viernes, 5 de julio de 2013

Santa María Goretti - Virgen y Mártir - Fiesta Julio 6



Virgen Mártir de la Pureza
Una adolescente mártir por conservar la castidad

Una santa que prefirió morir antes que ofender a Dios y vivió la virtud de la pureza hasta el heroísmo.

Santa María Goretti (nació en Corinaldo, 16 de octubre de 1890 - murió asesinada en Nettuno, 6 de julio de 1902), laica y mártir italiana. Su nombre verdadero era María Teresa Goretti, y apodada Marietta.

En julio de 1902, María se quedó en casa cosiendo ropa y cuidando de su hermanita de dos años (Teresa). Alessandro, que se había cansado de los rechazos de María, porque siempre le hacía proposiciones deshonestas que en un principio ella no las comprende. Más tarde, al adivinar las intenciones del muchacho, la joven está sobre aviso y rechaza la adulación y las amenazas. Suplica a su madre que no la deje sola en casa, pero no se atreve a explicarle claramente las causas de su pánico, pues Alessandro la ha amenazado:
"Si le cuentas algo a tu madre, te mato"
Su único recurso es la oración. La víspera de su muerte, María pide de nuevo llorando a su madre que no la deje sola, pero, al no recibir más explicaciones, ésta lo considera un capricho y no concede importancia a aquella súplica.
"¡María!", grita Alessandro
"¿Qué quieres?"
"Quiero que me sigas"
"¿Para qué?"
"¡Sígueme!"
"Si no me dices lo que quieres, no te sigo"
Ante semejante resistencia, el muchacho la agarra violentamente del brazo y la arrastra hasta la cocina, atrancando la puerta. La niña grita, pero el ruido no llega hasta el exterior. Al no conseguir que la víctima se someta, Alessandro la amordaza y esgrime un puñal. María se pone a temblar pero no sucumbe. Furioso, el joven intenta con violencia arrancarle la ropa, pero María se deshace de la mordaza y grita:
"No hagas eso, que es pecado... Irás al infierno"
Alessandro se descontroló por completo, apuñalando a María más de 14 veces con un punzón para picar hielo; cuando vio a la malherida María tratando de arrastrarse hacia la puerta para pedir ayuda, la acuchilló tres veces más y huyó. María quedó herida de muerte al recibir catorce heridas graves y se ha desvanecido.


En el hospital no hay nada que hacer. Después de un largo y penoso viaje en ambulancia, hacia las ocho de la noche, llegan al hospital. Los médicos se sorprenden de que la niña todavía no haya sucumbido a sus heridas, pues ha sido alcanzado el pericardio, el corazón, el pulmón izquierdo, el diafragma y el intestino. Al comprobar que no tiene cura, mandan llamar al capellán. María se confiesa con toda lucidez. Después, los médicos le prodigan sus cuidados durante dos horas, sin dormirla. María no se lamenta, y no deja de rezar y de ofrecer sus sufrimientos a la santísima Virgen, Madre de los Dolores. Su madre consigue que le permitan permanecer a la cabecera de la cama. María aún tiene fuerzas para consolarla:
"Mamá, querida mamá, ahora estoy bien... ¿Cómo están mis hermanos y hermanas?"
A María la devora la sed:
"Mamá, dame una gota de agua"
"Mi pobre María, el médico no quiere, porque sería peor para ti"
Extrañada, María sigue diciendo:
"¿Cómo es posible que no pueda beber ni una gota de agua?"
Luego, dirige la mirada sobre Jesús crucificado, que también había dicho ¡Tengo sed!, y se resigna. El capellán del hospital la asiste paternalmente y, en el momento de darle la sagrada Comunión, la interroga:
"María, ¿perdonas de todo corazón a tu asesino?"
Ella, reprimiendo una instintiva repulsión, le responde:
"Sí, lo perdono por el amor de Jesús, y quiero que él también venga conmigo al paraíso. Quiero que esté a mi lado... Que Dios lo perdone, porque yo ya lo he perdonado"
En medio de esos sentimientos, los mismos que tuvo Jesucristo en el Calvario, María recibe la Eucaristía y la Extremaunción, serena, tranquila, humilde en el heroísmo de su victoria. El final se acerca. Se le oye decir: 
"Papá"
Finalmente, después de una postrera llamada a María, entra en la gloria inmensa del paraíso. Es el día 6 de julio de 1902, a las tres de la tarde. No había cumplido los doce años.


El destino de su asesino

El juicio de Alessandro tiene lugar tres meses después del drama. Aconsejado por su abogado, confiesa:
"Me gustaba. La provoqué dos veces al mal, pero no pude conseguir nada. Despechado, preparé el puñal que debía utilizar"
Es condenado a treinta años de trabajos forzados. Aparenta no sentir ningún remordimiento del crimen. Alessandro Serenelli, el asesino de María, cumplió su condena en la cárcel de Roma, y tras su liberación, ingresó como hermano terciario y portero a un convento capuchino de dicha ciudad, donde murió en 1970. Él atribuyó su cambio de vida a un sueño que tuvo en la cárcel varios años después del asesinato; según él:
"Vio en sueños a María con catorce lirios blancos, uno por cada puñalada recibida; gracias a ésto no sólo logró reconciliarse con la sociedad, sino que también con la familia Goretti, que lo perdonó expresamente"

Esperanza en la Providencia con amor
al prójimo y dignidad de mujer

Para poder crear un clima favorable a la castidad, es importante practicar la modestia y el pudor en la manera de hablar, de actuar y de vestir. Con esas virtudes, la persona es respetada y amada por sí misma, en lugar de ser contemplada y tratada como objeto de placer. Siguiendo el ejemplo de María Goretti, los jóvenes pueden descubrir "el valor de la verdad que libera al hombre de la esclavitud de las realidades materiales", y podrán "descubrir el gusto por la auténtica belleza y por el bien que vence al mal" (Juan Pablo II, id).

Con ocasión del centenario de su muerte, el 30 de junio de 2002, el cardenal Sergio Sebastiani ilustró las virtudes de esta santa:
«Confianza en la providencia, amor hacia el prójimo, rechazo de la violencia y respeto de la propia dignidad de mujer, oración y unión con Dios, heroísmo del perdón por amor a Cristo, fe en la vida ultraterrena».

Reza a S. Maria Goretti

Niña de Dios,
tú que conociste temprano
la dureza y la fatiga,
el dolor y las breves alegrìas de la vida.

Tú que fuiste pobre y huérfana,
tu que quisiste a tus hermanos incansablemente
haciéndote sierva, humilde y atenta.
Tú que fuiste buena sin orgullo.

Tú que quisiste el Amor
por encima de todas las cosas.
Tú que vertiste sangre
para no traicionar al Señor,
tú que perdonaste a tu asesino
deseándole el paraíso.

Implora y reza por nosotros cerca del Padre
en la manera que decimos sí
al proyecto que Dios tiene sobre nosotros.

Tú que eres amiga de Dios
tanto que ya lo ves cara a cara,
obténdnos de Él
la gracia que te pedimos ....

Te agradecemos, Marietta,
el cariño por Dios y hacia todos nosotros
que ya sembraste
en nuestros corazones.
Amen.


JUAN PABLO II: 
MARÍA GORETTI, UN EJEMPLO PARA ADOLESCENTES Y JÓVENES
Intervención antes de rezar la oración mariana del «Angelus»


CIUDAD DEL VATICANO, 7 julio 2002 (ZENIT.org).- Juan Pablo II consagró su intervención de este domingo, antes de rezar la oración mariana del «Angelus», a recordar el ejemplo de amor dejado por santa María Goretti, al cumplirse el centenario de su fallecimiento. Estas fueron sus palabras.
* * *
¡Queridos hermanos y hermanas!

1. Hace cien años, el 6 de julio de 1902, moría Maria Goretti, gravemente herida el día anterior por la ciega violencia que le había agredido. Mi venerado predecesor, el siervo de Dios Pío XII, la proclamó santa en 1950, proponiéndola a todos como modelo de valiente fidelidad a la vocación cristiana hasta el supremo sacrificio de la vida.

He querido recordar esta importante fecha con un mensaje especial dirigido al obispo de Albano, subrayando la actualidad de esta mártir de la pureza, deseando que sea más conocida por los adolescentes y los jóvenes.

Santa María Goretti es un ejemplo para las nuevas generaciones, amenazadas por una mentalidad de falta de compromiso, a la que les cuesta comprender la importancia de los valores sobre los que no es lícito llegar a compromisos.

2. Si bien tenía poca instrucción escolar, María, que no había cumplido todavía los doce años, poseía una personalidad fuerte y madura, formada por la educación religiosa recibida en su familia. De este modo, fue capaz no sólo de defender su propia persona con castidad heroica sino incluso perdonar a su asesino.

Su martirio recuerda que el ser humano no se realiza siguiendo sus impulsos de placer, sino viviendo su propia vida en el amor y la responsabilidad.

Sé muy bien, queridos jóvenes, que sois sumamente sensibles a estos ideales. En espera de encontrarme con vosotros dentro de dos semanas en Toronto, quisiera repetiros hoy: ¡no dejéis que la cultura del tener y del placer adormezca vuestras conciencias! Sed «centinelas» despiertos y vigilantes para ser auténticos protagonistas de una nueva humanidad.

3. Dirijámonos ahora a la Virgen, de quien santa María Goretti lleva el nombre. Que la criatura más pura ayude a los hombres y a las mujeres de nuestro tiempo, en especial a los jóvenes, a redescubrir el valor de la castidad y a vivir las relaciones interpersonales en el respeto recíproco y en el amor sincero.

[Traducción del original italiano realizada por Zenit]


La castidad es la virtud que gobierna y modera el deseo del placer sexual según los principios de la fe y la razón. Por la castidad la persona adquiere dominio de su sexualidad y es capaz de integrarla en una sana personalidad, en la que el amor de Dios reina sobre todo. Por lo tanto, no es una negación de la sexualidad. Es un fruto del Espíritu Santo.


Santa María Goretti (Mártir) 



Percibió que la pureza está íntimamente ligada a la dignidad del cuerpo humano. Era consciente de que la Iglesia enseñaba que el cuerpo debía resucitar glorioso. En unión con la Iglesia profesaba todos los domingos: "Creo en la resurrección de la carne (del cuerpo)". Ella dio testimonio de este misterio: que la Encarnación y Resurrección de Jesús constituyen las verdaderas leyes de la naturaleza, de la carne y del físico.

Diversos regímenes de la castidad

Todo bautizado es llamado a la castidad. El cristiano se ha "revestido de Cristo" (Ga 3,27), modelo de toda castidad. Todos los fieles de Cristo son llamados a una vida casta según su estado de vida particular. En el momento de su Bautismo, el cristiano se compromete a dirigir su afectividad en la castidad.

La castidad "debe calificar a las personas según los diferentes estados de vida: a unas, en la virginidad o en el celibato consagrado, manera eminente de dedicarse más fácilmente a Dios sólo con corazón indiviso; a otras, de la manera que determina para ellas la ley moral, según sean casadas o célibes". Las personas casadas son llamadas a vivir la castidad conyugal; las otras practican la castidad en la continencia.

Muchos quieren liberarse de la moral católica que consideran represiva, y lo que hacen es caer en la esclavitud del pecado que degrada al hombre. El yugo de Cristo es suave y ligero, si se lleva con amor y voluntad corredentora. Cf. Mateo, 11,28ss.

Si no vigilas tu imaginación y tus pensamientos, es imposible que guardes castidad. El apetito sexual es sobre todo psíquico. Si no se arrancan las raíces de la imaginación es imposible contener las consecuencias en la carne. Por eso es necesario saber dominar la imaginación y los deseos. El apetito sexual aumenta según la atención que se le preste. Como los perros que ladran cuando se les mira, y se callan si no se les hace caso.

La pureza no puede guardarse sin la mortificación de los sentidos. Quien no quiere renunciar a los incentivos de la sensual vida moderna, que exaltan la concupiscencia, es natural que sea víctima de tentaciones perturbadoras, y que la caída es inevitable.

La pureza no se puede guardar a medias. Con nuestras solas fuerzas, tampoco; pero con el auxilio de Dios, sí. Quien -con la ayuda de Dios- se decide a luchar con todas sus fuerzas, vence seguro. No es que muera la inclinación, sino que será gobernada por las riendas de la razón.

Fuente - Textos tomados de Zenit - Corazones.org:
http://www.zenit.org/article-6151?l=spanish


Fuente - Textos tomados de Wikipedia
Fuente - Santuario S. Maria Goretti Nettuno Italia
Fuente - Catholic.net