martes, 9 de julio de 2013

San Cristóbal - Mártir - Siglo III - Fiesta Julio 10


Cristóbal significa
"El que carga o portador de Cristo"

Su martirio es colocado en la persecución de Decio, entre los años 249 y 251. Cristóbal es conocido como "Mártir de Cristo", bajo el reinado del emperador Decio. Dan fe las numerosas reliquias desperdigadas por el orbe cristiano, veneradas desde tiempos muy remotos. Algunas fueron llevadas a España, al parecer poco después del martirio. Un brazo se conserva en Compostela, una mandíbula en Astorga, y poseen varias otras: Toledo y Valencia.

Según la tradición, fue Cristóbal el primogénito y unigénito de un rey cananeo, y nació en Sidón o en Tiro. Antes de ser bautizado se llamaba Relicto. Tenía gran porte, verdadero gigante por su estatura, de cabellera rubia, ojos claros y mirada penetrante; y despertaba en todos excepcional simpatía. Mientras fue pagano, pensó sólo en aventuras. Su sed de gloria le impulsó a poner su espada al servicio de un gran rey. Dejó su patria, se puso en camino y fue a parar a las huestes de Giordano, emperador de Roma. Relicto era ducho en las armas; y tal valor mostraba y tanta destreza en el combate, que el emperador quería tenerlo junto a sí en los momentos de peligro.

Pero un día Relicto oyó hablar de Cristo, como el más poderoso de los reyes. Y comenzó a preguntar:
"¿Dónde he de encontrar a ese Cristo, Monarca más poderoso que todos los otros?"
La Divina Providencia le deparó un buen maestro; un ermitaño cristiano, por el cual se dejó instruir en el conocimiento de los misterios de la fe verdadera. No tardó en abandonar la milicia terrena y adscribirse al servicio del "Rey Inmortal de los siglos".

Y pregunta entonces Relicto al ermitaño:
"¿Cómo he de servir a mi nuevo Señor?"
Le responde éste:
"Con la oración y el ayuno".
"No sé rezar".
"Ayuna, pues".
"¿No ves mi corpulenta estatura? He de comer más que los otros para sostenerme".
"Sírvele entonces con tu estatura y tu fuerza. Ayuda a vadear el río a los caminantes que lo necesiten".
Obedeció exactamente al ermitaño. Su cuerpo gigantesco empezó a transportar sobre sus hombros a los que no se atrevían a vadear la corriente. Y así una temporada; hasta que un día vio un niño en la ribera; y habiéndole preguntado qué deseaba, el pequeño le respondió que le pasase a la otra orilla. Tomóle Relicto y se lo puso al hombro, creyendo que el peso sería insignificante. Se equivocó. Cuenta uno de sus biógrafos que "Cristóbal entró animoso al río con su báculo (una recia y alta vara con la que solía ir a todas partes), como jugueteando con las ondas; pero a los pocos instantes conoció que el alto bajel se iba a pique, arrebatado de la furia de las aguas. Crecían éstas; hinchábanse las olas, procuraba él cortarlas valientemente, haciendo pie firme en la arena; pero nada le valía, porque el Niño que llevaba en sus hombros le abrumaba tanto con el peso, que si Él mismo no le diera la mano, en ellas hubiera hallado su sepultura. Rendido, sudando y gimiendo, salió a la orilla y admirado puso al Niño en la arena y le dijo:
"¿Quién eres Niño? En gran peligro me has puesto. Jamás me vi en riesgo de perder la vida, sino hoy, que te llevé sobre mi espalda. Las coléricas aguas aumentaban su enojo, y Tú ibas multiplicando tu peso. No pesabas tanto al principio. ¿Quién eres Niño, que tan en la mano tienes hacerte ligero o pesado? Creo que más pesas Tú que el Mundo".
Y entonces oyó Relicto la respuesta, en la cual se le señalaba, precisamente, el nombre que habría de adoptar en el Bautismo:
"Te llamarás Cristóforo, porque has llevado a Cristo sobre tus hombros. No te admires de que Yo te pese más que el mundo, aunque me veas tan niño; porque, realmente, peso Yo más que el mundo entero. Yo Soy de este mundo, que dices, el único Creador; y así, no sólo al mundo, sino al Creador del mundo, has tenido sobre ti. Bien puedes gloriarte con el peso: Yo Soy ese Señor que buscas: Hallaste ya lo que deseas y a quien has servido tanto en esas obras piadosas. Y aunque sobra mi palabra para crédito de mi verdad, pues sólo porque Yo lo digo tiene su firmeza la fe, ejecutaré un prodigio para que conozcas la grandeza de este Niño pequeño. Vuélvete a tu casa, no tienes ya que temer las olas. Fija en la tierra ese árido tronco que te sirve de báculo, que mañana lo verás, no sólo florido, sino coronado de frutos".
En efecto, a la mañana siguiente la estaca seca plantada en el suelo se había trocado en esbelta palmera, con incontables frutos. Otra vez, según la tradición, se realizó el mismo prodigio, y entonces, instantáneamente, y ante los ojos de todo el pueblo, a petición del Santo, que lo impetró de Dios para ofrecer un testimonio de la verdad que estaba predicando.

Fue después del episodio del divino Niño cuando Relicto recibió el Bautismo, que le administró el Patriarca Babilas en su Basílica de Antioquía. Desde aquel momento, se llamó ya siempre CRISTÓFORO, es decir, PORTADOR DE CRISTO.

De cuatro maneras -dice un escritor tan leído como es Tihamer Toth- llevó Cristóbal a Cristo: sobre sus hombros; en los labios, por la confesión y predicación de su Nombre; en el corazón, por el amor; y en todo el cuerpo, por el martirio.

Provisto él de su gran bastón en la mano, y caminando majestuosamente, no cesó de evangelizar a las gentes de Samos, maravilladas de su elocuencia. Por aquel entonces salió un edicto de persecución del emperador Decio, mandando que fuesen ofrecidos sacrificios a los dioses paganos y amenazando con las más graves penas a cuantos se resistiesen a ofrecerlos. Dagón, prefecto de la Licia, se afanó en cumplir rigurosamente el decreto. Y así, después de ordenar a sus soldados la profanación de todas las iglesias o lugares donde era adorado el Dios Verdadero, les incitó a que se lanzasen como lobos rapaces sobre todos los cristianos que no quisiesen enseguida claudicar. Nuestro Santo fue uno de los primeros en incurrir en esas iras.

Al ver que se aproximaba su hora, imploró el auxilio divino, postrándose en el suelo. Jesucristo se le apareció y, levantándolo, alentó sobre él, dándole el espíritu de sabiduría, y le dijo:
"No temas, que Estoy contigo"
Cristóbal, al saber, primero, y ver, después, cómo eran torturados los que confesaban públicamente la fe de Cristo, en vez de desfallecer, en medio de una multitud inmensa clamó:
"También yo soy cristiano y tampoco quiero sacrificar a los falsos dioses".
Inmediatamente fue detenido y conducido hacia el tribunal del prefecto.

En diálogo con Dagón se mostró Cristóbal investido de una serenidad imponente, proclamando su fe con palabras de profundidad celestial y manteniéndose inconmovible lo mismo ante las promesas seductoras que ante las más feroces amenazas.

Prolija resultaría también la reseña de los tormentos a que fue sometido. Flagelación con varillas de hierro, durante la cual no cesaba Cristóbal de cantar himnos a Dios. Prueba de un casco de hierro al rojo vivo sobre su cabeza, de la cual sale indemne. Parrilla enorme sobre la que es tendido para que sea quemado en fuego lento, y que es derretida por las llamas, mientras éstas respetan su cuerpo. Saetas innumerables arrojadas sobre Cristóbal atado a un árbol, sin que ni una sola dé en el blanco, pero sí una en un ojo del prefecto... Y entonces, la voz del Mártir, que resuena vibrante:
"El Señor prepara ya mi corona... Cuando la espada separe mi cabeza de mi cuerpo, unge tu ojo con mi sangre, mezclada con el polvo, y al punto quedarás sano. Entonces reconocerás Quién te creó y Quién te ha curado".
A la mañana siguiente Cristóbal es decapitado, y el prefecto hace lo que le indicara. Al punto recobra la visión, abraza la verdadera fe, ordena a sus súbditos que adoren a Cristo y abandonen el culto de los falsos dioses.

Fuente - texto tomado de la Biblioteca Electrónica Cristiana:

Link - Amor Eterno:
http://diosysantidad.blogspot.com/2012/07/san-cristobal-martir-siglo-iii-fiesta.html

Novena a Nuestra Señora Virgen del Carmen - Día Segundo



Acto de Contrición para todos los días

Dios mío y Señor mío, postrado delante de vuestra Majestad Soberana, con todo mi ser, con toda mi alma y todo mi corazón te adoro, confieso, bendigo, alabo y glorifico. A Ti te reconozco por mi Dios y mi Señor; en Ti creo, en Ti espero y en Ti confío me has de perdonar mis culpas, y dar tu gracia y perseverancia en ella, y la gloria que tienes ofrecida a los que perseveran en tu amor. A Ti amo sobre todas las cosas. A Ti confieso mi suma ingratitud y todas mis culpas y pecados, de todo lo cual me arrepiento y te pido me concedas benignamente el perdón. Pésame, Dios mío, de haberos ofendido, por ser Vos quien sois. Propongo firmemente, ayudado con vuestra divina gracia, nunca más pecar, apartarme de las ocasiones de ofenderos, confesarme, satisfacer por mis culpas y procurar en todo serviros y agradaros. Perdóname, Señor, para que con alma limpia y pura alabe a la Santísima Virgen, Madre vuestra y Señora mía, y alcance por su poderosa intercesión la gracia especial que en esta Novena pido, si ha de ser para mayor honra y gloria vuestra, y provecho de mi alma. Amén.

Oración para todos los días

Oh Virgen María, Madre de Dios y Madre también de los pecadores, y especial Protectora de los que visten tu sagrado Escapulario; por lo que su divina Majestad te engrandeció, escogiéndote para verdadera Madre suya, te suplico me alcances de tu querido Hijo el perdón de mis pecados, la enmienda de mi vida, la salvación de mi alma, el remedio de mis necesidades, el consuelo de mis aflicciones y la gracia especial que pido en esta Novena, si conviene para su mayor honra y gloria, y bien de mi alma: que yo, Señora, para conseguirlo me valgo de vuestra intercesión poderosa, y quisiera tener el espíritu de todos los ángeles, santos y justos a fin de poder alabarte dignamente; y uniendo mis voces con sus afectos, te saludo una y mil veces, diciendo:

(Rezar tres Avemarías)

DÍA SEGUNDO

¡Oh! Virgen del Carmen, María Santísima, que por tu singular amor a los Carmelitas los favoreciste con tu familiar trato y dulces coloquios, alumbrándolos con las luces de tu enseñanza y ejemplo de que dichosamente gozaron. Te ruego, Señora, me asistas con especial protección, alcanzándome de tu bendito Hijo Jesús luz para conocer su infinita bondad y amarle con toda mi alma; para conocer mis culpas y llorarlas, para saber cómo debo comportarme a fin de servirle con toda perfección; y para que mi trato y conversación sean siempre para su mayor honra y gloria y edificación de mis prójimos. Así, Señora, te lo suplico humildemente, diciendo:

Dios te Salve, Reina y Madre 
de misericordia, etc.


Pedir la gracia particular que se desee conseguir en esta Novena


Oración final para todos los días

Virgen Santísima del Carmen; yo deseo que todos sin excepción se cobijen bajo la sombra protectora de tu santo Escapulario, que todos estén unidos a Ti, Madre mía, por los estrechos y amorosos lazos de ésta tu querida Insignia. ¡Oh hermosura del Carmelo! Míranos postrados reverentes ante tu sagrada imagen, y concédenos benigna tu amorosa protección.

Te recomiendo las necesidades de nuestro Santísimo Padre, el Papa, y las de la Iglesia Católica, nuestra Madre, así como las de mi nación y las de todo el mundo, las mías propias y las de mis parientes y amigos. Mira con ojos de compasión a tantos pobres pecadores, herejes y cismáticos cómo ofenden a tu divino Hijo, y a tantos infieles cómo gimen en las tinieblas del paganismo. Que todos se conviertan y te amen, Madre mía, como yo deseo amarte ahora y por toda la eternidad. Así sea.

Fuente - Texto tomado de DEVOCIONARIO.COM: