sábado, 16 de julio de 2016

Lectura del Santo Evangelio Según San Lucas 10, 38-42



38. Prosiguiendo Jesús su viaje a Jerusalén, entró en cierta aldea, donde una mujer, por nombre Marta, le hospedó en su casa.

39. Tenía ésta una hermana llamada María, la cual sentada también a los pies del Señor estaba escuchando su divina palabra.

40. Mientras tanto Marta andaba muy afanada en disponer todo lo que era menester, por lo cual se presentó a Jesús y dijo:
"Señor, ¿no reparas que mi hermana me ha dejado sola en las faenas de la casa? Dile, pues, que me ayude"


41. Pero el Señor le dio esta respuesta:
"Marta, Marta, tú te afanas y acongojas, distraída en muchísimas cosas.


42. Y a la verdad que una sola cosa es necesaria, que es la salvación eterna. María ha escogido la mejor suerte, de que jamás será privada".
Palabra de Dios,
Gloria a Ti, Señor Jesús

San Alejo - El Mendigo de Dios - Siglo V - Fiesta Julio 17



Era hijo de un rico senador romano. Nació y pasó su juventud en Roma. Sus padres le enseñaron con la palabra y el ejemplo que las ayudas que se reparten a los pobres se convierten en tesoros para el cielo y sirven para borrar pecados. Por eso Alejo desde muy pequeño repartía entre los necesitados cuanto dinero conseguía, y muchas otras clases de ayudas, y esto le traía muchas bendiciones de Dios.

Pero llegando a los veinte años se dio cuenta de que la vida en una familia muy rica y en una sociedad muy mundana le traía muchos peligros para su alma, y huyó de la casa, vestido como un mendigo y se fue a Siria.

En Siria estuvo durante 17 años dedicado a la adoración y a la penitencia, y mendigaba para él y para los otros muy necesitados. Era tan santo que la gente lo llamaba "el hombre de Dios". Lo que deseaba era predicar la virtud de la pobreza y la virtud de la humildad. Pero de pronto una persona muy espiritual contó a las gentes que este mendigo tan pobre, era hijo de una riquísima familia, y él por temor a que le rindieran honores, huyó de Siria y volvió a Roma.

Llegó a casa de sus padres en Roma a pedir algún oficio, y ellos no se dieron cuenta de que este mendigo era su propio hijo. Lo dedicaron a los trabajos más humillantes, y así estuvo durante otros 17 años durmiendo debajo de una escalera, y aguantando y trabajando hacía penitencia, y ofrecía sus humillaciones por los pecadores.

Y sucedió que al fin se enfermó, y ya moribundo mandó llamar a su humilde covacha, debajo de la escalera, a sus padres, y les contó que él era su hijo, que por penitencia había escogido aquél tremendo modo de vivir. Los dos ancianos lo abrazaron llorando y lo ayudaron al bien morir.

Después de muerto empezó a conseguir muchos milagros en favor de los que se encomendaban a él. En Roma le edificaron un templo y en la Iglesia de Oriente, especialmente en Siria, le tuvieron mucha devoción.

La enseñanza de la vida de San Alejo es que para obtener la humildad se necesitan las humillaciones. La soberbia es un pecado muy propio de las almas espirituales, y se le aleja aceptando que nos humillen. Aún las gentes que más se dedican a buenas obras tienen que luchar contra la soberbia porque si la dejan crecer les arruinará su santidad. La soberbia se esconde aún entre las mejores acciones que hacemos, y si no estamos alerta esteriliza nuestro apostolado. Un gran santo reprochaba una vez a un discípulo por ser muy orgulloso, y este le dijo:
"Padre, yo no soy orgulloso"
El santo le respondió:
"Ese es tu peor peligro, que eres orgulloso, y no te das cuenta de que eres orgulloso"
La vida de San Alejo sea para nosotros una invitación a tratar de pasar por esta tierra sin buscar honores ni alabanzas vanas, y entonces se cumplirá en cada uno aquello que Cristo prometió:


"El que se humilla, será enaltecido"

Dijo Jesús:

"Los últimos serán los primeros. Dichosos los pobres de espíritu porque de ellos es el Reino de los cielos". (Mt. 5)

Fuente - Texto tomado de EWTN:

Novena al Divino Niño Jesús - Séptimo Día - Julio 17 de 2016



Séptimo Día de la Novena al Divino Niño

Por la señal de la santa cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Acto de Contrición

Señor mío Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, Creador, Padre y Redentor mío, por ser Vos quien sois, Bondad infinita y porque os amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón de haberos ofendido. También me pesa porque podéis castigarme con las penas del infierno, ayudado de Vuestra divina gracia, propongo firmemente nunca más pecar, confesarme y cumplir la penitencia que me fuere impuesta. Amén.

Oración para todos los Días

Oh Dios, que por amor a nosotros nos ha enviado a tu Divino Hijo como nuestro Salvador y Redentor, te pedimos que por mediación de los méritos de tu infancia, se acreciente nuestra fe y abundemos en buenas obras. Por Cristo nuestro Señor. Amén.



SÉPTIMO DÍA

La Palabra de Dios

"En aquel momento se acercaron a Jesús los discípulos y le preguntaron: ¿Quién es pues, el mayor en el Reino de los Cielos? Él llamó a un niño, le puso en medio de ellos y dijo: Yo os aseguro: si no cambiáis y os hacéis como los niños no entraréis en el Reino de los Cielos. Así, pues, ése es el mayor en el reino de los Cielos". (Mt. 18, 14).

Reflexión

Jesús no nos exige que seamos ya perfectos sino que trabajemos por ser mejores. Que dominemos nuestro orgullo y reconozcamos humildemente nuestros pecados; que cambiemos nuestro modo equivocado de pensar y actuar. Él siempre nos ofrece su amor y su perdón.

Propósito

Dedicaré todos los días un momento para examinar mi conciencia y trataré de corregir mis defectos con mi esfuerzo personal y la ayuda de Dios.

Oración Comunitaria

Confiados en la bondad de Dios hagámosle nuestras peticiones:

Para que nos resolvamos a renovar nuestra vida espiritual y nuestras relaciones con nuestro prójimo. Escúchanos, Señor.

Para que, si es de su agrado, Jesús nos conceda la gracia que le pedimos en esta novena. Escúchanos, Señor.

(Pueden añadirse otras peticiones).

Gozos

Coro

Oh Divino Niño mi Dios y Señor, tú serás el dueño de mi corazón.

Estrofas

Aquí en tu Santuario con fe y oración, te pedimos todos nuestra conversión.

Pequeños y grandes en gran procesión, venimos alegres a hacerte oblación.

Los jóvenes todos con gran persuasión, radiantes de anhelos van al Salvador.

Que nuestras familias como Nazaret, sus grandes virtudes puedan conocer.

Que amemos a todos nos manda el Señor, con todas las fuerzas que amamos a Dios.

Que al fin de mi vida con tu protección, tenga yo la dicha de mi salvación.

Oración Final

Señor, mira nuestra debilidad y nuestra inconstancia y concédenos con el auxilio de tu gracia, que a ejemplo de tu Hijo Jesús, crezcamos cada día en amor a Ti y a nuestro prójimo, sin descuidar nuestro progreso humano y cultural. Por Cristo Nuestro Señor. Amén.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria

Amén

Fuente - Texto e imagen tomado de ACIPRENSA.COM: