lunes, 29 de agosto de 2016

25 secretos que Jesús reveló a Santa Faustina Kowalska para protegerse de los ataques del demonio

Un manual de mística en la Oración


Agosto 28 de 2015

En Cracovia-Pradnik, el 2 de junio de 1938, el Señor Jesús dictó a una joven Hermana de la Misericordia polaca un retiro de tres días. Sor Faustina Kowalska registró minuciosamente las instrucciones de Cristo en su diario, que es un manual de mística en la Oración y la Divina Misericordia.

Después de haber leído el Diario unas veces en los últimos 20 años, me había olvidado del único refugio que Cristo dio sobre el tema de la Guerra Espiritual. Luego, hace poco, fui invitado a dirigir un retiro en Trinidad basado en la "Conferencia sobre la Guerra Espiritual" de Cristo tal como se presenta en el Diario.

En el Santuario de la Sagrada Familia, un grupo increíble de líderes laicos al servicio del arzobispo y sacerdotes, patrocinó el retiro la arquidiócesis de Trinidad y llenamos el Seminario de St. John Vianney para reflexionar sobre esta enseñanza.

Aquí están los secretos que Jesús reveló a su pequeña novia Faustina sobre cómo protegerse de los ataques del demonio. Estas instrucciones se convirtieron en el arma de Faustina en la lucha contra el maligno enemigo.

Jesús comenzó:

"Hija mía, quiero enseñarte acerca de la guerra espiritual"

1. Nunca confíes en ti misma, sino abandónate completamente a mi voluntad.

La confianza es un arma espiritual. La confianza es parte del escudo de la fe que San Pablo menciona en la Epístola a los Efesios (6,10-17): la armadura del cristiano. El abandono a la voluntad de Dios es un acto de confianza; la fe en acción disipa los malos espíritus.

2. En la desolación, oscuridad y dudas, acude a Mí y a tu director espiritual, él siempre te escuchará en mi Nombre.

En tiempos de guerra espiritual, reza inmediatamente a Jesús. Invoca Su Santo Nombre, que Éste es muy temido en el inframundo. Traiga las tinieblas a la luz diciéndoselo a su director espiritual o confesor y siga sus instrucciones.

3. No negocie con cualquier tentación; enciérrate inmediatamente en Mi Corazón.

En el Jardín del Edén, Eva negoció con el diablo y perdió. Tenemos que recurrir al refugio del Sagrado Corazón. Corriendo hacia Cristo, es como le damos la espalda a lo demoníaco.

4. A la primera oportunidad, revela la tentación a tu confesor.

Una buena confesión, un buen confesor, y un buen penitente, son una receta perfecta para la victoria sobre la tentación y la opresión demoníaca, ¡esto no falla!

5. Pon tu amor propio en el último lugar, de modo que este no contamine tus obras.

El amor propio es natural, pero debe ser ordenado, libre de orgullo. La humildad vence al diablo, que es el orgullo perfecto. Satanás nos tienta al amor propio desordenado, que nos lleva a la piscina del orgullo.

6. Ten gran paciencia contigo misma.

La paciencia es un arma secreta que nos ayuda a mantener la paz de nuestra alma, incluso en las grandes tormentas de la vida. La paciencia con uno mismo es parte de la humildad y la confianza. El diablo nos tienta a la impaciencia, a que se vuelva contra nosotros mismos de modo que nos enojemos. Mírate a ti mismo a la vista de Dios. Él es infinitamente paciente.

7. No descuides las mortificaciones interiores.

La Escritura enseña que algunos demonios sólo pueden ser expulsados con oración y ayuno. Las mortificaciones interiores son armas de guerra. Pueden ser pequeños sacrificios ofrecidos con gran amor. El poder del sacrificio por amor desaloja al enemigo.

8. Siempre justifícate a ti misma las opiniones de tus superiores y de tu confesor.

Cristo habla a Santa Faustina que vive en un convento. Pero todos tenemos personas con autoridad sobre nosotros. El diablo tiene como objetivo dividir y conquistar, de manera que la humilde obediencia a la auténtica autoridad es un arma espiritual.

9. Rechaza las murmuraciones como a una plaga.

La lengua es una poderosa embarcación que puede hacer mucho daño. Estar murmurando o chismeando, nunca es de Dios. El diablo es un mentiroso que suscita acusaciones falsas y chismes que pueden matar la reputación de una persona. Rechaza las murmuraciones.

10. Deja que todos actúen como quieran; pero tú tienes que actuar como Yo quiero que lo hagas.

La mente de uno mismo es la clave en la guerra espiritual. El diablo es un entrometido que intenta arrastrar a todo el mundo. Agrada a Dios y deja que las opiniones de los demás vayan por el camino.

11. Observar la regla tan fielmente como te sea posible.

Jesús se refiere a la regla de una Orden Religiosa aquí. La mayoría de nosotros hemos hecho algún voto delante de Dios y de la Iglesia y debemos ser fieles a nuestras promesas, es decir votos matrimoniales y promesas bautismales. Satanás tienta a la infidelidad, la anarquía y la desobediencia. La fidelidad es un arma para la victoria.

12. Si alguien te causa problemas, piensa en el bien que puedes hacer a la persona que te hizo sufrir.

Ser un vaso de misericordia divina es un arma para el bien y para derrotar el mal. El diablo trabaja sobre el odio, la ira, la venganza y la falta de perdón. Otros nos han hecho daño en algún momento. ¿Qué le devolveremos a cambio? Regresar una bendición rompe maldiciones.

13. No derrame sus sentimientos.

Un alma habladora será más fácilmente atacada por el demonio. Derrama tus sentimientos sólo ante el Señor. Recuerde, los espíritus buenos y malos escuchan lo que dices en voz alta. Los sentimientos son efímeros. La verdad es la brújula. El recogimiento interior es una armadura espiritual.

14. Guarda silencio cuando seas reprendida.

La mayoría de nosotros hemos sido reprendidos en algún momento. No tenemos ningún control sobre eso, pero sí podemos controlar nuestra respuesta. La necesidad de tener la razón todo el tiempo puede conducirnos a trampas demoníacas. Dios sabe la verdad. Déjala ir. El silencio es una protección. El diablo puede utilizar la justicia propia para hacernos tropezar también.

15. No le pida opinión a todos, sino sólo a tu confesor; sé tan franca y sencilla como un niño con él.

La simplicidad de la vida puede expulsar a los demonios. La honestidad es un arma para derrotar a Satanás, el mentiroso. Cuando mentimos ponemos un pie en su terreno y él intentará seducirnos aún más.

16. No se desanime por la ingratitud.

A nadie le gusta ser subestimado. Pero cuando nos encontramos con la ingratitud o la insensibilidad, el espíritu de desánimo puede ser una carga para nosotros. Resista todo desaliento porque eso nunca proviene de Dios. Es una de las tentaciones más eficaces del diablo. Tenga gratitud en todas las cosas del día y saldrá ganando.

17. No examines con curiosidad los caminos por donde yo te conduzco.

La necesidad de conocer, y la curiosidad por el futuro es una tentación que ha llevado a muchas personas a los cuartos oscuros de los psíquicos, brujas, etc. Elija caminar en la fe. Decídase a confiar en Dios quien te lleva por el camino al cielo. Resista siempre al espíritu de curiosidad

18. Cuando el aburrimiento y el desánimo, golpean contra tu corazón, huye de ti mismo y escóndete en Mi Corazón.

Jesús entrega el mismo mensaje una segunda vez. Ahora Él se refiere al aburrimiento. A principios del Diario, dijo a Santa Faustina que el diablo tienta más fácilmente a las almas ociosas. Tenga cuidado con el aburrimiento, es un espíritu de letargo o acedia. Las almas ociosas son presa fácil de los demonios.

19. No temas a la lucha; la valentía a menudo intimida a las tentaciones, y ellos no se atreven a atacarnos.

El miedo es la segunda táctica más común del diablo (el orgullo es el primero). La valentía intimida al diablo, él huirá ante el perseverante coraje que se encuentra en Jesús, la roca. Todas las personas luchan, y Dios es nuestra provisión.

20. Siempre lucha con la profunda convicción de que Yo estoy contigo.

Jesús instruye a una hermana en un convento para "luchar" con convicción. Ella puede hacerlo porque Cristo la acompaña. Los cristianos estamos llamados a luchar con convicción en contra de todas las tácticas demoníacas. El diablo trata de aterrorizar a las almas, debes resistir al terrorismo demoníaco. Invoca al Espíritu Santo en el transcurso del día

21. No se deje guiar por el sentimiento, porque no siempre está bajo tu control. Todo el mérito radica en la voluntad.

Todo el mérito radica en la voluntad, porque el amor es un acto de la voluntad. Somos completamente libres en Cristo. Tenemos que hacer una elección, una decisión para bien o para mal. ¿En qué terreno vivimos?

22. Siempre depende de tus superiores, incluso en las cosas más pequeñas.

Cristo está instruyendo a una religiosa aquí. Todos tenemos al Señor como nuestro Superior. La Dependencia de Dios es un arma de guerra espiritual, porque no podemos ganar por nuestros propios medios. Proclamar la victoria de Cristo sobre el mal es parte del discipulado. Cristo vino a derrotar a la muerte y el mal, ¡proclámalo!

23. No te engañes con perspectivas de paz y consuelo; por el contrario, prepárate para grandes batallas.

Santa Faustina sufrió física y espiritualmente. Ella estaba preparada para grandes batallas por la gracia de Dios que la sostuvo. Cristo nos instruye claramente en las Escrituras para estar preparados para grandes batallas, para ponernos la armadura de Dios y resistir al diablo (Ef. 6,11). Estar atentos y discernir siempre.

24. Sepa bien que está en un gran escenario donde todo el cielo y la tierra están mirando.

Estamos todos en un gran escenario donde el cielo y la tierra están viendo. ¿Qué mensaje estamos dando con nuestra forma de vida? ¿Qué clase de tonalidades irradiamos: luz, oscuridad o grises? ¿La forma en que vivimos atrae más luz o más oscuridad? Si el diablo no tiene éxito en llevarnos a la oscuridad, tratará de mantenernos en la categoría de los tibios, que no es agradable a Dios.

25. Lucha como un caballero, de modo que Yo pueda recompensarte. No seas excesivamente temerosa, porque tú no está sola.

Las palabras del Señor a Santa Faustina pueden convertirse en nuestro lema: ¡Lucha como un caballero! Un Caballero de Cristo sabe bien la causa por la que él lucha, la nobleza de su misión, el Rey a quien sirve, y con la bendita certeza de la victoria, que lucha hasta el final, incluso a costa de su vida. Si una joven, sin educación, una simple monja polaca unida a Cristo, puede luchar como un Caballero, todo cristiano puede hacer lo mismo. La confianza es victoriosa.

Citas del Diario de Santa Faustina son propiedad de los Marianos de la Inmaculada Concepción, Stockbridge, Massachusetts. 


Fuente - Texto tomado de RELIGIONENLIBERTAD.COM:
http://www.religionenlibertad.com/25-secretos-que-jesus-revelo-a-santa-faustina-kowalska-para-protegerse-44545.htm

Beato Tomás de Kempis - Sacerdote y Escritor Místico Siglo XV - Fiesta Agosto 30


Nacido en Kempen, Diócesis de Colonia (Alemania), 1379 ó 1380; murió el 25 de julio de 1471 en Holanda. A la edad de 13 años Tomás fue a Deventer para entrar en la comunidad de los Hermanos de la Vida Común, fundada por el Diácono Gerardo Groote, inspirado predicador que suscitó un avivamiento espiritual en los países bajos. La comunidad era una fundación laica con una rama de sacerdotes. Aunque no tomaban votos, vivían en pobreza, castidad y obediencia en la medida que fuese posible según el estado de vida. Algunos vivían en sus casas y otros en comunidad. Tenían un fondo común en el que depositaban todas sus ganancias. La ambición de todos era imitar la vida y las virtudes de los primeros cristianos, especialmente en el amor a Dios y al prójimo, en sencillez, humildad y devoción. Ya su hermano mayor era miembro de la comunidad y lo recibió con gran amor. Florentius Radewyn era el general de la comunidad. Fue maestro espiritual y gran influencia en la vida del joven Tomás.



Kempis vivió como hermano ejemplar de la comunidad por 72 años. Se dedicaba a transcribir manuscritos. Copió los manuscritos de los Padres, especialmente San Bernardo, un Misal para la comunidad y la Biblia completa en cuatro grandes volúmenes. Ordenado sacerdote en 1413, después de haber tenido que esperar por años dado a la pobreza de su comunidad de Canónigos Regulares. Además de su gran obra "La Imitación de Cristo", escribió muchas otras, entre ellas: "Oratio de elevatione mentis in Deum" y la "Vida de Lydwine, Virgen" (editor).


El Libro que lo hizo famoso
La Imitación de Cristo



En sus ratos libres, Tomás de Kempis fue escribiendo un libro que lo iba a hacer célebre en todo el mundo. LA IMITACIÓN DE CRISTO. De esta obra dijo un autor: "Es el más hermoso libro salido de la mano de un hombre" (Dicen que Kempis pidió a Dios permanecer ignorado y no conocido. Por eso la publicación de su libro sólo se hizo al año siguiente de su muerte). No lo escribió todo de una vez, sino poco a poco, durante muchos años, a medida que su espíritu se iba volviendo más sabio y su santidad y su experiencia iban aumentando. Lo distribuyó en cuatro pequeños libros. Entre la redacción de un libro y la siguiente pasaron unos cuantos años.

La obra de Tomás de Kempis representa el misticismo de la escuela de Windesheim, de los Hermanos de la Vida Común. Está repleto de citas de las Sagradas Escrituras y escritos de los Padres, especialmente de San Agustín y San Bernardo. Este libro clásico de la espiritualidad está repleto de sabias enseñanzas y consejos.


El Libro Primero
 de la
Imitación de Cristo



Narra cómo es la lucha activa que hay que librar para convertirse y reformarse y los obstáculos que se le presentan a quienes desean ser santos, entre los cuales está como principal: ser "la sirena" de este mundo, o sea la atracción, el deseo de darle gusto al propio egoísmo y de obtener honores, famas, altos puestos, riquezas y gozos sensuales y vida fácil y cómoda. Este primer libro es como el retrato de lo que Tomás tuvo que sufrir hasta sus 30 años de las luchas y peligros que se le presentaron.


El Libro Segundo
de la
Imitación de Cristo



Fue escrito por Kempis después de haber sufrido muchas tribulaciones, contradicciones, humillaciones y desengaños, especialmente en el orden afectivo. Destituido del cargo de ecónomo, abandonado por amigos que se había imaginado le iban a ser fieles; es entonces cuando descubre que hay una amistad que no defrauda nunca y es la amistad con Jesucristo, y que allí se encuentra la solución para todas las penas del alma. Este libro segundo de la imitación enseña cómo hay que comportarse en las tribulaciones y sufrimientos. Emplea mucho el nombre de Jesús indicando el afecto muy vivo y profundo que siente hacia el Redentor y que desea sientan sus lectores también.


El Libro Tercero
de la
Imitación de Cristo



Cuando redacta el Libro Tercero ya ha subido más alto en espiritualidad. Aquí ya a Cristo lo llama El Señor. Se ha dado cuenta que la santidad no depende solamente de nuestros esfuerzos sino sobre todo de la ayuda de Dios. Ha crecido en humildad y exclama:
"Cayeron los que eran como cedros del Líbano, y yo miserable, ¿qué podré esperar de mis solas fuerzas?"
Ahora ya no piensa en la muerte como algo miedoso, sino como una liberación del alma para ir a una Patria Feliz.


El Libro Cuarto
de la
Imitación de Cristo



Está dedicado a la Eucaristía y es uno de los más bellos tratados que se han escrito acerca del Santísimo Sacramento. Millones de personas en todos los continentes han leído este libro para prepararse o dar gracias cuando comulgan.


¿Un iluminado?

Muchos autores han pensado que probablemente Tomás de Kempis recibió del cielo luces muy especiales al escribir "La Imitación de Cristo". De otra manera no se podría explicar el éxito mundial que este libro ha tenido por más de cinco siglos, en todas las clases sociales. Este libro está hecho para personas que quieran sostener una lucha diaria y sin contemplaciones contra el amor propio y el deseo de sensualidad que se opone diametralmente al amor de Dios y a la paz del alma. Está redactado para quienes quieran independizarse de lo temporal y pasajero y dedicarse a conseguir lo eterno e inmortal.

La Imitación de Cristo
Libro Primero
Avisos provechosos para la vida espiritual
Capítulo 24
Del juicio y penas de los pecadores


  1. Mira el fin en todas las cosas, y de qué suerte estarás delante de aquel juez justísimo, al cual no hay cosa encubierta, ni se amansa con dádivas, ni admite excusas, sino que juzgará justísimamente. ¿Por qué no te previenes para el día del juicio cuando no habrá quién defienda ni ruegue por otro, sino que cada uno tendrá bastante que hacer por sí? 
  2. Mejor es purgar ahora los pecados y cortar los vicios que dejar el purgarlos para lo venidero. Por cierto nos engañamos a nosotros mismos por el amor desordenado que tenemos a la carne. 
  3. ¿En qué otra cosa se cebará aquel fuego sino en tus pecados? Cuando más te perdonas ahora a ti mismo, y sigues a la carne, tanto más gravemente serás después atormentado, pues guardarás mayor materia para quemarte. En lo mismo que más peca el hombre, será más gravemente castigado. Allí los perezosos serán punzados con los aguijones ardientes, y los golosos serán atormentados con gravísima hambre y sed. Allí los lujuriosos y amadores de deleites, serán rociados con ardiente pez y hediondo azufre; y los envidiosos aullarán de dolor como rabiosos perros. 
  4. No hay vicio que no tenga su propio tormento. Allí los soberbios estarán llenos de confusión, y los avarientos serán oprimidos con miserable necesidad. Allí será más grave pasar una hora de pena, que aquí 100 años de penitencia amarga. Allí no hay sosiego ni consolación para los condenados; mas aquí cesan algunas veces los trabajos, y se goza del consuelo de los amigos. 
  5. Pues entonces estarán los justos con gran constancia contra los que les angustiaron y persiguieron. Entonces agradará toda tribulación sufrida con paciencia, y toda maldad no despegará los labios. Entonces se alegrarán todos los devotos, y se entristecerán todos los disolutos. Entonces se alegrará más la carne afligida, que la que siempre vivió en deleites. Entonces se estimará más el desprecio de las riquezas, que todo el tesoro de los ricos de la tierra. Entonces agradará más la vida estrecha y la rigurosa penitencia, que todos los deleites terrenos. 
  6. Aprende ahora a padecer en lo poco, para que entonces seas libre de lo muy grave. Si ahora no puedes padecer levemente, ¿cómo podrás después sufrir los tormentos eternos? Si ahora una pequeña penalidad te hace tan impaciente, ¿qué hará entonces el infierno? Porque los que aman a Dios de todo corazón, no temen la muerte, ni el tormento, ni el juicio, ni el infierno; pues el amor perfecto tiene segura entrada para Dios. Mas quien se deleita en pecar, no es maravilla que tema la muerte y el juicio. Bueno es no obstante que si el amor no nos desvía de lo malo, por lo menos el temor del infierno nos refrene. Pero el que pospone el temor de Dios, no puede durar mucho tiempo en el bien; sino que caerá muy presto en los lazos del demonio.
Cómo se ha de resistir a las tentaciones - Imitación de Cristo - Tomás de Kempis:
http://diosysantidad.blogspot.com/2013/11/como-se-ha-de-resistir-las-tentaciones.html

Del juicio y penas de los pecadores - Imitación de Cristo - Tomás de Kempis:

http://diosysantidad.blogspot.com/2016/01/del-juicio-y-penas-de-los-pecadores.html

Cómo se debe ofrecer en las manos de Dios el hombre desconsolado - Imitación de Cristo - Tomás de Kempis:

http://diosysantidad.blogspot.com/2014/01/como-se-debe-ofrecer-en-las-manos-de.html


Fuente - Textos tomados de CATOLICO.ORG:

Los tips de una persona soberbia - según Santo Tomás de Aquino



¿Te crees mejor en todo? ¿Te cuesta ser compañero? ¿Te cuesta ver tus defectos pero criticas fácilmente los de los demás?


29 de agosto de 2016


La palabra “soberbia” designa un vicio negativo del espíritu, el superior a todos. Para Tomás de Aquino, el soberbio es el que tiene un amor desordenado hacia su propio bien por encima de otros bienes superiores. Es amor desordenado porque, como el soberbio no se conoce como quién es, sino que tiene un conocimiento de sí como de aquél que quiere ser, desea para él lo que no le es adecuado. El santo lo describe como el apetito inmoderado de la propia excelencia que, de paso, rebaja la dignidad ajena.

Otra nota que Aquino atribuye a la soberbia es que este defecto radica en la voluntad, y, precisamente por eso, el conocimiento de si mismo está distorsionado. Por el contrario, el humilde sí que se conoce bien (“donde hay humildad hay sabiduría”, dice la Escritura). Por eso, para el santo, la soberbia impide la verdadera sabiduría. En rigor, el fruto seguro de la soberbia es la ceguera de la mente y la ceguera del corazón.

Santo Tomás distingue dos tipos de soberbio: el que se gloría en sus cualidades, y el que se atribuye cosas que en realidad le sobrepasan. Obviamente el segundo es peor –también más ciego– que el primero.

La soberbia tiene que ver con la vanagloria, es decir, del amor a la gloria mundana, porque tiende a ser considerado superior a quien se es, pues así como el honor social es –según Aristóteles– el premio debido de la virtud, la soberbia busca ese honor pero sin virtud.

La soberbia se presenta sobre todo en dos frentes: en el de la ciencia, y en el del poder. En cuanto a la ciencia, es bien conocido que ésta hincha, pues el que se cree que sabe, todavía no sabe como es debido. Por lo que al poder respecta, dos son las posibles causas de soberbia: la altura del status y las obras. No es extraño, pues, que, sobre todo en una sociedad como la nuestra donde “mandar” y “obedecer” no significan exclusivamente “servir”, la soberbia se manifieste en el sentirse “señor” del cargo en vez de “administrador” del mismo.

Seguidamente se intentan rastrear tres ámbitos de este defecto. Se atiende, en primer lugar, a la soberbia para consigo mismo; en segundo lugar, para con los demás y, por último, con referencia a Dios.

Soberbia personal

La actitud soberbia lleva al convencimiento de que sin el propio criterio y experiencia difícilmente se acierta en un tema o se realiza algo con corrección. Manifestaciones suyas son la arrogancia y la jactancia: cuando se siente pagado de sus propios éxitos por encima de su verdadera valía. El soberbio siempre habla seguro de sí, de forma rotunda, y no es capaz de admitir que otros le pueden hacer cambiar de criterio. Nunca reconoce que se ha equivocado.

Soberbia propia es, sobre todo, creer que el sentido del ser personal que se es coincide con el del yo que uno se ha forjado con sus títulos y currículum y con el que barniza su mirada y actuación. En el fondo, para captar el sinsentido de la soberbia, tal vez valga la pregunta del libro de la Sabiduría: “¿De qué nos ha servido la soberbia?”, pues si por ella agoniza el propio ser personal, tras su pérdida ¿qué se podrá ganar?

Soberbia respecto de los demás

Saber que uno es mejor que los demás en algo no es en sí soberbia (es muy posible que esté fundado en la realidad), pero hay que sospechar cuando uno es mejor “en todo” y tiende a despreciar las capacidades de los demás.

Al soberbio se le “ve venir”: anda con el cuello erguido y tiene miradas altivas, indiferentes o, incluso, aparta la vista de los demás. El soberbio no favorece la libertad ajena, sino que tiende a uniformar a los demás según su criterio. La soberbia promueve así mismo la injuria, pues tras solidificar una concepción tan fijista como rebajada de demás; tiende a ponerles etiquetas en base a sus propios juicios.

Así mismo, el orgulloso se inclina fácilmente a airarse, incluso por nimiedades, cuando algo contraría su voluntad. Soberbia es también cometer claras injusticias a los inferiores sin repararlas ni pedir perdón por ellas. Cuando es él el agraviado, guarda permanente rencor al agresor.

Es difícil trabajar con un soberbio, porque tiende a ver a los demás no como compañeros sino como subordinados; se fija más en los defectos de los demás que en sus virtudes; intenta controlar en concreto el trabajo de los demás, siendo el propio inmune a todo control; el aparentar interés ante la presencia de otros cuando en realidad no se ven sino personas que molestan a sus propios intereses.

El soberbio es un ingrato cuando le ayudan; suele negarse a desempeñar tareas “inferiores” y se “excusa” cuando le corrigen. Le gusta preguntar no para aprender, sino para poner en un brete al otro; objetar no para ayudar, sino para hacer valer la propia opinión. Suele tender a la precipitación en las decisiones de gobierno; a la pérdida de tiempo en asuntos insignificantes; a la desobediencia a sus superiores, y cuando es él el superior, tiende a extralimitarse mandando algo fuera de lo debido, y a sentirse “intocable”.

Es orgullo el desprecio (máxime sin justificación racional) de cualquier otra opinión, parecer, ajeno. Otra muestra es el juicio temerario sobre asuntos inciertos y realidades futuras. Y otras, la indignación, el desdén hacia el consejo sensato de los demás, etc.

Soberbia respecto de Dios

Una vida engreída, centrada en el yo, tiende a perder de su horizonte existencial a Dios. En el fondo, si el yo recaba su propia finitud, tal pretensión favorece el ateísmo. Para Agustín de Hipona, la soberbia no es más que una perversa imitación de Dios, al único que se le debe la gloria y el agradecimiento por todo. En cambio, para Tomás de Aquino, negar a Dios es mayor soberbia que pretender ser como él. En esa situación no se pierde, desde luego, la “idea” de Dios, pero el trato “personal” con él se torna, primero una cosa pesada, y luego desaparece.

El soberbio concibe a Dios, más que como un Padre, como una achacosa abuela de ojos ciegos para con los delitos del nieto; es en el fondo, un abusador de la misericordia divina. En suma, soberbia es hacer la propia voluntad, no la divina.

La aversión a Dios que este defecto provoca es distinta a la que provocan los demás vicios, pues en aquéllos uno se separa del ser divino bien por debilidad o bien por cierta ignorancia, mientras que en éste el rechazo se produce por el hecho de que no se le quiere aceptar, ni a él ni a sus mandatos. De otro modo: los demás vicios huyen de Dios, pero la soberbia se enfrenta a él.

Tomás recoge una Glosa medieval en la que se añadía que si bien este defecto es lo que más pronto aparta de Dios, también es lo que más tarda en volver a él. Por eso es tan peligroso.


Fuente- Texto tomado de ES.ALETEIA.ORG:

Martirio de San Juan Bautista Año 30 - Fiesta Agosto 29



Lectura del Santo Evangelio
según San Marcos 6, 17-29

Martirio de
San Juan Bautista
Memoria

Herodes, en efecto, había hecho arrestar y encarcelar a Juan a causa de Herodías, la mujer de su hermano Felipe, con la que se había casado. Porque Juan decía a Herodes:
"No te es lícito tener a la mujer de tu hermano"
Herodías odiaba a Juan e intentaba matarlo, pero no podía, porque Herodes lo respetaba, sabiendo que era un hombre justo y santo, y lo protegía. Cuando lo oía quedaba perplejo, pero lo escuchaba con gusto.

Un día se presentó la ocasión favorable. Herodes festejaba su cumpleaños, ofreciendo un banquete a sus dignatarios, a sus oficiales y a los notables de Galilea. La hija de Herodías salió a bailar, y agradó tanto a Herodes y a sus convidados, que el rey dijo a la joven:
"Pïdeme lo que quieras y te lo daré"
Y le aseguró bajo juramento:
"Te daré cualquier cosa que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino"
Ella fue a preguntar a su madre:
"¿Qué debo pedirle?"
"La cabeza de Juan El Bautista"
Respondió ésta. La joven volvió rápidamente adonde estaba el rey y le hizo este pedido:
"Quiero que me traigas ahora mismo, sobre una bandeja, la cabeza de Juan El Bautista"
El rey se entristeció mucho, pero a causa de su juramento, y por los convidados, no quiso contrariarla. En seguida mandó a un guardia que trajera la cabeza de Juan.

El guardia fue a la cárcel y le cortó la cabeza. Después la trajo sobre una bandeja, la entregó a la joven y ésta se la dio a su madre. Cuando los discípulos de Juan lo supieron, fueron a recoger el cadáver y lo sepultaron.

Comentario de Lansperge
Juan Bautista, muere por Cristo

Juan no vivió para él mismo ni murió por él mismo. ¡A cuántos hombres, cargados de pecados, no habrá llevado a la conversión con su vida dura y austera!  ¡Cuántos se habrán visto confortados en sus penas por el ejemplo de su muerte inmerecida! Y a nosotros, ¿de dónde nos viene hoy la ocasión de poder dar gracias a Dios sino por el recuerdo de Juan, asesinado por la justicia, es decir, por Cristo?... Sí, Juan Bautista ha ofrecido generosamente su vida terrenal por amor a Cristo; ha preferido desobedecer las órdenes del tirano a desobedecer las de Dios.

Este ejemplo nos tiene que mostrar que nada ha de ser más importante que la voluntad de Dios. Agradar a los hombres no sirve para mucho; incluso, a menudo perjudica en gran manera... Por tanto, con todos los amigos de Dios, muramos a nuestros pecados y a nuestras preocupaciones, aplastemos nuestro amor propio desviado y procuremos que crezca en nosotros el amor ardiente a Cristo.

Lansperge, el Cartujano (1489-1539) monje, teólogo. Sermón para la fiesta del martirio de S. Juan Bautista. Opera omnia II, pag, 514-515; 518-519.



Señor: Te rogamos
por tantas parejas
que viven sin
casarse y en pecado.
Perdónales y concédeles
la verdadera conversión.
Y te suplicamos
que nunca
dejes de enviarnos
valientes predicadores,
que como Juan Bautista
no dejen a los pecadores
estar tranquilos
en su vida de pecado,
porque los puede llevar
a la perdición,
y que despierten
las conciencias
de sus oyentes,
para que cada uno
prefiera morir
antes que pecar

Herodes Antipas había cometido un pecado que escandalizaba a los judíos, porque está muy prohibido por la Santa Biblia y por la ley moral. Se había ido a vivir con la esposa de su hermano. Juan Bautista lo denunció públicamente. Se necesitaba mucho valor para hacer una denuncia como ésta, porque esos reyes de oriente eran muy déspotas y mandaban matar sin más ni más, a quien se atrevía a echarles en cara sus errores. Herodes al principio se contentó solamente con poner preso a Juan, porque sentía un gran respeto por él. Pero la adúltera Herodías estaba alerta para mandar matar en la primera ocasión que se le presentara, al que le decía a su concubino que era pecado esa vida que estaban llevando.

Cuando pidieron la cabeza de Juan Bautista, el rey sintió enorme tristeza porque estimaba mucho a Juan y estaba convencido de que era un santo y cada vez que le oía hablar de Dios y del alma se sentía profundamente conmovido. Pero por no quedar mal con sus compinches que le habían oído su tonto juramento (que en verdad no le podía obligar, porque al que jura hacer algo malo, nunca le obliga a cumplir eso que ha jurado), y por no disgustar a esa malvada, mandó matar al santo precursor.

Este es un caso típico de cómo un pecado lleva a cometer otro pecado. Herodes y Herodías empezaron siendo adúlteros y terminaron siendo asesinos. El pecado del adulterio los llevó al crimen, al asesinato de un santo.

Juan murió mártir de su deber, porque él había leído la recomendación que el profeta Isaías hace a los predicadores:
"Cuidado: no vayan a ser perros mudos que no ladran cuando llegan los ladrones a robar"
El Bautista vio que llegaban los enemigos del alma a robarse la salvación de Herodes y de su concubina y habló fuertemente. Ése era su deber. Y tuvo la enorme dicha de morir por proclamar que es necesario cumplir las leyes de Dios y de la moral. Fue un verdadero mártir.

Una antigua tradición cuenta que Herodías años más tarde estaba caminando sobre un río congelado y el hielo se abrió y ella se consumió hasta el cuello y el hielo se cerró y la mató. Puede haber sido así o no. Pero lo que sí es histórico es que Herodes Antipas fue desterrado después a un país lejano, con su concubina. Y que el padre de su primera esposa (a la cual él había alejado para quedarse con Herodías), invadió con sus Nabateos el territorio de Antipas, y le hizo enormes daños.


Es que no hay pecado que se quede
sin su respectivo castigo


De las homilías de San Beda
el Venerable, presbítero

Del Oficio de Lectura, 29 de agosto
(El Martirio de San Juan Bautista)

El santo Precursor del nacimiento, de la predicación y de la muerte del Señor mostró en el momento de la lucha suprema una fortaleza digna de atraer la mirada de Dios, ya que, como dice la Escritura:
La gente pensaba que cumplía una pena, pero él esperaba de lleno la inmortalidad
Con razón celebramos su día natalicio, que él ha solemnizado con su martirio y adornado con el fulgor purpúreo de su sangre; con razón veneramos con gozo espiritual la memoria de aquel que selló con su martirio el testimonio que había dado del Señor.

No debemos poner en duda que San Juan sufrió la cárcel y las cadenas y dio su vida en testimonio de nuestro Redentor, de quien fue precursor, ya que, si bien su perseguidor no lo forzó a que negara a Cristo, sí trató de obligarlo a que callara la verdad; ello es suficiente para afirmar que murió por Cristo.

Cristo, en efecto, dice:
"Yo Soy la Verdad"

 

Por consiguiente, si Juan derramó su sangre por la Verdad, la derramó por Cristo; y él, que precedió a Cristo en su nacimiento, en su predicación y en su bautismo, anunció también con su martirio, anterior al de Cristo, la pasión fuera del Señor.

Este hombre tan eximio terminó, pues, su vida derramando su sangre, después de un largo y penoso cautiverio. Él, que había evangelizado la libertad de una paz que viene de arriba, fue encarcelado por unos hombres malvados; fue encerrado en la oscuridad de un calabozo aquel que vino a dar testimonio de la luz y a quien Cristo, la luz en persona, dio el título de "lámpara que arde y brilla"; fue bautizado en su propia sangre aquel a quien fue dado bautizar al Redentor del mundo, oír la Voz del Padre que resonaba sobre Cristo y ver la gracia del Espíritu Santo que descendía sobre Él. Mas, a él, todos aquellos tormentos temporales no le resultaban penosos, sino más bien leves y agradables, ya que los sufría por causa de la Verdad y sabía que habían de merecerle un premio y un gozo sin fin.

La muerte -que de todas maneras había de acaecerle por ley natural- era para él algo apetecible, teniendo en cuenta que la sufría por la confesión del nombre de Cristo y que con ella alcanzaría la palma de la vida eterna. Bien dice el Apóstol:
"A vosotros se os ha concedido la gracia de estar del lado de Cristo, no sólo creyendo en Él, sino sufriendo por Él"
El mismo Apóstol explica, en otro lugar, por qué sea un don el hecho de sufrir por Cristo:
"Los sufrimientos de ahora no pesan lo que la gloria que un día se nos descubrirá"

Oración


Señor, Dios nuestro,
Tú has querido
que San Juan Bautista
fuese el precursor del nacimiento
y de la muerte de tu Hijo;
concédenos, por su intercesión,
que, así como él murió
mártir de la verdad y la justicia,
luchemos nosotros valerosamente
por la confesión de nuestra fe.
Por Nuestro Señor Jesucristo

Fuente - Texto tomado de CATOLICO.ORG: