domingo, 14 de septiembre de 2014

Nuestra Señora la Virgen de los Dolores - Fiesta Septiembre 15





Bajo el título de la Virgen de la Soledad o de los Dolores se venera a María en muchos lugares (15 de septiembre).

Memoria



Memoria de Nuestra Señora de los Dolores, que de pie junto a la cruz de Jesús, su Hijo, estuvo íntima y fielmente asociada a su pasión salvadora. Fue la nueva Eva, que por su admirable obediencia contribuyó a la vida, al contrario de lo que hizo la primera mujer, que por su desobediencia trajo la muerte.

Los Evangelios muestran a la Virgen Santísima presente, con inmenso amor y dolor de Madre, junto a la Cruz en el momento de la muerte redentora de su Hijo, uniéndose a sus padecimientos y mereciendo por ello el título de Corredentora. La representación pictórica e iconográfica de la Virgen Dolorosa, mueve el corazón de los creyentes a justipreciar el valor de la redención y a descubrir mejor la malicia del pecado.

Un poco de historia



La fiesta de Nuestra Señora de los Dolores se celebra el 15 de septiembre, y recordamos en ella los sufrimientos por los que pasó María a lo largo de su vida, por haber aceptado ser la Madre del Salvador. Este día se acompaña a María en su experiencia de un muy profundo dolor, el dolor de una madre que ve a su amado Hijo incomprendido, acusado, abandonado por los temerosos apóstoles, flagelado por los soldados romanos, coronado con espinas, escupido, abofeteado, caminando descalzo debajo de un madero astilloso y muy pesado hacia el monte Calvario, donde finalmente presenció la agonía de su muerte en una cruz, clavado de pies y manos.



María saca su fortaleza de la oración y de la confianza en que la Voluntad de Dios es lo mejor para nosotros, aunque nosotros no la comprendamos. Es Ella quien, con su compañía, su fortaleza y su fe, nos da fuerza en los momentos de dolor, en los sufrimientos diarios. Pidámosle la gracia de sufrir unidos a Jesucristo, en nuestro corazón, para así unir los sacrificios de nuestra vida a los de Ella y comprender que, en el dolor, somos más parecidos a Cristo y somos capaces de amarlo con mayor intensidad.

¿Qué nos enseña
la Virgen de los Dolores?


La imagen de la Virgen Dolorosa nos enseña a tener fortaleza ante los sufrimientos de la vida. Encontremos en Ella una compañía y una fuerza para dar sentido a los propios sufrimientos.

Cuida tu fe



Algunos te dirán que Dios no es bueno porque permite el dolor y el sufrimiento en las personas. El sufrimiento humano es parte de la naturaleza del hombre, es algo inevitable en la vida, y Jesús nos ha enseñado, con su propio sufrimiento, que el dolor tiene valor de salvación. Lo importante es el sentido que nosotros le demos.

Debemos ser fuertes ante el dolor y ofrecerlo a Dios por la salvación de las almas. De este modo podremos convertir el sufrimiento en sacrificio (sacrum-facere = hacer algo sagrado). Esto nos ayudará a amar más a Dios y, además, llevaremos a muchas almas al Cielo, uniendo nuestro sacrificio al de Cristo.


Siete gracias concedidas
por la Santísima Virgen María



La Santísima Virgen María manifestó a Santa Brígida, que concedía siete gracias a quienes diariamente le honrasen, considerando sus lágrimas y dolores y rezando siete Avemarías:
  1. Pondré paz en sus familias.
  2. Serán iluminados en los Divinos Misterios.
  3. Los consolaré en sus penas y acompañaré en sus trabajos.
  4. Les daré cuanto me pidan, con tal que no se oponga a la voluntad adorable de mi Divino Hijo y a la santificación de sus almas.
  5. Los defenderé en los combates espirituales con el enemigo infernal, y protegeré en todos los instantes de su vida.
  6. Los asistiré visiblemente en el momento de su muerte; verán el rostro de su Madre.
  7. He conseguido de mi Divino Hijo que las almas que propaguen esta devoción a mis lágrimas y dolores, sean trasladadas de esta vida terrenal a la felicidad eterna directamente, pues serán borrados todos sus pecados, y mi Hijo y Yo seremos su consolación y alegría.


Es la más universal de todas las advocaciones de la Virgen, pues no está vinculada a una aparición, sino que recuerda los dolores que sufrió la Madre de Jesús. Estos son:

  1. La profecía de Simeón
  2. La huida de Egipto
  3. El Niño Jesús perdido en el templo
  4. El encuentro de Jesús y María camino al Calvario
  5. La Crucifixión
  6. El Cuerpo de Jesús es bajado de la Cruz
  7. El entierro de Jesús

La devoción de los dolores de María es fuente de Gracias porque llega a lo profundo del corazón de Cristo. La Iglesia nos exhorta a entregarnos sin reserva al amor de María y llevar con paciencia nuestra cruz acompañados de la Madre Dolorosa.



La liturgia de la celebración de los Dolores de la Virgen es de origen Alemán. En 1423 el arzobispo de Colonia, Teodorico de Neurs la instituye para reparar las burlas que los herejes hacían a las imágenes de la Virgen Dolorosa, y en 1727 el Papa Benedicto XIII la propagó a toda la Iglesia. El hecho de que se celebre el 15 de septiembre, se debió a que desde 1688 los religiosos Servitas celebraron en esa fecha, la fiesta de los dolores de la Virgen, fiesta que Pío VII extendió a toda la cristiandad en 1814.

Nuestra Señora de los Dolores





Los Siete Dolores de la Virgen María


  1. La profecía de Simeón en la Presentación del Niño Jesús.
  2. La huída a Egipto con Jesús y José.
  3. La pérdida de Jesús.
  4. El encuentro de Jesús con la cruz a cuestas camino del calvario.
  5. La crucifixión y la agonía de Jesús.
  6. La lanzada y el recibir en brazos a Jesús ya muerto.
  7. El entierro de Jesús y la soledad de María.
Los siete dolores y su meditación:




La profecía de Simeón: Por esta profecía se le revela a María que la misión salvadora de Jesús no será bien recibida por muchos, y que su vida terminará con una dolorosa Pasión y Muerte, durante la cual, una espada de dolor le atravesará a ella el alma. 









La huida de Egipto: El rey Herodes está furioso por el nacimiento de Jesús y se propone matarlo. El dolor de la Virgen María es el dolor de la Madre que ve amenazada la vida de su recién nacido, que es el Hijo de Dios, El Mesías.







El niño Jesús perdido en el Templo: Fue el dolor más sensible, porque en todos los otros tuvo consigo a su querido Hijo; mas éste lo sufrió apartada de Él.







Encuentro de Jesús y María camino al Calvario: Jesús va cargando la pesada Cruz, su rostro está bañado de sangre, sus facciones desfiguradas por la multitud de golpes y por el dolor. María va siguiendo sus pasos para ser crucificada junto a Él. 








La crucifixión: Su Inmaculado Corazón no miraba la pena propia, miraba la Pasión y Muerte del Hijo tan Amado. Todas las penas de la crucifixión las sufrieron los dos. Se ofrecían dos holocaustos: el cuerpo de Jesús y el corazón de María.









El cuerpo de Jesús es bajado de la cruz: Al tenerlo en sus brazos, María ve de cerca la gravedad y profundidad de todas las llagas y heridas de su Hijo, reavivando el dolor.









El entierro de Jesús: A pesar que sabe que su Hijo va a resucitar, siente un grandísimo dolor al separarse físicamente de Él. Nuestro Señor Jesucristo dijo a María Valtorta:




"Pensad en mi Madre que, desde el momento que me concibió, ha sufrido pensando que era condenado, esta Madre que, cuando me ha dado el primer beso en mi cuerpo de recién nacido, ha presentido las futuras llagas de su Criatura, esta Madre que habría dado diez, cien, miles de veces su vida, con tal de impedir que, en mi vida adulta, llegara el momento de la Inmolación, esta Madre que sabía y que debía desear que se cumpliera ese tremendo acontecimiento, para aceptar la voluntad del Señor, para la gloria del Señor, por bondad hacia la humanidad".

Fuente - Texto tomado de ES.CATHOLIC.NET:

Fuente - Texto tomado de DEVOCIONARIO.COM:
http://www.devocionario.com/maria/dolores_1.html

Fuente - Texto tomado de IGLESIA.ORG:

Fuente - Texto tomado de DEVOCIONESYPROMESAS.COM.AR: 

Fuente - Texto tomado de DEVOCIONARIO.COM:

Novena a Nuestra Señora de los Dolores - Día Noveno - Septiembre 15 de 2014



Oración
Señor Mío Jesucristo

Señor mio, Jesucristo, 
Dios y Hombre verdadero,
Creador, Padre y Redentor mío, 
por ser Vos quién sois
y porque os amo
sobre todas las cosas,
me pesa de todo corazón
haberos ofendido; 
propongo firmemente
nunca más pecar, 
apartarme de todas
las ocasiones de ofenderos, 
confesarme y,
cumplir la penitencia
que me fuera impuesta.

Ofrezco, Señor,
mi vida, obras y trabajos, 
en satisfacción de todos
mis pecados, y, así como lo suplico,
así confío en vuestra
bondad y misericordia infinita, 
que los perdonareis,
por los méritos de vuestra
preciosísima sangre,
pasión y muerte,
y me dareis la gracia
para enmendarme,
y perseverar en vuestro
santo amor y servicio, 
hasta el fin de mi vida.
Amén

Oración Inicial


Oh Virgen, la más dolorosa del mundo después de tu Hijo, a cuyos dolores estuviste perpetuamente asociada: te ruego que me alcances fortaleza para sufrir por mis pecados, como tú sufriste por los nuestros, a fin de que, crucificando mis pasiones y concupiscencias en la cruz de Cristo, llevando la cruz de mi deber por el camino de mi vida, caminando en pos de mi Señor y perseverando constantemente a tu lado, oh Madre mía, al pie de la cruz de tu Hijo, viva siempre y muera contigo, redimido y santificado por la sangre preciosísima de nuestro Redentor. También te pido, por tus dolores, que oigas mi petición en esta novena y, si conviene, me la concedas. 

Rezar la oración
del día correspondiente:

Día Noveno

Oh Virgen Dolorosa, concédeme que así como tú, por tus dolores, recibes gran gloria en el cielo y triunfas allí como reina gloriosa de los mártires, así yo también, después de una vida mortificada con Cristo, merezca vivir eternamente en la gloria, dichoso con Cristo. Concédeme, oh Reina de los mártires, vivir en la cruz con paciencia, morir en la cruz con esperanza y reinar por la cruz con gloria.

Terminar con la
oración final
para todos los días

Oración Final
para todos los días


Acuérdate, Virgen Madre de Dios,
cuando estés en la presencia del Señor,
de hablar en favor nuestro y que aparte
su indignación de nosotros.

Oh Santísima Madre,
hazme esta gracia:
fija en mi corazón
con eficacia las llagas
de Jesús crucificado.

Haz que de Cristo
en mí lleve la muerte,
que participe su pasión y suerte
y medite en sus llagas apenado.

Para que no arda
en los eternos fuegos,
defiéndeme tú, oh Virgen,
con tus ruegos, en el día del juicio.

Y tú, oh Cristo,
al salir yo de esta vida,
por tu Madre querida,
haz que llegue a la palma de victoria.

Cuando mi cuerpo muera,
haz que mi alma adquiera
del paraíso la gloria.

Rezar tres Avemarías

Ruega por nosotros,
Virgen dolorosísima,
que estuviste constantemente
junto a la cruz de Jesucristo.

Nuestra Señora de la Buena Muerte,
ruega por nosotros.


Siete gracias concedidas
por la Santísima Virgen María

Favor leer el siguiente link:
7 gracias concedidas por la Santísima Virgen María

Oremos:

Te rogamos, Señor Nuestro Jesucristo,
que interceda ante tu clemencia
la bienaventurada Virgen María
Tu Madre, cuya alma atravesó
la espada de dolor
en la hora de tu Pasión.
Lo pedimos por Ti,
oh Jesucristo, Salvador del mundo,
que vives y reinas con el Padre
y el Espíritu Santo
por los siglos de los siglos.
Amén

San José,
ruega por nosotros


Fuente - Texto tomado de DEVOCIONARIO.COM:

Señor de los Milagros de Buga (Colombia) - Fiesta Septiembre 14

La leyenda del Cristo que creció




Apenas sí se vivía el albor del descubrimiento de América. La espada y la violencia habían hecho su entrada triunfal en estas tierras que olían a inocencia, a paz, a tranquilidad y a equilibrio ecológico y social. La india, con su vestido de saraza y el cabello al aire recordando una tribu que nunca se había doblegado, lavaba las ropas del rico a la orilla del río.

El río bajaba lleno de raudos, con fragores de rey poderoso, con agua transparente y con pureza de nacimiento. La india tenía el alma llena del Cristo que el misionero les había enseñado: tener su imagen, rezarle todos los días, implantarlo en su choza porque ya lo tenía muy hundido en el corazón, era su único anhelo. Escondidos en su regazo tenía los setenta reales que había recogido con ese trabajo humilde y con esos setenta reales compraría una imagen de Cristo crucificado.

De su meditación la sacó el pisar fuerte de los guardias y el pisar angustiado del hombre que llevaban a la cárcel, porque en su pobreza no había alcanzado a pagar los setenta reales que debía. El diálogo de la indígena con la autoridad fue corto porque la caridad no tiene distancias. Con los setenta reales hizo realidad su sueño: devolvió la libertad a ese otro Cristo pobre y detenido. El hombre volvió a su choza y a su trabajo, y la india siguió hundiendo las manos en las aguas cristalinas del Guadalajara.

Un día llega a sus manos un crucifijo: el corazón le late aún de la alegría de haber libertado aquel hombre, pero ahora se duplican los latidos porque por el río venía una diminuta imagen de Cristo. La miró, lloró, la guardó en su regazo donde había tenido los setenta reales, lo sintió pesado. Bailando y corriendo con paso ritual llegó a su choza y después sembró el Cristo de las Aguas en la mitad de su dormitorio, y luego durmió tranquila con sueños de cielo, con sonrisas de Dios y con satisfacción del niño que asegura que se ha manejado bien... Unos golpes la despiertan y escudriña la realidad a la luz de su choza:
El Cristo había crecido...
La noticia se riega con la presteza de la primera resurrección... Los vecinos vienen y el CRISTO DE LAS AGUAS, como comenzó a llamarse, hace el bien y el milagro. Se apodera de la casa de la india y de la comarca y de todos los corazones... todos lo quieren y lo negrean con besos y con lágrimas, y con las huellas de sus manos y con los relatos que le hacen de sus trabajos y dolores.

El sabio obispo de Popayán, que a distancia escuchó los relatos, se exacerbó en su celo y por un sabio temor a los cuentos de brujas y de duendes, mandó entonces que lo quemaran, que hicieran desaparecer esa imagen deteriorada.

Lo que el sabio obispo no supo fue que el amor perdura siempre, que al amor no lo destruye nada... Y el fuego no tocó la imagen, la puso sí a sudar copiosamente como suda y sufre quien es testigo de injusticias... Y la gente recogió el sudor en copos de algodón, y con eso sanaron sus males, y con eso restañaron las heridas de su corazón.


La esfinge de tamaño oscuro representaba a Cristo ya muerto con el cuerpo muy inclinado, la cabellera empapada de sangre y los labios entreabiertos. 

La historia nos dice... 



Así lo atestiguó bajo fe de juramento ante otro visitador, en 1665, doña Luisa de la Espada, hija de uno de los patriarcas de Buga. Ella aseguró que la imagen, arrojada al fuego, no se quemó, antes bien sudaba y la gente empapaba algodones en el sudor. Este testimonio se conserva. En esa misma ocasión otros testigos, igualmente bajo gravedad de juramento, hicieron declaraciones sobre hechos sorprendentes, especialmente curaciones realizadas por la devoción al Santo Cristo.

En septiembre y octubre de 1757, el obispo de Popayán, Diego del Corro, de visita en Buga, como testigo de los sucesos extraordinarios, mandó recoger cuantos documentos pudieron hallarse. Era su intención llevarlos a Lima, para presentarlos al tribunal. Desgraciadamente, se extraviaron cuando el prelado viajaba a tomar posesión del arzobispado limeño.

En 1783 el rector del seminario de Popayán, y al mismo tiempo capellán del santuario de Buga, envió a Roma una relación aprobada por su obispo, en la que se relataban testimonios de numerosas curaciones. El Papa Pío VI respondió con 22 "breves perpetuos", en los que se concedían abundantes indulgencias a los devotos peregrinos. Se conserva la copia del documento pontificio.

Y el Cristo se quedó con el pueblo fiel, primero en la casa de la humilde india, después en la Ermita que con cariño le construyeron, hasta que un terremoto la destruyó, y luego en la otra Ermita cuya torre convocó por tiempos largos a la gente con el sonar de las campanas fundidas de armas de las guerras, y que todavía hoy se levanta orgullosa al lado de la Basílica. Y desde 1907, el Cristo está en la hermosa Basílica que construyó un pueblo dirigido por Misioneros Redentoristas.


Oración de Homenaje
al Señor de los Milagros



Señor de los Milagros,
te presentamos el homenaje
de nuestra fe, nuestra esperanza
y nuestro amor.
Creemos en Ti, Hijo de Dios,
Hermano y Salvador nuestro.
Confiamos en tu bondad y poder.
Queremos amarte siempre
cumpliendo tus mandamientos
y sirviéndote en nuestros hermanos.

Te damos gracias porque nos amas,
nos atraes con tu Imagen,
nos acoges en tus brazos,
nos guías con tu palabra
y nos brindas tu perdón.

Señor de los Milagros,
te consagramos nuestras familias:
consérvalas en armonía;
nuestras casas: ilumínalas con tu presencia;
nuestras alegrías: santifícalas con tu amor;
nuestras preocupaciones: acógelas en tu bondad;
nuestras dolencias: remédialas con tu misericordia;
nuestro trabajo: fecúndalo con tu bendición.

Señor de los Milagros,
te imploramos el don de la paz,
te imploramos la firmeza en la fe,
la fidelidad a tu Iglesia y la gloria eterna.
Madre del Perpetuo Socorro,
recibe esta plegaria
y preséntala a tu divino Hijo.

Amén.

Propiedad: Misioneros Redentoristas de Buga

Bendición


PADRENUESTRO QUE ESTÁS EN LOS CIELOS...
DIOS TE SALVE, MARÍA, LLENA ERES DE GRACIA...
GLORIA AL PADRE Y AL HIJO Y AL ESPÍRITU...

Que la gracia y la bendición
del Señor de los Milagros
esté con cada uno de nosotros.
La paz de su semblante nos tranquilice.
Los méritos de su cruz nos defiendan.
El amor de su corazón nos inflame.
Los sufrimientos de su Pasión nos consuelen.
El resplandor de sus llagas
iluminen cada una de
nuestras palabras y acciones.
Y sus brazos amorosos
nos acojan algún día
en la gloria eterna del cielo.
Y la bendición de Dios todopoderoso:
Padre, Hijo y Espíritu Santo,
descienda sobre nosotros
y permanezca para siempre.
Amén.


Oración
al Señor de los Milagros de Buga


Ofrecimiento del Día

Que mis ojos vean que Tú eres
la Luz que alumbra mi camino.
Que mi alma sienta el gozo
de llevarte muy dentro.
Que mi corazón reciba
con humildad
el amor que Tú me das.

Que mis pensamientos
sean para glorificarte y bendecirte.
Que mis silencios
sean para hablar contigo y escucharte.
Que mis oraciones
clamen ante Ti el cambio que debo tener.

Señor de los Milagros:
Quiero vivir bajo tu mirada.
Caminar sin cansancio hasta encontrarte.
Y así sentir la paz y el gozo
que tu infinito amor me da.
Amén.

Fuente - Texto tomado del Señor de los Milagros de Buga:
Video tomado de YOUTUBE.COM:

Fuente - Oraciones tomadas del Sitio Web Señor de los Milagros de Buga:

Fuente - Texto tomado Arquidiócesis de Bogotá: