miércoles, 7 de mayo de 2014

Nuestra Señora del Rosario de Pompeya - Advocación Mariana - Fiesta Mayo 8


En el año 79 ocurrió la famosa erupción del Volcán Vesubio que sepultó a la pagana ciudad de Pompeya (Sur de Italia). Allí la aristocracia Romana gustaba pasar tiempo de recreo y fue sorprendida por la súbita destrucción.

A comienzos del siglo XIX se instalaron en la cercanía familias de campesinos que erigieron una humilde capilla. En 1872 llegó el abogado Bartolo Longo (beatificado el 26 de octubre de 1980), quien trabajaba para la Condesa Fusco, dueña de ésas tierras. Longo descubrió que, después de la muerte del sacerdote, ya no habían misas en la capilla y pocos seguían firmes en la fe. 

Salva a esta gente Bartolo.
Propaga el Rosario

Una noche Longo vio en sueños a un amigo muerto años atrás que le dijo :
"Salva a esta gente, Bartolo. Propaga el Rosario. Haz que lo recen. María prometió la salvación para quienes lo hagan"
Longo trajo de Nápoles muchos Rosarios para repartir. Bartolo también animó a varios vecinos para que le ayuden a reparar la capilla. La gente comenzó a venir a rezar allí el Rosario, cada vez en mayor número. 

En 1878, Longo obtuvo de un convento de Nápoles un cuadro de Nuestra Señora entregando el Santo Rosario a Santo Domingo y Santa Rosa de Lima. Estaba deteriorado así que un pintor lo restauró. Éste cambió la figura de Santa Rosa por la de Santa Catalina de Siena. Puesta sobre el altar del Templo, aún inconclusa, la Sagrada imagen comenzó a obrar milagros. 

El 8 de mayo de 1887, el Cardenal Mónaco de la Valleta colocó a la venerada imagen una diadema de brillantes bendecida por el Papa León XIII y el 8 de mayo de 1891, se llevó a cabo la Solemne Consagración del nuevo Santuario de Pompeya, que existe actualmente.


Súplica a la Reina
del Santo Rosario de Pompeya


En el nombre del Padre
y del Hijo
y del Espíritu Santo.

Oh Augusta Reina de las Victorias,
oh Soberana del Cielo y de la Tierra,
ante cuyo nombre se alegran
los cielos y tiemblan los abismos,
oh Reina gloriosa del Rosario,
nosotros, tus hijos devotos,
reunidos en tu Templo de Pompeya,
(en este día solemne 1),
derramamos los afectos de nuestro corazón,
y con confianza de hijos,
te manifestamos nuestras miserias.

Del trono de clemencia,
donde te sientas como Reina,
vuelve, oh María, tu mirada piadosa
sobre nosotros, sobre nuestras familias,
sobre Italia, Europa, el mundo entero.

Ten compasión de nuestras penas
y trabajos que amargan nuestra vida.
Mira, oh María, cuántos peligros
en el alma y en el cuerpo,
cuántas calamidades
y aflicciones nos oprimen. 
Oh Madre, implora para nosotros
de tu divino Hijo, la misericordia
y vence con la clemencia
el corazón de los pecadores.
Son nuestros hermanos
e hijos tuyos que cuestan
la sangre al dulce Jesús
y entristecen tu sensibilísimo corazón.
Muéstrate a todos como eres,
Reina de paz y de perdón.

Dios te salve, María.

(1) Sólo el 8 de mayo y el 1er. domingo de octubre.

Es verdad que nosotros,
que somos tus hijos, somos los primeros,
con nuestros pecados, en volver
a crucificar a Jesús en nuestro corazón
y en traspasar nuevamente tu corazón.

Lo confesamos:
somos merecedores de los más duros castigos,
sin embargo, recuérdate que en el Gólgota
recogiste, con la Sangre divina,
el testamento del Redentor moribundo,
que te declaraba Madre nuestra,
Madre de los pecadores. 
Tú, por lo tanto, como Madre nuestra,
eres nuestra Abogada, nuestra Esperanza.
Y nosotros, gimiendo,
extendemos hacia ti
nuestras manos suplicantes,
gritando: ¡Misericordia! 

Oh Madre Buena,
ten piedad de nosotros, de nuestras almas,
de nuestras familias, de nuestros parientes,
de nuestros amigos, de nuestros difuntos,
sobre todo de nuestros enemigos
y de tantos que se dicen cristianos y ofenden,
no obstante, el Corazón amable de tu Hijo.

Hoy te imploramos piedad
por las naciones en lucha, por toda Europa,
por todo el mundo, para que arrepentido,
vuelva a tu corazón. 
¡Misericordia para todos,
oh Madre de Misericordia!

Dios te salve, María.

¡Dígnate, oh María,
de escucharnos con benevolencia!
Jesús ha puesto en tus manos
todos los tesoros de sus gracias
y de sus misericordias.
Tú estás, Reina coronada,
a la derecha de tu Hijo,
resplandeciente de gloria inmortal,
por encima de todos los coros de los Ángeles.
Tú extiendes tus dominios
por toda la extensión de los cielos
y a ti han sido sometidas la tierra
y todas sus criaturas.

Tú eres, por gracia, omnipotente.
Tú, por tanto, puedes ayudarnos.
Si tú no nos quisieras ayudar,
porque somos hijos ingratos
y no merecedores de tu protección,
no sabríamos a quién dirigirnos.
Tu corazón de Madre no permitirá
ver que nosotros,
que somos tus hijos, nos perdamos.
El niño que vemos en tus rodillas
y la mística corona que contemplamos en tu mano,
nos inspiran confianza en que seremos escuchados.
Y nosotros confiamos plenamente en ti,
nos abandonamos como hijos débiles
entre los brazos de la más tierna de las madres,
y, hoy mismo, esperamos de ti
las deseadas gracias.

Dios te salve, María. 

Pidamos la bendición a María


Una última gracia te pedimos,
oh Reina, que no puedes negarnos
(en este día solemnísimo 1):
concede a todos nosotros tu amor celestial
y en modo especial tu bendición materna.
No te dejaremos hasta que no nos hayas bendecido.

Bendice, oh María,
en este momento al Sumo Pontífice.
A los antiguos esplendores de tu Corona,
a los triunfos de tu Rosario,
por lo que te llamamos Reina de las Victorias,
agrega todavía este, oh Madre:
concede el triunfo a la Religión
y la paz a la sociedad humana.

Bendice a nuestros Obispos,
a los Sacerdotes y particularmente
a todos aquellos que celan
el honor de tu Santuario.

Bendice, finalmente,
a todos los asociados
al Templo de Pompeya
y a cuantos cultivan y promueven
la devoción del Santo Rosario.

Oh Rosario bendito de María,
dulce cadena que nos une a Dios,
vínculo de amor que nos une a los Ángeles,
torre de salvación contra los asaltos del infierno,
puerto seguro en el naufragio común,
nosotros no te dejaremos jamás. 
Tú serás nuestro consuelo en la hora de la agonía;
para ti, pues, el último beso
de la vida que se apaga. 
Y la última mención de nuestros labios
será tu dulce nombre,
oh Reina del Rosario de Pompeya,
oh Madre nuestra querida,
oh Refugio de los pecadores,
oh Soberana, consoladora de los tristes. 
Te bendigan en todas partes,
hoy y siempre, en la tierra y en el cielo.
Amén. 

Dios te salve, Reina y Madre... 

(1) Sólo el 8 de mayo y el 1er. domingo de octubre 

Fuente - Texto tomado de ES.CATHOLIC.NET:

Fuente - Texto tomado de SANTUARIO.IT:

Nuestra Señora de Luján - Advocación Mariana - Patrona de Argentina - Fiesta Mayo 8


Hacia el año 1630, un cierto portugués, de nombre Antonio Faría de Sá, hacendado de Sumampa, jurisdicción de Córdoba del Tucumán, pidió a un amigo suyo, Juan Andrea, marino, que le trajese del Brasil una imagen de la Concepción de María Santísima con el propósito de venerarla en la Capilla que estaba fabricando en su estancia. Juan Andrea cumplió el encargo y le trajo no una, sino dos imágenes de Nuestra Señora, que llegaron al puerto de Buenos Aires. Una, según el pedido, era de la Purísima Concepción; la otra, del título de la Madre de Dios con el Niño Jesús dormido entre los brazos.

Desde luego entendieron los arrieros tal disposición del Cielo de que la imagen de la Virgen encerrada en tal cajón debía quedarse en aquel paraje y así siguieron con la otra a su destino.

Ambas imágenes fueron colocadas en dos cajoncillos y subidas a una carreta. Al llegar a las orillas del Río Luján, en la estancia de Rosendo, los troperos se detuvieron allí para pasar la noche. Al día siguiente, una clara mañana de Mayo, queriendo proseguir el camino no pudieron mover la carreta. Admirados de la novedad pasaron a individualizar la causa y declaró el conductor del convoy:
“Aquí vienen dos cajones con dos bultos de la Virgen, que traigo recomendados para una capilla de Sumampa”
Cuando abrieron el cajón, hallaron una bella imagen de Nuestra Señora de la Concepción, de media vara de alto y con las manos juntas ante el pecho. Luego de venerar la Santa Imagen la llevaron en procesión a la casa de Rosendo y sus dueños le levantaron un humilde altar. Fue entonces cuando un joven negro llamado Manuel dijo:
“Sáquese de la carreta uno de los cajones y observemos si camina”
Así se hizo, pero en vano.
“Truéquense los cajones”, replicó él mismo.
Entonces ocurrió que al cambiar los cajones y al tirar los bueyes la carreta se movió sin dificultad.

La Solemne Coronación
de la Virgen de Luján

El Padre Salvaire, en 1886, presentó al Papa León XIII, la petición del Episcopado y de los fieles del Río de la Plata para la coronación de la Virgen, el Pontífice bendijo la corona y le otorgó Oficio y Misa propios para su festividad, que quedó establecida en el sábado anterior al IV domingo después de Pascua. La Coronación se realizó en mayo de 1887.

La Basílica de Luján


El Santuario de Luján es de estilo gótico ojival del siglo XIII. Sus dimensiones son: anchura en el crucero, 68,50 m.; longitud, 104 metros; anchura de frente, 42 m.; altura en las dos torres mayores, 106 m. El 8 de diciembre de 1930, el Papa Pío XII, le otorgó oficialmente el título de Basílica.

La Imagen de la Virgen de Luján


La imagen es pequeña (38 centímetros), está modelada en arcilla cocida (terracota), su rostro es ovalado, de color moreno. Los pies de la Santa Imagen se apoyan sobre nubes, desde las cuales surge una media luna y cuatro cabezas de querubines, con sus pequeñas alas desplegadas. Está cubierta con vestiduras: túnica blanca y manto azul-celeste. Tiene las manos juntas en el pecho. El Padre Salvaire hizo recubrir la Santa imagen con una coraza de plata para impedir su deterioro. Antes de esta operación se sacaron moldes que permitieron su reproducción auténtica. En 1887, el Padre colocó la Imagen sobre una base de Bronce, le adosó la rayera gótica con la inscripción: 
"Es la Virgen de Luján la primera Fundadora de esta Villa"
Y una aureola de doce estrellas. Ornamentada en esta forma, fue coronada con la corona Imperial bendecida por León XIII.

El 3 de diciembre de 1871 se realizó la primera peregrinación general al Santuario de Luján, desde entonces millones de personas concurren cada año. Es uno de los centros de peregrinación más importantes de Latinoamérica. Actualmente, la fiesta principal se celebra el 8 de mayo.



Fuente - Texto tomado de BASILICADELUJAN.ORG.AR:

Novena a Nuestra Señora de Fátima - Día Quinto

María, salud de los enfermos


Comenzar con el ofrecimiento
y la oración preparatoria

Ofrecimiento para todos los días

¡Dios Mío!  Yo creo, adoro, espero y os amo. Os pido perdón por los que no creen, no adoran, no esperan y no os aman.

¡Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo!, yo os adoro profundamente y os ofrezco el preciosísimo cuerpo, sangre, alma y divinidad de Nuestro Señor Jesucristo, presente en todos los tabernáculos del mundo, en reparación por los ultrajes con que Él es ofendido; y por los méritos infinitos de su Santísimo Corazón e intercesión del Inmaculado Corazón de María, os pido la conversión de los pecadores.

Oración Preparatoria

Oh Santísima Virgen María, Reina del Rosario y Madre de misericordia, que te dignaste manifestar en Fátima la ternura de vuestro Inmaculado Corazón trayéndonos mensajes de salvación y de paz, confiados en vuestra misericordia maternal y agradecidos por las bondades de vuestro amantísimo Corazón, venimos a vuestras plantas para rendiros el tributo de nuestra veneración y amor. Concédenos las gracias que necesitamos para cumplir fielmente vuestro mensaje de amor, y la que os pedimos en esta Novena, si ha de ser para mayor gloria de Dios, honra vuestra y provecho de nuestras almas. Así sea.



¡Oh Santísima Virgen María, salud de los enfermos y consoladora de los afligidos!, que movida por el ruego de los pastorcitos, obraste ya curaciones en vuestras apariciones en Fátima, y habéis convertido este lugar, santificado por vuestra presencia, en receptáculo de vuestras misericordias maternales en favor de todos los afligidos. A vuestro Corazón maternal acudimos llenos de filial confianza, mostrando las enfermedades de nuestras almas y todas las aflicciones y dolencias de nuestra vida. Lanzad sobre ellas una mirada de compasión y remediadlas con la ternura de vuestras manos, para que así podamos serviros y amaros con todo nuestro corazón y con todo nuestro ser.

Meditar
y rezar la Oración Final

Oración Final

¡Oh Dios, cuyo Unigénito, con su vida, muerte y resurrección, nos mereció el premio de la salvación eterna!  Os suplicamos nos concedas que, meditando los misterios del Santísimo Rosario de la Bienaventurada Virgen María, imitemos los ejemplos que nos enseñan y alcancemos el premio que prometen. Por el mismo Jesucristo nuestro Señor. Amén.

Texto tomado del Libro "Novena a Nuestra Señora de Fátima" - Caballeros de la Virgen