vulgaridad y orgullos) anulan los grandes dones de la mujer: sabiduría, prudencia, paciencia, paz serena, intuición y la capacidad para una profunda relación con Dios. A cambio, promete poder, fama, fortuna, respeto y placeres rápidos y estériles. Y, como Eva, las mujeres del movimiento antimariano siguen cayendo en sus mentiras”.

La solución a este problema, concluye Gress, es “volver a la fuente, regresar a la mujer por medio de la cual toda mujer se dignifica. Por fuerte que sea el movimiento antimariano, María sigue siendo la mujer más poderosa del mundo”.

Fuente - Texto tomado de RELIGIONENLIBERTAD.COM: