miércoles, 13 de julio de 2016

San Camilo de Lellis - (1550-1614) - Fundador de los Siervos de los Enfermos - Fiesta Julio 14


San Camilo de Lellis encontró a Jesucristo
en los enfermos pobres, a los que amaba
y servía con todo su corazón
San Camilo nació en 1550 en Bucchianico, cerca de Chieti, región de los Abruzos, Italia. Su madre era sexagenaria cuando tuvo a su hijo. Era alto de estatura para la época, de 1,90 mts. Se enroló en el ejército veneciano para luchar contra los turcos, pero pronto contrajo una enfermedad en la pierna que le hizo sufrir toda su vida.

En 1571 ingresó como paciente y criado en el hospital de incurables de San Giacomo, en Roma. Nueve meses después fue despedido a causa de su temperamento revoltoso y volvió a ser soldado contra los turcos. Más tarde reconoció que era un gran pecador. Uno de los vicios era el juego de azar que se nutre de avaricia. En 1574 apostó en las calles de Nápoles sus ahorros, sus armas, todo lo que poseía y perdió hasta la camisa que llevaba puesta. Obligado a la miseria y recordando un voto que había hecho mucho tiempo antes de ingresar en los franciscanos, entró a trabajar en la construcción de un convento capuchino (franciscanos) en Manfredonia.

Las prédicas en el convento lo llevaron a una profunda conversión. Camilo cayó de rodillas, pidió perdón de sus pecados con muchas lágrimas y se encomendó a la misericordia de Dios. La conversión tuvo lugar en 1575, a sus 25 años de edad. Desde entonces comenzó una nueva vida de completa sumisión a Jesucristo y de penitencia. Ingresó a los capuchinos pero la enfermedad de su pierna impidió su profesión. Entonces volvió al hospital de San Giacomo, donde se consagró al cuidado de los enfermos. Al cabo de un tiempo llegó a ser superintendente del hospital, sirviendo con ejemplar caridad. Los hospitales de la época empleaban a personas sin dedicación hacia los enfermos. Ésto llevó a Camilo a fundar una asociación de personas deseosas de consagrarse, por caridad, al cuidado de los enfermos. Encontró seguidores pero también graves obstáculos por las envidias y rumores que provocan las grandes obras de Dios.

Después de consultar con su confesor, San Felipe Neri, decidió recibir las órdenes sagradas. Fermo Calvi, un caballero romano, le asignó una renta el día de su ordenación. San Camilo decidió entonces independizarse del hospital de San Giacomo y empezar la tarea por su cuenta, contra la opinión de San Felipe Neri. Con dos compañeros comenzó la nueva congregación, los Siervos de los Enfermos, observando una regla común. Iban cada día al gran hospital del Espíritu Santo para asistir a los enfermos. Lo hacían con tanto amor como si curasen las heridas de Cristo. Los preparaban para recibir los sacramentos y morir en las manos de Dios.


En 1585, habiendo crecido la comunidad, prescribió a sus miembros un voto de atender a los prisioneros, a los enfermos infecciosos y a los enfermos graves de las casas particulares. Desde 1595 envió religiosos con las tropas para servir de enfermeros. Tal fue el comienzo de los enfermeros de guerra, antes que existiese la Cruz Roja fundada por Enrique Dunant. En 1588 un barco con enfermos apestados no recibió permiso para entrar en Nápoles. Los Siervos de los Enfermos fueron al barco a asistirlos y murieron de la enfermedad, los primeros mártires de la nueva congregación. San Camilo también asistió heroicamente a Roma durante una peste que asoló a la ciudad. En 1591 San Gregorio XIV elevó la congregación de San Camilo a la categoría de orden religiosa. Su congregación cuidaba de los enfermos y contribuyó en el saneamiento de Roma y otras ciudades. Enseñaban cómo prevenir y cuidar las enfermedades. Consideraron la función de la dieta en la salud y enseñaron el sistema de organizar a los enfermos por pabellones. Todo movido por amor a Cristo.


En la actualidad los Siervos de los Enfermos cuentan con sacerdotes y hermanos consagrados a cuidar a los enfermos. San Camilo sufrió mucho toda su vida. Padeció por 46 años por su pierna, que además tuvo fracturada desde sus 36 años. Tenía también dos llagas muy dolorosas en la planta del pie. Desde mucho antes de morir padeció de nauseas y apenas podía comer. Sin embargo, en vez de buscar el cuidado de sus hermanos, los enviaba a servir a otros enfermos. San Camilo introdujo la práctica de cerciorarse que los enfermos estuviesen muertos antes de enterrarlos, que las oraciones continuasen al menos un cuarto de hora después de la muerte aparente. Fundó 15 casas religiosas y 8 hospitales. Tenía el don de profecía y milagros, además de muchas gracias extraordinarias.

En 1607, San Camilo renunció a la dirección de su orden pero asistió al capítulo de su orden en 1613. Murió el 14 de julio de 1614, a los 64 años de edad. San Camilo está enterrado en la Iglesia de Santa María Magdalena en Roma. Fue canonizado en 1746. El Papa León XIII le proclamó Patrono de los Enfermos junto con San Juan de Dios. Pío XI lo nombró Patrono de los Enfermos y de sus Asociaciones.



Decálogo de los Servidores
de los Enfermos 
(Aplicable a todos)


  1. Honra la dignidad y sacralidad de mi persona, imagen de Cristo, por encima de mi fragilidad y limitaciones.
  2. Sírveme con amor respetuoso y solícito: con todo tu corazón, con toda tu inteligencia, con todas tus fuerzas y con todo tu tiempo.
  3. Cuídame como tú quisieras ser atendido, o como lo harías con la persona más querida que tengas en el mundo.
  4. Sé voz de los sin voz: hazte defensor de mis derechos, para que sean reconocidos y respetados.
  5. Evita toda negligencia que pueda poner en peligro mi vida o prolongar mi enfermedad.
  6. No frustres mi esperanza con tu afán e impaciencia, con tu falta de delicadeza y competencia.
  7. Soy un todo, un ser integral: sírveme así. No me reduzcas a un número o a una historia clínica, y no te limites a una relación puramente funcional.
  8. Conserva limpios tu corazón y tu profesión: no permitas que la ambición y la sed de dinero los manchen.
  9. Preocúpate por mi pronta mejoría; no olvides que he venido al hospital para salir recuperado lo antes posible.
  10. Comparte mis angustias y sufrimientos: aunque no puedas quitarme el dolor, acompáñame. Me hace falta tu gesto humano y gratuito que me hace sentir alguien y no algo, o un caso interesante.
Y... cuando hayas hecho todo lo que tienes que hacer, cuando hayas sido todo lo que debes ser..., no olvides darme las gracias.

(Deducido del pensamiento
y actuación de Camilo)

Fuente - Texto tomado de CORAZONES.ORG:

Novena al Divino Niño Jesús - Cuarto Día - Julio 14 de 2016


Cuarto Día de la Novena al Divino Niño

Por la señal de la santa cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Acto de Contrición

Señor mío Jesucristo, Dios y Hombre verdadero, Creador, Padre y Redentor mío, por ser Vos quien sois, Bondad infinita y porque os amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón de haberos ofendido. También me pesa porque podéis castigarme con las penas del infierno, ayudado de Vuestra divina gracia, propongo firmemente nunca más pecar, confesarme y cumplir la penitencia que me fuere impuesta. Amén.

Oración para todos los Días

Oh Dios, que por amor a nosotros nos ha enviado a tu Divino Hijo como nuestro Salvador y Redentor, te pedimos que por mediación de los méritos de tu infancia, se acreciente nuestra fe y abundemos en buenas obras. Por Cristo nuestro Señor. Amén.



CUARTO DÍA

La Palabra de Dios

"Simeón les bendijo y dijo a María, su madre: Éste está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción -¡y a ti misma una espada te atravesará el alma!- a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones". (Lc. 2, 34-35).

Reflexión


San Agustín decía: "El que te creó sin ti, no te puede salvar sin ti". Dios no nos puede llevar al cielo si nosotros no queremos: respeta nuestra libertad. Aceptamos voluntariamente la salvación que Jesús nos ofrece.

Propósito

Me propongo ordenar mejor mi vida, de modo que mis actuaciones faciliten a Jesús su labor de salvarme.

Oración Comunitaria

Expongamos a Dios nuestras necesidades como un hijo a un padre amoroso:

Para que nosotros no abusemos de nuestra libertad. Escúchanos, Señor.

Si conviene para mi salvación, el Señor nos conceda la gracia que le pedimos. Escúchanos, Señor.

(Pueden añadirse otras peticiones).

Gozos

Coro

Oh Divino Niño mi Dios y Señor, tú serás el dueño de mi corazón.

Estrofas

Aquí en tu Santuario con fe y oración, te pedimos todos nuestra conversión.

Pequeños y grandes en gran procesión, venimos alegres a hacerte oblación.

Los jóvenes todos con gran persuasión, radiantes de anhelos van al Salvador.

Que nuestras familias como Nazaret, sus grandes virtudes puedan conocer.

Que amemos a todos nos manda el Señor, con todas las fuerzas que amamos a Dios.

Que al fin de mi vida con tu protección, tenga yo la dicha de mi salvación.

Oración Final

Jesús mío: Tú que eres el camino, la verdad y la vida, ayúdanos para que venciendo mi soberbia, cumpla mi compromiso contraído en el bautismo de creer en ti y seguir por toda mi vida. Amén.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria

Amén

Fuente - Texto e imagen tomado de ACIPRENSA.COM:

Novena a Nuestra Señora Virgen del Carmen - Día Octavo - Julio 14 de 2016



Acto de Contrición
para todos los días

Dios mío y Señor mío, postrado delante de vuestra Majestad Soberana, con todo mi ser, con toda mi alma y todo mi corazón te adoro, confieso, bendigo, alabo y glorifico. A Ti te reconozco por mi Dios y mi Señor; en Ti creo, en Ti espero y en Ti confío me has de perdonar mis culpas, y dar tu gracia y perseverancia en ella, y la gloria que tienes ofrecida a los que perseveran en tu amor. A Ti amo sobre todas las cosas. A Ti confieso mi suma ingratitud y todas mis culpas y pecados, de todo lo cual me arrepiento y te pido me concedas benignamente el perdón. Pésame, Dios mío, de haberos ofendido, por ser Vos quien sois. Propongo firmemente, ayudado con vuestra divina gracia, nunca más pecar, apartarme de las ocasiones de ofenderos, confesarme, satisfacer por mis culpas y procurar en todo serviros y agradaros. Perdóname, Señor, para que con alma limpia y pura alabe a la Santísima Virgen, Madre vuestra y Señora mía, y alcance por su poderosa intercesión la gracia especial que en esta Novena pido, si ha de ser para mayor honra y gloria vuestra, y provecho de mi alma. Amén.

Oración para todos los días

Oh Virgen María, Madre de Dios y Madre también de los pecadores, y especial Protectora de los que visten tu sagrado Escapulario; por lo que su divina Majestad te engrandeció, escogiéndote para verdadera Madre suya, te suplico me alcances de tu querido Hijo el perdón de mis pecados, la enmienda de mi vida, la salvación de mi alma, el remedio de mis necesidades, el consuelo de mis aflicciones y la gracia especial que pido en esta Novena, si conviene para su mayor honra y gloria, y bien de mi alma: que yo, Señora, para conseguirlo me valgo de vuestra intercesión poderosa, y quisiera tener el espíritu de todos los ángeles, santos y justos a fin de poder alabarte dignamente; y uniendo mis voces con sus afectos, te saludo una y mil veces, diciendo:

(Rezar tres Avemarías)

Rezar a continuación
la oración del día que corresponda:



DÍA OCTAVO

¡Oh! Virgen del Carmen, María Santísima, que ejerces tu especial protección en la hora de la muerte para con los que devotamente visten tu santo Escapulario, a fin de que logren por medio de la verdadera penitencia salir de esta vida en gracia de Dios y librarse de las penas del infierno. Te ruego, Señora, me asistas, ampares y consueles en la hora de mi muerte, y me alcances verdadera penitencia, perfecta contrición de todos mis pecados, encendido amor de Dios y ardiente deseo de verle y gozarle, para que mi alma no se pierda ni condene, sino que vaya segura a la felicidad eterna de la gloria. Así, Señora, te lo suplico humildemente, diciendo:

Dios te Salve, Reina y Madre 
de misericordia, etc.

Pedir la gracia particular que se desee conseguir en esta Novena

Oración final para todos los días

Virgen Santísima del Carmen; yo deseo que todos sin excepción se cobijen bajo la sombra protectora de tu santo Escapulario, que todos estén unidos a Ti, Madre mía, por los estrechos y amorosos lazos de ésta tu querida Insignia. ¡Oh hermosura del Carmelo! Míranos postrados reverentes ante tu sagrada imagen, y concédenos benigna tu amorosa protección.

Te recomiendo las necesidades de nuestro Santísimo Padre, el Papa, y las de la Iglesia Católica, nuestra Madre, así como las de mi nación y las de todo el mundo, las mías propias y las de mis parientes y amigos. Mira con ojos de compasión a tantos pobres pecadores, herejes y cismáticos cómo ofenden a tu divino Hijo, y a tantos infieles cómo gimen en las tinieblas del paganismo. Que todos se conviertan y te amen, Madre mía, como yo deseo amarte ahora y por toda la eternidad. Así sea.

Fuente - Texto tomado de DEVOCIONARIO.COM:

San Enrique - Santo Emperador - Fiesta Julio 13




Martirologio Romano

San Enrique, emperador de los romanos, que, según la tradición, de acuerdo con su esposa Cunegunda puso gran empeño en reformar la vida de la Iglesia y en propagar la fe en Cristo por toda Europa, donde, movido por un celo misionero, instituyó numerosas sedes episcopales y fundó monasterios. Murió en este día en Grona, cerca de Göttingen, en Franconia (1024).

Etimológicamente

Enrique = Aquel que es jefe de hogar, es de origen germánico.

Fecha de canonización

4 de marzo de 1146 por el Papa Beato Eugenio III.

Breve Biografía

Nacido en el año 972 y fallecido en 1024. Nieto de Carlomagno y sucesor de los tres Otones, fue el más grande apóstol de la paz en el segundo decenio del siglo XI y uno de los más destacados promotores de la civilización occidental, colaborando a la labor del Papado y de los monjes de Cluny, de cuyo abad San Odilón fue gran amigo.

Seguramente, a la primera impresión nadie habría creído que bajo la pesada armadura de aquel caballero que cabalgaba con sus numerosas tropas por las grandes llanuras del imperio alemán, se escondía un santo.

Pasada ya la gloriosa restauración de Carlomagno, Europa, en el siglo X, vive una época de dejadez y brutalidad. Empiezan a aparecer los desastrosos efectos del feudalismo, la jerarquía eclesiástica está corroída por las investiduras y por doquier impera la ley del más fuerte.

Parece imposible que aún vivan personas santas, y menos aún que lo sea uno de los numerosos príncipes feudales.

Nos hallamos en la corte del duque de Baviera Enrique el Batallador y de su esposa Gisela de Borgoña. En el castillo ducal se celebran grandes festejos porque ha nacido el príncipe heredero. Se le impone, como a su padre, el nombre de Enrique.

Los primeros años pasan plácidamente, pero pronto es víctima de la persecución; su padre ha sido vencido en una de las interminables guerras familiares y se ha visto obligado a huir. Sin embargo, las cosas volverán a su lugar; el padre recobrará el ducado con todas sus posesiones y Enrique podrá dedicarse al cultivo de las Letras, bajo la dirección de Wolfgang, el santo obispo de Ratisbona.

Wolfgang no sólo forma su inteligencia, sino también su voluntad, dándole una esmerada educación cristiana y una sólida piedad.

A la muerte de su padre, hereda el ducado y se convierte en uno de los príncipes de más porvenir de Alemania. Con su carácter recto y justiciero atiende a las necesidades de su pueblo, gobierna con mano al mismo tiempo fuerte y suave.

Sabe comprender y no es vengativo. Prefiere perdonar que castigar y busca antes el provecho de sus súbditos que sus propios intereses.


En el año 1002, los electores del Sacro Imperio Romano-Germánico le nombran para el cargo imperial. Acaba de morir Otón III, sin sucesión directa.

La fama de Enrique, su sinceridad y nobleza, son reconocidas por todos, y saben que será el emperador ideal.

La ascensión al trono imperial es para el duque de Baviera una empresa difícil. Surgen contrincantes que ha de vencer, sublevaciones para dominar, querellas entre los señores feudales, que ha de sofocar, pero Enrique con su fiel ejército atiende a todo.

Vence al rey de Polonia, rechaza a los bizantinos, interviene en los Estados Pontificios defendiendo los derechos de Benedicto VIII, el legítimo sucesor de Pedro.

Con su prodigioso genio militar sabe triunfar, pero, diferente de muchos otros de su tiempo, no abusa de la victoria. La justicia rige todos sus actos.

Su actividad se extiende también a la reforma espiritual del clero.

En el año 1007 convoca, de acuerdo con las costumbres de su tiempo, un Concilio general en Francfort. Acuden los numerosos obispos del Imperio, que dictan severas normas disciplinarias. Después, Enrique procurará que se cumplan.


Restablecido el orden en el Imperio y protegidas las fronteras, Enrique empezó a reinar con todo su poder. En el año 1014, junto con su esposa, fue ungido y coronado rey por el propio pontífice, en Roma.

Seguramente pocos reyes tuvieron, ya en vida, tan buena fama y muchos menos fueron venerados y gozaron del amor de sus súbditos como este nieto de Carlomagno.

Muestra de su gran virtud es este ejemplo: Al sentirse morir llamó junto a sí a los grandes del reino y, tomando la mano de su esposa Cunegunda, también santa, dijo a los padres de ésta:
"He aquí a la que vosotros me habéis dado por esposa ante Cristo; como me la disteis virgen, virgen la pongo otra vez en las manos de Dios y vuestras"
Sus restos reposan en la catedral de Bamberg.

San Enrique realizó lo que a muchos puede parecer imposible: ser emperador, vivir continuamente ocupado en los problemas públicos y entre guerras, y llegar a santo.

Si Enrique de Baviera lo llevó a término fue porque en el ejercicio de su cargo vio un servicio al prójimo y a Jesucristo. La historia de Europa nos ofrece pocas vidas tan bellas y útiles como la de Enrique II, el Santo.

Fuente - Texto tomado de ES.CATHOLIC.NET: