lunes, 11 de agosto de 2014

¿Cómo mueren los “poderosos”?


Cuando el rey Felipe III de España estaba en su lecho de muerte exclamó poco antes de morir:
“Les ruego mis buenos amigos que en el sermón de mi funeral solo se predique acerca de cómo mueren quienes tienen poder. Que se diga que la muerte no les sirve a los poderosos sino para tener una mayor responsabilidad por lo que han sido y han hecho. Ojalá que yo, en vez de ser rey, hubiera vivido en un desierto rezando y sirviendo a Dios. Iría con mucha mayor confianza a presentarme ante el juicio de Dios y no tendría tantas responsabilidades de las cuales ser juzgado”
Años antes el padre de este hombre (el rey Felipe II de España) había llamado a su hijo momentos antes de morir y, mostrándole su cuerpo muy llagado, le dijo:
“Mire hijo cómo se muere y acaban las grandezas del mundo”
Y añadió:
“Ojalá en vez de ser rey, yo hubiera sido un simple hermano lego de una comunidad. Hijo, he querido que estuvieras presente en este momento para que veas cómo trata el mundo aún a sus más poderosos gobernantes. La muerte es para los poderosos como para los más pobres de la tierra. Aquí el que haya hecho más obras buenas durante su vida y haya tratado de vivir con más santidad, ese será el que conseguirá más grandes favores de Dios”
San Alfonso María de Ligorio, dice en su libro Preparación para la Muerte y la Eternidad que:
“Al día de la muerte lo llamaban los antiguos: día de las grandes pérdidas porque en ese día se pierden las riquezas materiales que tenemos, los placeres que nos gustaba gozar, los honores que conquistábamos con nuestras obras, y los demás bienes terrenales” 
Por eso San Ambrosio decía que 
“A todos estos bienes no los podemos llamar nuestros porque no nos los podemos llevar con nosotros al morir. Y que lo único que en verdad nos pertenece como propio son nuestras buenas obras, porque ellas sí nos acompañarán hasta más allá del sepulcro”

Cuenta San Antonio que cuando murió el emperador Alejandro Magno, dijo un filósofo:
“El que ayer pisaba orgullosamente la tierra, está ahora cubierto por ella. Ayer no le bastaba la tierra entera para sus deseos de dominio; hoy le bastan dos metros de tierra para cubrirlo. Ayer guiaba por el mundo ejércitos innumerables; hoy lo llevan a la tumba unos pocos sepultureros”
Pues así terminan las glorias de este mundo.

En agosto de 2012 Benedicto XVI se reunió en Castelgandolfo con un grupo de políticos cristianos que participaban en el Encuentro Internacional Demócrata-Cristiano, organización que dirige el líder del partido italiano Unión del Centro, Pier Ferdinando Casini, y que representa a más de cien partidos políticos. Allí el Papa citó un pasaje bíblico del libro de la Sabiduría: “un juicio inexorable espera a los que están arriba” (Sab 6,5) y les señaló que ese pasaje deben interpretarlo no como una amenaza sino como un impulso que anime a los gobiernos a realizar, en todos los niveles:
“Todas las posibilidades de bien de las que son capaces, según la medida y misión que el Señor encomienda a cada uno”
Pues así es la muerte. El día que nos llegue (que no sabemos ni cuándo, ni cómo, ni dónde será) y nos entierren (a todos por igual, solo que en distintas urnas, unas más caras que otras) lo único que nos llevaremos será lo que tengamos puesto y nuestras buenas obras. Estas últimas son las únicas que contarán a la hora de responderle a Cristo: ¿qué hicimos con el poder y con los talentos que nos dio? Y como dicen las Sagradas Escrituras:
“A todo el que se le ha dado mucho, mucho se le exigirá, y al que le encomendaron mucho, mucho le pedirán” (Lucas 12, 39-48)
San Agustín le decía a la gente del pueblo:
“No piensen solamente en el montón de riquezas que tiene ese individuo. Piensen más bien en lo que se llevará consigo el día de su muerte”

Y es que cuando la muerte nos llega, lo único que nos llevamos es el amor. El amor que dimos, el amor que sembramos, el amor que nos ayudó a vaciarnos de tantas cosas superfluas y pasajeras para poder entregarnos a vivir para servir a los demás, como lo enseñó nuestro Señor Jesucristo. Para vivir sabiendo que mientras más talentos y más poder Dios nos ha concedido en esta vida, más tendremos que rendir cuentas a la hora de encontrarnos cara a cara con Él a las puertas del Cielo.

Si todos los “poderosos” en esta tierra, vivieran pensando en esto quizás el mundo sería un poco mejor ¿no lo creen?

Fuente - Texto tomado de ACIPRENSA.COM:

San Eleázar - Mártir Siglo II a.C. - Fiesta Agosto 12


Eleázar es un nombre que significa:
"Dios me ayuda"
La Santa Biblia, en el 2° libro de los Macabeos (capítulo 6) narra así la historia de ese mártir.

Eleázar era de los principales especialistas en explicar al pueblo la Ley del Señor. Era varón de avanzada edad y de muy noble aspecto. Los enviados del impío rey Antíoco, querían obligarlo a desobedecer la santa ley de Dios, pero él prefiriendo una muerte honrosa a una vida infame, dispuso marchar voluntariamente al suplicio del apaleamiento, después de rechazar valientemente todo lo que iba contra las leyes santas.

Los que estaban encargados de obtener que los israelitas renunciaran a sus antiguas y sagradas costumbres, lo invitaban a simular que sí hacía lo que la ley prohibía, aunque no lo hiciera, para que obrando así se librara de la muerte y por su antigua amistad con ellos alcanzara benevolencia y buen trato.

Tomando una noble resolución, digna de su edad, de la venerabilidad de su ancianidad, del inmejorable proceder que había tenido desde niño, y sobre todo de su inmensa veneración a las leyes santas dadas por Dios, se mostró consecuente con lo que profesaba, y pidió que más bien lo enviaran a la muerte, en vez de hacerle propuestas que iban en contra de su conciencia. Y dijo estas inmortales palabras:
"A mi edad no es digno fingir hacer lo malo, aunque lo que se haga sea bueno. Porque después muchos jóvenes, creyendo que Eleázar a los 90 años se ha pasado a las costumbres de los que no tienen ninguna religión, se podrán desviar, y yo por haber simulado lo que no era cierto con el pretexto de conservar el poco tiempo de vida que aún me queda atraería deshonra e infamia a mi vejez. Porque aunque yo lograra en el presente librarme de los castigos de los hombres, ni vivo ni muerto podré librarme de los castigos que Dios tiene reservados para los que van contra su santa Ley. Por eso al sacrificar ahora valientemente la vida, me mostraré digno de mi ancianidad, dejando a los jóvenes un ejemplo noble, al morir generosamente, con valentía y nobleza, por defender las Leyes de nuestra Sagrada Religión"
Al terminar Eleázar de decir las bellas palabras anteriores, se fue enseguida al suplicio. Los que lo llevaban, cambiaron su suavidad de poco antes en dureza, después de oír sus valientes declaraciones, y empezaron a apedrearlo sin compasión. Él, cuando ya estaba a punto de morir, dijo entre suspiros:
"El Señor Dios que posee la ciencia santa, sabe muy bien que yo pudiéndome librar de la muerte, soporto por su amor los crueles dolores que produce en mí este apaleamiento, pero en mi alma lo sufro con gusto porque se trata de demostrarle a mi Dios cuánto lo quiero y lo estimo"
De este modo murió santamente. Y Eleázar no dejó sólo a los jóvenes sino a todos los creyentes, con su heroica muerte, un ejemplo de nobleza, valor y generosidad y una invitación a preferir morir antes que pecar.
No tengas respetos humanos que vayan contra tu alma. (Eclesiásticos).
Fuente - Texto tomado de EWTN:
http://www.ewtn.com/spanish/Saints/Eleasar.htm