lunes, 27 de abril de 2015

San Luis María Grignon de Montfort - Fiesta Abril 28

A quien Dios quiere hacer muy santo,
lo hace muy devoto de la Virgen María
San Luis de Montfort

El libro de San Luis, "Tratado de la Verdadera Devoción a la Virgen María", se ha propagado por todo el mundo con enorme provecho para sus lectores. El Papa Juan Pablo II tomó como lema una frase que repetía mucho este gran santo:
"Soy todo tuyo Oh María, y todo cuanto tengo, tuyo es"
Es el fundador de los Padres Montfortianos y de las Hermanas de la Sabiduría. Nació en Montfort (Francia) en 1673. Era el mayor de una familia de ocho hijos. Desde muy joven fue un gran devoto de la Santísima Virgen. A los 12 años ya la gente lo veía pasar largos ratos arrodillado ante la estatua de la Madre de Dios. Antes de ir al colegio por la mañana y al salir de clase por la tarde, iba a arrodillarse ante la imagen de Nuestra Señora y allí se quedaba como extasiado. Cuando salía del templo después de haber estado rezando a la Reina Celestial, sus ojos le brillaban con un fulgor especial.

Luis no se contentaba con rezar. Su caridad era muy práctica. Un día al ver que uno de sus compañeros asistía a clase con unos harapos muy humillantes, hizo una colecta entre sus compañeros para conseguirle un vestido y se fue donde el sastre y le dijo:
"Mire, señor: los alumnos hemos reunido un dinero para comprarle un vestido de paño a nuestro compañero, pero no nos alcanza para el costo total. ¿Quiere usted completar lo que falta?"
El sastre aceptó y le hizo un hermoso traje al joven pobre. El papá de Luis María era sumamente colérico, un hombre muy violento. Los psicólogos dicen que si Montfort no hubiera sido tan extraordinariamente devoto de la Virgen María, habría sido un hombre colérico, déspota y arrogante porque era el temperamento que había heredado de su propio padre. Pero nada suaviza tanto la aspereza masculina como la bondad y la amabilidad de una mujer santa. Y ésto fue lo que salvó el temperamento de Luis. Cuando su padre estallaba en arrebatos de mal humor, el joven se refugiaba en sitios solitarios y allí rezaba a la Virgen amable, a la Madre del Señor. Y ésto lo hará durante toda su vida. En sus 43 años de vida, cuando sea incomprendido, perseguido, insultado con el mayor desprecio, encontrará siempre la paz orando a la Reina Celestial, confiando en su auxilio poderoso y desahogando en su corazón de Madre, las penas que invaden su corazón de hijo.

Con grandes sacrificios logró conseguir con qué ir a estudiar al más famoso seminario de Francia, el seminario de San Suplicio en París. Allí sobresalió como un seminarista totalmente mariano. Sentía enorme gozo en mantener siempre adornado de flores el altar de la Santísima Virgen. Luis Grignon de Montfort será un gran peregrino durante su vida de sacerdote. Pero cuando él era seminarista concedían un viaje especial a un Santuario de la Virgen a los que sobresalían en piedad y estudio. Y Luis se ganó ese premio. Se fue en peregrinación al Santuario de la Virgen en Chartres. Y al llegar allí permaneció ocho horas seguidas rezando de rodillas, sin moverse. ¿Cómo podía pasar tanto tiempo rezando así de inmóvil? Es que él no iba como algunos de nosotros a rezar como un mendigo que pide que se le atienda rapidito para poder alejarse. Él iba a charlas con sus dos grandes amigos, Jesús y María. Y con ellos las horas parecen minutos.

Su primera misa quiso celebrarla en un altar de la Virgen, y durante muchos años la Catedral de Nuestra Señora de París fue su templo preferido y su refugio. Montfort dedicó todas sus grandes cualidades de predicador y de conductor de multitudes a predicar misiones para convertir pecadores. Grandes multitudes lo seguían de un pueblo a otro, después de cada misión, rezando y cantando. Llegaba a los sitios más impensados y preguntaba a las gentes:
"¿Aman a Nuestro Señor?  ¿Y por qué no lo aman más?  ¿Ofenden al buen Dios?  ¿Y por qué ofenderlo si es tan santo?"
Era todo fuego para predicar. Donde Montfort llegaba, el pecado tenía que salir corriendo. Pero no era él quien conseguía las conversiones. Era la Virgen María a quien invocaba constantemente. Ella rogaba a Jesús y Jesús cambiaba los corazones. Después de unos Retiros dejó escrito:
"Ha nacido en mí una confianza sin límites en Nuestro Señor y en su Madre Santísima"
No tenía miedo ni a las cantinas, ni a los sitios de juego, ni a los lugares de perdición. Allí se iba resuelto a tratar de quitarse almas al diablo. Y viajaba confiado porque no iba nunca solo. Consigo llevaba el crucifijo y la imagen de la Virgen, y Jesús y María se comportaban con él como formidables defensores. A pie y de limosna se fue hasta Roma, pidiendo a Dios la eficacia de la palabra, y la obtuvo de tal manera que al oír sus sermones se convertían hasta los más endurecidos pecadores. El Papa Clemente XI lo recibió muy amablemente y le concedió el título de "Misionero Apostólico", con permiso de predicar por todas partes.

En cada pueblo o vereda donde predicaba procuraba dejar una cruz, construida en sitio que fuera visible para los caminantes y dejaba en todos un gran amor por los sacramentos y por el rezo del Santo Rosario. Ésto no se lo perdonaban los herejes jansenistas que decían que no había que recibir casi nunca los sacramentos porque no somos dignos de recibirlos. Y con esta teoría tan dañosa enfriaban mucho la fe y la devoción. Y como Luis Montfort decía todo lo contrario y se esforzaba por propagar la frecuente confesión y comunión y una gran devoción a Nuestra Señora, lo perseguían por todas partes. Pero él recordaba muy bien aquellas frases de Jesús:
"El discípulo no es más que su maestro. Si a Mí me han perseguido y me han inventado tantas cosas, así os tratarán a vosotros".
Y nuestro santo se alegraba porque con las persecuciones se hacía más semejante al Divino Maestro. Antes de ir a regiones peligrosas o a sitios donde mucho se pecaba, rezaba con fervor a la Santísima Virgen, y adelante que "donde la Madre de Dios llega, no hay diablo que se resista". Las personas que habían sido víctimas de la perdición se quedaban admiradas de la manera tan franca como les hablaba este hombre de Dios. Y la Virgen María se encargaba de conseguir la eficacia para sus predicaciones. San Luis de Montfort fundó unas Comunidades religiosas que han hecho inmenso bien en las almas. Los Padres Montfortianos (a cuya comunidad le puso por nombre "Compañía de María") y las Hermanas de la Sabiduría. Murió San Luis el 28 de abril de 1716, a la edad de 43 años , agotado de tanto trabajar y predicar. 


Oración


San Luis Grignon de Montfort,
ruega a la Virgen Santísima
que nos envíe muchos apóstoles que,
como tú, se dediquen a hacer
y a amar más y más a Jesús.

Sobre la tumba de
San Luis de Montfort dice:

¿Qué miras caminante? Una antorcha apagada, un hombre a quien el fuego del amor consumió, y que se hizo todo para todos, Luis María Grignon de Montfort.

¿Preguntas por su vida? 
No hay ninguna más íntegra, ¿Su penitencia indagas? Ninguna más austera, ¿Investigas su celo? Ninguno más ardiente. ¿Y su piedad Mariana? Ninguno a San Bernardo más cercano.

Sacerdote de Cristo, a Cristo reprodujo en su conducta, y enseñó en sus palabras. Infatigable, tan sólo en el sepulcro descansó, fue padre de los pobres, defensor de los huérfanos, y reconciliador de los pecadores.


Su gloriosa muerte fue semejante a su vida. Como vivió, murió. Maduro para Dios, voló al cielo a los 43 años de edad.





El santo de la
verdadera devoción Mariana

La Divina Providencia preparó a este gran santo y lo dio al mundo al final del siglo XVII hasta apenas comenzado el siglo XVIII. Nacido en 1673 en Francia, recibe su educación en uno de los Colegios de la Compañía de Jesús y en 1700 se ordena sacerdote. Morirá en 1716, habiendo realizado en tan corta carrera cantidad de misiones populares, echado los cimientos de dos congregaciones religiosas (que no llegó a ver en vida), restaurado templos de la Virgen ruinosos o abandonados y, sobre todo, arrancando las almas de las garras del jansenismo para devolverlas al amor ardiente de Dios, mediante la contemplación tierna de Jesús Crucificado y la verdadera devoción a María Santísima.

Tanto en sus misiones populares como en sus escritos, planta firmemente a Cristo Crucificado (cumbre de la verdadera sabiduría, la sabiduría Divina), y la devoción a María como medio insustituible y necesario para que Cristo se forme realmente en cada alma bautizada.

Extracto del libro:
Tratado de la Verdadera
Devoción a la Santísima Virgen

María en los últimos tiempos de la Iglesia
b. María y la lucha final
51. A estas últimas y crueles persecuciones de Satanás, que aumentarán de día en día hasta que llegue el Anticristo, debe referirse sobre todo aquella primera y célebre predicación y maldición lanzada por Dios contra la serpiente en el paraíso terrestre. Nos parece oportuno explicarla aquí, para la gloria de la Santísima Virgen, salvación de sus hijos y confusión de los demonios:
"Haré que haya enemistad entre ti y la Mujer, entre tu descendencia y la Suya, Ésta te pisará la cabeza, mientras tú te abalanzarás sobre su talón"

52. Dios ha hecho y preparado una sola e irreconciliable enemistad, que durará y se intensificará hasta el fin. Y es entre María, su digna Madre, y el diablo; entre los hijos y servidores de la Santísima Virgen y los hijos y secuaces de Lucifer. De suerte que el enemigo más terrible que Dios ha suscitado como Satanás es María, su Santísima Madre. Ya desde el paraíso terrenal aunque María sólo estaba entonces en la mente divina le inspiró tanto odio contra ese maldito enemigo de Dios, le dio tanta sagacidad para descubrir la malicia de esa antigua serpiente y tanta fuerza para vencer, abatir y aplastar a ese orgulloso impío, que el diablo la teme no sólo más que a todos los ángeles y hombres, sino en cierto modo más que al mismo Dios.

No ya porque la ira, odio y poder divinos no sean infinitamente mayores que los de la Santísima Virgen, cuyas perfecciones son limitadas, sino:

a. Porque Satanás, que es tan orgulloso sufre infinitamente más al verse vencido y castigado por una sencilla y humilde esclava de Dios y la humildad de la Virgen lo humilla más que el poder divino.

b. Porque Dios ha concedido a María un poder tan grande contra los demonios que como a pesar suyo se han visto muchas veces obligados a confesarlo por boca de los posesos, que tienen más miedo a un solo suspiro de María a favor de una persona, que a las oraciones de todos los santos y a una sola amenaza suya contra ellos más que a todos los demás tormentos.

53. Lo que Lucifer perdió por orgullo, lo ganó María con la humildad. Lo que Eva condenó y perdió por desobediencia, lo salvó María con la obediencia. Eva, al obedecer a la serpiente, se hizo causa de perdición para sí y para todos sus hijos, entregándolos a Satanás; María, al permanecer perfectamente fiel a Dios, se convirtió en causa de salvación para sí y para todos sus hijos y servidores, consagrándolos al Señor.

54. Dios no puso solamente una enemistad, sino enemistades, y no sólo entre María y Lucifer, sino también entre la descendencia de la Virgen y la del demonio. Es decir: Dios puso enemistades, antipatías y los odios secretos entre los verdaderos hijos y servidores de la Santísima Virgen y los hijos y esclavos del diablo: no pueden amarse ni entenderse unos a otros.

Los hijos de Belial, los esclavos de Satanás, los amigos de este mundo de pecado ¡todo viene a ser lo mismo!, han perseguido siempre y perseguirán más que nunca de hoy en adelante a quienes pertenezcan a la Santísima Virgen, como en otro tiempo Caín y Esaú, figuras de los réprobos, persiguieron a sus hermanos Abel y Jacob, figuras de los predestinados.

Pero la humilde María triunfará siempre sobre aquel orgulloso y con victoria tan completa que llegará a aplastarle la cabeza, donde reside su orgullo. ¡María descubrirá siempre su malicia de serpiente, manifestará sus tramas infernales, desvanecerá sus planes diabólicos y defenderá hasta el fin a sus servidores de aquellas garras mortíferas!



El poder de María sobre todos los demonios resplandecerá, sin embargo, de modo particular en los últimos tiempos, cuando Satanás pondrá asechanzas a su calcañar, o sea, a sus humildes servidores y pobres a juicio del mundo; humillados delante de todos; rebajados y oprimidos como el calcañar respecto de los demás miembros del cuerpo. Pero, en cambio, serán ricos en gracias y carismas, que María les distribuirá con abundancia, grandes y elevados en santidad delante de Dios, superiores a cualquier otra creatura por su celo ardoroso; y tan fuertemente apoyados en el socorro divino que, con la humildad de su calcañar y unidos a María, aplastarán la cabeza del demonio y harán triunfar a Jesucristo.
c. María y los apóstoles de los últimos tiempos
55. Si, Dios quiere que su Madre Santísima, sea ahora más conocida, amada y honrada que nunca. Lo que sucederá sin duda, si los predestinados, con la gracia y luz del Espíritu Santo, entran y penetran en la práctica interior y perfecta de la devoción que voy a manifestarles enseguida.


  • Entonces verán, en cuanto lo permita la fe, a esta hermosa estrella del mar y, guiados por Ella, llegará a puerto seguro, a pesar de las tempestades y de los piratas.
  • Entonces conocerán las grandezas de esta Soberana y se consagrarán enteramente a su servicio como súbditos y esclavos de amor.
  • Entonces saborearán sus dulzuras y bondades maternales y la amarán tiernamente como sus hijos predilectos.
  • Entonces experimentarán las misericordias en que Ella reboza y la necesidad en que están de su socorro, recurrirán en todo a Ella, como a su querida Abogada y Medianera ante Jesucristo.
  • Entonces sabrán que María es el medio más seguro, fácil, corto y perfecto para llegar hasta Jesucristo y se consagrarán a Ella en cuerpo y alma sin reserva alguna, para pertenecer del mismo modo a Jesucristo.
56. Pero, ¿qué serán estos servidores, esclavos e hijos de María?

  • Serán fuego encendido, ministros del Señor, que prenderán por todas partes el fuego del amor divino.
  • Serán flechas agudas en la mano poderosa de María para atravesar a sus enemigos: como saetas en mano de un valiente.
  • Serán hijos de Levi, bien purificados por el fuego de grandes tribulaciones y muy unidos a Dios. Llevarán en el corazón el fuego del amor, el incienso de la oración en el espíritu y en el cuerpo la mirra de la mortificación.
  • Serán en todas partes el buen olor de Jesucristo para los pobres y sencillos; pero para los grandes, los ricos y mundanos orgullosos serán olor de muerte.
57. Serán nubes tronales y volantes, en el espacio, al menor soplo del Espíritu Santo. Sin apegarse a nada ni asustarse, ni inquietarse por nada, derramarán la lluvia de la palabra de Dios y de la vida eterna, tronarán contra el pecado, lanzarán rayos contra el mundo del pecado, descargarán golpes contra el demonio y sus secuaces y con la espada de dos filos de la palabra de Dios traspasarán a todos aquellos a quienes sean enviados de parte del Altísimo.



58. Serán los apóstoles auténticos de los últimos tiempos. A quienes el Señor de los ejércitos dará la palabra y la fuerza necesarias para realizar maravillas y ganar gloriosos despojos sobre sus enemigos. Dormirán sin oro ni plata y lo que más cuenta sin preocupaciones en medio de los demás sacerdotes, eclesiásticos y clérigos. Tendrán sin embargo, las alas plateadas de la paloma, para volar con la pura intención de la gloria de Dios y de la salvación de los hombres adonde los llame el Espíritu Santo. Y no dejarán en pos de sí en los lugares en donde prediquen sino el oro de la caridad, que es el cumplimiento de toda ley.

59. Por último, sabemos que serán verdaderos discípulos de Jesucristo. Caminando sobre las huellas de su pobreza, humildad, desprecio de lo mundano y caridad evangélica, enseñarán la senda estrecha de Dios en la pura verdad, conforme al Evangelio y no a los códigos mundanos, sin inquietarse por nada ni hacer acepción de personas, sin dar oídos ni escuchar ni temer a ningún mortal por poderoso que sea.

Llevarán en la boca la espada de dos filos de la palabra de Dios, sobre sus hombros el estandarte ensangrentado de la Cruz, en la mano derecha el Crucifijo, el Rosario en la izquierda, los sagrados nombres de Jesús y María en el corazón y en toda su conducta la modestia y mortificación de Jesucristo. 

Fuente - Texto tomado de EWTN:
http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Luis_Monfort_4_28.htm

Fuente - Texto tomado de ES.CATHOLIC.NET:

Fuente - Texto tomado de ES.CATHOLIC.NET:

Santa Gianna Beretta Molla - Médico - Esposa - Madre de Familia - Fiesta Abril 28



Martirologio Romano

En Magenta, localidad cercana a Milán, en Italia, Santa Juana Beretta Molla, madre de familia, que, esperando un hijo, no dudó en anteponer con amor la vida de la criatura a la suya propia.(†1962).

Fecha de canonización: 16 de mayo de 2004, por el Papa Juan Pablo II.

Patronazgo: Mujeres embarazadas, futuras madres, y enfermas de cáncer uterino y mamario.

Breve Biografía

Gianna Beretta nació en Magenta (provincia de Milán) el día 4 de octubre de 1922. Desde su tierna infancia, acoge el don de la fe y la educación cristiana que recibe de sus padres. Considera la vida como un don maravilloso de Dios, confiándose plenamente a la Providencia, y convencida de la necesidad y de la eficacia de la oración. Durante los años de Liceo y de Universidad, en los que se dedica con diligencia a los estudios, traduce su fe en fruto generoso de apostolado en la Acción católica y en la Sociedad de San Vicente de Paúl, dedicándose a los jóvenes y al servicio caritativo con los ancianos y necesitados. Habiendo obtenido el título de Doctor en Medicina y Cirugía en 1949 en la Universidad de Pavía, abre en 1950 un ambulatorio de consulta en Mésero, municipio vecino a Magenta. En 1952 se especializa en Pediatría en la Universidad de Milán. En la práctica de la medicina, presta una atención particular a las madres, a los niños, a los ancianos y a los pobres.

Su trabajo profesional, que considera como una «misión», no le impide el dedicarse más y más a la Acción católica, intensificando su apostolado entre las jovencitas. Se dedica también a sus deportes favoritos, el esquí y el alpinismo, encontrando en ellos una ocasión para expresar su alegría de vivir, recreándose ante el encanto de la creación.

Se interroga sobre su porvenir, reza y pide oraciones, para conocer la voluntad de Dios. Llega a la conclusión de que Dios la llama al matrimonio. Llena de entusiasmo, se entrega a esta vocación, con voluntad firme y decidida de formar una familia verdaderamente cristiana. Conoce al ingeniero Pietro Molla. Comienza el período de noviazgo, tiempo de gozo y alegría, de profundización en la vida espiritual, de oración y de acción de gracias al Señor. El día 24 de septiembre de 1955, Gianna y Pietro contraen matrimonio en Magenta, en la Basílica de S. Martín. Los nuevos esposos se sienten felices. En noviembre de 1956, Gianna da a luz a su primer hijo, Pierluigi. En diciembre de 1957 viene al mundo Mariolina y en julio de 1959, Laura. Gianna armoniza, con simplicidad y equilibrio, los deberes de madre, de esposa, de médico y la alegría de vivir.

En septiembre de 1961, al cumplirse el segundo mes de embarazo, es presa del sufrimiento. El diagnóstico: un tumor en el útero. Se hace necesaria una intervención quirúrgica. Antes de ser intervenida, suplica al cirujano que salve, a toda costa, la vida que lleva en su seno, y se confía a la oración y a la Providencia. Se salva la vida de la criatura. Ella da gracias al Señor y pasa los siete meses antes del parto con incomparable fuerza de ánimo y con plena dedicación a sus deberes de madre y de médico. Se estremece al pensar que la criatura pueda nacer enferma, y pide al Señor que no suceda tal cosa. Algunos días antes del parto, confiando siempre en la Providencia, está dispuesta a dar su vida para salvar la de la criatura:


«Si hay que decidir entre mi vida y la del niño, no dudéis; elegid -lo exijo- la suya. Salvadlo»
La mañana del 21 de abril de 1962 da a luz a Gianna Emanuela. El día 28 de abril, también por la mañana, entre indecibles dolores y repitiendo la jaculatoria:
«Jesús, te amo; Jesús, te amo»
Muere santamente. Tenía 39 años. Sus funerales fueron una gran manifestación llena de emoción profunda, de fe y de oración. La Sierva de Dios reposa en el cementerio de Mésero, a 4 kilómetros de Magenta.
«Meditada inmolación»
Pablo VI definió con esta frase el gesto de la beata Gianna recordando, en el Ángelus del domingo 23 de septiembre de 1973:
«Una joven madre de la diócesis de Milán que, por dar la vida a su hija, sacrificaba, con meditada inmolación, la propia»
Es evidente, en las palabras del Santo Padre, la referencia cristológica al Calvario y a la Eucaristía.

S.S. Juan Pablo II la canonizó el 16 de mayo de 2004.

O r a c i ó n


Dios, que eres nuestro Padre,
te alabamos y te bendecimos
porque en Santa Gianna Beretta Molla
nos has dado y hecho conocer
una mujer testigo del Evangelio
como joven, esposa, madre y médico.
Te agradecemos porque,
también a través del don de su vida,
nos enseñas a acoger
y honrar cada creatura humana.

Tú Señor Jesús
has sido para ella
punto de referencia privilegiado.
Te ha sabido reconocer
en la belleza de la naturaleza.
Mientras se interrogaba
sobre su elección de vida,
iba en tu búsqueda
y del modo mejor para servirte.

A través del amor conyugal,
se hizo signo de tu amor
por la Iglesia y por la humanidad.
Como tú buen samaritano,
se ha quedado al lado de
cada persona enferma, pequeña y débil.
Siguiendo Tu ejemplo y por amor,
se ha dado toda entera,
generando nueva vida.

Espíritu Santo, fuente de toda perfección
danos también sabiduría,
inteligencia y coraje para que,
con el ejemplo de
Santa Gianna y por su intercesión
en la vida personal, familiar, profesional,
sepamos ponernos al servicio
de todo hombre y mujer
y crecer así en el amor y en la santidad.

Amén 

Con aprobación eclesiástica

Fuente - Texto tomado de ES.CATHOLIC.NET:
http://es.catholic.net/op/articulos/35438/gianna-beretta-molla-santa.html

Fuente - Texto tomado de GIANNABERETTAMOLLA.ORG:
http://www.giannaberettamolla.org/esp/principalesp.htm

Santa Zita - Sirvienta (1278) - Fiesta Abril 27


Una sencilla sirvienta del hogar. Desde los 12 años hasta su muerte sirvió en casa de los Fatinelli de Lucca (Italia), siendo a veces humillada y criticada por ellos. Mereció, no obstante, su respeto gracias a la sincera devoción y a la entrega a su trabajo. El Señor le favoreció con el don de los milagros y carismas extraordinarios. El culto a la sierva de Dios comenzó poco después de su muerte en 1278. Su tumba en la iglesia de San Fridiano fue objeto de veneración y peregrinación por toda clase de gente.

Canonizada en 1696, su nombre entró en el calendario Romano en 1748. Desde Italia su culto pasó ya desde la edad media a todas partes de Europa, sobre todo dentro de las clases populares. Muy vinculada a las asociaciones de jóvenes del servicio doméstico.

Historia

Santa Zita nació en Lucca (Italia), en 1218, de una familia campesina pobre, pero muy piadosa. De pequeñita, bastaba que la mamá le dijera:
"Ésto agrada a Dios"
Para que la niña lo hiciera. Y bastaba decirle:
"Ésto no agrada a Nuestro Señor"
Para que dejara de hacerlo. A los 12 años, a causa de la pobreza de la familia tuvo que emplearse de sirvienta en una familia rica. El consejo que le dio la mamá al despedirse de ella fue ésto:
"En tus acciones y palabras debes pensar: ¿ésto agradará a Dios?"
Fue un consejo que le ayudó muchísimo a comportarse bien. El jefe de la familia donde Zita fue a trabajar, era de temperamento violento y mandaba con gritos y palabras muy humillantes. Todos los empleados protestaban por este trato tan áspero, menos Zita que lo aceptaba de buena gana para asemejarse a Cristo Jesús que fue humillado y ultrajado. Las demás empleadas le tenían envidia y la humillaban continuamente con palabras hirientes. Pero jamás Zita respondía a sus ofensas ni guardaba rencor o resentimiento. Los obreros se disgustaban porque ella demostraba aversión a las palabras groseras y a los cuentos inmorales. La tildaban de "besaladrillos" y de "beata". Pero con el correr de los años, todos se fueron dando cuenta de que era una verdadera santa, una gran amiga de Dios.

Era la más consagrada a sus oficios en toda esa inmensa casa y repetía que una piedad que lo lleva a uno a descuidar los deberes y oficios que tiene que cumplir, no es verdadera piedad.

Un hombre quiso irrespetarla en su castidad, y ella le arañó la cara, y lo hizo alejarse. El otro fue con calumnias ante el dueño de la casa y éste la insultó horriblemente. Zita no dijo ni una sola palabra para defenderse. Dejaba a Dios que se encargara de su defensa. Y después se supo toda la verdad y el patrón tuvo que arrepentirse del trato tan injusto que le había dado y creció enormemente su aprecio por aquella humilde sirvienta. El dinero de su sueldo lo gastaba casi todo en ayudar a los pobres. Dormía en una estera en el puro suelo porque su catre y colchón los había regalado a una familia muy necesitada.

Un día en pleno invierno con varios grados bajo cero, la señora de la casa le prestó su manto de lana para que fuera al templo a oír misa. Pero en la puerta del templo encontró a un pobre titiritando de frío y le dejó el manto. Al volver a casa fue terriblemente regañada por haber dado aquella tela, pero poco después apareció en la puerta de la casa un señor misterioso a traer un hermoso manto de lana. Y no quiso decir quién era él. La gente decía:
"Un ángel del Señor vino a visitarnos"
Un día llevaba para los pobres entre los pliegues de su delantal, todo lo que había sobrado del almuerzo, y por el camino se encontró con el furioso jefe de la casa, el cual le preguntó:
"¿Qué lleva ahí?"
Ella abrió el delantal y solamente apareció allí un montón de flores.

En época de gran escasez y hambre, Zita repartió entre los más pobres unos costales de grano que había en la despensa. Cuando llegó el furibundo capataz de la casa a contar cuántos costales de grano quedaban en el granero, la santa se puso a rezar a Dios para que le solucionara aquel problema. El hombre encontró allí todos los costales de grano. No faltaba ni uno solo. Y nadie se pudo explicar cómo ni cuándo fueron repuestos los que la joven había repartido entre los pobres. Cuando le quedaba un día libre, lo empleaba en visitar pobres, enfermos y presos, en ayudar a los condenados a muerte.

Estuvo 48 años de sirvienta, demostrando que en cualquier oficio y profesión que sea del agrado de Dios, se puede llegar a una gran santidad. Murió el 27 de abril de 1278. Fueron tantos los milagros que se obraron por su intercesión que el Papa Inocencio XII la declaró santa. Y su cuerpo se conservaba incorrupto cuando fue sacado del sepulcro, más de 300 años después de su muerte. Todavía son miles y miles los peregrinos que van a visitar el sepulcro y el templo de Santa Zita. Y ella sigue dándonos esta gran lección:

Que en un trabajo humilde se puede ganar una gran gloria para el cielo

Fuente - Texto tomado de EWTN: