sábado, 21 de enero de 2017

San Vicente - Diácono y Mártir Año 304 - Fiesta Enero 22


San Vicente:

¡Que nos consigas del cielo la gracia de Dios que nos vuelva muy valientes para proclamar nuestra fe!

Vicente significa: "Vencedor, victorioso"

San Vicente era un diácono español, y su martirio se hizo tan famoso que San Agustín le dedicó cuatro sermones y dice de él que no hay provincia donde no le celebren su fiesta. Roma levantó tres iglesias en honor de San Vicente y el Papa San León lo estimaba muchísimo. El poeta Prudencio compuso en honor de este mártir un himno muy famoso.

Era diácono o ayudante del obispo de Zaragoza, San Valerio. (Diácono es el grado inmediatamente inferior al sacerdocio). Como el obispo tenía dificultades para hablar bien, encargaba a Vicente la predicación de la doctrina cristiana, lo cual hacía con gran entusiasmo y consiguiendo grandes éxitos por su elocuencia y su santidad.

El emperador Diocleciano decretó la persecución contra los cristianos, y el gobernador Daciano hizo poner presos al obispo Valerio y a su secretario Vicente y fueron llevados prisioneros a Valencia. No se atrevieron a juzgarlos en Zaragoza porque allí la gente los quería mucho. En la cárcel les hicieron sufrir mucha hambre y espantosas torturas para ver si renegaban de la religión. Pero cuando fueron llevados ante el tribunal, Vicente habló con tan grande entusiasmo en favor de Jesucristo, que el gobernador regañó a los carceleros por no haberlo debilitado más con más atroces sufrimientos. Les ofrecieron muchos regalos y premios si dejaban la religión de Cristo y se pasaban a la religión pagana. El obispo encargó a Vicente para que hablara en nombre de los dos, y éste dijo:


"Estamos dispuestos a padecer todos los sufrimientos posibles con tal de permanecer fieles a la religión de Nuestro Señor Jesucristo"

Entonces el perseguidor Daciano desterró al obispo y se dedicó a hacer sufrir a Vicente las más espantosas torturas para tratar de hacerlo abandonar su santa religión.

El primer martirio fue un tormento llamado "el potro": que consistía en amarrarles cables a los pies y a las manos y tirar en cuatro direcciones distintas al mismo tiempo. Este tormento hacía que se desanimaran todos los que no fueran muy valientes. Pero Vicente, fiel a su nombre, que también significa "valeroso", aguantó este terrible suplicio rezando y sin dejar de proclamar su amor a Jesucristo.

El segundo tormento fue apalearlo: el cuerpo de Vicente quedó masacrado y envuelto en sangre. Pero siguió declarando que no admitía más dioses que el Dios verdadero, ni más religión sino la de Cristo. El mismo jefe de los verdugos se quedó admirado ante el valor increíble de este mártir.

Entonces el gobernador le pidió que ahora sí le dijera dónde estaban las Sagradas Escrituras de los cristianos para quemarlas. Vicente dijo:


"Que prefería morir antes que decirle este secreto"

Y vino el tercer tormento - la parrilla al rojo vivo: lo extendieron sobre una parrilla calientísima erizada de picos al rojo vivo. Los verdugos echaban sal a sus heridas y esto le hacía sufrir mucho más. Y en todo este feroz tormento, Vicente no hacía sino alabar y bendecir a Dios.

San Agustín dice:


"El que sufría era Vicente, pero el que le daba tan grande valor era Dios. Su carne al quemarse le hacía llorar y su espíritu al sentir que sufría por Dios, le hacía cantar"

Si no hubiera sido porque Nuestro Señor le concedió un valor extraordinario, Vicente no habría sido capaz de aguantar tantos tormentos. Pero Dios cuando manda una pena, concede también el valor para sobrellevarla.

El tirano mandó que lo llevaran a un oscuro calabozo cuyo piso estaba lleno de vidrios cortantes y que lo dejaran amarrado y de pie hasta el día siguiente para seguirlo atormentando para ver si abandonaba la religión de Cristo. El poeta Prudencio dice:


"El calabozo era un lugar más negro que las mismas tinieblas; un covacho que formaban las estrechas piedras de una bóveda inmunda; era una noche eterna donde nunca penetraba la luz"

Interviene Dios. Pero a medianoche el calabozo se llenó de luz. A Vicente se le soltaron las cadenas. El piso se cubrió de flores. Se oyeron músicas celestiales. Y una voz le dijo:


"Ven valeroso mártir a unirte en el cielo con el grupo de los que aman a Nuestro Señor"

Al oír este hermoso mensaje, San Vicente se murió de emoción. el carcelero se convirtió al cristianismo, y el perseguidor lloró de rabia al día siguiente al sentirse vencido por este valeroso diácono.

Fuente - Texto tomado de EWTN.COM:

Beata Laura Vicuña - La hija que ofreció su vida por salvar a su propia madre - Fiesta Enero 22

Beata Laura Vicuña
La hija que ofreció la vida por salvar a la madre 
Nació en Santiago de Chile, el 5 de abril de 1891 y murió en Argentina el 22 de enero de 1904, a la edad de sólo 13 años. El Papa Juan Pablo II la beatificó el 3 de septiembre de 1988.

Su padre era un alto militar y jefe político de Chile. Una revolución derroca al gobierno y la familia Vicuña tiene que salir huyendo, desterrados a 500 kilómetros de la capital. Allá muere el papá y la familia queda en la miseria. Laura tiene apenas dos años cuando queda huérfana de padre. La mamá, con sus dos hijas, Laura y Julia, emprende un larguísimo viaje de ocho meses hacia las pampas de Argentina. Allá encuentra un ganadero brutal y matón, y movida por su gran miseria, la pobre Mercedes se va a vivir con él en unión libre. El hombre se llamaba Manuel Mora.

En 1900 Laura es internada en el colegio de las Hermanas Salesianas de María Auxiliadora, en el colegio de Junín de los Andes. Allí, en clase de religión, al oír que la profesora dice que a Dios le disgustan mucho los que viven en unión libre, sin casarse, la niña cae desmayada de espanto. En la próxima clase de religión, cuando la religiosa empieza a hablar otra vez de unión libre, la niña empieza a palidecer. La profesora cambia de tema pero consulta el caso con la hermana directora del colegio:
"¿Por qué será que Laura Vicuña se asusta tanto cuando se habla del pecado que es el vivir en unión libre?"
La superiora le aconseja:
"Vuelva a tratar de ese tema, y si ve que la niña se asusta, cambie de tema"
Así lo hace. Laurita se ha dado cuenta de un gravísimo mal: su madre, el ser que ella más ama en el mundo, después de Dios y la Virgen, su mamá Mercedes, vive en pecado mortal y está en grave peligro de condenación eterna. ¡Es terrible!
Y Laura hace un plan: ofrecerá su vida a Dios, con tal de que la mamá abandone a ese hombre con el cual vive en pecado.
Comunica el plan al confesor, el Padre Crestanello, salesiano. Él le dice:
"Mira que eso es muy serio. Dios puede aceptarte tu propuesta y te puede llegar la muerte muy pronto"
Pero la niña está resuelta a salvar el alma de la mamá a cualquier costo, y ofrece su vida al Señor Dios, en sacrificio para salvar el alma de la propia madre. En el colegio es admirada por las demás alumnas como la mejor compañera, la más amable y servicial. Las superioras se quedan maravilladas de su obediencia y del enorme amor que siente por Jesús Sacramentado y por María Auxiliadora.
El día de su primera comunión ofrece su vida en sacrificio a Jesús, y al ser admitida como "Hija de María", consagra su pureza a la Santísima Virgen María.
Va a pasar vacaciones a donde vive su madre. Manuel Mora trata de irrespetarla pero ella no lo permite. Prefiere ser abofeteada y azotada brutalmente por él, pero no admite ningún irrespeto a su virtud. Manuel aprende a respetarla. En una gran inundación que invade el colegio, Laura por salvar la vida de las más pequeñas, pasa largas horas de la noche entre las friísimas aguas sacando niñas en peligro, y adquiere una dolorosa enfermedad en los riñones. Dios empieza a aceptar el sacrificio que le ofreció por salvar el alma de su mamá.

Laura empieza a palidecer y a debilitarse. Siente enorme tristeza al oír de los superiores que no la podrán aceptar como religiosa, porque su madre vive en concubinato. Sigue orando por ella. Cae en cama. Dolores intensísimos. Vómitos continuos. Se retuerce del dolor. La vida de Laura se está apagando:
"Señor, que yo sufra todo lo que a Ti te parezca bien, pero que mi madre se convierta y se salve"
Va a entrar en agonía. La madre se acerca.
"Mamá, desde hace dos años ofrecí mi vida a Dios en sacrificio para obtener que tú no vivas más en unión libre. Que te separes de ese hombre y vivas santamente. Mamá: ¿antes de morir tendré la alegría de que te arrepientas, y le pidas perdón a Dios y empieces a vivir santamente?"
"¡Ay hija mía! Exclama doña Mercedes llorando, ¿entonces yo soy la causa de tu enfermedad y de tu muerte? Pobre de mí ¡Oh Laurita, qué amor tan grande has tenido hacia mí! Te lo juro ahora mismo. Desde hoy ya nunca volveré a vivir con ese hombre. Dios es testigo de mi promesa. Estoy arrepentida. Desde hoy cambiará mi vida".
Laura manda llamar al Padre Confesor.
"Padre, mi mamá promete solemnemente a Dios abandonar desde hoy mismo a aquel hombre"
Madre e hija se abrazan llorando. Desde aquel momento el rostro de Laura se torna sereno y alegre. Siente que ya nada le retiene en esta tierra. La Divina Misericordia ha triunfado en el corazón de su amadísima mamacita. Su misión en este mundo ya está cumplida. Dios la llama al Paraíso. Recibe la unción de los enfermos y su última comunión. Besa repetidamente el crucifijo. A su amiga que reza junto a su lecho de moribunda le dice:
"¡Qué contenta se siente el alma a la hora de la muerte, cuando se ama a Jesucristo y a María Santísima!"
Lanza una última mirada a la imagen que está frente a su cama y exclama:
"Gracias Jesús, gracias María"
Y muere dulcemente. Era el 22 de enero de 1904, iba a cumplir los 13 años. La madre tuvo que cambiarse de nombre y salir disfrazada de aquella región para verse libre del hombre que la perseguía. Y el resto de su vida llevó una vida santa. Laura Vicuña ha hecho muchos milagros a los que le piden que rece por ellos ante Nuestro Señor. Y el Papa Juan Pablo II la declaró Beata en 1988.

El verdadero rostro
de la Beata


En el año 2010, el periodista Gustavo Villavicencio realizó una investigación para el diario El Mercurio de Chile, fruto de la cual encontró una fotografía de un grupo de alumnas del Colegio María Auxiliadora de Junín de los Andes (Argentina), en el que aparece la beata.

Paralelamente las religiosas salesianas tenían sospechas de que el rostro tan conocido por todos, no era realmente el de la beata, "Nunca nos cuadró la niña con zapatos de charol y cuidadoso peinado, con la imagen de niña patagónica de aquel entonces", señala la hermana Elda Scalco, directora del Centro de Espiritualidad Salesiana de Junín de los Andes.

La Comunidad Salesiana trasandina solicitó, a los Carabineros de Chile, una investigación para conocer con certeza cuál era el rostro verdadero de la beata. En este estudio participaron María Benavente Aninat (antropóloga forense y asesora criminalística), Gonzalo Garín Brito (dibujante retratista), Víctor Olavarría Sepúlveda (jefe del Laboratorio de Propiedad Intelectual) y Gustavo Darcha Andrade (jefe del Departamento Criminalístico).

Las salesianas señalan que la imagen que hasta ahora se tenía de Laura Vicuña (una pintura del artista italiano Caffaro Rore) no fue producto de una "conspiración", sino de la descripción proporcionada décadas atrás por la hermana de la beata.

Además, Sor Piai, directora del Colegio María Auxiliadora en la época en que estudió Laurita Vicuña, a principios del siglo XX, la describió así: "Laura tenía cara redonda, cutis blanco, rostro siempre rosado, ojos grandes hermosos y más bien oscuros, mirada inteligente e ingenua; modesta, sonrisa habitual, aún en los sufrimientos. Lloraba y reía al mismo tiempo, la pose de la cabeza un poco inclinada hacia la derecha".

La Superiora provincial de las Hijas de María Auxiliadora en Chile, Sor Aurelia Rossi, señaló a El Mercurio que la imagen que hasta ahora se conocía "no fue un invento de las hermanas chilenas, argentinas o italianas"; y explicó que "si éste es el verdadero rostro de Laura Vicuña, ¿por qué no proclamarlo?"

Uno de los principales estudiosos de la beata, el P. Pedro de la Noi, señaló por su parte a El Mercurio que "es excelente que se haya hecho público el verdadero rostro de Laura Vicuña. Primero, para acceder a la verdad, y segundo, por ayudar a valorar que la beata es una niñita y no una señorita".

"La verdadera Laura Vicuña es más cercana, se va a valorar más el acento de niñita latinoamericana", dijo el P. De la Noi, al comentar los rasgos claramente patagónicos de la fotografía finalmente identificada como la de la beata.

Por su parte, como salesiano y devoto de Laurita, el Arzobispo de Concepción, Mons. Ricardo Ezzati señaló al diario "La Segunda" que en la foto "se ve una niña muy simpática. Se ha hecho un buen trabajo, pues la investigación científica ayuda a encontrar rasgos y datos que nos acercan a esa persona, en este caso a la vida de una niña santa".

Fuente - Texto tomado de EWTN: