sábado, 18 de junio de 2016

10 mandamientos para ser un buen padre



Los 10 mandamientos
para ser un buen padre
  1. Demuéstrale lo mucho que le quieres.
  2. Mantén un buen clima familiar.
  3. Educa en la confianza y el diálogo.
  4. Debes predicar con el ejemplo.
  5. Comparte con ellos el máximo de tiempo.
  6. Acepta a tu hijo tal y como es.
  7. Enséñale a valorar y respetar lo que le rodea.
  8. Los castigos no le sirven para nada.
  9. Prohíbele menos, elógiale más.
  10. No pierdas nunca la paciencia.
Fuente - Imagen tomada de EWTN:

Lectura del Santo Evangelio Según San Lucas 9, 18-24



18. Sucedió un día que habiéndose retirado a hacer oración, teniendo consigo a sus discípulos, preguntóles:
"¿Quién dicen las gentes que soy Yo?"
19. Ellos le respondieron:
"Muchos que Juan Bautista, otros que Elías, otros, en fin, uno de los antiguos profetas que ha resucitado"
20. "Y vosotros, -replicó Jesús-, ¿quién decís que soy Yo?"
Respondió Simón Pedro:
"El Cristo, o Ungido de Dios"
21. Pero Él los apercibió con amenazas que a nadie dijesen eso.

22. Y añadió:
"Porque conviene que el Hijo del hombre padezca muchos tormentos y sea condenado por los ancianos, y los príncipes de los sacerdotes, y los escribas, y sea muerto, y resucite después al tercer día"
23. Así mismo decía a todos:

"Si alguno quiere venir en pos de Mí y tener parte en mi gloria, renúnciese a sí mismo, y lleve su cruz cada día, y sígame".

24. "Pues quien quisiere salvar su vida abandonándome a Mí, la perderá; cuando al contrario, el que perdiere su vida por amor de Mí, la pondrá en salvo".

Palabra de Dios,
Gloria a Ti, Señor Jesús

Novena a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro - Día Segundo - Junio 19 de 2016



Día Segundo

Nuestra Señora del Perpetuo Socorro quiere que acudamos a Ella en todas nuestras necesidades.

Vemos que la Virgen Santísima del Perpetuo Socorro, cuando el Niño Jesús estrecha su mano, en vez de volver su mirada a Él la vuelve a nosotros. Sin duda quiere así mostrarnos su ardiente deseo de que acudamos a Ella. Con esta tierna y amorosa mirada nos está diciendo a todos:
"Yo Soy Madre de Dios, pero también Soy Madre vuestra"
¿Qué mayor deseo puede tener una madre que el de ayudar y socorrer a sus hijos? Entonces venid a mí hijos míos. Acudid a mí en todas vuestras necesidades y miserias; en vuestras penas, en vuestros desfallecimientos, en vuestras dudas; y si alguna vez llegareis, por desgracia, a caer, después de vuestra caída venid: Yo Soy la Madre del Perpetuo Socorro; Yo os consolaré, Yo os confirmaré, os defenderé, y os conduciré a la Patria bienaventurada del cielo.

Pedir la gracia
que se desea conseguir.
Rezar 3 Avemarías
y la oración correspondiente

Oración

¡Oh Salvador mío, Jesucristo! Al contemplaros en brazos de Vuestra Madre, veo que en medio de vuestro santo temor os abrazáis con Ella y me decís que os imite, recurriendo yo también a la que es mi perpetuo socorro. Inspiradme ¡oh Madre del Perpetuo Socorro! una confianza ilimitada en vuestra poderosa bondad.

Fuente - Texto tomado del Libro "Acudamos a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro" - Heraldos del Evangelio (Caballeros de la Virgen)

Santa Juliana de Falconieri - Fundadora Siervas de la Virgen María - Año 1341 - Fiesta Junio 19



Esta santa tuvo la dicha de ser sobrina de un santo (San Alejo Falconieri, hermano de su padre), y de ser dirigida espiritualmente por otro santo (San Felipe Benicio).

Nació en Florencia en el año 1270. Su padre era riquísimo y había construido por su propia cuenta un templo en honor de la Santísima Virgen de quien era sumamente devoto. Sus padres habían suplicado por muchos años a Dios que les concediera descendencia, y al fin consiguieron que les diera esta hija que iba a ser su gloria y su alegría. De joven era tan virtuosa, que San Alejo le dijo a la mamá de Juliana:
"Dios no sólo te dio una hija, sino que te regaló un verdadero ángel"
De niña acostumbraba pasar largos ratos rezando en el templo, por lo cual la mamá le repetía:
"Si no concedes más tiempo a la costura y a la cocina, no vas a encontrar marido"
Pero aquella amenaza no le producía ningún temor, ya que sentía una inmensa inclinación hacia la virginidad. Habiendo muerto su padre cuando ella era muy pequeña, la mamá y el tío le prepararon un honroso matrimonio, pero ella los llamó aparte y les dijo que había tomado la decisión inquebrantable de quedarse soltera y dedicar su vida a la oración, a la meditación, a la caridad y al apostolado. Tenía apenas 15 años.

Bien preparada por su tío, San Alejo (Fundador de los Siervos de María), recibió del gran apóstol San Felipe Benicio el distintivo de Terciaria de los Siervos de María. Este distintivo era un manto sobre la cabeza. Ella siguió viviendo en su casa con la mamá, pero observando una conducta tan religiosa y tan santa como la de una fervorosa religiosa. A otras les agradó este modo de practicar la vida religiosa (quedándose con sus familiares, pero observando una conducta como la de una santa monja), y siguiendo su ejemplo. Todas llevaban como distintivo un manto sobre la cabeza, por lo cual la gente las llamaba: las muchachas de la pañoleta.

Creció mucho el número de las jóvenes Terciarias (se llaman terciarias a las que pertenecen a la tercera rama de una comunidad religiosa; la primera son los hombres; la segunda son las monjas y la tercera son las personas laicas, que viven en el mundo pero llevando una conducta como de gente muy piadosa), y tuvieron que conseguir una casa para reunirse. Entonces ellas eligieron como superiora a Juliana. Su asociación tomó el nombre de "Siervas de la Virgen María". Durante 35 años, hasta su muerte, dirigió nuestra santa a esta piadosa asociación, llevándola a un alto grado de perfección.

Juliana se propuso un Reglamento sumamente riguroso. Ayunaba tres días por semana, y a veces pasaba días sin comer bocado (sobre todo cuando se dedicaba a altísimas oraciones). Ésto hizo que se enfermara muy gravemente del estómago (úlcera llamaríamos quizás hoy a la tal enfermedad). Los viernes los dedicaba a meditar en la Pasión y Muerte de Jesucristo. Los sábados a pensar y leer acerca de la Santísima Virgen (de quien fue supremamente devota desde sus primeros años). Muchas veces dormía sobre el duro suelo.

Se propuso hacer los oficios más humildes de la casa, y tratar a cada una de sus compañeras como si fuera muy superior a ella (cumpliendo lo que recomienda San Pablo: "Considerad a los demás como superiores en todo a vosotros" - Filip. 2,3).

Redactó para su comunidad un Reglamento que fue aprobado después por cuatro Sumos Pontífices (Honorio IV, Nicolás IV, Benedicto XI y Martín V). Ella misma era la más exacta en cumplir cada uno de los artículos del Reglamento, dando así muy buen ejemplo a todas. Los que tuvieron que tratar con ella estuvieron de acuerdo en que su caridad, su amabilidad y su inclinación a buscar el bien de las almas de los demás, eran extraordinarias. La gente gozaba al recibir las demostraciones de su afectuosa bondad. Nunca dejaba escapar una oportunidad de ayudar a los que necesitaban de su colaboración.

Los sacerdotes decían que a los pecadores les hacían mayor bien los sencillos consejos de esta sencilla religiosa seglar, que los sermones de los mejores predicadores. Muchos pecadores se convirtieron de su vida de maldad, después de tener una charla con Juliana, la de la "pañoleta". Enemigos que se odiaban a muerte, hacían las paces y se declaraban para siempre la paz, cuando la santa se dedicaba a volverlos otra vez a la amistad. Pasaba horas y horas seguidas dedicada a la oración, sin sentir pasar el tiempo. A quien le preguntaba por qué se estaba tanto tiempo de rodillas, le respondía:
"Es para alejar las tentaciones"
Muchos días los pasó solamente con la Sagrada Comunión, sin ningún alimento más. Su fama de santidad se extendió por todos los alrededores de la casa donde vivía y por toda la ciudad. Y por medio de sus fervorosas oraciones consiguió favores especialísimos para quienes se encomendaban a sus plegarias. En su última enfermedad, a la edad de 71 años, ya su estómago no le recibía ningún alimento. Vomitaba todo lo que comía. Así que tuvo que dejar de recibir la Sagrada Comunión. Y esto constituía para Juliana la más grande mortificación y penitencia. Y sucedió que en la última visita que le hizo el sacerdote, llevando el Santísimo Sacramento, la santa, sabiendo que no podía comulgar, pidió que le colocaran sobre su corazón un mantel blanco y sobre este mantel la Santa Hostia.


Y he aquí que de un momento a otro, la Hostia Consagrada desapareció y nadie la pudo encontrar. Ella había pedido poder recibir a Jesús Sacramentado antes de morir, y su estómago no le permitía, pero su fe le consiguió el prodigio de poder comulgar. Tan pronto como la Hostia Consagrada colocada sobre su corazón desapareció, Juliana, con una expresión de inmensa alegría en su rostro, como si estuviera en éxtasis, murió llena de amor hacia Nuestro Señor.

Después de muerta encontraron sobre su corazón, en la piel, una cicatriz redonda, como si hubieran cortado para que pasara una Hostia. En recuerdo de ésto, sus religiosas llevan siempre sobre su hábito, en el lado del corazón, una medalla donde está grabada una Santa Hostia. En su sepulcro se obraron numerosos milagros. Y nosotros le pedimos a tan grande santa que nos obtenga de Dios que también a la hora de nuestra muerte, recibamos con todo el fervor posible la Sagrada Hostia, donde está el Cuerpo Santísimo de Cristo.

Fuente - Texto tomado de EWTN: