domingo, 8 de marzo de 2015

Santa Francisca Romana - Viuda y Religiosa - Fiesta Marzo 9



Nació en Roma el año 1384. Se casó muy joven (1396) con Lorenzo de Ponziani de quien tuvo tres hijos. En sus 40 años de matrimonio dio ejemplo de esposa fiel y devoción a sus responsabilidades domésticas. Soportó muchas pruebas severas, entre ellas la muerte de sus hijos y la confiscación de sus tierras. En la dura época que le tocó vivir repartió sus bienes entre los pobres, atendió a los enfermos y desempeñó una admirable actividad con los necesitados, destacando, sobre todo, por su humildad y paciencia. Instituyó en el 1425 la Congregación de Oblatas de Tor de'Specci, bajo la regla de San Benito. Murió el año 1440. Unos meses después de su muerte, durante la apertura de su tumba en Roma, se descubrió que su hermoso cuerpo había permanecido incorrupto, y que exhalaba, además, un perfume que resultaba conocido a aquellos que habían tratado con ella. Fue canonizada en 1608. En la iconografía se la presenta en hábito negro, velo blanco, con una cesta de comida en la mano y acompañada por su ángel custodio. 

La biografía de Santa Francisca fue escrita por el Padre John Matteotti, su confesor por los últimos 10 años de su vida. Contiene visiones y revelaciones sobre su Ángel Guardián, a quien ella tenía gran devoción y podía ver desde pequeña caminar a su lado y guiarla.

Francisca y su Compañía Angélica
Las Actas de Canonización de Santa Francisca Romana, año 1608

Cuando pequeña, Santa Francisca tuvo la fortuna de ver a su Ángel de la Guarda, que velaba por ella día y noche. Jamás la dejó un solo instante, y en ocasiones, como favor especial, le permitía ver el esplendor de su figura. Ella lo describe así:
"Era de una belleza increíble, con un cutis más blanco que la nieve y un rubor que superaba el arrebol de las rosas. Sus ojos, siempre abiertos tornados hacia el cielo, el largo cabello ensortijado tenía el color del oro bruñido. Su túnica llegaba al suelo y era de un blanco algo azulado y, otras veces, con destellos rojizos. Era tal la irradiación luminosa que emanaba de su rostro, que podía leer maitines en plena media noche"
En una ocasión, el escéptico padre de Francisca la requirió el honor de ser presentado a esta criatura "imaginaria". Dicho y hecho. Ella tomó al Ángel de la mano, y uniéndola a la de su padre, los presentó, pudiendo el último verlo y así no volver a dudar.

La paciencia y caridad
de Santa Francisca
De la vida la santa, escrita por María Magdalena Anguillaria,
superiora de las Oblatas de Tor de'Specci,
(Caps. 6-7: Acta Sanctorum Martii 2, *188-*189)

Dios probó la paciencia de Francisca no sólo en su fortuna, sino también en su mismo cuerpo, haciéndola experimentar largas y graves enfermedades, como se ha dicho antes y se dirá luego. Sin embargo, no se pudo observar en ella ningún acto de impaciencia, ni mostró el menor signo de desagrado por la torpeza con que a veces la atendían. 

Francisca manifestó su entereza en la muerte prematura de sus hijos, a los que amaba tiernamente; siempre aceptó con serenidad la voluntad de Dios, dando gracias por todo lo que le acontecía. Con la misma paciencia soportaba a los que la criticaban, calumniaban y hablaban mal de su forma de vivir. Nunca se advirtió en ella ni el más leve indicio de aversión respecto de aquellas personas que hablaban mal de ella y de sus asuntos; al contrario, devolviendo bien por mal, rogaba a Dios continuamente por dichas personas.

Y ya que Dios no la había elegido para que se preocupara exclusivamente de su santificación, sino para que emplease los dones que Él le había concedido para la salud espiritual y corporal del prójimo, la había dotado de tal bondad que, a quien le acontecía ponerse en contacto con ella, se sentía inmediatamente cautivado por su amor y su estima, y se hacía dócil a todas sus indicaciones. Es que, por el poder de Dios, sus palabras poseían tal eficacia que con una breve exhortación consolaba a los afligidos y desconsolados, tranquilizaba a los desasosegados, calmaba a los iracundos, reconciliaba a los enemigos, extinguía odios y rencores inveterados, en una palabra, moderaba las pasiones de los hombres y las orientaba hacia su recto fin. Por ésto todo el mundo recurría a Francisca como a un asilo seguro, y todos encontraban consuelo, aunque reprendía severamente a los pecadores y censuraba sin timidez a los que habían ofendido o eran ingratos a Dios.


Francisca, entre las diversas enfermedades mortales y pestes que abundaban en Roma, despreciando todo peligro de contagio, ejercitaba su misericordia con todos los desgraciados y todos los que necesitaban ayuda de los demás. Fácilmente los encontraba; en primer lugar les incitaba a la expiación uniendo sus padecimientos a los de Cristo, después les atendía con todo cuidado, exhortándoles amorosamente a que aceptasen gustosos todas las incomodidades como venidas de la mano de Dios, y a que las soportasen por el amor de Aquel que había sufrido tanto por ellos. Francisca no se contentaba con atender a los enfermos que podía recoger en su casa, sino que los buscaba en sus chozas y hospitales públicos. Allí calmaba su sed, arreglaba sus camas y curaba sus úlceras con tanto mayor cuidado cuanto más fétidas o repugnantes eran.

Acostumbraba también a ir al hospital de Camposanto y allí distribuía entre los más necesitados alimentos y delicados manjares. Cuando volvía a casa, llevaba consigo los harapos y los paños sucios y los lavaba cuidadosamente y planchaba con esmero, colocándolos entre aromas, como si fueran a servir para su mismo Señor. Durante 30 años desempeñó Francisca este servicio a los enfermos, es decir, mientras vivió en casa de su marido, y también durante este tiempo realizaba frecuentes visitas a los hospitales de Santa María, de Santa Cecilia en el Trastévere, del Espíritu Santo y de Camposanto. Y, como durante este tiempo en el que abundaban las enfermedades contagiosas, era muy difícil encontrar no sólo médicos que curasen los cuerpos, sino también sacerdotes que se preocupasen de lo necesario para el alma, ella misma los buscaba y los llevaba a los enfermos que ya estaban preparados para recibir la penitencia y la eucaristía. Para poder actuar con más libertad, ella misma retribuía de su propio peculio a aquellos sacerdotes que atendían en los hospitales a los enfermos que ella les indicaba.

Fuente - Texto tomado CORAZONES.ORG:

3 Semana de Cuaresma - Marzo 8 al 14 de 2015



Domingo de Moisés
y de la samaritana

"Tengo los ojos puestos en el Señor porque Él saca mis pies de la red. Mírame, oh Dios, y ten piedad de mí, que estoy solo y afligido".

Reflexión

Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: "Dame de beber", tú le habrías pedido a Él, y Él te habría dado agua viva» (Juan 4:10).

Las personas de Israel han pecado; han renegado y probado a Dios con su falta de fe y desconfianza. A su ingratitud y dureza de corazón, Dios responde con el regalo del agua que fluye. Esta agua es más que una señal de la Divina Providencia que está presente en Moisés y en el agua; predice esa otra agua, la vida nueva, que ofrece en Cristo.

Jesús le pide de beber a la mujer Samaritana y entonces, en diálogo con ella, le ofrece agua viva y se revela como el Mesías (Cristo.) La mujer deja su cántaro de agua, su vida pasada, y corre a contar a todas las personas lo que pasó. Jesús, en nuestro bautismo también nos invita a beber ésta agua viva y, como la Samaritana, nos da la oportunidad de reconocer nuestros errores, cambiar nuestra vida y dar testimonio de lo que creemos...

Oración

Señor, Padre de misericordia y origen de todo bien, que aceptas el ayuno, la oración y la limosna como remedio de nuestros pecados, mira con amor a tu pueblo penitente y restaura con tu misericordia a los que estamos hundidos bajo el peso de las culpas. Por nuestro Señor, Jesucristo. Amén.

MARZO 9 - MARZO 14

Lunes, Marzo 9

"Mi alma se consume y anhela los atrios del Señor, mi corazón y carne retozan por el Dios vivo" (Antífona de Entrada, Sal 83, 3).

Oración

Señor, purifica y protege a tu Iglesia con misericordia continua, y pues sin ti no puede mantener su firmeza, que tu protección la dirija y la sostenga siempre. Por Nuestro Señor Jesucristo. Amén.

Martes, Marzo 10

"Yo te invoco porque tú me respondes, Dios mío; inclina el oído y escucha mis palabras. Guárdame como a las niñas de tus ojos, a la sombra de tus alas escóndeme" (Antífona de Entrada, Sal 16, 6.8).

Oración

Señor, que tu gracia no nos abandone, para que, entregados plenamente a tu servicio, sintamos sobre nosotros tu protección continua. Por Nuestro Señor Jesucristo. Amén.

Miércoles, Marzo 11

"Asegura mis pasos con tu promesa, que ninguna maldad me domine".

Oración

Penetrados del sentido cristiano de la Cuaresma y alimentados con tu palabra, te pedimos, Señor, que te sirvamos fielmente con nuestras penitencias y perseveremos unidos en la plegaria. Por Nuestro Señor Jesucristo. Amén.

Jueves, Marzo 12

"Yo soy la salvación del pueblo -dice el Señor-. Cuando me llamen desde el peligro, yo les escucharé y seré para siempre su Señor" (Antífona de Entrada, Salmo 37 (36), 39s.28).

Oración

Te pedimos humildemente, a medida que se acerca la fiesta de nuestra salvación, vaya creciendo en intensidad nuestra entrega para celebrar dignamente el misterio pascual. Por Nuestro Señor Jesucristo. Amén.

Viernes, Marzo 13

"No tienes igual entre los dioses, Señor: Grande eres Tú y haces maravillas, Tú eres el único Dios" (Antífona de Entrada, Sal 85, 8.10).

Oración

Infunde, Señor, tu gracia en nuestros corazones para que sepamos dominar nuestro egoísmo y secundar las inspiraciones que nos vienen del cielo. Por Nuestro Señor Jesucristo. Amén.

Sábado, Marzo 14

"Bendice alma mía, al Señor y no olvides sus beneficios. Él perdona todas tus culpas" (Antífona de Entrada, Sal 102, 2-3).

Oración

Llenos de alegría, al celebrar un año más la Cuaresma, te pedimos, Señor vivir los sacramentos pascuales, y sentir en nosotros el gozo de su eficacia. Por Nuestro Señor Jesucristo. Amén.

Fuente - Texto tomado de EWTN.COM:
http://www.ewtn.com/espanol/cuaresma/2015/week3.asp

Lectura del Santo Evangelio Según San Juan 2, 13-25


13. Estaba ya cerca la Pascua de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén.

14. Y encontrando en el templo gentes que vendían bueyes, y ovejas, y palomas, y cambistas sentados en sus mesas.

15. Habiendo formado de cuerdas como un azote, los echó a todos del templo, juntamente con las ovejas y bueyes, y derramó por el suelo el dinero de los cambistas, derribando las mesas.

16. Y hasta a los que vendían palomas, les dijo:
"Quitad eso de aquí, y no queráis hacer de la casa de mi Padre una casa de tráfico"
17. Entonces se acordaron sus discípulos que está escrito:
"El celo de tu casa me tiene consumido"
18. Pero los judíos se dirigieron a Él, y le preguntaron:
"¿Qué señal nos das de tu autoridad para hacer estas cosas?"
19. Respondióles Jesús:
"Destruid este templo, y Yo en tres días lo reedificaré"
20. Los judíos le dijeron:
"Cuarenta y seis años se han gastado en la reedificación de este templo, y tú lo has de levantar en tres días?"
21. Mas Él les hablaba del templo de su cuerpo.

22. Así, cuando hubo resucitado de entre los muertos, sus discípulos hicieron memoria de que lo dijo por ésto, y creyeron, con más viva fe, a la Escritura y a las palabras de Jesús.

23. En el tiempo, pues, que estuvo en Jerusalén con motivo de la fiesta de la Pascua, creyeron muchos en su Nombre, viendo los milagros que hacía.

24. Verdad es que Jesús no se fiaba de ello, porque los conocía bien a todos.

25. Y no necesitaba que nadie le diera testimonio o le informase acerca de hombre alguno: porque sabía Él mismo lo que hay dentro de cada hombre.

Palabra de Dios,
Gloria a Ti, Señor Jesús

San Juan de Dios - Fiesta Marzo 8



Es el Fundador de la Comunidad de Hermanos Hospitalarios de San Juan de Dios (Año 1550). Nació y murió un 8 de marzo. Nace en Portugal en 1495 y muere en Granada (España), en 1550 a los 55 años de edad. De familia pobre pero muy piadosa. Su madre murió cuando él era todavía joven. Su padre murió como religioso en un convento. En su juventud fue pastor, muy apreciado por el dueño de la finca donde trabajaba. Le propusieron que se casara con la hija del patrón y así quedaría como heredero de aquellas posesiones, pero él dispuso permanecer libre de compromisos económicos y caseros, pues deseaba dedicarse a labores más espirituales. Estuvo de soldado bajo las órdenes del genio de la guerra, Calos V en batallas muy famosas. La vida militar lo hizo fuerte, resistente y sufrido.

La Santísima Virgen lo salvó de ser ahorcado, pues una vez lo pusieron en la guerra a cuidar un gran depósito, y por no haber estado lo suficientemente alerta, los enemigos se llevaron todo. Su coronel se dispuso mandarlo ahorcar, pero Juan se encomendó con toda fe a la Madre de Dios, y logró que le perdonaran la vida. Y dejó la milicia, porque para eso no era muy adaptado. Salido del ejercito, quiso hacer un poco de apostolado y se dedicó a hacer de vendedor ambulante de estampas y libros religiosos.

Cuando iba llegando a la ciudad de Granada vio a un niñito muy pobre y muy necesitado y se ofreció bondadosamente a ayudarlo. Aquel "pobrecito" era la representación de Jesús Niño, el cual le dijo:
"Granada será tu cruz"
Y desapareció. Estando Juan en Granada de vendedor ambulante de libros religiosos, de pronto llegó a predicar una misión el famoso Padre San Luis de Ávila. Juan asistió a uno de sus elocuentes sermones, y en pleno sermón, cuando el predicador hablaba contra la vida de pecado, nuestro hombre se arrodilló y empezó a gritar:
"Misericordia Señor, que soy un pecador"
Y salió gritando por las calles, pidiendo perdón a Dios. Tenía unos 40 años. Se confesó con San Juan de Ávila y se propuso una penitencia muy especial: 
Hacerse el loco para que la gente lo humillara y lo hiciera sufrir muchísimo. 
Repartió entre los pobres todo lo que tenía en su pequeña librería, empezó a deambular por las calles de la ciudad pidiendo misericordia a Dios por todos sus pecados. La gente lo creyó loco y empezaron a atacarlo a pedradas y golpes. Al fin lo llevaron al manicomio y los encargados le dieron fuertes palizas, pues ése era el medio que tenían en aquel tiempo para calmar a los locos: azotarlos fuertemente. Pero ellos notaban que Juan no se disgustaba por los azotes que le daban, sino que lo ofrecía todo a Dios. Pero al mismo tiempo corregía a los guardias y les llamaba la atención por el modo tan brutal que tenían de tratar a los pobres enfermos. Aquella estadía de Juan en ese manicomio, que era un verdadero infierno, fue verdaderamente providencial, porque se dio cuenta del gran error que es pretender curar las enfermedades mentales con métodos de tortura. Y cuando quede libre fundará un hospital, y allí, aunque él sabe poco de medicina, demostrará que él es mucho mejor que los médicos, sobre todo en lo relativo a las enfermedades mentales, y enseñará con su ejemplo que a ciertos enfermos hay que curarles primero el alma si se quiere obtener después la curación de su cuerpo. Sus religiosos atienden enfermos mentales en todos los continentes y con grandes y maravillosos resultados, empleando siempre los métodos de la bondad y de la comprensión, en vez del rigor de la tortura.

Cuando San Juan de Ávila volvió a la ciudad y supo que a su convertido lo tenían en un manicomio, fue y logró sacarlo y le aconsejó que ya no hiciera más la penitencia de hacerse el loco para ser martirizado por las gentes. Ahora se dedicará a una verdadera "locura de amor", gastar toda su vida y sus energías a ayudar a los enfermos más miserables por amor a Cristo Jesús, a quien ellos representan. Juan alquila una casa vieja y allí empieza a recibir a cualquier enfermo, mendigo, loco, anciano, huérfano y desamparado que le pida su ayuda. Durante todo el día atiende a cada uno con el más exquisito cariño, haciendo de enfermero, cocinero, barrendero, mandadero, padre, amigo y hermano de todos. Por la noche se va por la calle pidiendo limosnas para sus pobres. Pronto se hizo popular en toda Granada el grito de Juan en las noches por las calles. Él iba con unos morrales y unas ollas gritando:
"¡Haced el bien hermanos, para vuestro bien!"
Las gentes salían a la puerta de sus casas y le regalaban cuanto les había sobrado de la comida del día. Al volver cerca de la medianoche se dedicaba a hacer aseo en el hospital, y a la madrugada se echaba a dormir un rato debajo de una escalera. Un verdadero héroe de la caridad. El señor obispo, admirado por la gran obra de caridad que Juan estaba haciendo, le añadió dos palabras a su nombre de pila, y empezó a llamarlo "Juan de Dios", y así lo llamó toda la gente en adelante. Luego, como este hombre cambiaba frecuentemente su vestido bueno por los harapos de los pobres que encontraba en las calles, el prelado le dio una túnica negra como uniforme; así se vistió hasta su muerte, y así han vestido sus religiosos por varios siglos.


Un día su hospital se incendió y Juan de Dios entró varias veces por entre las llamas a sacar a los enfermos y aunque pasaba por en medio de enormes llamaradas no sufría quemaduras, y logró salvarle la vida a todos aquellos pobres. Otro día el río bajaba enormemente crecido y arrastraba muchos troncos y palos. Juan necesitaba abundante leña para el invierno, porque en Granada hace mucho frío y a los ancianos les gustaba calentarse alrededor de la hoguera. Entonces se fue al río a sacar troncos, pero uno de sus compañeros, muy joven, se adentró imprudentemente entre las violentas aguas y se lo llevó la corriente. El santo se lanzó al agua a tratar de salvarle la vida, y como el río bajaba supremamente frío, ésto le hizo daño para su enfermedad de artritis y empezó a sufrir espantosos dolores. Después de tantísimos trabajos, ayunos y trasnochadas por hacer el bien, y resfriados por ayudar a sus enfermos, la salud de Juan de Dios se debilitó totalmente. Él hacía todo lo posible porque nadie se diera cuenta de los espantosos dolores que lo atormentaban día y noche, pero al fin ya no fue capaz de simular más. Sobre todo la artritis le tenía sus piernas retorcidas y le causaba dolores indecibles.

Entonces una venerable señora de la ciudad obtuvo del señor obispo autorización para llevarlo a su casa y cuidarlo un poco. El santo se fue ante el Santísimo Sacramento del altar y por largo tiempo rezó con todo el fervor antes de despedirse de su amado hospital. Le confió la dirección de su obra a Antonio Martín, un hombre a quien él había convertido y había logrado que se hiciera religioso, y colaborador suyo, junto con otro hombre a quien Antonio odiaba; y después de amigarlos, logró el santo que le ayudaran en su obra en favor de los pobres, como dos buenos amigos. Al llegar a la casa de la rica señora, exclamó Juan:
"Oh, estas comodidades son demasiado lujo para mí que soy tan miserable pecador"
Allí trataron de curarlo de su dolorosa enfermedad, pero ya era demasiado tarde. El 8 de marzo de 1550, sintiendo que le llegaba la muerte, se arrodilló en el suelo y exclamó:
"Jesús, Jesús, en tus manos me encomiendo"
Y quedó muerto, así de rodillas. Había trabajado incansablemente durante 10 años dirigiendo su hospital de pobres, con tantos problemas económicos que a veces ni se atrevía a salir a la calle a causa de las muchísimas deudas que tenía; y con tanta humildad, que siendo el más grande santo de la ciudad se creía el más indigno pecador. Él que había sido apedreado como loco, fue acompañado al cementerio por el obispo, las autoridades y todo el pueblo, como un santo. Después de muerto obtuvo de Dios muchos milagros en favor de sus devotos, y el Papa lo declaró santo en 1690. Es patrono de los que trabajan en hospitales y de los que propagan libros religiosos.



Oración para pedir su intercesión

¡Glorioso San Juan de Dios,
caritativo protector de los enfermos y desvalidos!

Mientras vivisteis en la tierra no hubo quien
se apartase de vos desconsolado:

El pobre halló amparo y refugio;
los afligidos consuelo y alegría;
confianza los desesperados
y alivio en sus penas 
y dolores todos los enfermos.

Si tan copiosos fueron los frutos
de vuestra caridad estando aún en el mundo,
¿qué no podremos esperar de vos ahora
que vivís íntimamente unido a Dios en el Cielo?

Animados con este pensamiento,
esperamos nos alcancéis del
Señor la gracia de… (hacer la petición)

Si es para mayor gloria de Dios
y bien de nuestras almas.

Amén.

Fuente - Texto tomado de EWTN: