viernes, 6 de diciembre de 2013

Solemnidad Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María - Fiesta Diciembre 8

Sólo a Ella Dios le concedió el privilegio de haber sido preservada del pecado original, como un regalo especial para la mujer que sería la Madre de Jesús y madre nuestra



La Inmaculada Concepción de María es el dogma de fe que declara que por una gracia singular de Dios, María fue preservada de todo pecado, desde su concepción. Esta doctrina es de origen apostólico, aunque el dogma fue proclamado por el Papa Pío IX el 8 de diciembre de 1854, en su bula Ineffabilis Deus:
"...declaramos, proclamamos y definimos que la doctrina que sostiene que la beatísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de la culpa original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Cristo Jesús Salvador del género humano, está revelada por Dios y debe ser por tanto firme y constantemente creída por todos los fieles..."
(Pío IX, Bula Ineffabilis Deus, 8 de diciembre de 1854)
La Inmaculada Concepción
de la Virgen María
Diciembre 8


Ella, desde el momento en que fue concebida por sus padres, por gracia y privilegios únicos que Dios le concedió, fue preservada de toda mancha del pecado original. El 8 de diciembre de 1854, el Papa Pío IX, promulgó un documento llamado "Ineffabilis Deus", en el que estableció que el alma de María, en el momento en que fue creada e infundida, estaba adornada con la gracia santificante. Desde entonces, esta es la verdad que los católicos creemos, aunque a veces, no entendamos. Es lo que se llama Dogma o artículo de fe.

La Virgen María fue "dotada por Dios con dones a la medida de su misión tan importante" (Lumen Gentium). El ángel Gabriel pudo saludar a María como "llena de gracia", porque Ella estaba totalmente llena de la gracia de Dios. Dios la bendijo con toda clase de bendiciones espirituales, más que a ninguna otra persona creada. Ella es "redimida de la manera más sublime en atención a los méritos de su Hijo" (LG, n. 53).


La devoción a la Inmaculada Concepción es uno de los aspectos más difundidos de la devoción mariana. Tanto en Europa como en América se adoptó a la Inmaculada Concepción como patrona de muchos lugares. María tiene un lugar muy especial dentro de la Iglesia por ser la Madre de Jesús. Sólo a Ella Dios le concedió el privilegio de haber sido preservada del pecado original, como un regalo especial para la mujer que sería la Madre de Jesús y madre Nuestra. Con ésto, hay que entender que Dios nos regala también a cada uno de nosotros las gracias necesarias y suficientes para cumplir con la misión que nos ha encomendado, y así seguir el camino al Cielo, fieles a su Iglesia Católica.


La Inmaculada Concepción
de la Virgen María

Cuando usamos este título lo que queremos decir es que la Virgen María fue concebida sin el pecado original. Los motivos por los que estamos seguros de esta gran verdad son los siguientes:


Razón principal


Jesucristo, el Salvador prometido (Gen. 2,15; Is. 11,2), por necesidad tendría que venir a nosotros mediante un acto purísimo, libre de todo defecto o pecado (Fil. 2,6-7), para que ésto fuera así tendría que nacer en una mujer totalmente pura desde el punto de vista sobrenatural y moral. Digamos entonces que Dios, como muestra de su honor y poder nos trajo a la Virgen María engendrada y nacida totalmente libre de defecto, que significa libre del menor vestigio del pecado original, que es lo único que podría mancharla. Ésto fue posible por los Méritos de Jesucristo. Es por Él que Ella es preservada del pecado. Ella, por ser una de nuestra raza humana, aunque no tenía pecado, necesitaba salvación, que sólo viene de Cristo. Pero Ella singularmente recibe por adelantado los méritos salvíficos de Cristo. La causa de este don: El poder y omnipotencia de Dios.

La Santísima Virgen María que normalmente, igual que todos los seres humanos, merecería nacer con el pecado original, pero por los méritos de Jesucristo al ser Ella escogida para ser su Madre y haberlo aceptado, gracias a los méritos de Jesús -como el amparo-, Ella fue liberada por Dios para que el Hijo de Dios que es perfecto y santo naciera de una mujer que hubiera sido concebida sin la mancha del Pecado Original.

Razón bíblica


El primer pasaje que contiene la promesa de la redención (Genesis 3:15) menciona a la Madre del Redentor. Es el llamado Proto-evangelium, donde Dios declara la enemistad entre la serpiente y la Mujer. Cristo, la semilla de la Mujer (María) aplastará la cabeza de la serpiente. Ella será exaltada a la gracia santificante que el hombre había perdido por el pecado. Sólo el hecho de que María se mantuvo en estado de gracia puede explicar que continúe la enemistad entre Ella y la serpiente. El Proto-evangelium, por lo tanto, contiene una promesa directa de que vendrá un Redentor. Junto a Él se manifestará su obra maestra:

La preservación perfecta de todo pecado de su Madre Virginal

En (Lucas 1:28) la palabra griega empleada por el códice es Kejaritomene = Agraciadísima. A su vez esta palabra viene de una palabra hebrea como Kedesh = piadoso, o santo, en alguno de sus superlativos o grado máximo y "Gratia Plena" (del texto latino). El Ángel Gabriel enviado por Dios le dice a la Santísima Virgen María:



"Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo"

Las palabras en español "Llena de gracia" no hace justicia al texto griego original que es "kecharitomene" y significa una singular abundancia de gracia, un estado sobrenatural del alma en unión con Dios.


Traducido literalmente dice "Plenitud de gracia", o en el Ave María en español dice: "Llena eres de gracia" (Perfección sobrenatural en grado tal que ningún ser humano puede tenerla excepto Jesucristo que es Hombre-Dios). Lo que la Biblia y sus autores nos quisieron decir con esa palabra es algo tremendo.  Ella es "La Santísima Virgen María". Por lo tanto, si Ella era la "Santísima", tenía que haber nacido sin ninguna mancha de pecado. En Lc. 1,28 el Ángel enviado por Dios le llamó a María así:

"Poseedora de gracias en grado máximo", tanto en cantidad como en calidad; y una de ellas sería el nacer inmaculada. Esto ilumina Gn. 3,15 donde la enemistad entre la serpiente y la mujer significa una lucha, esto es:

El Maligno que es "suma de maldad" luchando contra "suma de Santidad" que es María, Madre del Salvador. Ésto es lo que la Biblia nos quiso decir, por eso María tendría que nacer sin la mancha del Pecado Original.

El Apocalipsis narra sobre la "Mujer vestida de sol" (Ap. 12,1). Ella representa la santidad de la Iglesia, que se realiza plenamente en la Santísima Virgen, en virtud de una gracia singular. Ella es toda esplendor porque no hay en Ella mancha alguna de pecado. Lleva el reflejo del esplendor divino y aparece como signo grandioso de la relación esponsal de Dios con su pueblo.

Razón eclesial


Nuestra fe no está basada solamente en lo que está escrito en la Biblia, sino también en la Iglesia que es el pilar y columna de la Verdad (1 Tim. 3,15). El 8 de diciembre de 1854, el Papa Pío IX definió como dogma la "Inmaculada Concepción de María" en su Bula "Inefabilis Deus". Dios quiso prepararse un lugar puro donde su Hijo se encarnará.

Frutos



María fue inmune de los movimientos de la concupiscencia. Concupiscencia: los deseos irregulares del apetito sensitivo que se dirigen al mal. María estuvo inmune de todo pecado personal durante el tiempo de su vida. Ésta es la grandeza de María, que siendo libre, nunca ofendió a Dios, nunca optó por nada que la manchara o que le hiciera perder la gracia que había recibido.


La Inmaculada Concepción
de la Santísima Virgen María
tiene un llamado para nosotros:
  1. Nos llama a la purificación. Ser puros para que Jesús resida en nosotros.
  2. Nos llama a la consagración al Corazón Inmaculado de María. Lugar seguro para alcanzar conocimiento perfecto de Cristo y camino seguro para ser llenos del Espíritu Santo.


Pequeño Acto de Consagración
a la Santísima Virgen



¡Oh Señora mía,
Oh Madre mía!
Yo me ofrezco enteramente a Vos;
y en prueba de mi filial afecto,
os consagro en este día,
mis ojos, mis oídos,
mi lengua, mi corazón;
en una palabra,
todo mi ser.

Ya que soy todo vuestro
¡Oh Madre de bondad!,
guardadme y defendedme
como cosa y posesión vuestra.
Amén.

V. ¡Oh María sin pecado concebida!
R. Rogad por nosotros que recurrimos a Vos
(tres veces).

Oración a la
Inmaculada Virgen María


Santísima Virgen,
yo creo y confieso vuestra Santa
e Inmaculada Concepción
pura y sin mancha.

¡Oh Purísima Virgen!,
por vuestra pureza virginal,
vuestra Inmaculada Concepción
y vuestra gloriosa cualidad
de Madre de Dios, alcanzadme
de vuestro amado Hijo
la humildad, la caridad,
una gran pureza de corazón,
de cuerpo y de espíritu,
una santa perseverancia en el bien,
el don de oración, una buena vida
y una santa muerte.
Amén

Fuente - Oración tomada de CORAZONES.ORG:

Divorciados vueltos a casar que comulguen cometen pecado mortal


Se le podrán dar todas las vueltas que se quiera a este asunto, pero va siendo hora de que haya más obispos y cardenales que den un paso al frente y dejen las cosas claras. La idea de que se puede abrir la posibilidad de que los divorciados vueltos a casar comulguen va en contra de la fe católica. Es decir, no estamos ante una mera cuestión pastoral, sino algo que afecta a la misma esencia de dos sacramentos: el del matrimonio y el de la Eucaristía.

El primero, en cuanto que es indisoluble, no puede ser ninguneado aceptando una segunda unión irregular, a la que Cristo, recordémoslo, llama adulterio. Puede que la palabra adúltero sea hoy políticamente incorrecta. Puede que pastoralmente se opte por rebajar el tono de la descripción de la realidad espiritual de esas personas. Pero Cristo dijo lo que dijo. Ante los ojos de Dios:
"Quien se ha divorciado y vuelve a casarse es un adúltero"
Y a quien no le guste que yo lo diga, que le pida explicaciones a nuestro Señor y Salvador, que fue quien usó esa palabra. Ni qué decir tiene que si un adúltero quiere mantener una vida espiritual, la Iglesia no puede rechazarle y dejarle “tirado en la calle". Como madre, debe recibirle, ayudarle, encaminarle hacia la salvación. Pero en esa ayuda no se puede soslayar la verdad. A saber:
¿No sabéis que los injustos no poseerán el reino de Dios? No os engañéis: ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros… (1ª Cor 6,9)
El matrimonio sea tenido por todos en honor; el lecho conyugal sea sin mancha, porque Dios ha de juzgar a los fornicarios y a los adúlteros. (Heb 13,4).
¿Qué tipo de pastoral sería aquella que deja al pecador en un pecado que es incompatible con la salvación? ¿Me lo puede explicar alguien sea seglar, religioso, diácono, sacerdote, obispo, cardenal o Papa? ¿o quizás vamos a ser más “buenos pastores” que Cristo, que nos recordó aquello de “lo que Dios unió no lo separe el hombre” (Mt 19,6)? ¿de verdad alguien piensa que el poder para atar y desatar que el Señor dio a su Iglesia consiste en que pueda decir que lo afirmado por Él en relación al matrimonio y el adulterio ya no es válido?

Es claro que en un divorcio no siempre las dos partes tienen la misma culpa. Todos conocen casos en los que el marido o la esposa abandonan al cónyuge para largarse con otra persona. De tal manera que el que ha sufrido la infidelidad se queda solo y, en ocasiones, con toda una vida por delante. Muchos preguntan: ¿acaso ese fiel tiene que sufrir el “castigo” de no poder mantener otra relación sentimental que acabe en matrimonio abierto a la vida? Pues miren ustedes, volvemos a lo dicho por Cristo: No, no puede. Y si lo hace, peca gravemente y se convierte en tan adúltero como el cónyuge que le traicionó primeramente.

Pareciera como si ignoráramos que la gracia de Dios es capaz de mantener a una persona alejada del pecado mortal que lleva a la condenación. Pareciera como si creyéramos que el Señor no tiene especial misericordia hacia aquellos que han sido abandonados por su marido o su esposa. Pareciera como si pensáramos que a quien necesita gracia sobre gracia para permanecer fiel a Dios, Dios mismo no se la concede. Pareciera como si desecháramos la enseñanza de que nos toca cargar con nuestras respectivas cruces, porque así lo dijo Cristo.

Sin dar detalles que no interesan por el momento a nadie, conozco en primera persona, y por testimonio de hermanos en el Señor, lo que es pasar por una crisis matrimonial fortísima. Sé lo grande que puede ser la tentación de romper con todo y largarse con otra persona. Pero también sé que Dios es un Dios de vivos y no de muertos, y que si dejamos que Él obre en un matrimonio herido e incluso muerto, puede darle vida. Y una vida matrimonial aún mejor y más maravillosa que la que había antes de la crisis. Si los dos cónyuges son verdaderamente cristianos, no hay dificultad que Dios no pueda ayudar a superar. Si, por la razón que sea, has perdido el amor a tu cónyuge, ¿acaso piensas que si pides a Dios que te vuelva a dar amor, Él no te lo dará? ¿No habíamos quedado en que el amor “todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo tolera” (1ª Cor 13,7)?. Eso, y no otra cosa, es lo que la Iglesia debe de enseñar, promover y alentar. Pero en caso de que la separación sea irremediable, la solución no es abrir la puerta a que cada cual pueda “rehacer” su vida con otro matrimonio. Porque eso no es rehacer nada, sino montar una farsa basada en el pecado.

El cardenal Burke, como hizo recientemente Mons. Müller, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, ha sido claro y tajante:

Debe comprenderse que el primer ingrediente, el ingrediente mínimo y esencial en una respuesta pastoral de caridad, es la justicia de la verdad. Sólo puedo amar a alguien desde el respeto a la verdad. En relación con las personas divorciadas en nuevas uniones, la Iglesia tiene que ser misericordiosa, recibirlas y ayudarles a participar en la vida de la Iglesia lo máximo posible; pero no puede faltar a la verdad y pretender que la nueva unión está en orden. Y la indisolubilidad del vínculo está claramente reconocida, desde la fundación de la Iglesia, en el evangelio de Mateo, por lo que la Iglesia tiene que respetar y promover la verdad del matrimonio de todos los modos posibles, como la unión indisoluble y abierta a la vida entre un hombre y una mujer. No puede haber cambios en eso.

Algunos han sugerido que nos fijemos en lo que hacen los ortodoxos. Pues bien, los ortodoxos se han separado de la fe cristiana en ese punto tan importante. Han roto con la Biblia y la Tradición. Y ojo, no es que ellos acepten que los divorciados vueltos a casar comulguen. Directamente admiten que se vuelvan a casar. ¿Es eso lo que se propone para la Iglesia Católica? ¿de verdad nos vamos a cargar una doctrina inmutable que procede de las palabras de Cristo? Habiendo tantas cosas buenas entre los ortodoxos -por ejemplo, su sentido de lo sagrado y su respeto por la liturgia-, ¿nos vamos a fijar precisamente en aquello de ellos que supone una ruptura clara con la Revelación?

Mons. Müller lanzó una advertencia en su artículo "la fuerza de la gracia":

La Iglesia Católica ha defendido la absoluta indisolubilidad del matrimonio también al precio de grandes sacrificios y sufrimientos. El cisma de la «Iglesia de Inglaterra» separada del sucesor de Pedro, tuvo lugar no con motivo de diferencias doctrinales, sino porque el Papa, en obediencia a las palabras de Jesús, no podía ceder a la presión del rey Enrique VIII para disolver su matrimonio. Es decir, por fidelidad a Cristo la Iglesia sufrió un cisma, ¿y vamos ahora a traicionar a Cristo en nombre de una pastoral supuestamente “misericordiosa? ¿en qué cabeza católica puede caber algo así? Es más, ¿en serio alguien cree que no se produciría un cisma enorme en caso de que una parte importante de la Iglesia Católica decidiera que se puede cambiar esa doctrina?

Lo explica el cardenal Burke:

Propagar la idea de que habrá un cambio radical, y de que la Iglesia va a dejar de respetar la indisolubilidad del matrimonio es falso y muy dañino. Un cambio así no está en manos de la Iglesia. La Iglesia debe ser obediente a las palabras de Cristo. Esta situación con algunos obispos en el alto Rin debe ser corregida. Si esa actitud se extiende a otros lugares, estaríamos fallando en la defensa de una verdad fundamental para la fe. ¿Creen ustedes que eso solo lo piensa ese cardenal?, ¿no será más bien que hay centenares de obispos dispuestos a decir lo mismo? En realidad, ¿no es ya un escándalo que estas cosas tengan que ser debatidas? ¿desde cuándo se debate sobre dogmas de fe y doctrinas pertenecientes al depósito de la fe? Porque, y esto es lo segundo, ¿acaso no es doctrina irreformable que no se puede acceder a la Eucaristía en pecado mortal? ¿también vamos a cambiar eso? La Eucaristía no es el premio para los perfectos, pero tampoco puede profanarse abriendo la puerta a que comulguen quienes públicamente llevan una vida de pecado. No conozco a un solo sacerdote que haya negado la comunión a un fiel por temas menores. Sí conozco sacerdotes que permiten que se profane la Eucaristía admitiendo que comulguen personas que todo el mundo sabe que son divorciados y vueltos a casar. Lo primero no debe ser combatido porque casi nunca se plantea. Lo segundo ha de ser arrancado de la praxis pastoral y sacramental a menos que queramos unirnos al espíritu de este mundo que está destrozando la institución familiar. El resto de la entrevista del cardenal Burke no tiene desperdicio. Son muchos los católicos que necesitaban oír de un pastor de la Iglesia alguna de sus frases. Valga este ejemplo:

Y yo entiendo que puede haber buenos católicos que, durante décadas, han trabajado en defensa de la vida y de la familia, que ahora estén confundidos por lo que les llega de lo que está diciendo el Papa. Por eso creo que les dirigirá una palabra: Debéis continuar con lo que estáis haciendo. Porque eso es lo que él piensa. El Papa está tratando de acercarse a los alejados, pero eso no significa que quiera abandonar las cuestiones provida. Bien estaría que otros pastores hicieran lo mismo. No se puede dejar a millones de hijos de Dios y de la Iglesia en la duda, en el temor, en la sensación de que quienes por pura gracia, en medio de una de las peores crisis -la postconciliar- que ha sufrido la Iglesia en su historia, han sido realmente fieles a todo lo que la Iglesia ha enseñado y defendido durante siglos, son ahora considerados como una especie de fariseos enfermos de un “neopelagianismo autorreferencial y prometeico", que vayan ustedes a saber lo que significa. El que tenga oídos para oír, que oiga: si para acercarse a los alejados se patea a los que están dentro, ni los alejados volverán para quedarse, ni muchos de los de dentro se quedarán.
Exsurge Domine, adjuva nos, et libera nos propter nomen tuum.

Fuente - Texto tomado de INFOCATOLICA.COM: