martes, 17 de febrero de 2015

Decálogo de Cuaresma - Guía para conseguir una especial preparación interior


El tiempo de Cuaresma es un momento de especial preparación interior. Este decálogo cuaresmal puede ser una buena guía para cumplir con este propósito.


1. Romperás de una vez por todas con lo que tú bien sabes que Dios no quiere, aunque te agrade mucho, aunque te cueste “horrores” dejarlo. Lo arrancarás sin compasión como un cáncer que te está matando.

¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si arruina su vida?(Mc 8, 36)
2. Compartirás tu pan con el hambriento, tus ropas con el desnudo, tus palabras con el que vive en soledad, tu tiempo y consuelo con el que sufre en el cuerpo o en el alma, tu sonrisa con el triste, tu caridad con TODOS. Examinarás esto con cuidado cada noche.

En verdad os digo que cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis (Mt 25, 40)
3. Dedicarás un buen tiempo todos los días para estar a solas con Dios, para hablar con Él de corazón a Corazón. Será un tiempo de agradecer, de pedir perdón, de alabarle y adorarle, de suplicar por la salvación de TODOS. Este tiempo no es negociable.

“Sucedió que por aquellos días se fue Él al monte a orar, y se pasó la noche en la oración de Dios” (Lc 6, 12)
4. Confiarás en Dios a pesar de tus pecados y miserias. Creerás que Dios es más fuerte que todo el mal del mundo. No permitirás que ni dolor, ni pesar alguno, ni “tu negra suerte”, ni las injusticias y traiciones sufridas te hagan dudar ni por un momento del amor infinito que Dios te tiene. Él ha muerto en cruz para salvarte de tus pecados.

“Aunque pase por valle tenebroso, ningún mal temeré, porque tú vas conmigo; tu vara y tu cayado, ellos me sosiegan” (Sal 23, 4)
5. Mirarás sólo a Dios y a tus hermanos. Mirarte tanto te hace daño, porque te envaneces viendo los dones que no son tuyos o te desalientas viendo sin humildad tus miserias. Mira a Jesús y habrá paz en tu corazón. Mira las necesidades de tus hermanos y ya no tendrás tiempo de pensar en ti; te harás más humano, más cristiano.

“Así pues, si habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Aspirad a las cosas de arriba, no a las de la tierra” (Col 3, 1-2)
6. Ayunarás de palabras vanas: serás benedicente. Ayunarás de malos pensamientos: serás puro de corazón. Ayunarás de acciones egoístas: serás una persona para los demás. Ayunarás de toda hipocresía: serás veraz. Ayunarás de lo superfluo: serás pobre de espíritu.

“¿No será más bien este otro el ayuno que yo quiero: desatar los lazos de maldad, deshacer las coyundas del yugo, dar la libertad a los quebrantados, y arrancar todo yugo?” (Is 58, 6)
7. Perdonarás una y mil veces a quien te ha herido, con causa o sin ella, justa o injustamente, esté arrepentido o no. Un perdón que no será sólo tolerar o soportar sino que ha de brotar del amor sincero y sobrenatural. Los perdonarás uno por uno, primero en tu corazón y luego, si te es posible, también con tus palabras. No permitirás que el rencor ni el resentimiento envenenen tu corazón.

“Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen” (Lc 23, 34)
8. Ofrecerás sacrificios agradables al Señor. Los harás en silencio, sin que nadie se dé cuenta. Buscarás con ello reparar por tus pecados y los de TODOS los hombres. Querrás con ello desprenderte de las cosas materiales, que tanto te agradan, para poder hacerte más libre y ser un hijo para Dios. Pero sobre todo ejercerás el sacrificio de vivir con perfección la caridad en todo momento con TODOS tus hermanos.

“No os olvidéis de hacer el bien y de ayudaros mutuamente; ésos son los sacrificios que agradan a Dios” (Heb 13, 16)
9. Amarás la humildad y procurarás vivirla de la siguiente manera: reconocerás tus pecados; considerarás a los demás mejores que tú; agradecerás las humillaciones sin dejarte arrastrar por el amor propio; no buscarás los honores, ni los puestos, ni el poder, ni la fama, que todo eso es de Dios; te harás servidor de todos.

“El que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros, será esclavo de todos” (Mc 10, 43-44)
10. Anunciarás a los hombres la verdad del Evangelio. Les dirás sin temor que Dios los ama, que se ha hecho hombre por ellos y ha muerto en la cruz para salvarlos. Les mostrarás que sólo Él los puede hacer plenamente felices. Les harás ver que la vida que tiene su origen en Dios, es muy corta, se pasa rápido y que Dios es su destino final; vivir por Dios, con Dios y en Dios es lo sensato y seguro.

“Y les dijo: «Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación»  (Mc 16, 15)
Fuente - Texto tomado de ES.CATHOLIC.NET:

Santa Bernardita Soubirous - Vidente de Lourdes - Fiesta 18 de Febrero




Martirologio Romano

En Nevers, en Francia, Santa María Bernarda Soubirous, virgen, la cual, nacida en Lourdes de una familia muy pobre, siendo aún niña asistió a las apariciones de la Inmaculada Santísima Virgen María, y después abrazó la vida religiosa y llevó una vida escondida y humilde.

El 11 de febrero, fiesta de la Santísima Virgen de Lourdes, nos recuerda las apariciones de la Virgen a una niña de 14 años que no sabía leer ni escribir, pero que rezaba todos los días el Rosario.

Bernardita Soubirous nació en Lourdes (Francia) en 1844. Hija de padres supremamente pobres. En el bautismo le pusieron por nombre María Bernarda (nombre que ella empleará después cuando sea religiosa), pero todos la llamaban Bernardita. Era la mayor de varios hermanos. Sus padres vivían en un sótano húmedo y miserable, y el papá tenía por oficio botar la basura del hospital. La niña tuvo siempre muy débil salud a causa de la falta de alimentación suficiente, y del estado lamentablemente pobre de la habitación donde moraba.

En los primeros años sufrió la enfermedad de cólera que la dejó sumamente debilitada. A causa también del clima terriblemente frío en invierno, en aquella región, Bernardita adquirió desde los 10 años la enfermedad del asma, que al comprimir los bronquios produce continuos ahogos y falta de respiración. Esta enfermedad la acompañará y la atormentará toda su vida. Al final de su existencia sufrirá también de tuberculosis. En ella se cumplieron aquellas palabras de Jesús:
"Mi Padre, el árbol que más quiere, más lo poda (con sufrimientos) para que produzca más frutos" (Jn. 15)
En Bernardita se cumplió aquello que dijo San Pablo:
"Dios escoge a lo que no vale a los ojos del mundo, para confundir las vanidades del mundo"

Bernardita a los 14 años no sabía leer ni escribir, ni había hecho la Primera Comunión porque no había logrado aprenderse el catecismo. Pero tenía unas grandes cualidades: rezaba mucho a la Virgen y jamás decía una mentira.

Desde el 11 de febrero de 1859 hasta el 16 de julio del mismo año, la Santísima Virgen se le aparece 18 veces a Bernardita. Nuestra Señora le dijo:
"No te voy a hacer feliz en esta vida, pero sí en la otra"
Y así sucedió. La vida de la jovencita, después de las apariciones estuvo llena de enfermedades, penalidades y humillaciones, pero con todo esto fue adquiriendo un grado de santidad tan grande que se ganó enorme premio para el cielo. Las gentes le llevaban dinero, después de que supieron que la Virgen Santísima se le había aparecido, pero ella jamás quiso recibir nada. Nuestra Señora le había contado tres secretos, que ella jamás quiso contar a nadie. Probablemente uno de estos secretos era que no debería recibir dineros ni regalos de nadie y el otro, que no hiciera nunca nada que atrajera hacia ella las miradas. Por eso se conservó siempre muy pobre y apartada de toda exhibición. Ella no era hermosa, pero después de las apariciones, sus ojos tenían un brillo que admiraba a todos.

Le costaba mucho salir a recibir visitas porque todos le preguntaban siempre lo mismo y hasta algunos declaraban que no creían en lo que ella había visto. Cuando la mamá la llamaba a atender alguna visita, ella se estremecía y a veces se echaba a llorar.


"Vaya", le decía la señora.
"¡Tenga valor!"
Y la jovencita se secaba las lágrimas y salía a atender a los visitantes demostrando alegría y mucha paciencia, como si aquello no le costara ningún sacrificio. Para burlarse de ella porque la Virgen le había dicho que masticara unas hierbas amargas, como sacrificio, el señor alcalde le dijo:
"¿Es que la confundieron con una ternera?"
Y la niña le respondió:
"Señor alcalde, a usted sí le sirven lechugas en el almuerzo? Claro que sí. ¿Y es que lo confunden con un ternero?"
Todos rieron y se dieron cuenta de que era humilde pero no era tonta.

Bernardita pidió ser admitida en la Comunidad de Hijas de la Caridad de Nevers. Demoraron en admitirla porque su salud era muy débil. Pero al fin la admitieron. A los cuatro meses de estar en la comunidad estuvo a punto de morir por un ataque de asma, y le recibieron sus votos religiosos, pero enseguida curó. En la comunidad hizo de enfermera y de sacristana, y después por nueve años estuvo sufriendo una muy dolorosa enfermedad, siempre entre la vida y la muerte. Cuando le llegaban los más terribles ataques exclamaba:
"Lo que le pido a Nuestro Señor no es que me conceda la salud, sino que me conceda valor y fortaleza para soportar con paciencia mi enfermedad. Para cumplir lo que recomendó la Santísima Virgen, ofrezco mis sufrimientos como penitencia por la conversión de los pecadores"


Uno de los medios que Dios tiene para que las personas santas lleguen a un altísimo grado de perfección, consiste en permitir que les llegue la incomprensión, y muchas veces de parte de personas que están en altos puestos y que al hacerles la persecución piensan que con ésto están haciendo una obra buena. Bernardita tuvo por superiora durante los primeros años de religiosa a una mujer que le tenía una antipatía total, y casi todo lo que ella hacía lo juzgaba negativamente. Así, por ejemplo, a causa de un fuerte y continuo dolor que la joven sufría en una rodilla, tenía que cojear un poco. Pues bien, la superiora decía que Bernardita cojeaba para que la gente al ver las religiosas pudiera distinguir desde lejos cuál era la que había visto a la Virgen. Y así en un sinnúmero de detalles desagradables la hacía sufrir. Y ella jamás se quejaba ni se disgustaba por todo esto. Recordaba muy bien la noticia que le había dado la Madre de Dios:
"No te haré feliz en esta vida, pero sí en la otra"
A pesar de haber sido dócil instrumento para extender la devoción a la Inmaculada, Bernardita no se contaminó con la gloria humana. El día que el obispo de Lourdes, ante 50.000 peregrinos, colocó la estatua de la Virgen sobre la roca de Massabielle, Bernardita tuvo que permanecer en su celda, víctima de un ataque de asma. Y cuando el dolor físico se hacía más insoportable, suspiraba:
"No, no busco alivio, sino sólo la fuerza y la paciencia"
Su breve existencia transcurrió en la humilde aceptación del sufrimiento físico como generosa respuesta a la invitación de la Inmaculada para pagar con la penitencia el rescate de tantas almas que viven prisioneras del mal.


Mientras junto a la gruta de las apariciones se estaba construyendo un grande santuario para acoger a los numerosos peregrinos y enfermos en busca de alivio, Bernardita pareció desaparecer en la sombra. Pasó seis años en el Instituto de Lourdes, de las Hermanas de la Caridad de Nevers, y en el que después fue admitida como novicia.

Duró 15 años de religiosa. Los primeros seis años estuvo trabajando, pero fue tratada con mucha indiferencia por las superioras. Después los otros nueve años padeció noche y día de dos terribles enfermedades: el asma y la tuberculosis. Cuando llegaba el invierno, con un frío de varios grados bajo cero, se ahogaba continuamente y su vida era un continuo sufrir. Deseaba mucho volver a Lourdes, pero desde el día en que fue a visitar la Gruta por última vez para irse de religiosa, jamás volvió por allí. Ella repetía:
"Ah quién pudiera ir hasta allá, sin ser vista. Cuando se ha visto una vez a la Santísima Virgen, se estaría dispuesto a cualquier sacrificio con tal de volverla a ver. Tan bella es"
A quien la animaba le contestaba con la radiante sonrisa de los momentos de felicidad cuando estaba a la presencia de la blanca Señora de Lourdes:


"María es tan bella que quienes la ven querrían morir para volver a verla"
Al llegar a la Comunidad reunieron a las religiosas y le pidieron que les contara cómo habían sido las apariciones de la Virgen. Luego le prohibieron volver a hablar de esto, y en los 15 años de religiosa ya no se le permitió tratar este tema. Son sacrificios que a los santos les preparan altísimo puesto en el cielo. Cuando ya le faltaba poco para morir, llegó un obispo a visitarla y le dijo que iba camino de Roma, que le escribiera una carta al Santo Padre para que le enviara una bendición, y que él la llevaría personalmente. Bernardita, con mano temblorosa, escribe:
"Santo Padre, qué atrevimiento, que yo una pobre hermanita le escriba al Sumo Pontífice. Pero el Sr. Obispo me ha mandado que lo haga. Le pido una bendición especial para esta pobre enferma"
A vuelta del viaje el Sr. Obispo le trajo una bendición especialísima del Papa y un crucifijo de plata que le enviaba de regalo el Santo Padre. El 16 de abril de 1879, exclamó emocionada:
"Yo vi la Virgen. Sí, la vi, la vi ¡qué hermosa era!"
Y después de unos momentos de silencio exclamó emocionada:
"Ruega Señora por esta pobre pecadora"


Y apretando el crucifijo sobre su corazón se quedó muerta. Bernardita, la humilde pastorcita que pudo contemplar con sus propios ojos a la Virgen Inmaculada, murió el 16 de abril de 1879. Tenía apenas 35 años. A los funerales de Bernardita asistió una muchedumbre inmensa. Y ella empezó a conseguir milagros de Dios, en favor de los que le pedían su ayuda. Fue beatificada el año 1935. Y el 8 de diciembre de 1933, el Santo Padre Pío XI la declaró Santa.

Nota: La Iglesia católica la festeja el 16 de abril, día de su fallecimiento, pero en Francia se la festeja el 18 de febrero.

Fuente - Texto tomado de EWTN:
http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Bernardita_Soubirous.htm

Fuente - Texto tomado de ES.CATHOLIC.NET:
http://es.catholic.net/santoral/articulo.php?id=36845