sábado, 7 de enero de 2017

Oración al Sagrado Corazón de Jesús Sacramentado



SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS,
EN VOS CONFÍO


Postrado a vuestros pies humildemente,
vengo a pediros, dulce Jesús mío,
poderos repetir constantemente:
¡Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confío!


Si la confianza es prueba de ternura
esta prueba de amor daros ansío
aún cuando esté sumido en la amargura
¡Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confío!


En las horas más tristes de mi vida,
cuando todos me dejen, ¡oh Dios mío!
y el alma esté por penas combatida,
¡Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confío!


Aunque sienta venir la desconfianza
y os obligue a mirarme con desvío
no será confundida mi esperanza
¡Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confío!


Si en el Bautismo que hermoseara mi alma
yo os prometí ser vuestro y Vos ser mío
clamaré siempre en tempestad y en calma
¡Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confío!


Yo siento una confianza de tal suerte
que sin ningún temor, ¡oh Dueño mío!
espero repetir hasta la muerte
¡Sagrado Corazón de Jesús, en Vos confío!


Reina Señor, fervientes suplicamos,
sea tu amor faro en nuestro camino,
prometiste reinar y lo esperamos

¡Venga tu reino, Corazón Divino!

Lectura del Santo Evangelio Según San Mateo 2, 1-12


1. Habiendo, pues, nacido Jesús en Belén de Judá, reinando Herodes, he aquí que unos Magos vinieron del Oriente a Jerusalén.


2. Preguntando:


"¿Dónde está el nacido rey de los judíos? Porque nosotros vimos en Oriente su estrella, y hemos venido con el fin de adorarle"
3. Oyendo esto el rey Herodes, turbóse, y con él toda Jerusalén.

4. Y convocando a todos los príncipes de los sacerdotes y a los escribas del pueblo, les preguntaba en dónde había de nacer el Cristo, o Mesías.



5. A lo cual ellos respondieron:
"En Belén de Judá; que así está escrito en el Profeta: 
6. Y tú, Belén, tierra de Judá, no eres ciertamente la menor entre las principales ciudades de Judá, porque de ti es de donde ha de salir el caudillo que rija mi pueblo de Israel"
7. Entonces Herodes, llamando en secreto, o a solas, a los Magos, averiguó cuidadosamente de ellos el tiempo en que la estrella les apareció.

8. Y encaminándoles a Belén, les dijo: 
"Id e informaos puntualmente de lo que hay de ese Niño, y en habiéndole hallado, dadme aviso, para ir yo también a adorarle"

9. Luego que oyeron esto al rey, partieron. Y he aquí que la estrella que habían visto en Oriente iba delante de ellos, hasta que, llegando sobre el sitio en que estaba el Niño, se paró.



10. A la vista de la estrella se regocijaron por extremo.



11. Y entrando en la casa hallaron al Niño con María, Su Madre, y postrándose le adoraron; y abiertos sus cofres le ofrecieron presentes de oro, incienso y mirra.




12. Y habiendo recibido en sueños un aviso del cielo para que no volviesen a Herodes, regresaron a su país por otro camino.

Palabra de Dios,
Gloria a Ti, Señor Jesús

San Severino Abad - Predicador - Año 482 - Fiesta Enero 8


Había nacido probablemente en Roma el año 410. Es patrono de Viena (Austria) y de Baviera (Alemania). Su biografía la escribió su discípulo Eugipio. A nadie decía que era de Roma (la capital del mundo en ese entonces), ni que provenía de una familia noble y rica, pero su perfecto modo de hablar el latín y sus exquisitos modales y su trato finísimo lo decían.

San Severino tenía el don de profecía (anunciar el futuro) y el don de consejo, dos preciosos dones que el Espíritu Santo regala a quienes le rezan con mucha fe.

Se fue a misionar en las orillas del río Danubio en Austria y anunció a las gentes de la ciudad de Astura, que si no dejaban sus vicios y no se dedicaban a rezar más y a hacer sacrificios, iban a sufrir un gran castigo.

Nadie le hizo caso, y entonces él, declarando que no se hacía responsable de la mala voluntad de esas cabezas tan duras, se fue a la ciudad de Cumana. Pocos días después llegaron los terribles "Hunos", bárbaros de Hungría, y destruyeron totalmente la ciudad de Astura, y mataron a casi todos sus habitantes. En Cumana, el santo anunció que esa ciudad también iba a recibir castigos si la gente no se convertía. Al principio nadie le hacía caso, pero luego llegó un prófugo que había logrado huir de Astura y les dijo:

"Nada de lo terrible que nos sucedió en mi ciudad habría sucedido si le hubiéramos hecho caso a los consejos de este santo. Él quiso liberarnos, pero nosotros no quisimos dejarnos ayudar"


Entonces las gentes se fueron a los templos a orar y se cerraron las cantinas, y empezaron a portarse mejor y a hacer pequeños sacrificios, y cuando ya los bárbaros estaban llegando, un tremendo terremoto los hizo salir huyendo. Y no entraron a destruir la ciudad.

En Faviana, una ciudad que quedaba junto al Danubio, había mucha carestía porque la nieve no dejaba llegar barcos con comestibles. San Severino amenazó con castigos del cielo a los que habían guardado alimentos en gran cantidad, si no los repartían. Ellos le hicieron caso y los repartieron. Entonces el santo, acompañado de mucha gente, se puso a orar y el hielo del río Danubio se derritió y llegaron barcos con provisiones. Su discípulo preferido, Bonoso, sufría mucho de un mal de ojos. San Severino curaba milagrosamente a muchos enfermos, pero a su discípulo no lo quiso curar, porque le decía:
"Enfermo puedes llegar a ser santo. Pero si estás muy sano te vas a perder"
Y por 40 años sufrió Bonoso su enfermedad, pero llegó a buen grado de santidad. El santo iba repitiendo por todas partes aquella frase de la S. Biblia:
"Para los que hacen el bien, habrá gloria, honor y paz. Pero para los que hacen el mal, la tristeza y castigos vendrán" (Romanos 2)
Y anunciaba que no es cierto lo que se imaginan muchos pecadores:

"He pecado y nada malo me ha pasado"
Pues todo pecado trae castigos del cielo.
Y ésto detenía a muchos y les impedía seguir por el camino del vicio y del mal. San Severino era muy inclinado por temperamento a vivir retirado rezando y por eso durante 30 años fue fundando monasterios, pero las inspiraciones del cielo le mandaban irse a las multitudes a predicar penitencia y conversión.  Buscando pecadores para convertir recorría aquellas inmensas llanuras de Austria y Alemania, siempre descalzo, aunque estuviera andando sobre las más heladas nieves, sin comer nada jamás antes de que se ocultara el sol cada día; reuniendo multitudes para predicarles la penitencia y la necesidad de ayudar al pobre y sanando enfermos, despertando en sus oyentes una gran confianza en Dios y un serio temor a ofenderle; vistiendo siempre una túnica desgastada y vieja, pero venerado y respetado por cristianos y bárbaros, y por pobres y ricos, pues todos lo consideraban un verdadero santo. Se encontró con Odoacro, un pequeño reyezuelo, y le dijo proféticamente:
"Hoy te vistes simplemente con una piel sobre el hombro. Pronto repartirás entre los tuyos los lujos de la capital del mundo"
Y así sucedió. Odoacro con sus Hérulos conquistó Roma, y por cariño a San Severino respetó el cristianismo y lo apoyó. Cuando Odoacro desde Roma le mandó ofrecer toda clase de regalos y de honores, el santo lo único que le pidió fue que respetara la religión y que a un pobre hombre que habían desterrado injustamente, le concediera la gracia de poder volver a su patria y a su familia. Así se hizo.

Giboldo, rey de los bárbaros alamanos, pensaba destruir la ciudad de Batavia, San Severino le rogó por la ciudad y el rey bárbaro le perdonó por el extraordinario aprecio que le tenía a la santidad de este hombre.

En otra ciudad predicó la necesidad de hacer penitencia. La gente dijo que en vez de enseñarles a hacer penitencia les ayudara a comerciar con otras ciudades. Él les respondió:
"¿Para qué comerciar, si esta ciudad se va a convertir en un desierto a causa de la maldad de sus habitantes?"
Y se alejó de la ciudad. Poco después llegaron los bárbaros y destruyeron la ciudad y mataron a mucha gente. En Tulnman llegó una terrible plaga que destruía todos los cultivos. La gente acudió a San Severino, el cual les dijo:


"El remedio es rezar, dar limosnas a los pobres y hacer penitencia"
Toda la gente se fue al templo a rezar con él. Menos un hacendado que se quedó en su campo por pereza de ir a rezar. A los tres días la plaga se había ido de todas las demás fincas, menos de la finca del hacendado perezoso, el cual vio devorada por plagas toda su cosecha de ese año.

En Kuntzing, ciudad a las orillas del Danubio, este río hacía grandes destrozos en sus inundaciones, y le hacía mucho daño al templo católico que estaba construido a la orilla de las aguas. San Severino llegó, colocó una gran cruz en la puerta de la iglesia y dijo al Danubio:
"No te dejará mi Señor Jesucristo que pases del sitio donde está su santa cruz"
El río obedeció siempre y ya nunca pasaron sus crecientes del lugar donde estaba la cruz puesta por el santo. El 6 de enero del año 482, fiesta de la Epifanía, sintió que se iba a morir, llamó entonces a las autoridades civiles de la ciudad y les dijo:
"Si quieren tener la bendición de Dios respeten mucho los derechos de los demás. Ayuden a los necesitados y esmérense por ayudar todo lo más posible a los monasterios y a los templos"
Y entonando el Salmo 150 se murió, el 8 de enero. A los seis años fueron a sacar sus restos y lo encontraron incorrupto, como si estuviera recién enterrado. Al levantarle los párpados vieron que sus bellos ojos azules brillaban como si apenas estuviera dormido. Sus restos han sido venerados por muchos siglos, en Nápoles. En Austria todavía se conserva en uno de los conventos fundados por él, la celda donde el santo pasaba horas y horas rezando por la conversión de los pecadores y la paz del mundo.

Fuente - Texto tomado de EWTN:

Del juicio y penas de los pecadores - Imitación de Cristo - Tomás de Kempis



1. Mira el fin en todas las cosas, y de qué suerte estarás delante de aquel juez justísimo, al cual no hay cosa encubierta, ni se amansa con dádivas, ni admite excusas, sino que juzgará justísimamente.

¡Oh ignorante, y miserable pecador! ¿Qué responderás a Dios, que sabe todas tus maldades, tú que temes a veces el rostro de un hombre airado?

¿Por qué no te previenes para el día del juicio cuando no habrá quien defienda ni ruegue por otro, sino que cada uno tendrá bastante que hacer por sí?

Ahora tu trabajo es fructuoso, tu llanto aceptable, tus gemidos se oyen, tu dolor es satisfactorio y justificativo.

2. Aquí tiene grande y saludable purgatorio el hombre sufrido, que recibiendo injurias, se duele más de la malicia del injuriador que de su propia ofensa; que ruega a Dios voluntariamente por sus contrarios, y de corazón perdona los agravios, y no se detiene en pedir perdón a cualquiera; que más fácilmente tiene misericordia que se indigna; que se hace fuerza muchas veces y procura sujetar del todo su carne al espíritu.

Mejor es purgar ahora los pecados y cortar los vicios que dejar el purgarlos para lo venidero.

Por cierto nos engañamos a nosotros mismos por el amor desordenado que tenemos a la carne.

3. ¿En qué otra cosa se cebará aquel fuego sino en tus pecados?

Cuando más te perdonas ahora a ti mismo, y sigues a la carne, tanto más gravemente serás después atormentado, pues guardarás mayor materia para quemarte.

En lo mismo que más peca el hombre será más gravemente castigado.

Allí los perezosos serán punzados con los aguijones ardientes, y los golosos serán atormentados con gravísima hambre y sed.

Allí los lujuriosos y amadores de deleites, serán rociados con ardiente pez y hediondo azufre; y los envidiosos aullarán de dolor como rabiosos perros.

4. No hay vicio que no tenga su propio tormento.

Allí los soberbios estarán llenos de confusión, y los avarientos serán oprimidos con miserable necesidad.

Allí será más grave pasar una hora de pena, que aquí cien años de penitencia amarga.

Allí no hay sosiego ni consolación para los condenados; mas aquí cesan algunas veces los trabajos, y se goza del consuelo de los amigos.

Ten ahora cuidado y dolor de tus pecados, para que en el día del juicio estés seguro con los bienaventurados.

5. Pues entonces estarán los justos con gran constancia contra los que les angustiaron y persiguieron.

Entonces estará para juzgar el que aquí se sujetó humildemente al juicio de los hombres.

Entonces tendrá mucha confianza el pobre y humilde; mas el soberbio por todos lados se estremecerá.

Entonces se verá que el verdadero sabio en este mundo, fue aquel que aprendió a ser necio y menospreciado por Cristo.

Entonces agradará toda tribulación sufrida con paciencia, y toda maldad no despegará los labios.

Entonces se alegrarán todos los devotos, y se entristecerán todos los disolutos.

Entonces se alegrará más la carne afligida, que la que siempre vivió en deleites.

Entonces resplandecerá el vestido despreciado, y parecerá vil el precioso.

Entonces será más alabada la pobre casilla, que el ostentoso palacio.

Entonces ayudará más la constante paciencia, que todo el poder del mundo.

Entonces será más ensalzada la simple obediencia, que toda la sagacidad del siglo.

Entonces alegrará más la pura y buena conciencia, que toda la docta filosofía.

Entonces se estimará más el desprecio de las riquezas, que todo el tesoro de los ricos de la tierra.

Entonces te consolarás más de haber orado con devoción, que haber comido delicadamente.

Entonces te alegrarás más de haber guardado el silencio, que de haber conversado mucho.

Entonces te aprovecharán más las obras santas, que las palabras floridas.

Entonces agradará más la vida estrecha y la rigurosa penitencia, que todos los deleites terrenos.

6. Aprende ahora a padecer en lo poco, para que entonces seas libre de lo muy grave.

Prueba aquí primero lo que podrás después.

Si ahora no puedes padecer levemente, ¿cómo podrás después sufrir los tormentos eternos? Si ahora una pequeña penalidad te hace tan impaciente, ¿qué hará entonces el infierno?

De verdad no puedes tener dos gozos, deleitarte en este mundo, y después reinar en el cielo con Cristo.

Si hasta ahora hubieses vivido en honores y deleites, y te llegase la muerte, ¿qué te aprovecharía todo lo pasado?

Todo, pues, es vanidad, sino amar a Dios, y servirle a Él solo.

Porque los que aman a Dios de todo corazón, no temen la muerte, ni el tormento, ni el juicio, ni el infierno; pues el amor perfecto tiene segura entrada para Dios.

Mas quien se deleita en pecar, no es maravilla que tema la muerte y el juicio.

Bueno es no obstante que si el amor no nos desvía de lo malo, por lo menos el temor del infierno nos refrene.

Pero el que pospone el temor de Dios, no puede durar mucho tiempo en el bien; sino que caerá muy presto en los lazos del demonio.

Fuente - Texto tomado de ENCUENTRA.COM: